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“Ave María Purísima.”. “Sin pecado concebida. Bendígame, Santo Padre...”. “¡Calla, hijo mío!, hic í steis la guerra contra mi advertencia, ¿qué le s voy a decir ahora a mis hijos españoles?”. “Santo Padre, no podía hacer otra cosa, ¡ me lo pidió George ! ,
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“¡Calla, hijo mío!, hicísteis la guerra contra mi advertencia, ¿qué les voy a decir ahora a mis hijos españoles?”
“Santo Padre, no podía hacer otra cosa, ¡me lo pidió George!, y es una Cruzada contra el terrorismo, pero ya ha visto que he venido con toda mi familia, y los Reyes católicos también, y el Rey le besará el anillo de rodillas... Y mi Televisión Española va a retransmitir todo...”
“Eso no basta, José María, están muriendo miles de personas y las tienes en tu conciencia, y ¡quieres que me calle, después de lo que condené la guerra!”
“Santidad, rezaré el rosario todas las tardes, y en el Consejo de Ministros...”
“Eso no basta. ¿Lucharás para que la Constitución europea recoja las raíces cristianas...?”
“Tú hazlo y deja luego actuar a la Divina Providencia. ¿No recuerdas cómo bastó colar en vuestra Constitución, gracias a aquella Santa Ponencia, una inocente mención a la Iglesia para conseguir lo que queríamos? ¿No recuerdas la parábola de la buena semilla?”
“Eeeh, claro, Santo Padre. Pero he pensado otra obra reparadora que le gustará, me lo piden siempre los obispos: evangelizar a todos los niños españoles en las escuelas y los institutos.”
“¿Cómo dices? ¡¿Es que eso ya no se hace?! ¿No quedó atado y bien atado...?”
“No del todo, Santo Padre, hay algunos que no quieren y juegan al parchís, ¡un juego que según mi Ministra de Educación estimula el canibalismo! Son hijos de comunistas y anarquistas que quieren echar la Religión de las escuelas, hijos del diablo. Lo que digo es que hagan todos la catequesis desde los tres años hasta los dieciocho. A los que no quieran Religión les daremos Hecho religioso. ¿Qué le pasa, Santidad, por qué se ríe?”
“Hijo, eres sibilino como la serpiente, mas te salva la Santa Intolerancia, ¡ahora me recuerdas a San Josemaría! Pero, querido hijo mío, con San Franco, digo Franco, ya se hacía más o menos lo mismo y muchos menospreciaban la Religión ¡llamándola María! ¡No queremos que usen el nombre de María en vano!”
“Si su Santidad lo desea, pondremos la Religión y el Hechizo religioso ese con nota, y que cuenten como las Matemáticas, juá, juá, y quien no los apruebe no pasa, y...”
“Basta, hijo, ya no más, que se me pone tieso el rabito del casquete, digo del solideo; no seas más papista que este anciano, ja, ja. Dios te bendiga, José María. No diré ni pío (ni once ni doce, je, je) de la guerra: se están perdiendo muchas vidas, pero de algo hay que morirse, y vas a salvar muchas más almas. Ego te absolvo...”