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Descalzarse. ...para entrar en el otro…. Música de Ghost “La sombra del amor”. Una mañana, reflexionando sobre un anuncio, me detuve ante una expresión que resonó de una manera muy especial en mi corazón:. “descalzarse para entrar en el otro”.
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Descalzarse... ...para entrar en el otro… Música de Ghost “La sombra del amor”
Una mañana, reflexionando sobre un anuncio, me detuve ante una expresión que resonó de una manera muy especial en mi corazón: “descalzarse para entrar en el otro”. Le pregunté al Señor qué significaba esto. Se me ocurrían palabras como respeto, delicadeza, cuidado, prudencia...
Recordé las palabras del Éxodo 3,5: “No te acerques más, sácate tus sandalias porque lo que pisas es un lugar sagrado” Eran las palabras que Yahvé dijo a Moisés ante la zarza que ardía sin consumirse, y pensé: “Si Dioshablaal interior de mi hermano, sucorazónesun lugar sagrado”.
No tardé en ponerme en oración. Jesús me presentaba una a una a las personas amigas y conocidas... y luego a otras... Descubrí cómo habitualmente entro en el interior del otro sin descalzarme. . Simplemente entro; sin fijarme en el modo: Experimenté una fuerte necesidad de pedir perdón al Señor y a las personas. ENTRO
Sentí que el Señor me invitaba a descalzarme y luego a caminar... Después noté una especie de resistencia: “no quería ensuciarme”. Me resultaba más seguro andar calzado para acercarme al otro: por comodidad, por temor... Vencido este primer momento, comencé a caminar y el Señor me mostraba algo nuevo a cada paso. Advertí que descalzo podía descubrir mejor las alternativas del terreno que pisaba, distinguir lo húmedo y lo seco, del pasto de la tierra.
Necesitaba mirar a cada paso lo que pisaba, estar atento al lugar donde iba a poner mi pie. Me dí cuenta de cuántas cosas del interior de las personas se me pasan por alto, las desconozco, no las tengo en cuenta... por entrar calzado, con la mirada puesta en mí o dispersa en múltiples cosas.
Pude comprobartambién que descalzocaminaba más lentamente; no usaba mi ritmo habitual y trataba de pisar con más suavidad. Donde mis zapatillas habíandejado marcas, mi pie no lasdejaba. Penséentonces: cuántas marcas habrédejado a lo largo del camino enelcorazón de laspersonas Y sentí un gran deseo de entrar en las personas sin dejar un cartel que diga: “AQUÍ ESTUVE YO”.
Por último, fui atravesando distintos terrenos, primero de pasto, luego de tierra... hasta llegar a una subida con piedras. Sentí deseos de detenerme y volver a calzarme; pero el Señor me invitó a caminar descalzo un poquito más.
Advertí que no todos los terrenos son iguales y no todas las personas son iguales. Por tanto, no puedo entrar en todas de la misma manera. Esta subida me exigía aún más lentitud pues, cuanto más suavemente pisaba, el dolor de mis pies era menor. Esto me decía: “cuanto más difícil sea el terreno del interior de una persona, con más suavidad y cuidado debo adentrarme en ella”.
Después de este recorrido con el Señor, pude ver claramente que descalzarse es entrar sin prejuicios..., Atento únicamente a las necesidades del otro, sin esperar respuesta. Es entrar sin intereses, habiendo despojado mi alma.
Porque creo, Señor, que estás vivo y presente en el corazón de cada ser humano, por eso me comprometo a detenerme, descalzarme... ... a entrar en cada persona como en tu santuario.
Cuento para ello con tu GRACIA, SEÑOR