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EL EXORCISTA. LA POSESIÓN DEL MONTE RAINIER-ST. LOUIS (1949).
E N D
LA POSESIÓN DEL MONTE RAINIER-ST. LOUIS (1949) Un artículo en «TheEveningStar» de Jeremiah O'Leary fue el primero en lanzar la historia. Apareció el 19 de agosto de 1949, en la página B-3, que, según O'Leary, era «un buen lugar para ocultar una historia controvertida en aquellos días».
Al día siguiente la historia estaba en la primera página de «The Washington Post»: Sacerdote libera a un muchacho de catorce años que se decía sujeto por la garra del diablo, e inmediatamente se extendió por toda la nación a través de los servicios de radio, apareciendo en otras primeras páginas. Fue también discutido en las revistas «Time» y «America».
Cuando apareció la historia, William P. Blatty era un estudiante de tercer año en la Universidad de Georgetown, especializándose en inglés y creación literaria, y archivó la historia del exorcismo con la idea de que algún día podría escribir acerca de ella. Años más tarde, después de obtener el diario del sacerdote que llevó el caso, investigó diligentemente el tema y escribió su «best-seller» El Exorcista.
Aunque algunos elementos de la novela están basados en el caso real (cambiando el muchacho por una muchacha y colocando la escena en Georgetown), la mayor parte de la misma es ficticia, pero, en conjunto, fue sacada de los aspectos más dramáticos de los casos de supuesta posesión, según fuentes más o menos fidedignas.
1. Primeras manifestaciones El muchacho nació el 1 de junio de 1935. Vivía con sus padres en el Monte Rainier, un suburbio al norte de Washington, D.C. El 15 de enero de 1949, el muchacho y su abuela oyeron en su casa el ruido de agua que goteaba. Esto continuó durante un breve rato y a continuación una imagen de Cristo que había en la pared tembló.
A la hora en que sus padres «volvieron a casa, se oía un sonido de arañazos muy definido bajo las tablas del suelo cerca de la cama de la abuela. A partir de esta noche, se oían los arañazos todas las noches alrededor de las siete y continuaban hasta media noche. La familia pensó que los arañazos eran causados por algún tipo de roedor». Se llamó a un exterminador, se levantaron las tablas del suelo, se quitaron los paneles, se esparció veneno alrededor, pero los ruidos aumentaban.
Después de diez días los ruidos cesaron y la familia creyó que el roedor había muerto. Aunque el muchacho parecía pensar que él todavía oía los arañazos, la familia no volvió a oír nada por un período de tres días. «Cuando el sonido se hizo audible de nuevo, no era ya en el dormitorio de arriba sino que había bajado al dormitorio del muchacho. Parecía el sonido de zapatos chirriantes a lo largo de la cama y sólo se oía por la noche cuando el muchacho se acostaba. El sonido chirriante continuó durante seis noches, y en la sexta los arañazos eran de nuevo audibles».
Una tía del muchacho había muerto en St. Louis dos semanas antes de que comenzasen los acontecimientos, la cual había estado en extremo interesada por el espiritismo. Al oír el sonido de pies caminando, la madre preguntó: «¿Eres tú, tía Tillie?» No obtuvo ninguna respuesta verbal, y continuó: "Si eres tú, golpea tres veces."
Rafagasde aire golpearon a la abuela, a la madre y al muchacho, y se oyeron tres golpes claros en el suelo. La madre volvió a preguntar: "Si eres Tillie, asegúramelo golpeando cuatro veces." Se oyeron cuatro golpes claros».
2. Otras manifestaciones Pronto se advirtió que a partir de entonces los extraños acontecimientos y ruidos ocurrían dondequiera que el muchacho se encontrase. «Una naranja y una pera volaron a través de toda la habitación en la que él estaba. La mesa de la cocina se cayó sin ningún movimiento por su parte. La leche y la comida eran arrojadas de la mesa y de la cocina. El tablero del pan fue arrojado al suelo. Fuera de la cocina un abrigo, con su percha, voló a través de la habitación; [...] una Biblia fue arrojada directamente a los pies del muchacho, pero no le causó ningún tipo de lesión; [...] su pupitre de la escuela se movía por el suelo similarmente a un tablero Ouija». El muchacho dejó de asistir a clase porque le producía vergüenza.
