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LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO Pablo Coto Millán Manuel Agüeros. Índice. - Introducción a la Economía Neoclásica La revolución marginalista o neoclásica Diferencias fundamentales entre el paradigma clásico y el marginalista
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LA ECONOMÍA NEOCLÁSICA HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO Pablo CotoMillán Manuel Agüeros
Índice - Introducción a la Economía Neoclásica • La revolución marginalista o neoclásica • Diferencias fundamentales entre el paradigma clásico y el marginalista • La nueva teoría del valor de Menger • Las contribuciones de Jevons • Teorías de la producción, la distribución y el interés • Alfred Marshall • León Walras • A. C. Pigou • CRÍTICOS Y REFORMISTAS DE LA CORRIENTE PRINCIPAL • Veblen • Schumpeter
Introducción a la escuela neoclásica • La escuela neoclásica es un enfoque económico basado en el análisis marginalista y el equilibrio de oferta y demanda. Entre los supuestos de enfoque neoclásico está que el comportamiento económico surge del comportamiento agregado de individuos (u otro tipo de agentes económicos) que son racionales y tratan de maximizar su utilidad o beneficio mediante elecciones basadas en la información disponible. • Hoy en día, el enfoque de la escuela neoclásica predomina entre los economistas. Aunque existen muchas críticas a varios de los supuestos de la escuela neoclásica, frecuentemente algunos de estas críticas han sido incorporadas en nuevas versiones de la teoría neoclásica (por ejemplo, la escuela neokeynesiano está basada tanto en principios neoclásicos como keynesianos). • La economía neoclásica es el producto de varias escuelas de pensamiento en economía. No todos están de acuerdo acerca de qué se denomina la economía neoclásica, y el resultado de esto es una amplia gama de aproximaciones neoclásicas a varias áreas problemáticas y dominios; arrancando de las teorías del trabajo a teorías de los cambios demográficos.
Roy Weintraub expresa que la economía neoclásica se basa en tres cuestiones: 1. Las personas tienen preferencias racionales hacia los resultados que pueden ser identificados y asociados con un valor. 2. Los individuos maximizan la utilidad y las firmas maximizan la ganancia. 3. Las personas actúan independientemente en base a información completa y relevante.
Los iniciadores de la escuela neoclásica son Carl Menger, Leon Walras, William Stanley Jevons, Alfred Marshall y Knut Wicksell: - William Stanley Jevons: Theory of Political Economy (1871) - Carl Menger: Principles of Economics (1871) - Leon Walras: Elements of Pure Economics (1874 – 1877) - Alfred Marshall: Principles of Economics (1890)
La revolución marginalista o neoclásica • El término “revolución marginalista” hace referencia al rápido éxito de la aplicación del principio de la utilidad marginal decreciente en las décadas de 1880 y 1890 y su descubrimiento simultáneo e independiente por tres autores sin relación alguna previa: el británico W. Stanley Jevons, el austriaco Carl Menger y el francés Léon Walras, que publicaron sus trabajos entre 1871 y 1874. • Herencia de la economía política clásica: - importancia de la utilidad marginal; - la visión del mundo económico caracterizada por la división del trabajo, la propiedad privada de los medios de producción, los mercados y la ley de Say; - el modelo sin Estado, aunque ambos aceptan que el Estado debe tener una serie de funciones esenciales para el funcionamiento de la economía; - el enfoque filosófico utilitarista que identifica la moral con la elección racional de los individuos egoístas.
Diferencias fundamentales entre el paradigma clásico y el marginalista: • El planteamiento marginalista del valor es que la teoría de la distribución se convierte en un problema de determinación de los precios de los servicios de los factores productivos, que reciben ingresos como propietarios individuales o grupos sociales (familias y empresas), más que un problema de reparto del excedente entre las clases sociales, que ahora desaparecen del análisis. • En el enfoque de los clásicos los costes monetarios de la producción reflejaban costes reales (las retribuciones de los propietarios de los factores de producción). Los marginalistas eliminaron las relaciones sociales entre clases con la noción de coste alternativo o de oportunidad derivado de su teoría del consumo. • En cuanto al tiempo, los clásicos estaban preocupados por las causas y las consecuencias a largo plazo del crecimiento económico. En cambio, los marginalistas sólo estaban preocupados por el presente y el futuro inmediato y su objetivo principal era el análisis estático de la asignación de recursos en un mercado perfectamente competitivo, en donde ciertos elementos, como el tamaño de la población, los gustos de los consumidores, las existencias de capital y de recursos naturales y la tecnología de la producción, se consideran dados. • Los marginalistas reaccionaron contra las pretensiones científicas del marxismo cambiando hasta el nombre de la disciplina: la economía dejaría de ser política para convertirse en economía pura, ciencia económica o simplemente economía (economics por emulación de mathematics) como propuso Walras primero y Marshall después, una ciencia cada vez más profesionalizada y autónoma.
La nueva teoría del valor de Menger • Menger fue quien resolvió de manera más clara la paradoja del agua y los diamantes de Smith. El problema de Smith es que al referirse al valor de uso hablaba en términos de utilidad total cuando lo importante para los consumidores es la utilidad marginal. • Menger clasificó los bienes en bienes libres (aquellos sobre los que no se ejerce propiedad privada y que aunque pueden ser útiles quedan excluidos del análisis económico ya que nadie pagará un precio por ellos) y bienes económicos (bienes que, además de útiles, son escasos y están sujetos a la apropiación privada desde que tienen un precio positivo). • Para maximizar su utilidad el consumidor seguirá el principio de equimarginalidad (gastará la última unidad de dinero en cualquier bien particular que le produzca la misma utilidad marginal que la última unidad gastada en cualquier otro bien), lo que implica que en su elección sigue la lógica del coste de oportunidad. Por tanto, los diamantes no se valoran por los costes que implica su producción, sino en función de la utilidad marginal que les conceden los consumidores; el valor no se genera en el pasado, sino que proviene de las utilidades esperadas que se disfrutarán cuando se consuman los bienes.
