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¿QUIÉN ES SANTO? ¿QUIÉN ES FELIZ?. Jueves -08 de mayo. Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:15, 16). Introducción. Repaso
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¿QUIÉN ES SANTO? ¿QUIÉN ES FELIZ? Jueves-08 de mayo
Sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir; porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo (1 Pedro 1:15, 16)
Introducción • Repaso • En nuestro tema anterior consideramos la necesidad de dar ofrendar de manera fiel y minuciosa no como un mero asunto financiero sino como una dádiva de amor. Damos porque queremos decirle a Dios que él nos importa, que su obra nos importa y que las personas que se beneficiarán con nuestra aportación tienen gran valor.
Es importante siempre tener en mente que no es tanto dinero lo que damos sino un trozo de nosotros mismos; damos el resultado del tiempo invertido y del esfuerzo que hicimos para ganar el sustento. Al dar agradecemos a Dios que nos dio la fortaleza física y la habilidad.
Estudio de hoy • Cualquier asunto que se estudie desde la perspectiva de la mayordomía del cristiano tiene un adjetivo asociado: santo. Las ofrendas son santas, el sábado es santo, nuestro cuerpo como templo del Espíritu es santo.
Hoy profundizaremos en el concepto de la santidad para comprender mejor el plan de Dios y hacer más firme nuestro compromiso con el servicio al Señor. Descubriremos la conexión sorprendente de la santidad con la justicia y cómo ambas nos llevan a una reverencia feliz.
La santidad • ¿Quién es santo? No es una pregunta fácil de responder. Posiblemente sea normal que respondamos que no lo somos; después de todo, conocemos nuestras caídas, sabemos que somos débiles y con frecuencia traicionamos a Dios ¡a veces muy poco después de prometer que seríamos fieles!
Pero, por otro lado, como sabemos que ser santo es ser apartado para Dios, dedicarnos en exclusiva para él y su causa, sí podemos decir que somos santos, porque deseamos seguir en el camino que lleva a la gloria, oramos para que Dios nos transforme y nos consideramos sus hijos habiendo renunciado al mundo.
Es un camino • La santidad es un proceso de cambio que efectúa el Espíritu Santo para hacernos cada vez más semejantes al Creador. “Por tanto, nosotros todos”, dice la Escritura, “mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor” (2 Corintios 3:18).
La santidad es un camino y recorrerlo es una aventura de fe. Es santo quien está en el camino indicado por Dios, sin importar si ha avanzado más o menos que otros.
Uno de los factores negativos que afectan a muchos cristianos es la culpa. Saben que la medida que Dios pone es elevada y se sienten indignos; además a veces otros en la iglesia nos juzgan o pretenden imponernos más reglas, como hacían los fariseos. Y entonces nosotros, frustrados por no estar a la altura de lo que creemos se espera de nosotros, sentimos culpa, como si quisiéramos castigarnos por no tener más fe. Sin embargo, la santidad es un camino, lo más importante es estar ya en el camino.
No hay que perder el tiempo atormentándose con la idea de que debiéramos haber avanzado más. ¡Lo importante es que estamos en el camino con rumbo al cielo!
Creciendo en Cristo • Al haber entrado a la senda de Dios, lo que sigue es caminar con Jesús, contemplarlo, charlar con él, pasar tiempo con él, compartir de él. Nuestro trabajo no es transformarnos a nosotros mismos sino estar cerca del transformador. Crecemos en santidad al procurar realizar la voluntad de Dios porque nos ponemos al alcance de quien nos hace crecer.
La santidad es crecimiento, mejora continua, aunque sea poco a poco, que inicia cuando entregamos todo lo que somos. Estacionarse sin crecer, sin aprender, sin nuevas experiencias, en una vida religiosa rutinaria no es santidad.
La mayordomía es mal comprendida porque la vemos desconectada de la experiencia de la entrega. Algunos predican que hay que dar esto y aquello y llevar cuentas para que no fallemos. Así la mayordomía luce como una declaración de impuestos. Por el contrario, la mayordomía es el privilegio de ofrendar en sacrificio todo lo que somos a Dios, y en nuestra entrega, se incluye lo que somos y lo que hemos llegado a recibir de las manos del Señor.
Al entregar todo le decimos a Dios que sea Señor de nuestra vida y nos ponemos en posición de recibir su Espíritu; al administrar con fidelidad los recursos que están en nuestras manos preparamos el terreno para que ese mismo Espíritu nos haga crecer. Es natural, ya que quien es fiel administrador tiene ocupado el pensamiento en la obra de Dios y en el bienestar del prójimo, de modo que la mente está enfocada en las cosas de arriba.
La justicia • Los santos de Dios luchan en primer lugar por permanecer conectados a Jesús por medio del estudio de la Biblia y la oración. Luchan al despertar por decidir si ellos manejan su voluntad o la someten al señorío de Cristo. Luchan por mantener esa conexión mental durante el resto del día. No se preocupan tanto por evitar las tentaciones o el pecado como en estar conectados con Dios. No es santo el que evita lo malo sino quien se entrega cada instante de cada día. La santidad es activa porque requiere entrega constante, no pasiva.
No se preocupan tanto por evitar las tentaciones o el pecado como en estar conectados con Dios. No es santo el que evita lo malo sino quien se entrega cada instante de cada día. La santidad es activa porque requiere entrega constante, no pasiva.