«En una ocasión la colcha de la cama fue sacada desde debajo del colchón, irguiéndose sus puntas, curvadas sobre la superficie de la cama, como si se mantuviese de pie con almidón. Cuando los espectadores tocaron el cubrecama, éste volvió de nuevo a su posición normal». El documento del jesuita, escrito en 1949, afirma: «Al principio todo el mundo, incluyendo al muchacho, lo tomó como una broma, pero se convirtió en algo más que una broma».
Una tarde, no mucho después, «sobre las costillas del muchacho apareció escrita la palabra Louis en rojo oscuro», como indicando que alguna fuerza estaba a favor de realizar un viaje a St. Louis, donde el muchacho tenía una de sus tías favoritas.
3. El ministro luterano y los doctores La madre era luterana, y se consultó a un ministro luterano. Este era escéptico, y todavía sigue siéndolo. Fue entrevistado por teléfono por Jim Adams, de la AP (AssociatedPress), quien nos informó de lo que le había contado: «El ministro dijo que sentía sospechas respecto al mensaje del pecho; estaba escrito boca abajo sobre el pecho, como si el muchacho lo hubiese escrito él mismo.» Sin embargo, el clérigo había pedido que se le trajese el muchacho a casa, e incluso ahora no puede encontrar ninguna explicación natural para lo que allí ocurrió.
Parece que el muchacho estuvo con el ministro el 17 de febrero de 1949. Alrededor de las diez de la noche decidieron irse a descansar, usando una habitación en la que había dos camas gemelas. Todo había estado tranquilo durante unos diez minutos, cuando la cama del muchacho comenzó a vibrar, golpeando la cabecera contra el armazón de la cama. «Había mucho barullo. Pensé que él la estaba agitando, pero no hacía ningún movimiento visible.»
Entonces puso al muchacho en una gran silla muy almohadillada y se sentó a un lado. La silla comenzó a levantarse despacio por su lado alejándose de él, y tuvo que agarrarla antes de que se cayese. Según el ministro, el chico no pudo haber empujado la silla, puesto que sus piernas estaban recogidas debajo de él. Se colocó al muchacho en el suelo sobre un felpudo. El felpudo «se movió lentamente hasta que llegó a la pared, y entonces se detuvo... Recuerdo que pensé que era él quien lo debía estar haciendo, pero después me di cuenta de que hubiera sido imposible. No había ningún movimiento en su cuerpo». El chico fue devuelto a su casa al día siguiente. El ministro dijo que desde entonces se ha preguntado si se trataba de algún tipo de electricidad estática, o si estaba de algún modo hipnotizado.
Se consultó a un psiquiatra del Georgetown University Hospital. Declaró que no creía en estos sucesos. El diario afirma: «Su informe fue que el muchacho era normal. Este se sentía irritado con las preguntas y con el procedimiento. Un médico le sometió a un chequeo físico completo y lo encontró normal, pero algo hipersensible. Se llamó a un espiritista para que usase su fórmula para liberar a las personas de los espíritus, pero no tuvo ningún éxito».
La madre del muchacho tenía una pariente casada con un católico, y cuando se le describió el caso, éste contestó: «Si lo que dices es cierto, entonces deberías consultar a un sacerdote.» La familia vivía a corta distancia de la iglesia católica de Saint James, y el padre del muchacho concertó una cita para hablar con uno de los sacerdotes. Se le dieron velas bendecidas, agua bendita, y se le sugirieron algunas oraciones.
Nuestro documento informa: «En una ocasión en que la madre había rociado con el agua bendita toda la habitación, colocó la botella en un aparador, la cual fue tomada por el espíritu y despedazada. Cuando se encendió una de las velas, la llama se elevó hasta el techo, y por miedo a que la casa se pudiese incendiar apagaron la vela». Las oraciones normalmente agravaban los hechos.
En otra ocasión, mientras la madre telefoneaba al sacerdote, éste oyó un gran golpe, y aquélla le dijo que la mesa del teléfono se había roto en mil pedazos.