Las contribuciones de Jevons • Jevons planteó dos ideas innovadoras en aquel momento: el método apropiado de la economía debe ser matemático y la teoría clásica del valor es errónea porque “el valor depende completamente del grado final de utilidad” (lo que hoy denominamos utilidad marginal), esto es, del beneficio que un consumidor recibe de la última cantidad consumida. • Partiendo del supuesto de que las mercancías son escasas, Jevons introdujo tres avances fundamentales en el cálculo hedonista de Bentham: la distinción clara entre utilidad total y utilidad marginal, el establecimiento del principio de equimarginalidad y el método gráfico-matemático, que se convirtió en la marca distintiva de los marginalistas. • Jevons consideró que el concepto de valor de cambio es equívoco y prefirió el de relación de intercambio. Así, el objeto de la economía sería el estudio de las relaciones de intercambio bajo las cuales se maximiza el placer, identificado con la utilidad, y se minimiza el dolor, que Jevons definió por primera vez como desutilidad. • Jevons construyó su teoría del intercambio con el objetivo de mostrar cómo se llega a una asignación óptima de recursos, cuyas cantidades se consideran fijas, si los individuos maximizan sus utilidades en relación a la distribución original de los mismos, que se considera dada, junto con otros supuestos adicionales muy restrictivos: mercados perfectamente competitivos; mercancías infinitamente divisibles y uniformes, de calidad homogénea; y preferencias iguales de los distintos individuos.
Supongamos dos individuos, un individuo A que posee un stock de carne a y un individuo B que posee un stock de grano b y cada uno intercambian porciones de estos bienes (que llamaremos x e y respectivamente). • Se llegará a un punto de equilibrio (cesará el intercambio) cuando ambos igualen sus utilidades marginales, es decir, cuando la ratio de la utilidad marginal de los dos bienes iguale a los precios de los dos bienes. Esa condición es el principio de equimarginalidad y queda representada por la intersección de las curvas de utilidad marginal de las dos mercancías (grano y carne) en una relación de intercambio. • Jevons extendió su teoría del intercambio para intentar explicar la oferta de trabajo como un mero intercambio entre desutilidad y utilidad, que cesa cuando el dolor de una hora adicional de trabajo es exactamente igual al placer obtenido con los bienes adicionales que se pueden adquirir con el ingreso derivado de esa hora. • Por tanto, el coste del trabajo se puede medir como una relación entre esfuerzo o dolor (desutilidad ocasionada por el trabajo) y el placer o utilidad que proporcionan los salarios reales a cambio de ese esfuerzo, en un sistema de salario a destajo que está implícito en el modelo.
Teorías de la producción, la distribución y el interés • Jevons, Menger y Walras aplicaron el análisis marginal de manera casi exclusiva a la teoría del intercambio y la demanda e ignoraron casi por completo el lado de la oferta y la cuestión de la distribución del ingreso. • En gran medida, suponían que la distribución del ingreso, como la oferta, estaba dada y que el problema de la economía era la asignación de recursos de una oferta fija entre varios usos alternativos. • La teoría de la productividad marginal, desarrollada por los marginalistas de la segunda generación, vino a cubrir esta carencia. Esta teoría postula que el precio de un factor de producción es igual a su productividad marginal en dinero, bajo condiciones de competencia perfecta y suponiendo una función de producción donde uno de los factores es fijo y el otro variable.
Edgeworth y la teoría marginalista de producción • La tabla de Edgeworth, representa una función de producción con la tierra como factor limitado y el trabajo como factor variable, y da lugar a una serie de producto total (maíz), producto medio y producto físico marginal del trabajo (cantidad añadida por cada nuevo trabajador). • A partir de la curva del producto marginal del trabajo puede deducirse la curva de demanda para este factor. • Por ejemplo, dadas las cifras de la tabla de Edgeworth, si se supone que el precio por unidad de trabajo es 10 y el precio de la tonelada de maíz es 1, la empresa contratará hasta 6 trabajadores. • Por tanto, la cantidad óptima de trabajo contratado es aquella en la que el coste marginal del trabajo iguala al valor del producto marginal del trabajo. Por tanto, el precio del trabajo (w), es igual al producto físico marginal del trabajo (PMgL) multiplicado por el precio del producto (p): w = p PMgL. • Si consideramos ahora el capital, el precio del capital (r) o su coste marginal, debería igualarse a su ingreso marginal, es decir, a la productividad marginal de ese factor (PMgk), multiplicada por el precio del producto (p): r = p PMgk. • De aquí se deriva, a semejanza del principio de equimarginalidad de la teoría del intercambio, la ley de la productividad equimarginal: Las empresas maximizan sus ganancias cuando la compra de los factores de producción rinde el mismo producto físico marginal: PMgL /w = PMgk /r. • Si la retribución de un factor de producción depende de su productividad marginal no hay ninguna razón para que la productividad marginal del trabajo deba igualar al salario de subsistencia (una de las hipótesis clásicas que más chirriaban a finales del XIX). • Pero, a la vez, la noción de explotación de Marx (la amenaza teórica a batir) pierde todo su significado. La teoría marginalista garantiza el principio de equidad, y, además, el de eficiencia, dado que se excluye la posibilidad de que los recursos improductivos puedan tomar parte en la producción.
La teoría de la distribución basada en la productividad marginal postula la competencia perfecta como mecanismo óptimo de asignación de recursos: lo único que impide que cada factor sea retribuido de acuerdo a su productividad marginal son los monopolios y otras limitaciones a la competencia, como la injerencia del Estado. • El que cada uno reciba como ingreso una cuantía equivalente a lo que haya aportado a la producción puede reflejar en algunos casos la realidad pero no tiene por qué ser una norma universal, ya que existen otros criterios de justicia distributiva como el de necesidad o el de igualdad, defendibles también como proposiciones normativas del mismo rango. • Además, la teoría de la justicia distributiva basada en la productividad marginal no establece ninguna distinción entre los servicios prestados por las personas y los prestados por la propiedad: los productos marginales del capital y de la tierra no se pagan a estos factores como tales, sino a sus propietarios. • Es decir, las fuerzas del mercado determinan los productos marginales, pero lo que determina quiénes han de recibir esos productos marginales como ingreso son las leyes de propiedad. • Por tanto, habría que demostrar primero que la distribución del ingreso es justa, y justificar, en definitiva, la distribución existente de la riqueza violando sus propios planteamientos de partida. En la época en que se formuló dicha teoría, la mayor parte de la riqueza era producto de la herencia, no del esfuerzo o la contribución de los individuos a la producción.
