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“Animalitos peleones”. Miguel-A. En el bosque, un oso y un conejito, estaban peleados a muerte desde hacía años. Cada vez que se encontraban, se insultaban y tiraban cosas, aunque el conejito, por obvias razones, siempre tenía la precaución de huir del alcance del oso.
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“Animalitos peleones” Miguel-A.
En el bosque, un oso y un conejito, estaban peleados a muerte desde hacía años. Cada vez que se encontraban, se insultaban y tiraban cosas, aunque el conejito, por obvias razones, siempre tenía la precaución de huir del alcance del oso.
Cierta vez, estaban trenzados en una de sus habituales peleas, cuando de repente aparece un hada del bosque, y les dice: - ¡Ya me tenéis harta de peleas! Nadie puede dormir tranquilo en este bosque con vuestros ruidos. ¡Se acabó! Os doy tres deseos a cada uno, con la condición de que los uséis para dejar de pelearos. Los dos animales aceptaron y empezaron con sus deseos, no sin antes pelear un rato sobre quién sería el primero en empezar a pedir... hasta que finalmente, y con cara de odio, el conejo aceptó que empezase el oso.
- Quiero que todos los osos de este bosque, excepto yo, se conviertan en hembras -pidió el oso. - ¡Hecho! -dijo el hada-. Ahora te toca a ti, conejo. - Quiero un casco para moto. - ¡Qué raro! -dijo el hada-. ¿Casco para moto? ¿¡Si no tienes moto!? ¡Bueno, bueno, concedido! Tu turno ahora, oso.
- ¡Hummmmhhhh...! Para no tener rivales... -dijo el oso- quiero que también, excepto a mí, en todos los bosques de los alrededores conviertas a los osos en hembras. - ¿Parece que no quieres aburrirte, verdad? -dijo el hada, guiñando un ojo, y con una sonrisa-. ¡Concedido! Los osos de kilómetros alrededor, excepto tú, serán todos hembras. ¡A ver tú, conejo!.
- ¡Yo quiero una moto! -exclamó el conejo. - ¿Una moto? ¡Concedido! -dijo el hada tranquilizándose al ver que su truco estaba dando resultado, y, aparentemente, aquellos dos no se pelearían más. - ¡Mi turno! -pidió el oso-. Para estar totalmente seguro de no tener rivales, pido que en realidad, excepto yo, todos los osos del mundo sean hembras. - ¡Concedido, oso! -añadió el hada-. Eres ya el único oso entre todas las hembras.
- Y tú, conejo, ¿cuál es tu último deseo?. El conejo se subió a su poderosa moto, se colocó el casco, arrancó el motor, y, mientras aceleraba alejándose, gritó: - ¡¡¡Quiero que el oso sea gay!!!.