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Yo me alegr con los que me dec an

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Presentation Transcript


    1. Yo me alegré con los que me decían Dr. Samuel Pagán

    2. Salmos de las subidas Los salmos de las subidas, graduales o ascensiones (Sal 120--134) son poemas que alaban al Señor mientras los peregrinos se acercan al Templo de Jerusalén, con motivo de sus fiestas anuales. Estos poemas revelan algunas dinámicas relacionadas con las personas que llegaban regularmente a Sión.

    3. Salmos de las subidas Como generalmente son breves (excepto el Sal 132), se pueden memorizar con facilidad. Afirman la importancia del Templo y las virtudes de la ciudad de Sión; además, celebran que Dios mismo ayuda a los peregrinos en el viaje, les espera en el santuario y les bendice en la vida.

    4. ¡Dios nos acompaña! Estos salmos afirman que Dios está con su pueblo en medio de los diversos viajes de la vida: Cuando vamos al trabajo, ¡Dios nos acompaña! Cuando vamos a la escuela, cuando vamos al colmado, cuando vamos de ciudad en ciudad, cuando vamos a resolver problemas y cuando nos sentimos tristes, ¡Dios nos acompaña!

    5. Teología con belleza poética Son salmos poéticamente muy hermosos: Salmo 121: Alzaré los ojos a los montes, ¿de dónde vendrá mi socorro? Salmo 124: A no haber estado el Señor con nosotros, diga ahora Israel... cuando se levantaron contra nosotros los hombres, vivos nos habrían tragado...

    6. Belleza poética Salmo 125: Los que confían en el Señor son como el monte de Sión, que no se mueve sino que permanece para siempre... Salmo 126: Cuando el Señor hiciere volver la cautividad de Sión, seremos como los que sueñan. Entonces nuestra boca se llenará de risa, y nuestra lengua de alabanza...

    7. Alegría de ir al Templo En el Salmo 122, que alude a la alegría de ir a la Casa de Dios, el nombre de la ciudad de Jerusalén --que significa «ciudad de paz»--aparece en sus tres partes fundamentales. En la primera estrofa se destaca la alegría (vv.1b-2); en la segunda sección (vv.3-5) se afirma el tema de la ciudad; y en la tercera, es el asunto de la paz el que se afirma, pues se repite en tres ocasiones (vv.6-9).

    8. La alegría de ir al Templo Lo que le brinda al salmo sentido de totalidad y unidad son las referencias a la casa del Señor o el Templo que se incluyen al comienzo y al final del poema. Ir al Templo me alegra, me ayuda, me bendice, me fortalece, me guía, me entusiasma, y me hace feliz. «Sión» era el nombre de una antigua colina en Jerusalén, pero es también una forma poética para referirse a toda la ciudad y al Templo.

    9. Salmo 122 La primera sección del poema (vv.1-2) se caracteriza por ubicarnos en el contexto de la peregrinación al Templo. No se dice nada del viaje ni de las dinámicas que se relacionaban a este tipo de peregrinación religiosa antigua: P.ej., lugar de inicio, distancia del viaje o recursos para la travesía, etc. El ambiente del poema es de alegría y felicidad. La persona que adora se alegra al llegar al santuario, que representa la misma presencia de Dios.

    10. Salmo 122 El autor del salmo llega a la ciudad y admira las puertas del Templo, que son símbolo de la capacidad y virtud divina de permitir acceso a su presencia y también al compromiso del Señor con la justicia. El Templo es símbolo de bendición y alegría, es espacio para crecer y disfrutar, es remanso de paz y seguridad, es signo de felicidad y esperanza. El Templo es prototipo de virtud divina, de gracia del Señor, de poder transformador, de misericordia infinita, de perdón grato. ¡Por eso es que produce alegría!

    11. Yo me alegré … La primera imagen que revela el poema es de la alegría: «Yo me alegré...». De esta forma se pone de manifiesto claramente la importancia de la felicidad para la salud mental y espiritual. La gente que tiene salud integral goza de felicidad, dicha, alegría. ¡Son bienaventuradas! La gente feliz vive la vida y comparte; la gente dichosa perdona y ayuda; las personas alegres se sobreponen a las adversidades; los hombres y las mujeres bienaventuradas enfrentan la vida con autoridad, valor y esperanza.

