E N D
Por Cristo, Con Él y En Él Glorificación a Jesús, nuestro señor y salvador
POR CRISTO, CON ÉL Y EN ÉL Por Cristo Jesús, salvación recibimos. El Mesías, el Cordero de Dios, voluntariamente, su vida nos dio.
Con Cristo Jesús, a nuestra casa volveremos. Una habitación nos prepara Aquél que la Gloria nos depara.
En Cristo Jesús, hermanos somos. Por su sacrificio en la cruz, amémonos todos, en Cristo Jesús. Amén.
Doxología Final Por Cristo, Con Él y En Él, a ti, Dios Padre Omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo Honor y toda Gloria, por los siglos de los siglos. Amén
Doxología Final La palabra “doxología” viene del griego “doxa”, que significa “gloria”. Doxología, por tanto, significa glorificación.
La plegaria eucarística desemboca en la doxología final, esto es, en la glorificación de Dios: El sacerdote tomando la patena con el pan consagrado y el cáliz, y sosteniéndolos elevados, dice: «Por Cristo, con él y en él, a ti Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos».
El «Amén» del pueblo es una verdadera aclamación y no sólo una respuesta como tiende a presentarse. La comunidad celebrante expresa de este modo su fe y adhesión vital al don del Hijo que el Padre nos ha dado en el Espíritu Santo. Es el «Amén» gozoso de un pueblo que no cesa de dar gloria a quien lo engendra sin cesar en el amor. Cristo es, en última instancia, el que sustenta el «Amén» con que nosotros glorificamos a Dios. La liturgia toma así la forma de un diálogo.
La doxología nos da la clave y la auténtica perspectiva de toda oración cristiana. Está dirigida al Padre por medio de Jesucristo en el Espíritu Santo. No caigamos en la rutina de una fórmula vaciada de su dinamismo y contenido profundo. Por Cristo, con él y en él, la oración de los hijos se dirige al Padre, esto es, a la fuente y término de la vida. Cristo es la cabeza de la Iglesia y ésta no puede orar más que por él, con él y en él. Los discípulos oramos unidos vitalmente a Cristo.
Pero si podemos orar unidos a Cristo es porque el Espíritu Santo no cesa de unirnos a él y hacer de los reunidos una verdadera comunión fraterna, tal como la plegaria ha pedido. La oración se convierte de este modo en una proclamación gozosa de la verdad de un Dios que ama al hombre hasta el don de su propio Hijo. Glorificar al Padre por Cristo en el Espíritu es el marco, de ahora en adelante, de toda oración que se precie de ser cristiana. La comunidad eucarística ora con la conciencia de estar incrustada en la relación y comunión del Padre y del Hijo en el Espíritu Santo.