E N D
“El cazador” Miguel-A.
Cuentan la historia de un cazador empedernido cuyo perro enfermó y murió en vísperas de la asistencia a una cacería programada ya hacía un mes. ¡Y cómo podía presentarse él en una cacería sin un ayudante canino! Todo un problema. Pero ya lo dice el refrán: "A rey muerto, rey puesto". Y el cazador de nuestra historia se pasó por una tienda de venta de animales con la idea de comprar otro perro. - Lo siento, señor -replicó amablemente el dependiente-. Hasta el próximo sábado no nos llega un nuevo pedido de perros ya instruidos para la caza.
- El sábado recibiremos 9 perros de caza de tres razas distintas... todos con carta genealógica. Si viene a primera hora de apertura de la tienda, tendrá la ventaja de poder elegir entre los 9 perros. - ¿El sábado dice usted? ¡Imposible! Yo necesito el perro el viernes. - ¡Ah, señor! -contestó el dependiente-, creo que tengo la solución. Tenemos un robot de ruedas por cadenas, de origen japonés que se comporta como un verdadero perro. Es pura ingeniería japonesa. El aparato está en promoción de ventas y lo cedemos a prueba.
- ¡Está usted de broma! -exclamó el cazador-. ¡Cómo me voy a llevar yo un tanque ruidoso para que me espante las piezas de caza!. - ¡Oh, no! Usted no ha visto el perro. ¡Mírelo! Es completamente silencioso, y sólo pesa 12 Kilos. Funciona por batería eléctrica de diez horas de duración. Es un aparato tan perfecto como un ordenador que no se pierde ningún dato. Tiene voz. Lleva incorporado un microchip para que un técnico cambie la configuración según los deseos del propietario, pero el funcionamiento para el usuario es tan simple como apretar un botón para el encendido. ¡Lléveselo usted a prueba sin el más mínimo compromiso!.
El cazador, enrollado por la palabrería del vendedor, salió de la tienda convencido y con el robot pendiente de prueba. Ya en la cacería, el cazador descendió el robot del maletero del coche, pulso el botón de puesta en marcha y, como le había indicado el dependiente, lo dejó caminar libremente. Tras un cuarto de hora de caminata, se enciende una luz roja en el perro mecánico, y el robot comienza a hablar con una voz metálica: - Va a salir una perdiz por la derecha. Cuenta atrás. Tres. Dos. Uno. Cero.
¡Pum!, hizo la escopeta cuando el cazador apretó el gatillo. - Pieza abatida -dijo el robot inmediatamente-. Perdiz hembra. Dos años de edad. Ubicación: 7 metros en dirección noroeste. "¡Vaya perfección!“, se dijo el cazador.
Casi a la media hora, se enciende la luz roja de alerta de nuevo, y otra vez comienza a hablar el robot con su clásica voz metálica: - Va a salir un conejo por la izquierda. Cuenta atrás. Tres. Dos. Uno. Cero. ¡Pum! ¡Pum!, esta vez el cazador lanzó dos tiros.
- Primer tiro fallado -dice el robot-. El segundo tiro dio en el blanco. Conejo macho. Dos años y medio de edad. Ubicación: 8 metros en dirección oeste. "Si no lo veo, no lo creo. Esto supera hasta la perfección humana. Esto no es un perro, es casi un dios“, pensó el cazador..
Siguen adelante, y llegan a un pequeño bosque cercano a una carretera. "No sé cómo se moverá este cacharro entre los árboles“, se cuestionó el cazador. De pronto, el cazador vio moverse unas ramas de unos arbustos... se puso nervioso... y “¡pum!, ¡pum!, ¡pum!" descargó los tres tiros de su moderna escopeta de repetición. El robot siguió guardando silencio. - Vaya, este aparato ya se ha estropeado -dijo en voz alta el cazador dando un puntapié al robot.
- ¡Sí, sí! ¿Estropeado? -respondió el robot-. Se llamaba José Pérez González. 58 años de edad. Había descendido de un automóvil RENAULT 16 de color rojo y matrícula TO-23456-H para hacer sus necesidades. Le has pegado los tres tiros. Lo has matado, rematado y vuelto a matar. Es ya difunto. Y este humilde perro robot te aconseja presentarte voluntario inmediatamente en la Comisaría de Policía.