    12. ¡La felicidad! Como el salmista, varios personajes bíblicos afirmaron la importancia de la alegría, dicha y felicidad en la vida. Y aunque podríamos mencionar a muchos personajes, solo identificaremos al padre y la madre de la fe: Abraham y Sara. Abraham y Sara no temieron al futuro y se lanzaron al porvenir confiados solamente en la Palabra divina.

    13. Felicidad y fe Tanto el patriarca como la matriarca escucharon y obedecieron la voz divina, que les llamó con autoridad: «Salgan de sus tierras y de sus parentelas». Recibieron el mensaje del Señor con alegría y felicidad, pues tenían fe, seguridad, confianza, anhelo de futuro, esperanza, valentía, coraje...

    14. La fe produce alegría ¡La fe produce alegría, paz, dicha, bienestar, contentamiento y gozo! Abraham se alegró al ser llamado por el Señor en la famosa ciudad de Ur de los caldeos. El ambiente en Ur era el politeísmo; sin embargo, el futuro del patriarca y la matriarca era servir al único Dios verdadero. El pecado de la idolatría produce angustia, desesperanza, agonía, inseguridad, resentimientos, desorientación, cautiverio, tristeza, dolores, hostilidad.

    15. El llamado produce alegría El llamado del Señor produce vida, sobriedad, orientación, liberación y alegría. Ese llamado genera personas felices, pues pueden enfrentar el futuro con seguridad y valentía, el porvenir con sentido de dirección y fortaleza, el mañana con valor y seguridad, lo desconocido con nobleza y firmeza. ¡Yo me alegro con la gente que me invita a la Casa de Dios!

    16. Del cautiverio a la liberación Dios llamó a Abraham y Sara a salir de un ambiente de infelicidad e idolatría a un futuro promisorio, a un lugar de esperanza y contentamientos. Y aunque no sabía hacia dónde se dirigía, el patriarca entendía que la idolatría no era su futuro. La vida en Ur se caracterizada por las divinidades que no escuchan, ni intervienen, ni actúan, ni hablan, ni se mueven... Esas divinidades no tenían vida, por lo tanto no podían brindarle al pueblo seguridad, ni les podían dar felicidad.

    17. ¡La alegría viene de Dios! La alegría verdadera es patrimonio del único Dios verdadero, del Santo de Israel, del León de la tribu de Judá, del la raíz de David, del Emmanuel, del Mesías. La alegría verdadera no son sonrisas, ni risas ni carcajadas, sino el disfrute pleno de la vida y de la gracia divina. La alegría me lleva a la victoria, a superar el problema, a vencer la depresión, a sobreponerme a mis complejos, a dejar a tras las angustias y las desesperanzas que atentan contra mi bien espiritual.

    18. La idolatría como problema En la época patriarcal, Ur era una ciudad llena de tensiones, plagada de conflictos internos, saturada de ansiedades y problemas, que hacían que sus ciudadanos dejaran sus hogares y familias y se marcharan a buscar sus futuros en otras ciudades y regiones. ¡Abraham y Sara no fueron los únicos en dejar a Ur! La idolatría en la ciudad generó un ambiente de inseguridad tal que sus ciudadanos preferían marcharse a otras comunidades para criar a sus familias en otros ambientes.

    19. La cautividad de la idolatría Una de las cautividades más intensas y difíciles de dejar es la idolatría, que no solo se relaciona con ídolos, imágenes, cultos satánicos, hechicerías, magias o encartamientos. La idolatría real es darle a algo o alguien el respeto, reconocimiento, dignidad, aprecio o adoración que le corresponde únicamente a Dios. La idolatría es minimizar el poder y la capacidad de intervención divina y magnificar las acciones humanas. Es una forma de infidelidad que decide brindarle a lo creado el reconocimiento que se le debe solo a Dios.

