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IN GRATIA (La Cueva Negra de Fortuna) (Premio de Poesía Certamen Literario

IN GRATIA (La Cueva Negra de Fortuna) (Premio de Poesía Certamen Literario “At Fontes de la Cueva Negra de Fortuna). Por Santiago Delgado, Abril 1999.

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  1. IN GRATIA (La Cueva Negra de Fortuna) (Premio de Poesía Certamen Literario “At Fontes de la Cueva Negra de Fortuna) Por Santiago Delgado, Abril 1999 A la hora de terminar el trabajo porque ya la luz iba declinando ocurrió algo que fue decisivo para todo el desarrollo ulterior de la investigación. No pudiendo marcharnos de allí sin, al menos, asomarnos a contemplar de cerca el otro gran lienzo de inscripciones, nos acercamos para satisfacer la natural curiosidad de ver de cerca unos textos cuya apariencia desde lejos era bastante distinta de los hasta entonces contemplados. Y lo primero que vimos fue, ¿cómo no?, el texto leitmotiv de todos los conjuntos epigráficos de ese gran paño. Fue el Dr. Mariner quien a la vista de las tres primeras palabras leyó de memoria completando EST IN SECCESU LONGO LOCUS... y aquello fue el delirio: ¡estábamos ante un texto de la Eneida! Antonino González Blanco

  2. No le tembló la mano al escribirlo; bien conocía el ritmo, la cadencia y la armonía suaves de aquellos hexámetros compuestos por el inmortal Virgilio.

  3. Se encontraba en pie, sanado en cuerpo y alma, luego de ser bañado en aquellos parajes tan agrestes de la remota Hispania, cuyas aguas lo habían acogido.

  4. Oh, consejo prudente el de aquel viejo amigo, veterano en las Guerras del Imperio, desde la Dacia hasta la Lusitania, que había conocido ignotas tierras, más allá del limes romano, donde sólo bárbara gente había. Y que un día, le dijo: “Solamente en Hispania existen los arroyos, que nacen en la sequedad extrema. Ellos pueden sanarte. Acude allí con tu mujer e hijos, y llévate a tus siervos. Ofrenda junto a ellos sacrificios a los dioses sagrados, y nunca injuries su misericordia. Los dioses siempre habrán de ser clementes con los humanos que les son sumisos”.

  5. Frescura la de aquellas aguas claras, y brisa la de aquellos aires puros; verde fronda de pinos en medio de los yermos pedregosos de pardos secarrales, y terrenos baldíos. Oh, tierra de conejos y de sierpes, de miel asilvestrada, y de olivos.

  6. Y aquel resguardo ameno de la cueva, donde los ya sanados dejaban su agradecimiento escrito.

  7. Al tercer día, vio que, levantado, andar podía por sus propios pasos. Un cuerpo sano y limpio le obedecía ahora sin temores de dolorida entraña, sin postración de lecho sempiterno, extendido.

  8. En el vacío cuenco de sus manos tomó un poco del manantial sagrado y bebió con unción agua lustral de aquel lugar divino. Oh, cura tan ansiada, oh, portento buscado, oh, milagroso caso, su cuerpo redivivo...

  9. Luego, sin más pensarlo, anduvo hacia la negra y breve cueva, palpó la dura oquedad y tentó con su mano aquel abismo de inmaculado lienzo. Escogió para sí lugar vacío en ella, y recordó el ansiado dístico, los muy amados versos por el mantuano escritos.

  10. En su mano, pincel de untado mocho fuera ágil péndola, inspirada musa sobre siracusano pergamino; firme cálamo diestro, pluma sutil del ave del paraíso con que en el libro del troyano Eneas se describiera, en verso inmarcesible, la amada patria de la reina Dido: EST IN SECCESU MONTIS SUB RUPE CAVATA INCLUSUM ARBORIBUS SCOPULIS PENDENTIBUS ANTRUM...

  11. Oh, tierra de conejos y de sierpes, de miel asilvestrada, y de olivos. Y aquel resguardo ameno de la cueva, donde los ya sanados dejaban su agradecimiento escrito. Al tercer día, vio que, levantado, andar podía por sus propios pasos. Un cuerpo sano y limpio le obedecía ahora sin temores de dolorida entraña, sin postración de lecho sempiterno, extendido. En el vacío cuenco de sus manos tomó un poco del manantial sagrado y bebió con unción agua lustral de aquel lugar divino. Oh, cura tan ansiada, oh, portento buscado, oh, milagroso caso, su cuerpo redivivo... Luego, sin más pensarlo, anduvo hacia la negra y breve cueva, palpó la dura oquedad y tentó con su mano aquel abismo de inmaculado lienzo. Escogió para sí lugar vacío en ella, y recordó el ansiado dístico, los muy amados versos por el mantuano escritos. En su mano, pincel de untado mocho fuera ágil péndola, inspirada musa sobre siracusano pergamino; firme cálamo diestro, pluma sutil del ave del paraíso con que en el libro del troyano Eneas se describiera, en verso inmarcesible, la amada patria de la reina Dido: EST IN SECCESU MONTIS SUB RUPE CAVATA INCLUSUM ARBORIBUS SCOPULIS PENDENTIBUS ANTRUM... IN GRATIA (La Cueva Negra de Fortuna) Santiago Delgado No le tembló la mano al escribirlo; bien conocía el ritmo, la cadencia y la armonía suaves de aquellos hexámetros compuestos por el inmortal Virgilio. Se encontraba en pie, sanado en cuerpo y alma, luego de ser bañado en aquellos parajes tan agrestes de la remota Hispania, cuyas aguas lo habían acogido. Oh, consejo prudente el de aquel viejo amigo, veterano en las Guerras del Imperio, desde la Dacia hasta la Lusitania, que había conocido ignotas tierras, más allá del limes romano, donde sólo bárbara gente había. Y que un día, le dijo: “Solamente en Hispania existen los arroyos, que nacen en la sequedad extrema. Ellos pueden sanarte. Acude allí con tu mujer e hijos, y llévate a tus siervos. Ofrenda junto a ellos sacrificios a los dioses sagrados, y nunca injuries su misericordia. Los dioses siempre habrán de ser clementes con los humanos que les son sumisos”. Frescura la de aquellas aguas claras, y brisa la de aquellos aires puros; verde fronda de pinos en medio de los yermos pedregosos de pardos secarrales, y terrenos baldíos.

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