HISTORIA DELPENSAMIENTO ECONÓMICO 2010-2011 Otro problema para los marginalistas era cómo justificar el interés. • El capital es un bien producido por medio de la combinación del trabajo y la tierra, y como la remuneración del capital debe ser exactamente igual al valor del trabajo y la tierra utilizados en su producción hay que justificar por qué el capital recibe una remuneración extra en forma de interés, interés que persiste incluso cuando se consigue el equilibrio a largo plazo y las ganancias se igualan a cero. • Desconcertado por los ataques marxistas, que condenaban las ganancias y el interés como formas de explotación capitalista, Eugen Böhm-Bawerk expuso sus propias soluciones sobre la teoría del interés y el capital en dos obras Capital e interés (1884) y Teoría positiva del capital (1888). • El razonamiento de Böhm-Bawerk se basa en que el interés es el precio del tiempo. Del lado de la demanda, un ingreso se puede gastar inmediatamente en consumo o se puede ahorrar para consumir mayores cantidades en el futuro.
Como el valor de los bienes depende de su utilidad marginal, debido a que ésta decrece conforme se incrementa la cantidad de bienes consumidos, para los individuos que esperan un mayor ingreso en el futuro, los bienes presentes deben valer más que los bienes futuros. • Por tanto, un individuo que ahorra una parte de su ingreso absteniéndose de consumir bienes presentes debe recibir una prima en forma de interés por parte de quienes prefieren anticipar su consumo en el presente. • La teoría del capital y el interés se desarrolló a partir de este planteamiento en Estados Unidos de la mano de Irving Fisher. • Fisher no sólo distinguió entre interés real e interés nominal y estableció la teoría cuantitativa del dinero, sino que generalizó la idea del interés como resultado de una preferencia temporal subjetiva, la que lleva a los individuos a preferir los bienes o ingresos presentes frente a los futuros, sobre la cual operaban las fuerzas objetivas que dependen de las oportunidades de inversión y de la productividad de los factores utilizados para producir bienes finales. • La oferta de ahorro S es una función creciente de la tasa de interés, y la demanda de ahorro (inversión) I es una función decreciente de la tasa de interés. Un individuo ahorrará o invertirá hasta que la tasa marginal de preferencia temporal entre sus ingresos presentes y futuros sea igual a la tasa de interés.
Alfred Marshall y la Estructura de la Economía Neoclásica HISTORIA DEL PENSAMIENTO ECONÓMICO
Alfred Marshall • El enfoque del análisis de los precios • La teoría de la distribución • La teoría de la producción • Las posibilidades del orden competitivo • Marshall y la política económica
Principios de Economía (1890) • El enfoque del análisis de los precios • La mayor parte de los escritores neoclásicos –y Marshall particularmente- insistieron en que su estudio estaba limitado a los aspectos económicos de la acción humana, no al conjunto de las aspiraciones humanas. • Por la misma razón tampoco desearon que se interpretaran sus trabajos en el sentido de que todos los que actúan en el mercado hacen cálculos racionales. En realidad, intentaron establecer meramente que la racionalidad como supuesto de comportamiento proporcionaba una base realista para el estudio de los grupos sociales. • Este punto de vista estaba en claro contraste con la interpretación clásica de la “demanda”. Dentro del marco de referencia clásico este término se utilizó en un sentido en gran medida “logístico”; es decir, haciendo referencia a las cantidades de bienes necesarios para un propósito determinado. • Sobre estas bases, los economistas clásicos pudieron afirmar que el crecimiento de la población aumentaría la “demanda” de bienes de subsistencia. Los efectos de las preferencias del consumidor sobre las transacciones recibieron poca atención. • Tampoco hicieron hincapié los clásicos en que las cantidades demandadas variarían en respuesta a cambios en los precios de mercado.
En la economía neoclásica la determinación de los precios de mercado se convirtió en el problema fundamental y el concepto de demanda como una tabla de relaciones precio-cantidad era crucial para su solución. • En la formulación de Marshall, la construcción de dicha tabla (o el gráfico que la representaba) seguía dos etapas. • La primera, relativa a los consumidores individuales descansaba sobre la noción de la “utilidad marginal decreciente”. Según ella, un consumidor entraba en el mercado con el fin de obtener satisfacción (o utilidad) de sus compras y con cada nueva unidad, el aumento en la satisfacción total (o utilidad marginal) disminuiría. • La derivación plena de una curva de demanda de mercado de un bien específico exigía un segundo paso. Debían agregarse las tablas (o curvas) de demanda de los consumidores individuales. • Era importante destacar, sin embargo, que tal construcción exigía que un determinado número de condiciones no variaran: particularmente los gustos de los consumidores, sus rentas monetarias y los precios de los otros bienes. • Una variación en cualquiera de estas condiciones desplazaría la posición de la curva de demanda. • El enfoque del lado de la demanda en la formación de los precios tuvo una importante consecuencia: barrió de la escena alguno de los conceptos organizadores del clasicismo. • Para la mayor parte de los escritores clásicos había sido axiomático que el valor económico sólo podía atribuirse a objetos tangibles. • Por el contrario, los economistas neoclásicos insistieron en que la esencia de un sistema económico no consistía en la producción de bienes sino en la producción de satisfacciones. La medida del valor era lo que el público estaba dispuesto a comprar. Los servicios, tanto como los bienes materiales, cumplían esta condición. • La demanda por sí misma, sin embargo, sólo explicaba una parte de la formación del precio.
