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Escuchamos las últimas palabras de Jesús en su predicación en Jerusalén, dentro de la última semana de su vida. Marcos 13, 33-37. Ciclo B. Primer domingo de Adviento. Comienzo del año litúrgico. 33 ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento.
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Escuchamos las últimas palabras de Jesús en su predicación en Jerusalén, dentro de la última semana de su vida. Marcos 13, 33-37 Ciclo B Primer domingo de Adviento. Comienzo del año litúrgico.
33 ¡Cuidado! Estad alerta, porque no sabéis cuándo llegará el momento. Continúa la recomendación de los últimos domingos: ¡velad!, ¡estad preparados!... La vida es para caminar, para sembrar, crecer, ayudar, para ir al encuentro del Señor cada día...
34 Sucederá lo mismo que con aquel hombre que se ausentó de su casa, encomendó a cada uno de los siervos su tarea y encargó al portero que velase. Nuestra vida es una seria tarea, un talento confiado. Un encuentro con Dios y una necesidad cada vez mayor de buscarle, sintiendo que está más allá, que siempre hay que caminar más...
35 Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer, a media noche, al canto del gallo o al amanecer. 36 No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos. Nos movemos entre la urgencia y la confianza: ni dormidos ni angustiados,ni despreocupados ni con temor. El Dios que viene es el que sale a nuestro encuentro,no nos espera lejos, impasible, sino el que se acerca, nos escucha, nos cura...
37 Lo que a vosotros os digo, lo digo a todos: ¡Velad! Pensemos en los momentos de sueño y de vigilia en nuestra vida. Cuándo estamos dormidos, cuándo despiertos. Cuándo pasa cerca el Señor y no nos enteramos. La tentación puede ser estar adormilados incluso por nuestra fe: dormirnos sobre una vida cristiana que consideramos adquirida de una vez para siempre.
Llévame al desierto y susúrrame en silencio, Tu palabra. Condúceme por la ciudad y grítame entre el tráfico y el barullo, Tu palabra. Llévame por valles y montañas, y repíteme, con eco y fuerza, Tu palabra. Álzame por encima de mis problemas y desvélame, con gracia y ternura, Tu palabra. Déjame en el corazón de las personas y espera, Señor, que crezca en mí y en ellas, Tu palabra. Amén