4. La decisión de exorcizar Este estado de cosas empezó a agotar los nervios de todos los implicados, y el sacerdote fue al canciller de la archidiócesis, quien le previno para que procediese con mucha cautela en el asunto. El sacerdote replicó que así lo había hecho; después de unos días se concertó una cita con el arzobispo, quien al fin autorizó al sacerdote a comenzar con los exorcismos. No obstante, el sacerdote no estaba muy deseoso de realizar la tarea, pues «comprendía que esto debiera ser hecho por un hombre muy santo, ya que el diablo acostumbra a exponer los pecados del sacerdote; por tanto el padre se fue a Baltimore e hizo una confesión general. Pues el diablo es el padre de la mentira, y circula una opinión teológica de que es incapaz de revelar los pecados que han sido perdonados».
Justo en este momento, y en parte debido a los deseos del muchacho, la familia decidió visitar a unos parientes en St. Louis con la esperanza de que sus problemas quedarían atrás. El sacerdote de Washington sintió un gran alivio. Pero las cosas no mejoraron en St. Louis. «Distintas manifestaciones fueron presenciadas por dos tías del muchacho, cuatro tíos y cuatro primos. La frase "No hay escuela" fue vista impresa por cuatro personas distintas. El balanceo del colchón, los arañazos sobre el mismo y la caída de los muebles del dormitorio, fueron observados por todo el grupo... Las apariencias indicaban que el espíritu no era el diablo sino el alma de la fallecida Tillie. El espíritu confirmó de nuevo a todos los presentes que era Tillie moviendo una pesada cama dos o tres pies sin que hubiese ninguno de los espectadores cerca de ella».
En St. Louis se consultó a un sacerdote de la iglesia católica más cercana. El 9 de marzo, «bendijo toda la casa, haciendo una bendición especial en la habitación y cama del muchacho. Se prendió con un imperdible en el borde extremo de la almohada una reliquia de santa Margarita María. Poco después de que el muchacho se hubiese ido a la cama, el colchón comenzó a moverse hacia atrás y hacia adelante, en la dirección de la cama y en posición vertical. El muchacho yacía absolutamente quieto, sin ejercer ningún esfuerzo físico. El movimiento en cada dirección no excedía más de tres pulgadas, de forma intermitente y cesando completamente después de un período de aproximadamente quince minutos».
Al día siguiente tuvieron lugar acontecimientos similares. La reliquia de santa Margarita María fue arrojada al suelo. «Pero ninguna mano humana había tocado la reliquia. El muchacho se levantó sobresaltado cuando la reliquia fue arrojada al suelo».
Al otro día, 11 de marzo, viernes, el sacerdote que iba a efectuar los exorcismos visitó a la familia. Traía más reliquias y un crucifijo. «Poco después de que el muchacho se hubo ido a la cama a las 11 de la noche, llamó diciendo que se había asustado por una fuerza extraña que había arrojado algún objeto contra el espejo de su dormitorio. La reliquia de santa Margarita María había sido arrojada contra el espejo, y el sonido fue como un perdigón golpeando un cristal.
Otro acontecimiento fue una marca en forma de cruz que apareció en el antebrazo exterior derecho del muchacho. El dolor era similar al producido por el arañazo de una espina. La cruz siguió visible durante aproximadamente cuarenta y cinco minutos».
Algunos días más tarde, después de una consulta telefónica con el sacerdote de Washington, tal y como este último había sugerido a la familia, el sacerdote de St. Louis explicó el caso al arzobispo y fue autorizado para que procediese a los exorcismos.
5. Los exorcismos Como nuestros documentos señalan: «Hasta este momento todo había sido obsesión, es decir, algo exterior al muchacho, pero tan pronto como los exorcismos se iniciaron, el 16 de marzo, comenzó la auténtica posesión. Los accesos tenían lugar por la noche cuando el muchacho se iba a la cama, y duraban desde las ocho hasta las doce o la una, intermitentemente, y a continuación el muchacho pasaba a un sueño perfectamente normal durante nueve o diez horas».
Para que todo el mundo pudiese dormir más tiempo, después de algunos días se recitaban las oraciones más temprano, pero los accesos seguían empezando alrededor de las nueve y duraban hasta las dos o tres de la mañana.