Tan importantes como ella eran condiciones en que los productores estaban dispuestos a vender sus bienes y servicios. • La explicación neoclásica de este aspecto del proceso se desarrolló de modo análogo a la derivación de la curva de demanda. • Los productores, al ofrecer sus servicios, sufrían una desutilidad (creciente marginalmente). En resumen, la producción llevaba consigo costes y sacrificios que, en la mayoría de los casos, aumentarían conforme creciera la cantidad ofrecida. • Estas consideraciones proporcionaron la materia prima para construir una curva de oferta de mercado. En la medida en que se pudiera suponer que las empresas sólo podrían obtener mayores cantidades de servicios productivos (tierra, trabajo y capital) a costes crecientes, cabía esperar que sólo aumentarían la oferta de sus productos cuando los precios subieran suficientemente. • En resumen, se admitía que las empresas funcionaban bajo condiciones en las cuales los sucesivos incrementos a los costes totales debidos a la producción de unidades adicionales de output (o costes marginales) eran crecientes
Con estos conceptos gemelos de oferta y de demanda, Marshall disponía de los elementos necesarios para la explicación del precio. En el punto de intersección de las dos curvas quedaba determinado el precio de equilibrio. • Un precio superior al de equilibrio daría lugar a una situación en la que los vendedores estarían dispuestos a ofrecer más de lo que los compradores se hallaran dispuestos a adquirir; la frustración de los vendedores les llevaría, en condiciones competitivas, a reducir el precio de oferta hasta el nivel en que se diera salida a toda la oferta. • Inversamente, un precio por debajo del de equilibrio frustraría los deseos de algunos de los compradores potenciales y la vía normal de reajuste sería al aumento de los precios ofrecidos hasta que convergieran en el de equilibrio. • Marshall comparó estas dos curvas a las hojas de unas tijeras y observó que “sería igualmente razonable discutir sobre si es la hoja de arriba o la de abajo la que corta un papel, como si es la utilidad o el coste de producción lo que determina el valor”. • Merece mencionarse una consecuencia analítica del procedimiento marshalliano. Desde la perspectiva del mismo, desaparecía la vieja distinción entre valor (precio natural) y precio de marcado, sobre la que había habido tanta polémica entre los clásicos. • Quedaba abandonada la búsqueda de una medida invariable del valor para períodos prolongados de tiempo. Lo que importaba era cómo se determinaban los precios en el proceso competitivo del mercado.
La teoría de la distribución • Para Marshall y sus contemporáneos neoclásicos el análisis de la distribución de las rentas era en esencia un problema de formación de precios de los recursos productivos. • Su solución se alcanzaba por un camino análogo a la formación de los precios de los productos. Tanto en el caso de los inputs como en el de los outputs, el precio quedaba determinado por la intersección de la oferta y la demanda. • El enfoque estaba basado en una clasificación tripartita de los factores productivos –tierra, trabajo y capital-, asignándose a cada uno de estos tres factores una participación en la renta. • En este esquema los salarios eran definidos como la recompensa al esfuerzo humano. Esta definición, al contrario de la clásica, no restringía las rentas salariales a las clases trabajadoras. • Los ingresos por sueldos y el “salario imputado” de los empresarios-propietarios caían también dentro de este grupo. Los propietarios del capital percibían el interés como recompensa a su “espera”, es decir, por el sacrificio que implicaba el renunciar al consumo presente a favor de una posible ganancia futura.
En esta nueva definición de las participaciones distributivas desaparecía también en gran medidad el concepto de beneficio que habían utilizado los clásicos y Marx. Gran parte de los ingresos anteriormente considerados como tales quedaban ahora absorbidos como sueldo a la dirección de la empresa y como intereses sobre el capital invertido. • Una vez definidas estas categorías distributivas podía apelarse a las fuerzas de la oferta y de la demanda en el mercado como base para establecer la recompensa debida a los oferentes de servicios productivos. • Desde luego, se admitía que cada uno de los mercados en que se determinaba el precio de los factores productivos tenía propiedades especiales. La manos de obra, por ejemplo, estaba altamente diferenciada según la destreza y la cualificación; el mercado, sin embargo, normalmente se ordenaría reconociendo las diferencias entre los salarios correspondientes. • Todo esto estaba muy alejado de la preocupación clásica por el comportamiento a largo plazo de las participaciones en la distribución. En manos de Marshall, la teoría de la distribución fue ante todo un caso especial de la formación de los precios de los servicios productivos en el mercado.
La teoría de la producción • La teoría neoclásica de la producción se planteó principalmente dos cuestiones: la primera, el modo en que cada productor combinaría los factores productivos; la segunda, el ajuste que el empresario llevaría a cabo si se alteraran las condiciones del mercado. • El primero de estos puntos podía ser tratado fácilmente con los instrumentos analíticos como en la demanda de los consumidores. Los empresarios individuales eran considerados como personas que calculaban racionalmente en la búsqueda del beneficio máximo. • Más complicado era el análisis de la respuesta del empresario a los cambios en las condiciones del mercado. Se presentaba un problema de tiempo. Marshall distinguió entre cuatro períodos de tiempo.
El primero que describió como “día de mercado” era un período demasiado corto para que el productor pudiera hacer un cambio en su producción como respuesta a un cambio en los precios. Así que la oferta es fija, y sólo la demanda influye en la determinación del precio. El período de corto plazo era suficientemente largo para permitir un ajuste en la producción, modificando la intensidad con que se utilizaba la planta. Podrían emplearse más trabajadores (o ampliar la jornada de trabajo de la plantilla ya existente) y adquirir más cantidad de materias primas. Estas medidas permitirían aumentar la producción para ajustarla a un aumento de la demanda. Pero estos reajustes probablemente llevarían consigo la elevación de los costes marginales. Los costes se pueden dividir en costes variables y costes fijos a corto plazo, costes que determinan simultáneamente con la demanda el precio de los bienes. El período de largo plazo en el que la producción puede aumentar porque aumentan todos los factores y, por tanto, todos los costes pueden volverse variables de manera que la curva de oferta a largo plazo puede adoptar la forma de los costes crecientes, constantes o decrecientes (en el caso de que opere con costes constantes, los precios de equilibrio a largo plazo sólo estarán determinados por la oferta). Y el período secular, o de muy largo plazo, en el que la tecnología y la población varían. Por regla general, dice Marshall, cuanto más largo sea el período considerado (excluyendo el período secular) mayor influencia tiene el coste de producción sobre el valor; al contrario, cuanto más corto sea el período considerado mayor será la influencia de la demanda.
