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El Escondite. Una señora regresaba a Caracas en avión después de unas vacaciones y, en el asiento de al lado, viajaba un cura. Antes del aterrizaje, ella le dice: - Padre, ¿Puedo pedirle un favor?. - Sí, hija mía, ¿Qué quieres?
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Una señora regresaba a Caracas en avión después de unas vacaciones y, en el asiento de al lado, viajaba un cura. Antes del aterrizaje, ella le dice: - Padre, ¿Puedo pedirle un favor?
- Sí, hija mía, ¿Qué quieres? - Mire, Padre, compré en Miami un depilador eléctrico súper sofisticado, muy caro y tengo miedo de que supere mi límite en la Aduana. ¿Podría usted esconderlo debajo de su sotana?
- Sí puedo, hija mía, solamente debo advertirte que no sé mentir. La señora piensa "¡Ay, ojalá que nadie le pregunte nada al cura!" - Está bien, Padre, gracias por su ayuda... Y le entrega el depilador.
Al llegar al destino, en el aeropuerto, el Inspector de Aduana le pregunta al sacerdote: - ¿Algo que declarar, Padre? A lo que el cura responde: - De la cabeza a la cintura, nada que declarar, hijo mío.
Medio extrañado, el inspector le pregunta: - ¿Y de la cintura para abajo, qué tiene? Allí abajo tengo un instrumento para mujeres que nunca he usado. El inspector muerto de la risa, le dice: - Adelante, ¡el próximo de la fila!
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