Había veces que se llamaba a no menos de diez personas para que sujetasen al muchacho durante los accesos; hacía trizas las sábanas y almohadas; rasgaba las camisas y camisetas de los que le sujetaban; pataleaba y golpeaba; una vez le rompió la nariz a uno de los escolares jesuitas (estudiantes para el sacerdocio) que le estaban asistiendo. En otra ocasión arañó el brazo del exorcista tan fuertemente, que éste fue incapaz de levantarlo durante varios días.
«Cuando salía de un acceso o ataque, se quejaba de sentir mucho calor y pedía un vaso de agua. Después de uno de los accesos por la noche, dijo que el mal espíritu parecía arrastrarlo a una fosa de doscientos pies de profundidad, donde hacía un intenso calor y había espíritus malos y repugnantes. Al principio también le pareció estar en una cueva oscura y larga con una lucecita en el otro extremo; según iban progresando los exorcismos el extremo encendido parecía hacerse cada vez más grande. En uno de los exorcismos, los espíritus, dentro del cuerpo del muchacho, apuntaron a uno de los sacerdotes que estaban asistiendo y dijeron: "¿Qué sentido tiene que tú estés aquí?; estarás conmigo en el infierno en 1957."».
6. Bautismo y comunión Algunos días más tarde el muchacho pidió que se lo bautizase (su padre había sido bautizado como católico, y algunos de los primos del muchacho en St. Louis eran también católicos). Se consultó con los padres, y siendo ésta su voluntad, se le dio una mayor preparación y se hicieron los preparativos para bautizarlo en la iglesia. «En la mañana señalada, se levantó, se duchó, tomó su desayuno habitual y partió para la iglesia en un coche conducido por su tío. Justamente antes de llegar a la iglesia, el muchacho agarró a su tío por el cuello y dijo: "Tú, h. de p., piensas que voy a ser bautizado, pero vas a quedar en ridículo." El tío apenas pudo agarrar el freno de emergencia y conseguir así evitar el choque con otro coche por una pulgada. Se dieron cuenta de que bautizar al muchacho en la iglesia supondría montar una escena; en consecuencia, se le llevó al tercer piso de la rectoría, que está en la parte trasera de la iglesia, y que mira a Lindell Boulevard. Siempre que se le preguntaba: "¿Renuncias a Satanás y a todas sus obras?", se enfurecía violentamente. Sólo después de varias horas de repetición fue el muchacho capaz de responder: "En verdad renuncio a Satanás y a todas sus obras." Después llevó varias horas más poder verter el agua sobre la cabeza del muchacho».
Después del bautismo estuvo tranquilo durante un par de días, pero pronto las cosas empeoraron. Un fenómeno notable «era la cantidad de saliva que el muchacho podía arrojar; llegaba hasta casi un cuarto de litro de una vez. Había veces en que pedía un vaso de agua, y se le daba, aunque se sabía lo que iba a ocurrir: lo escupía sobre los circunstantes. Mientras el sacerdote leía los exorcismos, otros dos sostenían una toalla frente a su cara a fin de protegerle las gafas, pero era inútil; los salivazos iban por debajo, por encima o alrededor de la toalla y golpeaban directamente en las gafas del sacerdote, pese a estar los ojos del muchacho continuamente cerrados. Otro de los fenómenos era la cantidad excesiva de orina. Durante los accesos, el muchacho pronunciaba las más repugnantes obscenidades, maldiciones, blasfemias y canciones impúdicas, todo en una voz de falsete alto fuera de tono». Llegó un momento en que el exorcista tenía que sostener un almohadón para protegerse, pues el muchacho movía la cabeza como una cobra, apuntando continuamente a su cara con salivazos.
El siguiente paso llevó a la familia y al exorcista de vuelta a Washington. Por aquel entonces los padres estaban casi agotados de los nervios y debilitados por la falta de sueño. El sacerdote de Washington intentó internar al muchacho en algún hospital o sanatorio del área de Washington-Baltimore, pero ninguno lo recibió. Entonces se decidió a llevarlo a un sanatorio de St. Louis. Con la esperanza de que si el muchacho recibía la comunión cesaría la posesión, se le preparó para la misma. «Cuando llegó el momento, era imposible acercar la hostia a su lengua, pero finalmente, después de varias horas, consiguieron colocársela en la lengua, y tres veces la escupió. Por fin se consiguió el objetivo. Esto fue el 2 de abril, el primer sábado del mes, día dedicado a Nuestra Señora de Fátima. Se explicó este nombre al muchacho, y éste mostró gran interés. Pero los accesos continuaban».