Las distinciones temporales introducidas por Marshall nada tenían que ver con el tiempo del calendario, sino que se trataba de distinciones lógicas. • Por ejemplo, la duración del “largo plazo” era el espacio de tiempo suficientemente para llevar a cabo el reajuste en la escala de la planta necesario para producir un nuevo equilibrio de mercado, tras de la perturbación del anterior equilibrio. • En cada caso concreto, la duración de este período dependería de las circunstancias por las cuales atravesaran empresas e industrias. No tendría por qué coincidir el “largo plazo” para una factoría de productos siderúrgicos y para el establecimiento de peluquería. • Estas distinciones lógicas entre momentos del tiempo económico abrían el paso a una nueva e interesante serie de posibilidades teóricas. Era perfectamente concebible que a largo plazo ocurriesen muy diversas cosas con el nivel de costes. • Los cambios de escala, por ejemplo, podrían venir acompañados de costes medios crecientes, decrecientes o constantes. El caso más interesante era el de los cambios de escala asociados a costes medios decrecientes, o rendimientos crecientes de escala. • Por término general, los economistas clásicos habían predicho que la situación normal sería la de “rendimientos constantes de escala”, en otras palabras, que el tamaño de la unidad productiva no tendría efecto sobre los costes medios. • Aunque Mill y Marx habían vislumbrado las reducciones de costes que podrían derivarse de las grandes concentraciones industriales, no desarrollaron plenamente todas las derivaciones de tal fenómeno.
Para Marshall, los rendimientos crecientes de escala asociados a la aplicación de tecnologías avanzadas representaban una cuestión embarazosa. Las economías de escala implicaban que un pequeño número de grandes productores podría funcionar a costes medios más bajos produciendo la misma cantidad que un gran número de pequeñas empresas. • Consiguientemente, quedaba en entredicho una de las premisas de un mercado competitivo, la de que el número de oferentes habría de ser suficientemente grande para que ninguno de ellos tuviera poder en el mercado. El gran tamaño de las empresas productoras podría minar los cimientos del orden competitivo y amenazar su supervivencia. • Marshall intentó construir un cuerpo analítico en el que pudiera preservarse la esencia del modelo de equilibrio competitivo pese a este desafío.
Las posibilidades del orden competitivo • Como teórico formal, Marshall vio el peligro potencial latente para el orden competitivo en el desarrollo de grandes unidades productivas que tuvieran un considerable poder de mercado, pero como observador de los acontecimientos consideró que había un número de factores que tendían a moderar las consecuencias sociales y económicas de estas concentraciones. • La estrategia de Marshall para poner su plan competitivo a salvo de la amenaza que constituían los rendimientos crecientes debidos a los avances tecnológicos, descansaba asimismo en las suposiciones sobre la naturaleza de las empresas y, de modo más importante, en su visión de las empresas como organismos biológicos. • Como ellos, estaban dotadas de vida que incluía fases de expansión y fases de declive, decadencia y, finalmente, de muerte. Podía pasarse de una generación a otra la propiedad y el control de las empresas, pero probablemente a lo largo de este proceso no se mantendría el vigor de quienes las dirigían. • No eran sólo estos factores “naturales” los que limitaban el crecimiento de las empresas y el ejercicio de su poder de mercado. La aparición de mercados “especiales” en los cuales las empresas gozaban de privilegios únicos llevaba implícitas otras constricciones. Marshall insistió en que tales ventajas no podrían ser mantenidas por una empresa en expansión. • Estas consideraciones llevaron a Marshall a la conclusión optimista de que era improbable que las economías de escala presentaran un serio desafío al mantenimiento del orden competitivo. • Lo cierto es que su retrato institucional del mundo de los negocios no carecía de limitaciones. • Su noción del ciclo vital de las empresas, sin embargo, resulta mucho menos plausible cuando se le aplica a las modernas Sociedades anónimas. La estructura institucional de éstas, en las que la dirección y la propiedad están ampliamente separadas, crea un poder de supervivencia que puede parecerse a la inmortalidad.
Marshall y la política económica • Según cuenta él mismo, Marshall se sintió originalmente atraído al estudio serio de la economía por el deseo de entender las causas de la pobreza y los medios de aliviarla. • Su simpatía por los sufrimientos de la masa de la humanidad en modo alguno había disminuido. Pero estos impulsos estaban ahora sustancialmente temperados por la creencia de que no serían aconsejables medidas radicales para alterar el orden económico. • En particular, se oponía a un programa socialista porque “la propiedad colectiva de los medios de producción apagaría las energías del género humano y detendría el progreso económico, a menos que antes de su introducción todo el pueblo hubiera adquirido una capacidad de generosa devoción hacia el bien público que es ahora relativamente rara.” • En determinadas situaciones no se podía confiar en que el mercado diera lugar a resultados socialmente deseables. Entre estos casos figuraban especialmente aquellos en que, por razones técnicas, la competencia demostrara derroche e ineficiencia. • Los “monopolios naturales”(para Marshall los servicios públicos tales como el suministro de agua o el de energía) no podían montarse útilmente sobre bases competitivas y era claro que en tales casos estaba justificada la regulación gubernamental.
