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2. La joven madre puso el pie en el sendero de la vida.-¿Es largo el camino?- preguntó. Y el guía le habló así.-Sí, y es un camino difícil. Serás vieja antes de que llegues al final. Pero el final será mejor que el principio.Sin embargo, la joven madre era feliz y no creía que pudiera haber nada mejor que esos años. De modo que jugó con sus hijitos, recogió flores para ellos por el camino, se bañó con los niños en las claras corrientes y gritó: ¡Nada será mejor que esto!Llegó la noche y la tormenta. El camino estaba oscuro y los niños se agitaban temerosos helados. Su madre los recogió en sus brazos y los cubrió con su capa y los niños dijeron: -Mamá, no tenemos miedo, porque tú estás con nosotros y nada malo puede ocurrirnos-
3. Llegó la mañana y vieron una colina ante ellos. Los niños subieron y se cansaron y la madre también, pero de vez en cuando la madre les decía: -Un poco de paciencia y estaremos arriba- así que los niños continuaron subiendo y cuando llegaron a la cima dijeron: -Madre, no podíamos haberlo logrado sin ti- Y cuando se dispuso a dormir esa noche la madre miró las estrellas y dijo –Este ha sido un día mejor que ayer, pues mis hijos han aprendido a tener fortaleza ante las dificultades. Ayer les di valor. Hoy les he dado fuerza-. Con el día siguiente surgieron unas nubes extrañas que oscurecieron la tierra, nubes de guerra, de odio y maldad y los niños andaban tropezando y cayendo pero su madre dijo: -Alzad la vista, alzad los ojos a la luz- y los niños miraron a lo alto y sobre las nubes vieron una gloria eterna que los guió y los llevó más allá de la oscuridad. Y esa noche la madre dijo: -Este es el día mejor de todos, ya que hoy les he mostrado a Dios a mis hijos-.
4. Pasaron los días, las semanas, meses y años y la madre se hizo vieja y fue inclinándose, empequeñeciéndose. Pero sus hijos eran ahora altos y fuertes caminaban con valor. Y cuando el camino era duro ayudaban a su madre y si era difícil la llevaban en brazos, pues era tan ligera como una pluma; y al fin llegaron a una montaña y más allá vieron un camino y puertas doradas abiertas de par en par. Y la madre dijo: -He llegado al final del camino. Y ahora sé que el final es mejor que el principio, pues mis hijos ya saben caminar solos, como también lo sabrán los suyos-. Y los hijos dijeron: -Tú siempre caminarás con nosotros aunque hayas cruzado esas puertas-. Y permanecieron en pie, observándola cuando ella siguió adelante sola y las puertas se cerraron a sus espaldas. Entonces dijeron: -Ya no la vemos, pero aún está con nosotros. Una madre como la nuestra es algo más que un recuerdo, es una presencia viva.