En el curso del exorcismo, cuando se le preguntó al espíritu por primera vez: «¿Cómo te llamas y cuándo te marcharás?», la respuesta fue: «Cállate, cállate.» Más tarde, «en respuesta a la pregunta acerca de su nombre, las palabras "Infierno, Rencor" aparecieron en letras rojas sobre el pecho del muchacho. En respuesta a la pregunta relativa a su partida, los números, 8, 10, 16, algunos en números romanos, aparecieron en color rojo sobre el cuerpo y brazos del muchacho.
También dijo: "No me iré hasta que se pronuncie cierta palabra, y este muchacho nunca la dirá." También apareció una flecha roja que se extendía desde la garganta del muchacho hasta el extremo final de su abdomen, y se pensó que el espíritu se podría marchar por medio de la orina, como había ocurrido en algunos casos».
En una ocasión el muchacho estaba sentado en la cama, leyendo acerca de Nuestra Señora de Fátima, con el libro entre las rodillas, cuando de repente cayó presa de un acceso y arrojó el libro al otro lado de la habitación. En otra ocasión se le dio un vaso de leche e hizo lo mismo con él. En uno de los últimos días un seminarista jesuita le llevó un plato de carne picada. Agarró el plato, saltó a un lado de la habitación y amenazó con romper la crisma a cualquiera que se le acercase. El seminarista anduvo a gatas por debajo de la cama para sujetarlo mientras otro ayudante se aproximaba desde el otro lado. El muchacho arrojó el plato, que se hizo pedazos contra la pared, esparciéndose el contenido por toda la habitación.
7. La liberación final Se esperaba que la posesión terminase en la Semana Santa, pero continuó durante el Sábado Santo y Domingo de Pascua, haciéndose los accesos incluso más violentos. El lunes siguiente a la Pascua, 18 de abril, fue el peor día, y el exorcista y sus ayudantes estaban perdiendo completamente la esperanza.
«De repente, a las 11 de la noche, se oyó una nueva voz procedente del muchacho; una matizada y hermosa voz de bajo profundo exclamó: "Satanás, Satanás, vete ahora, ahora, ahora a la fosa donde perteneces, en nombre de Dominus[el Señor]." Esa era la palabra, y en aquel momento el muchacho sintió una sensación desgarradora en el estómago, se calmó y se quedó perfectamente tranquilo.
Describió lo que había ocurrido. Vio una figura reluciente, visible a partir de la cintura para arriba, vestida con una prenda blanca y muy ceñida al cuerpo, que tenía una apariencia escamosa; el cabello era largo y flotaba al viento; la mano derecha sostenía algo que parecía una espada flameante o una luz apuntando hacia abajo. Era el Arcángel San Miguel. Cuando habló, el mal espíritu se resistió a irse hasta que se pronunció la palabra "Dominus", y en este momento el muchacho sintió la sensación de desgarramiento en el estómago. A continuación vio a cierta distancia bajo él algunos malos espíritus que estaban de pie en la boca de una cueva de la que salían llamas. Después los espíritus se retiraron de mala gana a la cueva se cerró la abertura y a través de ella apareció la palabra "Rencor". Así terminó la posesión».
Los documentos que escribieron los jesuitas en 1949 añaden que el muchacho llevó después una vida normal, de vuelta a Washington, asistiendo a una escuela media católica.
Los exorcismos se efectuaron más de veinte veces. «Newsweek» (11 de febrero de 1974) afirmó que el muchacho asistió más tarde a la Universidad de Georgetown y que todavía vivía en el área de Washington, D.C. En cuanto al jesuita que llevó a cabo los exorcismos, tiene en la actualidad más de 70 años, vive retirado en St. Louis, suplicando el anonimato. Para él el caso fue auténtico y no tiene ninguna duda, incluso ahora. Ha señalado: «El muchacho del caso se ha convertido en un buen hombre con una esposa encantadora e hijos.»