Si bien se inclinaba a considerar el mercado como un instrumento sensible a través del cual podrían distribuirse eficientemente los recursos de una economía, reconocía también que podría perfeccionarse. • Para ello era particularmente importante mejorar la educación pública. Con ello productores y consumidores podrían llevar sus asuntos más inteligentemente, elevando el grado de racionalidad de sus decisiones. Además, una mejor educación pública contribuiría mucho a erradicar uno de los defectos del sistema de mercado no intervenido: los brotes de especulación que daban lugar a las perniciosas fluctuaciones. • Marshall se hallaba dispuesto también a admitir la posibilidad de que el Estado pudiera jugar un papel útil en mejorar la eficacia de la asignación de recursos por el mercado. • Se preguntaba: ¿No se aumentaría la suma de las satisfacciones sociales si los recursos productivos de la sociedad se dirigieran hacia actividades productivas de rendimientos crecientes desde aquellas otras de rendimientos decrecientes? En estas condiciones, podría obtenerse una producción mayor con los mismos recursos.
León WalrasElementos de economía política pura(1874-1877) • C. PigouRiqueza y bienestar (1912)La economía del bienestar (1920)
León WalrasElementos de economía política pura(1874-1877) • Su preocupación era la teoría pura, que definió como “la teoría de la determinación de los precios en un régimen hipotético de libre y perfecta competencia”. • Aspiraba a dar a la economía un rango científico comparable al qe disfrutaban las ciencias físicas y a condensar sus descubrimientos en forma de proposiciones matemáticas. • El objetivo primordial del programa intelectual de Walras era presentar una enumeración exhaustiva de las consecuencias de un régimen de competencia perfecta. Para él, parte del valor de este ejercicio residía en el hecho de que muchos economistas habían quedado demasiado fácilmente persuadidos de los méritos del laissez-faire. • Para sus propósitos, la competencia perfecta quedaba representada por una situación en la que compradores y vendedores se reunieran en una subasta masiva “de tal modo que las condiciones de cada cambio fueran abiertamente anunciadas y se diera una oportunidad a los vendedores para bajar sus precios y a los compradores para subir sus ofertas”. • Walras intentó esbozar el modo mediante el cual podría alcanzarse una solución de equilibrio simultáneamente en todos los mercados. • Su objetivo era la formulación del proceso mediante el cual podría establecerse un equilibrio “general”: aquel que tomaba en cuenta la interrelación de todas las actividades económicas. • Un comentarista posterior ha descrito la perspectiva walrasiana del sistema económico como aquella en la cual “ni una brizna de hierba puede moverse sin que altere la posición de las estrellas”.
Como primer paso en la demostración de la posibilidad de una solución de equilibrio general, Walras examinó el caso de la economía más sencilla imaginable. • En ella, habían sólo dos bienes para intercambiar (que identificó como X e Y) y todas las personas se suponían compradoras de un bien o vendedoras del otro. • Con estos supuestos podía argumentarse que la oferta de y la demanda de Y (y viceversa) eran interdependientes, porque la demanda de marcado de Y (o X) se derivaba de las rentas percibidas por los vendedores de X (o Y). • En consonancia con el método neoclásico, suponía que a través de un proceso competitivo se establecería un precio relativo de equilibrio. • El enfoque walrasiano del análisis del proceso competitivo posee el considerable mérito de poder presentarse claramente en forma de ecuaciones simultáneas, susceptibles de una solución matemática determinada. • Este procedimiento tenía la ventaja adicional de subrayar la interdependencia de todos los precios dentro del sistema económico.
Al mismo tiempo, el equilibrio general de Walras hacía desaparecer todas las líneas de demarcación entre micro y macroteoría. Las actividades de las unidades de consumo, empresas e industrias no podían ser entendidas de forma aislada unas de otras. • Este análisis formal de las condiciones requeridas para producir un equilibrio se basaba en dos importantes restricciones prácticas. Por ejemplo, el caso de subempleo de recursos no tenía cabida en él. De hecho, toda la argumentación se basaba en la presunción de que el pleno empleo era la situación normal. • La solución de equilibrio general sólo podía alcanzarse suponiendo que toda renta era gastada; de otro modo no podía afirmarse la total interrelación entre oferta y demanda. • Tampoco poseía el sistema de Walras lo necesario para enfrentarse con el caso de los rendimientos crecientes a escala. Si prevalecían tales condiciones en la producción, no podía alcanzarse un conjunto determinado de precios de equilibrio.
A. C. PigouRiqueza y bienestar (1912)La economía del bienestar (1920) • Pigou propuso la idea de que la política económica se podía convertir en una verdadera ciencia destinada a prevenir los fallos del Estado e identificar los fallos de mercado para eliminarlos. • Además, Pigou dio el paso desde la teoría a la práctica, apoyando la imposición progresiva sobre el ingreso como mecanismo para maximizar el bienestar social. • En sus trabajos se desarrollan argumentos complementarios para justificar impuestos sobre las actividades que presentan rendimientos decrecientes y subsidios a las industrias sujetas a rendimientos crecientes, es decir, cuando hay fallos de mercado y existe una divergencia entre el coste (beneficio) privado y el coste (beneficio) social. • Pigou mostró que las funciones de coste marginal de las empresas podían no reflejar los costes sociales de la producción y, por tanto, que los beneficios privados de la producción podían divergir de los públicos. Estas divergencias se conocen como externalidades. • Pigou se centró en las economías externas negativas, donde los costes privados marginales de la producción de una empresa son superados por los costes sociales marginales que provoca dicha producción. • En ese caso de fallo de mercado es necesaria la intervención del Estado para igualar el producto neto privado y el producto neto social, siendo el producto privado igual al producto social más las economías externas negativas.
Para ilustrar el caso típico de economías externas negativas, se puede pensar en una explotación ganadera (una empresa agrícola, sujeta a costes crecientes), que contamina un cauce de agua al verter al mismo los excedentes de abono. En tal caso, CMgP representa el coste privado marginal y CMgS el coste social marginal, dada la demanda.