    20. ¡La idolatría cautiva! La idolatría cautiva, desorienta, incapacita, encadena y angustia, y, en efecto, hace que las personas vivan en desesperanza, infelicidad, anarquía e inseguridad. La idolatría nos entristece, nos desorienta, nos atribula, nos desespera, nos entenebrece, nos enceguece, nos encadena…

    21. La alegría verdadera Abraham se alegró con el llamado divino pues rompió definitivamente con su pasado que le ataba y atormentaba. Dejó atrás el patriarca las experiencias amargas y dolorosas de su niñez y juventud, pues Dios no está cautivo ni vive en el pasado: ¡Dios vive en un eterno presente para preparar adecuadamente nuestro futuro!

    22. La alegría verdadera El pasado de Abraham era la idolatría, que se relaciona con la desdicha, el dolor, la agonía, la desorientación y las amarguras. El pasado no debe cautivar nuestras vidas, pues el Dios nuestro nos llama al porvenir. Haga como el patriarca: Deje atrás el dolor, los complejos, las tristezas, las enfermedades, los cautiverios, los pecados, los llantos y las ansiedades.

    23. La alegría verdadera Abraham y Sara obedecieron a Dios y salieron de Ur, pues rompieron con la idolatría y con su pasado. El pasado queda atrás, pues es en el presente donde se construyen las bases indispensables para disfrutar el futuro. Nuestros futuro es de paz y seguridad, es de armonía y calma, es de salud y bienestar, es de fortaleza y fidelidad, es de alabanzas y gratitudes, es de gloria y gracia, es de virtud y poder, es de amor y perdón, es de alegría y dicha, es de felicidad y bienandanza.

    24. La alegría verdadera Abraham comprendió que la alegría verdadera es más que sonrisas o carcajadas. La alegría bíblica no es felicidad superficial, ni contentamiento temporero. La alegría real y significativa, verdadera y grata es descubrir y hacer la voluntad divina.

    25. Yo me alegré La alegría real, de acuerdo con el Salmo, se relaciona con la idea de ir a «la Casa del Señor». En este contexto, la palabra hebrea «alegría» no es felicidad superficial o temporera sino gozo real y completo, contentamiento profundo y serio. No es sonrisa que se puede fingir, sino dicha plena. No es el estado de ánimo que generan las drogas legales o ilegales.

    26. La alegría no se detiene La alegría del salmista no se interrumpe en la crisis, ni se detiene en la tribulación. Esa dicha no se amilana ante las dificultades, ni se desorienta en la adversidad. Esa felicidad plena no se diluye en las enfermedades ni se acaba cuando llegan los grandes desafíos de la vida.

    27. Yo me alegré El salmista se alegra en «ir a la Casa del Señor», que significa buscar, descubrir y hacer la voluntad de Dios. La Casa del Señor es símbolo de la presencia divina y su voluntad. Y esa voluntad es la que nos desafía a mantenernos erguidos cuando las personas en crisis claudican y doblan sus rodillas ante las baales de la vida. Esa voluntad divina es la que nos mueve a ser gente «más que vencedora». Esa voluntad divina es la que nos llama a amar, perdonar, compartir, celebrar, ayudar, y afirmar que «aunque mi padre y mi madre me dejaran, con todo el Señor me recogerá y sostendrá».

    28. Alegría y voluntad divina El salmista se alegra de hacer la voluntad divina. Esa alegría no es la de ir al colmado ni la de asistir a alguna actividad deportiva, aunque ambas tienen virtudes y pueden ser necesarias. La alegría del salmista no se produce al ir al centro comercial, ni se disfruta en la actividad política, social o cultural, aunque esas actividades pueden ser muy válidas.

    29. Alegría y Templo La alegría no se relaciona con eventos superficiales ni se asocia con actividades que no tienen repercusiones transformadoras. La alegría del salmista es llegar a la Casa del Señor, pues es un lugar de paz, enseñanza, gracia, vida, humildad, fortaleza, victoria, salvación, sanidad y liberación.

    30. Símbolo de gracia Se alegra el salmista al ir al Templo, pues la Casa del Señor es símbolo concreto de su gracia, representa su misericordia infinita, alude a su poder transformador, se relaciona con su virtud sanadora, se asocia a la actividad redentora del Mesías. Esa alegría representa lo que Dios puede hacer con su vida, lo que el Señor puede hacer en su hogar, lo que puede hacer Cristo con su familia, lo que pude hacer el poder divino en su trabajo.

