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Tutankamon. Tutankamon. Ramses II escultura. Piedra Roseta. PINTURA. Predomina el mural. Escribas de los contornos La técnica predominante es el temple que se aplicaba sobre un soporte preparado con leche y cal, y como aglutinante utilizan huevo, leche de higuera, goma arábiga.
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PINTURA • Predomina el mural. Escribas de los contornos • La técnica predominante es el temple que se aplicaba sobre un soporte preparado con leche y cal, y como aglutinante utilizan huevo, leche de higuera, goma arábiga. • El dibujo suele estar muy marcado y los colores se aplican de forma plana. Fuertes contrastes de color por el sol del desierto. • La pintura es bidimensional y con idénticos convencionalismos técnicos que la escultura: hieratismo y frontalidad. • Libro de los Muertos y escenas cotidianas
Tumba de Nefer-Maat y Atet, IV Dinastía Durante el Reino Antiguo el color se utiliza para realzar la individualidad de la figura y hacerla más real, aunque sea de manera esquemática. Este pequeño fragmento, hallado en la misma mastaba de la que proceden las famosas “Ocas de Meidum”, muestra una escena de la caza de aves con red en la que se puede percibir la maestría con que el pintor plasma al ánade en el intento de escapar a sus captores, cuyas desplegadas plumas otorgan una sensación de dinamismo a la escena. Los colores planos, sin gradaciones ni matices, se adaptan perfectamente tanto al contorno del plumaje del ave como a los cuerpos de sus cazadores, pintados con la convencional tonalidad masculina del arte egipcio de todas las épocas.
Tumba de Khnumhotep, XII Dinastía. Las imágenes procedentes de la necrópolis de Beni Hassan, del Reino Medio, muestran la gran calidad artística de sus provincianos artífices. Sin renunciar a las raíces tradicionales de la anterior etapa, en ellas se observan interesantes innovaciones -sobre todo en la composición de las escenas, en las que comienzan a percibirse intentos de profundidad- y en la ampliación de la gama colores de la paleta del pintor, que dejan de ser tan planos y pasan a ser más delicados y luminosos. En esta polícroma imagen el artista ha conseguido singularizar los atuendos y los rostros de los personajes, de tal manera que no deja lugar a duda sobre la procedencia semita de los hombres y mujeres asentados en las tierras de este nomarca.
Tumba de Tutmosis IV, XVIII Dinastía. Las imágenes pictóricas de esta brillante etapa constituyen auténticas e irrepetibles obras, tras la cual este género decaerá hasta casi desaparecer. El diseño de las imágenes de la tumba regia de Tutmosis III es similar al empleado por sus antecesores, si bien en vez de utilizar tonos apagados y caligrafía cursiva su decoración presenta figuras de cuerpo entero de vivos colores. En ellas se representa al faraón en compañía de los dioses funerarios recibiendo el aliento de la vida, simbolizado mediante el anj de manos de Anubis, dios de la momificación, y de Hathor, quien en su condición de “Señora de Occidente” recibe a los muertos en el Más Allá.
Tumba de Jaemuaset, XVIII Dinastía. La disposición de las escenas en registros superpuestos es uno de los caracteres distintivos de la pintura egipcia. En este fragmento de imagen se plasman actividades de la vida cotidiana, como la recolección, envasado y transporte del vino en barcas, siguiendo los cánones compositivos y tonales propios de este creativo periodo. Tumba de Nebamon, XVIII Dinastía. Este fragmento pictórico evidencia el desconocimiento por parte del pintor de utilizar la perspectiva para plasmar un estanque con peces y aves situado en medio de un frondoso jardín, en el que los árboles se representan como si estuvieran tumbados.
Las hijas de Amenofis IV, XVIII Dinastía. Las representaciones del periodo amarniense destacan por la suavidad tonal y por mostrar escenas cuya composición se aleja por completo de las pautas que regían hasta este momento, mostrando rasgos corporales y actitudes totalmente alejadas de la antigua tradición. En esta imagen el pintor trató de dar volumen a los cuerpos de las hijas del monarca, lo que supuso un importante intento compositivo que no se repetirá hasta las imágenes regias de la tumba de Nefertari, durante la siguiente dinastía.
Tumba de Nefertari, XIX Dinastía. Las paredes de la magnífica tumba de esta reina están totalmente cubiertas de textos funerarios y de pinturas de un brillante colorido y de una calidad técnica no alcanzada hasta el momento. Tras algunas tentativas puntuales anteriores para otorgar volumen a las imágenes mediante el sombreado, el pintor logra plasmarlo en este enterramiento tan sólo en la figura de la reina, cuyo transparente atuendo posibilita vislumbrar en un segundo plano su cuerpo, en un intento pictórico que no se repetirá nunca más.
Tumba de la reina Tausert, XIX Dinastía. A medida que avanza el Reino Nuevo las imágenes pictóricas se vuelven más alargadas y sus siluetas menos pesadas. En ellas el perfil se hace algo menos riguroso, si bien en figuras como la presente, ejecutada en un bajorelieve muy plano, su contorno está claramente determinado por la incisión de la piedra. De esta forma los colores, brillantes y planos, se inscriben armónicamente dentro del espacio trazado. La representación de Geb, dios de la tierra, en la tumba de esta reina esposa de Seti II, que gobernó tras su muerte, se ciñe a los convencionalismos compositivos que rigen a las figuras dispuestas de pie en actitud de caminar, empleándose el tradicional color ocre para pintar cuerpo masculino de esta divinidad.
Tumba de Ramsés III, XX Dinastía. En esta representación puede percibirse cómo la calidad técnica de las imágenes pictóricas disminuye y el canon varía a medida que llega a su fin el Reino Nuevo, convirtiéndose por lo general en efigies tipificadas carentes de la maestría que caracteriza a las obras de las dinastías precedentes. En la cámara lateral del segundo pasadizo de la tumba de este faraón aparecen varias divinidades del Nilo, pintadas con vivos colores, que llevan como ofrendas productos de la tierra procedentes de dicho río y de las diversas provincias de Egipto.
Estela de Diedamoniuanj, Tercer Periodo Intermedio Estela de Usirur, Periodo Ptolemaico Las estelas votivas constituyen, junto con los papiros de los Libros de los Muertos, uno de los soportes pictóricos más empleados a lo largo de los diferentes periodos del arte egipcio, algunas de las cuales muestran el excelente estado de conservación de los pigmentos empleados en su fabricación. En ellas se acostumbra a representar al personaje fallecido en presencia de diversas divinidades. En el caso de la de Diedamoniuanj, de vivo colorido, en la escena superior aparece la donante ante un altar de ofrendas, tras el que se sitúa el dios Re-Horakte, y en la inferior se plasman varias tumbas de la necrópolis tebana, delante de las cuales una mujer sentada llora y se mesa los cabellos.
Sarcófago de Sóter,S.II d.C. El interior de la cubierta del sarcófago de este magistrado tebano, hallado en su panteón familiar ubicado en una antigua tumba de la XIX Dinastía, se pinta con la figura romanizada de la diosa egipcia del cielo, Nut, rodeada de los signos del zodíaco. La estilizada y brillante imagen, en la que se combinan rasgos grecorromanos con un tema netamente egipcio, muestra un alargado canon, como corresponde a la representación de esta diosa que forma con su encorvado y estrellado cuerpo la bóveda celeste, reposando su cabeza al oeste y los pies al este. Este tipo de escenas pronto desaparecerán con la llegada a Egipto del cristianismo.