En la versión Reina Valera, las acciones de Mateo 6 son llamadas “vuestra justicia” o “actos de justicia”. ¿No es ésta la finalidad de la vida cotidiana del cristiano, manifestar la justicia de Dios en actos y palabras? Dios nos justifica por la fe (Romanos 5:1) y entonces vivimos en santidad. Antes teníamos palabras ásperas y cortantes, ahora poco a poco aprendemos a responder con gentileza.
Antes teníamos vicios y malos hábitos y ahora combatimos esos vicios y nos comportamos sobriamente, con temperancia. Antes vivíamos para nosotros mismos y ahora los demás cada vez nos importan más y nos volvemos desprendidos. • Eso es justicia. Es la justicia de Dios que se expresa en actos de amor.
La justicia no es reglas y disciplina • Algunos escuchan la palabra justicia y piensan en cumplimiento de reglas, castigo de delitos, recibir lo que se merece, disciplina e ideas similares. Puede ser un poco de esto pero es mucho más en la perspectiva divina.
Justicia es que cada persona esté conectada al Justo y le permita que él la guíe. Ser justo es ser perdonado de los pecados y limpiado de las maldades. Es un atributo de Dios que él nos da después de ser declarado justos para actuar con justicia. Ser justos es lo mejor que le puede pasar a quienes están alrededor porque eso nos hace procurar el bien de los demás.
Piensa en la ocasión en que trajiste ropa a Dorcas para que fuera entregada a los más desafortunados. Ése es un acto de justicia porque tú tienes y otro no; tú compartes aquello en lo que abundas para que otro satisfaga sus necesidades y sea feliz.
En realidad, ésta es la única razón válida para dar. Damos porque es justo. Devolvemos el diezmo porque es justo regresar lo que el dueño se ha reservado. Cuidamos la salud porque es justo que estemos fuertes y sanos para alegría de quienes nos aman. • La justicia de Dios produce santidad en nosotros; nos hace cada vez más de Dios, más dedicados por entero a su causa.
El gozo • Hemos mencionado varias veces el gozo, y vale la pena que nos detengamos en esa idea un momento. Está estrechamente relacionada con la santidad.
Si hay alguien feliz en este mundo es quien es santo. Lamentablemente algunos suponen que aceptar al Señor es transitar un camino gris, sin gracia, andar cabizbajo y pensativo, sin posibilidad de reír o tener sueños brillantes. Y lo peor es que suponen que los demás deben compartir su seriedad y falta de ánimo. Pobres, han confundido reverencia con tristeza y seriedad.
“Regocijaos en el Señor siempre. Otra vez digo: ¡Regocijaos!” nos dice Pablo en Filipenses 4:4. Tenemos una gran esperanza en el corazón y hemos recibido no solo perdón de nuestras faltas ¡hemos sido adoptados en la familia de Dios! porque “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, para que redimiese a los que estaban bajo la ley,
a fin de que recibiésemos la adopción de hijos. Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre! Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:4-7).
Para que no queden dudas, Pablo escribe que “Dios ama al dador alegre” (2 Corintios 9:7). Es que solo quien ha experimentado continuamente la gracia de Dios y vive en el camino de la santidad, puede dar de corazón todo lo que tiene y lo que es. Y solo quien da todo puede ser feliz.
La reverencia • Una nota acerca de la reverencia. Hay que decir primeramente que no está peleada con el gozo. No es que debamos ser o alegres o reverentes. Pensemos, por ejemplo, en una boda, la ceremonia más feliz posible para la pareja que se ama.
Y sin embargo, es una ceremonia, se lleva a cabo con orden, hermosamente, sin manifestaciones fuera de lugar. Se habla, se canta, se participa de manera apropiada. Hay reverencia mezclada con felicidad. No hay caras largas ni expresiones amargas, pero tampoco hay brincos y chistes o carcajadas. Hay simplemente felicidad.
Tal vez así debieran ser las santas cenas, ocasión en que algunos adoptan una actitud sombría. Cierto que se recuerdan los pecados cometidos que causaron la muerte del Señor. Pero esa muerte ya ocurrió. Ahora se celebra el perdón, la aceptación, la nueva vida y la esperanza del pronto regreso del Salvador. Reverentes, sí, pero felices, llenos de ánimo.
La próxima vez que estando en un culto dudes acerca de qué es exactamente estar reverentes sin amargarse, imagina que estás en una boda elegante y que quienes se casan son muy cercanos a ti y eso te hace feliz.
Conclusión • Hemos visto en esta ocasión que la santidad es el camino que transita quien anda en la presencia constante de Dios. Quien es santo habla con alegría y prudencia porque sabe que Dios es parte del diálogo. Su recreación es sana y apropiada porque Dios lo acompaña. Su vestir y actuar es modesto y sencillo porque así honra a Dios, con quien camina diariamente.
. La reverencia que manifestamos a Dios en los cultos de adoración es el resultado de la experiencia de santidad durante la semana. No es solo que en el templo haya silencio o movimientos lentos o quietud, sino que hay una contemplación respetuosa de la grandeza de Dios. Nos alegramos santamente en sus obras, cantamos juntos, participamos animadamente en lo servicios.
Dios quiera darnos el gozo de su justicia y que esa justicia se manifieste en obras de amor y cuidado por los demás.
¿QUIÉN ES SANTO? ¿QUIÉN ES FELIZ? Juéves-08 de mayo