    31. Importancia del Templo La importancia del Templo no son sus paredes ni su fachada, no son sus sillas o sus instrumentos musicales, no son sus colores ni sus decoraciones. Lo realmente importante de la Casa de Dios es lo que sucede en su entorno. En el Templo se manifiesta el poder del perdón, se vive la virtud del amor, se afirma el dominio propio, se celebra la alabanza, se agradece la misericordia, y se enseña la importancia de la fe.

    32. Importancia del Templo Dentro del Templo nos re-educamos para ser gente nueva y grata, nos preparamos para servir y amar, y nos organizamos para dar por gracia lo que por gracia hemos recibido. En el Templo de Dios revisamos nuestras vidas y nos miramos en el espejo de divino, para descubrir y afirmar los que el Señor quiere de nosotros.

    33. Lo importante en el Templo En la Casa de Dios lo importante no es el entretenimiento, ni la música, ni los libros, ni los cánticos, ni los recursos audiovisuales, ni la tecnología, aunque todas esas actividades tienen gran importancia cúltica y religiosa. Lo realmente importante en la iglesia es la transformación de la vida, la modificación de la conducta, la revisión de las prioridades en la vida, la renovación de las actitudes interpersonales, la reorganización del hogar, la familia y el trabajo.

    34. Yo me alegré Yo me alegré con los que me invitan a la Casa del Señor, pues recibo la educación necesaria para crecer y desarrollarme en la fe. Dios no nos llamó para perpetuar nuestros complejos o pecados; no nos llamó a mantener nuestras malas costumbres; no nos llamó a continuar con la vida antigua; no nos llamó a vivir vidas superficiales y sin sentido.

    35. Dios nos llama a crecer Dios nos ha llamado a crecer y dejar atrás nuestros defectos de carácter y nuestros resentimientos y amarguras. Dios nos ha llamado a superar las dificultades de personalidad, los problemas interpersonales, las crisis familiares, las angustias internas, las adversidades personales.

    36. Alegría en el Templo Como el salmista, nos alegramos al ir al Templo, pues nos encontramos con buenas personas; gente que tiene necesidades espirituales como nosotros; que tienen virtudes y defectos, como nosotros; que tienen problemas y ansiedades, como nosotros; que a veces resbalan y caen, como nosotros; que se desorientan y fallan, como nosotros. Pero que también se ponen de pie, como nosotros, en el nombre del Señor.

    37. Importancia del Templo En el Tempo yo le entrego al Señor mi vida, mis proyectos, mis problemas, mis aspiraciones, mis dificultades, mis recuerdos, mis adversidades, mi pasado, mi presente y mi futuro... En el Templo separo tiempo de calidad para dedicarme a la oración, la reflexión, el análisis personal y el desarrollo de proyectos futuros.

    38. Dios nos ha llamado Dios nos ha llamado a la alegría, nos ha llamado a la felicidad, nos ha llamado a la vida plena, nos ha llamado al contentamiento, nos ha llamado a la vida abundante, nos ha llamado a la bienaventuranza. Dios rechaza la infelicidad, deplora la angustia, y no acepta las desesperanzas... Deje atrás las malas caras, las malas acciones, las malas amistades, las malas actitudes, las males acciones, las malas palabras, los malos recuerdos, los malos hábitos...

    39. ¡Alégrese y disfrute la vida! Alégrese, disfrute, ame, perdone y comparta... Esa enseñanza es la que afirma el apóstol Pablo a los filipenses, cuando les invita a estar siempre gozosos. Y es la misma revelación que se incluye en el salmo: El gozo del Señor es mi fortaleza; es decir, mi ayuda, mi esperanza, mi seguridad, mi futuro.

    40. La alegría libera El gozo divino es el que nos impele a ponernos de pie en medio de las adversidades de la vida, nos hace alabar en las crisis, nos ayuda a cantar en medio del problema, y nos desafía a bendecir a quienes nos maltratan. El gozo del salmista es ir y estar en la Casa de quien tiene todo el poder y toda la gloria, y es además merecedor de toda alabanza. «Yo me alegré con los que me decían a la casa del Señor iremos»...

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