Comentarios sobre el caso Hasta ahora hemos presentado el caso real en que se basa El Exorcista, siguiendo los mejores documentos que hemos podido encontrar. Los documentos básicos han sido escritos por jesuitas compañeros del autor, de mayor edad, y de que algunos de ellos todavía viven.
1. Credulidad Ninguno de los relatos que hemos usado nos parece muy digno de crédito. Hemos pedido a la cancillería de Washington, D.C., los documentos oficiales, pero la respuesta fue negativa «por razones serias y válidas». Tememos, que los documentos oficiales no difieran mucho de los que hemos usado, en particular el diario del Exorcista. Las páginas del diario que poseemos son auténticas, ya que dos amigos nuestros que han leído todo el diario nos lo han asegurado, y porque el documento explica, día a día, los acontecimientos que tuvieron lugar en St. Louis comenzando el 7 de marzo de 1949, después de seis páginas de información acerca de hechos pasados.
Los autores de todos los escritos básicos parecen haber sido muy ingenuos, casi se podría decir hasta el punto de pueril credulidad. Creen evidentemente en la realidad de la posesión y narran los acontecimientos sin actitud crítica. Varios ejemplos probarán este hecho. El diario del exorcista muestra cómo éste aceptó como ciertos todos los extraños acontecimientos que tuvieron lugar antes de que el muchacho llegase a St. Louis, aunque él nunca los presenciase.
Se nos habla de que la fruta volaba, de que la tía Tillie golpeaba, de que el pupitre de la escuela del muchacho se movía dando vueltas y de distintos mensajes sobre el cuerpo del muchacho acerca de ir el «sábado» a St. Louis, donde tenía una de sus tías favoritas. • En cuanto al incidente de la mesa del teléfono, todo lo que tenemos es que el sacerdote oyó un fuerte golpe y que la madre le dijo por teléfono que la mesa se había roto en mil pedazos. • Respecto a las dos visiones del muchacho, aquella en que el mal espíritu lo arrastraba hasta una fosa, y la última referente al Arcángel San Miguel, nadie excepto el muchacho vio nada, y los relatos se apoyan, en sus explicaciones e imaginación.
Nadie parece preguntarse, como hizo el ministro luterano, acerca de las palabras escritas en rojo en pecho, antebrazo y abdomen del muchacho. La cruz del brazo izquierdo permaneció visible durante cuarenta y cinco minutos. Es suficiente señalar en este punto que todos los psicólogos clínicos saben que en muchos casos de histeria la piel se hace particularmente sensible. Una uña que se deslice levemente sobre su superficie hace surgir un ribete rojo que puede durar varias horas.
Uno de los documentos contiene las dos sugerencias siguientes: «Se reveló que la tía del muchacho y sus padres habían usado un tablero ouija, y esto probablemente dio al diablo su primera entrada». En cuanto a los números sobre el cuerpo y brazos del muchacho, leemos: «Sólo por medio del examen de lo registrado después de que finalizó la posesión, fue posible ver el significado de las respuestas. Los números pueden haber sido los días en que ciertos espíritus se marcharon del muchacho, si de hecho había más de uno en su cuerpo».
El amigo jesuita que aportó sus recuerdos del resto del diario, está todavía muy impresionado por lo que otro sacerdote, ayudante del exorcista, le dijo en 1949: «Te aseguro, Gene —lo vi con mis propios ojos— que el muchacho no rasgó el libro del ritual, ¡lo disolvió! ¡El libro se vaporizó en confetti y cayó en trocitos sobre el suelo!».
2. Discrepancias Otro aspecto confuso es el de que los documentos, incluso los mejores, no están de acuerdo en relación con muchos de los acontecimientos: Es muy probable que las primeras manifestaciones comenzasen el 15 de enero de 1949 (que era sábado y el muchacho no tenía escuela), los exorcismos el 16 de marzo y la liberación final el 18 de abril. No obstante, uno de los documentos (Di) sitúa el comienzo de los exorcismos (contra todos los demás documentos) en el 16 de febrero. Algunos informes, principalmente en la prensa, han afirmado que los exorcismos duraron un mes; otros, dos; otros, tres meses y medio.