Si la empresa que contamina no soporta los costes sociales derivados de la desutilidad que produce al consumidor el agua contaminada, la curva CMgP es la única relevante para su proceso de toma de decisiones, por lo que producirá hasta la cantidad Q0 y la sociedad se verá obligada a internalizar los costes marginales de la polución AP0. Es decir, desde el punto de vista de la sociedad se produce demasiado del bien en cuestión. • En tales condiciones, la solución de Pigou consiste en gravar con un impuesto progresivo a la empresa contaminante, de modo que la curva CMgS represente el coste de producción para la empresa (es decir, ésta internalice su externalidad negativa), con lo que la producción se reducirá a Q1, con un precio P1 superior al inicial para la empresa pero inferior al inicial para la sociedad.
Utilidad ordinal vs. utilidad cardinal • La economía del bienestar neoclásica, desarrollada por Pigou, se aferró a la vieja idea de Bentham de que es posible medir la utilidad a través del dinero, a partir de una concepción cardinal de la utilidad y del supuesto de que los individuos tienen las mismas funciones de utilidad con respecto al ingreso. • El corolario de política económica derivado de este enfoque utilitarista es que hay un margen para la actuación gubernamental con el objetivo de maximizar la utilidad social. El Estado del bienestar tiene así un fundamento teórico. • Frente a la línea neoclásica, los seguidores del equilibrio general de Walras (Pareto y Hicks) y de la escuela austriaca (Knight y Robbins), concibieron la utilidad en términos ordinales (de preferencias), es decir, como algo incuantificable. • Según ellos, cada individuo tiene su propia función de utilidad en relación al ingreso, por lo que no pueden efectuarse comparaciones interpersonales de utilidad. • El corolario de política económica de este enfoque es que el Estado carece de elementos objetivos para intervenir en la economía y, por tanto, debe abstenerse de hacerlo. Las políticas neoliberales encuentran así su fundamento teórico.
El italiano Vilfredo Pareto, discípulo de Walras, en su Manual de economía política (1906), señaló que las curvas de indiferencia de Edgeworth sólo indicaban un orden de preferencias, es decir, un consumidor preferirá la curva 3 a la 2 y esta a la 1, pero dichas curvas no expresan ninguna medida cuantitativa de la utilidad. • De esta manera se consolidó el programa teórico de neutralización de la economía del bienestar neoclásica y, sobre todo, contribuyó a deslegitimar las medidas redistributivas. • Pareto, suponiendo una oferta de bienes fija y una determinada distribución del ingreso, intenta demostrar que el intercambio en un mercado perfectamente competitivo produciría un óptimo de bienestar cuando ningún individuo pudiera ganar con el intercambio sin perjudicar a otro. • La teoría del óptimo de Pareto o de la eficiencia paretiana viene a formalizar la noción de la mano invisible de Smith, pero el supuesto de partida que la distribución del ingreso es dada justifica la desigualdad de dicha distribución y sus corolarios convierten a la teoría en una defensa del mecanismo de mercado contrario a cualquier injerencia del Estado en la práctica. • Si el óptimo social se logra cuando todas las mercancías se intercambian, es decir, si no existe un estado alternativo en el que al menos un individuo esté mejor y nadie esté peor, la única intervención gubernamental será aquella que beneficia a alguien sin perjudicar a nadie (mejora paretiana), por tanto, las políticas redistributivas no tienen cabida en este esquema teórico.
En cambio, para Pigou, si los individuos son semejantes en su capacidad de extraer utilidad de los bienes que consumen (si las utilidades son comparables y se pueden medir, son aditivas), el bienestar social se puede definir como una suma algebraica (cardinal) de las diferentes utilidades. • En tal caso, un régimen en el que todos los individuos fueran capaces de consumir las mismas cantidades sería el que más se acercase a la maximización de la utilidad social, cumpliendo con ello el requisito no sólo de equidad sino también el de eficiencia. • Pigou no era partidario de cambiar el sistema vigente de derechos de propiedad, sino de hacer más equitativa la distribución del ingreso, teniendo como límite la no afectación de la estructura de incentivos de la economía. • Este argumento de Pigou fue rebatido por Lionel Robbins. Para Robbins la utilidad no se puede observar, y menos medir, ya que es una cuestión subjetiva de cada individuo. • En consecuencia, no hay ninguna posibilidad científica de analizar los efectos de las medidas redistributivas, con lo que la teoría económica debe abandonar cualquier pretensión al respecto. • En cambio, si se concibe la utilidad en términos de preferencias individuales (utilidad ordinal) se puede crear una “nueva” economía del bienestar verdaderamente científica, es decir, libre de cualquier proposición normativa.
CRÍTICOS Y REFORMISTAS DE LA CORRIENTE PRINCIPAL • La escuela histórica alemana con Schmoller y el institucionalismo norteamericano con Veblen fueron las principales corrientes críticas del marginalismo y del paradigma neoclásico respectivamente. Pero en su objetivo principal de sustituir dichos programas de investigación por un programa alternativo fracasaron. En cambio, los reformistas (algunos teóricos sobre los ciclos, el propio Schumpeter y los teóricos de la competencia imperfecta Chamberlin y Robinson), los que sólo alteraron el cinturón protector de la corriente principal, tuvieron éxito en su estrategia inmunizadora destinada a deslegitimar las críticas de la heterodoxia
Thorstein Veblen: critico del paradigma neoclásico • En su obra más famosa (Teoría de la clase ociosa. Un estudio económico de las instituciones, 1899), Veblen establece que en el capitalismo los patrones de consumo no reflejan la regla de la maximización, sino que responden a la emulación de los hábitos de consumo ostentoso o conspicuo de una clase opulenta ociosa. • El ocio se convierte en sí mismo en un signo de ostentación, en la medida en que es la demostración más sencilla y concluyente de la acumulación de riqueza y porque también es la condición necesaria para que el consumo de productos de lujo pueda realizarse. • A partir de este planteamiento Veblen despliega una serie de novedosas nociones sobre el consumo, entre las que se encuentran la rigidez a la baja de los niveles de consumo (y, por tanto, de los salarios), la hipótesis de renta relativa (el nivel de consumo está determinado no por el ingreso sino por la imitación de los niveles de consumo de los demás) o la importancia de la moda y la publicidad como determinantes de la demanda.
