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¡ Bienvenido !. Ana Paula Isasi - Sexto Año B Escuela Fonseca- San Juan – ARGENTINA * 2004 *. A mi me gustan las historias... Y si son leyendas más. Ahora te voy a contar UNA LEYENDA “LA AGUADA DE TALACASTO”. Espero que les guste... Disfrútenla...
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¡Bienvenido! Ana Paula Isasi - Sexto Año B Escuela Fonseca- San Juan – ARGENTINA * 2004 *
A mi me gustan las historias...Y si son leyendas más... • Ahora te voy a contar UNA LEYENDA “LA AGUADA DE TALACASTO”. • Espero que les guste... • Disfrútenla... • Fuente:Revista “VENTANITA”- Año 1- Nº1 – De San Juan- Revista Mensual-
LA AGUADA DE TALACASTO Dicen que en estas tierras vivía una joven india cuyo color de piel se asemejaba a la oscura tonalidad de los cerros que la rodeaban. En sus ojos, como flores de cacto, se asemejaba el amor. Un día caminando por un sendero, entre jarillas y jallampes, salió a su encuentro un indio recio de alto pecho y brazos fuertes como algarrobos. Se conocieron, se tomaron de las manos y juntos caminaron bajo la sombra de los chañares.
Pasaron felices muchas lunas. Pero un día, un ejército de soldados desconocidos avanzó por los valles diaguitas. Eran los incas. Los diaguitas salieron a su encuentro y chocaron contra los invasores. Se produjo una larga contienda, en la que fueron vencidos los diaguitas.
Después de la última derrota, el indio enamorado, retornó en busca de su amada. Caminaba despaciosamente, parecía una sombra tambaleante. A su paso encontró una vieja crujiente y llorosa, que señalando el camino le dijo entre sollozos: “los incas se la llevaron por esa senda...”
El indio miró hacia la senda y se echó a correr. Después de una larga marcha llegó a la Quebrada de Talacasto, cayendo exhausto de rodillas. No pudo seguir. Se mirada de angustia se elevó al cielo con un sentimiento que mezclaba odio y tristeza.
-¡Que haya una tormenta...!- clama el diaguita pidiendo veganza. -¡Qué se inunden los cerros y que la creciente arrastre a los incas!
El indio es escuchado. Los dioses le responden con el viento. Llegan ráfagas levantando espirales de nubes y de tierra. La lluvia cubre al diaguita mientras implora envuelto en sudor y llanto. Irrumpe la creciente.
El indio herido contempla las aguas. En el caos de la tormenta ve flotando y sumergiéndose a los incas. -¡He sido vengado...! – grita. Más en la tormenta de su odio, había caído también su compañera.
Va cesando la tempestad. Cae la tarde y las aguas cruzan silenciosas. La luna ve llorar y llorar al indio. Desde entonces la Aguada de Talacasto se nutre con sus lágrimas cada vez que recuerda a su amada muerta.
