E N D
En uno de sus viajes, Salomón se detuvo a la orilla de un río, en una aldea asolada por un cocodrilo. Los aldeanos se espantaron al verlo bajar de su barca, pues Salomón había hundido el pie en el agua donde merodeaba el feroz animal. Sólo cuando estuvo en tierra firme, se acercaron a pedirle pleitesía.
- ¡Oh, Salomón, rey sabio! Bendito sea este día en que vienes entre nosotros. ¡Sálvanos del cocodrilo, o bien pronto nos devorará a todos!
Salomón se compadeció de ellos. Habló con el cocodrilo y le enseñó un cañaveral donde podía buscar de otro modo su sustento.
Al regreso de su viaje, volvió a pasar por la aldea, y esta vez fue el cocodrilo el que acudió a él pidiendo clemencia.
- ¡Apiádate de mí, Salomón! –le dijo la bestia-. Desde que te marchaste, los aldeanos me acosan y me persiguen por el río. Ni siquiera puedo estar en paz en el cañaveral, porque los niños vienen a apedrearme.
Salomón reflexionó un momento. Y luego dijo: - Has permitido que te pierdan el miedo. Y eso ha sido un error.
- ¡Tú mismo me ordenaste que dejara de atacarlos!- dijo sorprendido el animal.
- Te ordené que dejaras de hacer daño, no que cerraras tus fauces ante el peligro.
Texto: “Los Cuentos del Rey Salomón” Música: “Allah ouya” de Ali Farka Touré