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LA JUSTIFICACIÓN, 1

Gr 12 de 75. LA JUSTIFICACIÓN, 1. CCE 1987 : “La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos , es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comu- nicarnos la justicia de Dios por la fe en Jesucristo y por el Bautismo”. De la pala- bra “justicia” deriva “ justificación ”.

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LA JUSTIFICACIÓN, 1

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  1. Gr 12 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 1 CCE 1987: “La gracia del Espíritu Santo tiene el poder de santificarnos, es decir, de lavarnos de nuestros pecados y comu- nicarnos la justicia de Dios por la fe en Jesucristo y por el Bautismo”. De la pala- bra “justicia” deriva “justificación”. La justificación es una acción salvadora de Dios: un cambio que Dios realiza en el hombre, que comienza con el perdón de los pecados y culmina con la santificación, o comunicación de la justicia de Dios. Es el paso del estado de pecado al estado de gracia.

  2. Gr 13 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 2 CCE 1850: “El pecado es una ofensa a Dios (...). El pecado se levanta contra el amor que Dios nos tiene y aparta de Él nuestros corazones. Como el primer pecado, es una desobediencia, una rebelión contra Dios por el deseo de hacerse como dioses, pre- tendiendo conocer y determinar el bien y el mal (Gn 3, 5). El pecado es así ‘amor de sí hasta el desprecio de Dios’ (San Agus- tín, De civitate Dei)”. Además, “el pecado es una falta contra la ra- zón, la verdad, la conciencia recta; es faltar al amorverdadero para con Dios y para con el prójimo, a causa de un apego perverso a ciertos bienes” (CCE 1849).

  3. Gr 14 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 3 El pecado destruye la semejanza con Dios en lo más alto del misterio (intimidad con las tres personas divinas), y oscurece la imagen de Dios en el hombre. En el fondo, las razones por las que alguien realiza un pecado se re- ducen a tres: la concupiscencia de la carne, la de los ojos y la sober- bia de la vida. Pero la causa está solamente en la libre decisión personal. Sólo el consentimiento deliberado, con advertencia plena, en un acto cuya materia es grave, es pecado (mortal, si se dan estas tres condiciones; venial, si falta alguna).

  4. Gr 15 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 4 La satisfacción que promete el pecado es efímera y limitada. Lejos de Dios, los bienes son relativos, y se acaban. El hombre que ha caído en la esclavitud del pecado no puede salir de ella por sus fuerzas. Con su amor misericordioso, Dios Padre sale al encuentro del hombre pecador y comienza la obra de la justificación. “Nadie puede venir a Mí si el Padre que me ha enviado no lo atrae” (Jn 6, 44).

  5. Gr 16 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 5 La justificación es obra de Dios, común a las tres Personas divinas. “Es la obra más excelente del amor de Dios, mani- festado en Cristo Jesús y concedido por el Espíritu Santo” (CCE 1994). Las tres Personas actúan en la justificación: Jesucristo nos ha merecido la justificación por su Pasión. El Espíritu Santo nos concede poder participar de la Pasión y Resurrección. Al estar injertados en Cristo, somos hijos del Padre.

  6. Gr 17 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 6 • Itinerario de la justificación: • “Movido por la gracia, el hombre se vuelve a • Dios y se aparta del pecado” (CCE 1989); • 2. “La justificación entraña el perdón de los • pecados” (Ídem); • 3. El itinerario concluye en “la santificación y • la renovación del hombre interior” (Ídem).

  7. Gr 18 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 7 Sin la gracia de Dios previa, nadie puede dar los primeros pasos hacia la conversión. “Si alguno dijera que, sin la inspiración pre- viniente del Espíritu y sin ayuda, puede el hombre creer, esperar y amar o arrepentirse como conviene para que se le confiera la gracia de la justificación, sea anatema” (Trento s. 6, c. 3). Se trata de la gracia actual (luz en el entendimiento, moción en la voluntad, afecto en el corazón). Su acción prece- de también la preparación del hombre para acoger la gracia.

  8. Gr 19 de 75 LA JUSTIFICACIÓN, 8 La precedencia absoluta de la gracia a toda iniciativa humana es un misterio: de la comunicación de Dios al hombre y la res- puesta de la libertad humana. Ni siquiera podríamos rezar una jaculatoria sin la intervención de la gracia: “Nadie puede decir ‘Jesús es el Señor’ sino en el Espíri- tu Santo” (1 Cor 12, 3). Hace falta evitar dos extremos: atribuir demasiado a la iniciativa humana, o pensar que la gracia hace superfluo el papel del hombre.

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