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La bella muerta. Autor y Narrador Manolo Berriatúa. Sus ojos que antes bullían como mariposas blancas hoy han quedado varados en una playa lejana. Su rostro, ebúrneo milagro, parece estatua tallada por una mano maestra sobre mármol de Carrara . En el remanso del pecho
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La bella muerta Autor y Narrador Manolo Berriatúa
Sus ojos que antes bullían como mariposas blancas hoy han quedado varados en una playa lejana. Su rostro, ebúrneo milagro, parece estatua tallada por una mano maestra sobre mármol de Carrara.
En el remanso del pecho las manos, tan apretadas, simulan que están rezando una sentida plegaria y las enreda un rosario, como cadena de ancla.
Tiene el gesto tan sereno y la boca tan callada, que sus labios no son labios, son una puerta a la nada. Cuatro cirios encendidos se yerguen y velan armas. Cuatro puntos cardinales que la muerte, enamorada, marca con cuatro banderas de cera, dolor y llamas.
Flota en el aire un silencio que es un grito sin palabras o quizá un coro de réquiem que ángeles mudos cantaran. La noche acude llorando Y, como no tiene lágrimas, rasgando su velo negro derrama estrellas de plata.
—¡No está muerta, está dormida! ¡Cuidado con despertarla! Dice su madre transida de una imposible esperanza. Y todos bajan los ojos. Y Dios se vuelve de espaldas.
Sobre la frente los besos. Sobre el corazón la calma. ¡Cómo puede estar tan bella si ya ha volado su alma! M. Berriatúa