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136 segundos. Miguel-A. “La soga”
Varias personas pendían de una soga. La cuerda no era suficientemente gruesa como para soportar el peso de todos, y comenzaba a deshilacharse. Por ello, decidieron que una persona debía soltarse para liberar a la cuerda de tanto peso... de otro modo, todos caerían.
No lograban decidir quién sería esa persona a dejarse caer, pero entonces la única mujer de la cordada, con voz firme, anunció que ella se ofrecía, voluntariamente, para soltarse de la cuerda. - Después de todo -dijo la mujer-, estoy acostumbrada a relegar mis intereses propios a los de los demás.
- Como mujer -dijo alzando la mirada hacia el infinito y poniéndose una mano sobre el corazón-, mi misión en la vida es sacrificarme por los demás, sin esperar nada a cambio. Como madre estoy acostumbrada a dar siempre prioridad a los hijos.
- Como esposa -continuó diciendo-, también antepongo los intereses de mi esposo a los míos propios. Eufóricos de emoción y orgullo, los hombres de la cordada rompieron en aplausos. Y, al soltar las manos, se cayeron... los muy idiotas...
Moraleja: Las mujeres somos nobles y abnegadas, pero no tontas.