Para Veblen, las cantidades demandadas de los bienes no dependen sólo de las utilidades marginales proporcionales a los precios monetarios de los mismos (P), dependen, asimismo, del precio que un consumidor cree que otras personas piensan que el pagó por los bienes (precio ostensible esperado P’). • El sistema está en equilibrio cuando P’=P, pero si P’>P, como ocurre con los bienes de consumo de lujo ostentoso, la curva de demanda se desplazará hacia la derecha para cada precio monetario. Uniendo los posibles equilibrios alternativos se obtiene una curva de demanda vebleniana con pendiente positiva, en donde las cantidades consumidas están relacionadas directamente con el precio ostensible esperado.
Teorías de los ciclos y del desarrollo de Schumpeter El estallido de la Gran Depresión a partir de 1929 fue el golpe final por el cual muchos economistas hasta entonces ortodoxos se lanzaron en busca de planteamientos teóricos alternativos (Myrdal fue el caso más clamoroso con su conversión al institucionalismo). Mientras, los que siguieron en la corriente principal abandonaron cualquier pretensión de utilizar la teoría (neoclásica) para comprender la realidad (caso de Pigou), se dedicaron (en su versión marginalista) a la teoría pura (caso de Robbins o Hicks) o negaron directamente la existencia de los ciclos (Fisher). Frente a ellos estaban quienes, aun mostrando el debido respeto por la ciencia oficial en la que se habían educado, trataron de forzarla de manera que sirviera a fines para los que no resultaba adecuada (la explicación del mundo real por Keynes, Kaleki o Schumpeter), gracias a lo cual la preocupación por la dinámica macroeconómica volvió al primer plano y, en concreto, el estudio de los ciclos.
Las teorías sobre los ciclos se pueden clasificar en exógenas y endógenas, reales o monetarias e independientes o consustanciales al desarrollo económico. • Las teorías exógenas son aquellas que consideran que los ciclos se originan por causas ajenas al sistema económico (la teoría de Jevons sobre las fluctuaciones agrarias en relación con las manchas solares), frente a las endógenas, que recurren a explicaciones dentro del sistema. En tales explicaciones se pueden resaltar factores reales (como hicieron Malthus, Marx, Marshall y luego Hobson, Tugan-Baranovski, Veblen, Schumpeter o Keynes) o monetarios (Wicksell, Hawtrey, Mises, Hayek o Myrdal) y se puede considerar que los ciclos son consustanciales al funcionamiento de cualquier economía (Wicksell y sus seguidores y la línea que va de Marshall a Keynes) o consustanciales sólo en el caso de que esa economía esté en desarrollo (Schumpeter y Alvin Hansen).
Marshall puso las bases para la línea de pensamiento sobre el ciclo de Keynes, basada en el concepto de confianza y en la idea de que los precios fluctúan más que los costes (especialmente que los salarios y los costes fijos). • Cuando crece la demanda, los precios crecen más rápido que los costes, y las empresas aumentan la producción por la confianza de los empresarios en obtener beneficios. En situaciones de recesión los precios caen más rápidamente que los costes y las empresas reducen la producción por la pérdida de confianza en la obtención de beneficios. • Hobson, un economista británico hostil al marginalismo a quien Keynes atribuyó alguna de sus principales ideas, acuñó el término de subconsumo para describir la depresión de la década de 1880 en un trabajo publicado al final de la misma, en donde planteaba los problemas provocados por el desfase entre ahorro y gasto y algunas soluciones basadas en la redistribución del ingreso. • Hobson defendió una teoría real de ciclo ocasionada por el exceso de ahorro como consecuencia de una distribución muy desigual del ingreso, en la que anticipa la paradoja del ahorro de Keynes.
En la fase expansiva del ciclo aumentan los precios y disminuyen los salarios reales (debido al retraso con que siguen a los aumentos de precios los aumentos de salarios nominales), lo que provoca una mayor participación de los beneficios sobre el ingreso nacional y un aumento del ahorro y la inversión, que lleva a un desfase entre la capacidad productiva y la demanda agregada. • Así aparecen reservas no vendidas y los precios empiezan a caer, lo que hará que se reduzcan los beneficios hasta que la economía entre en una fase de recesión, de la que se sale cuando se elimine el exceso de ahorro. • Hobson llamó la atención sobre esta paradoja de la frugalidad o del ahorro: un nivel elevado de ahorro (la elevada propensión al ahorro en términos keynesianos), aunque útil para el enriquecimiento de los individuos, puede resultar perjudicial para la economía en su conjunto en tanto en cuanto hace caer la demanda de bienes de consumo y genera desempleo. • Frente a las teorías reales del ciclo, de las que se podían derivar consecuencias de política económica activa por parte del gobierno,Wicksell y sus seguidores creían que las fuerzas monetarias, conforme operaban dentro del marco de los sistemas bancarios modernos, son los factores esenciales para el desequilibrio. • Su teoría (Interés y precios, 1898) considera que las causas de las fluctuaciones en el nivel de precios se basan en la persistente divergencia entre el tipo de interés bancario (o de mercado) y el tipo de interés real o natural (el que coincide con la productividad marginal del capital). • La expansión monetaria hará aumentar la demanda de bienes y, con ella, los precios, lo que a su vez genera un exceso de inversión que dispara la producción y conduce a la acumulación de stocks no vendidos; en tal situación cesan los atractivos a la inversión posterior, lo que acaba desacelerando al sector real.
HISTORIA DELPENSAMIENTO ECONÓMICO 2010-2011 La teoría del desarrollo económico de Schumpeter • Es una teoría real del ciclo basada en las innovaciones, un planteamiento radicalmente original que llevó a Schumpeter a considerar el ciclo consustancial con el desarrollo económico. • Schumpeter mantenía que el objeto de la economía es estudiar el cambio económico, lo que supone rechazar el enfoque del equilibrio de la teoría ortodoxa, y reintroducir el análisis histórico en la medida en que dicho cambio no puede aislarse de su contexto institucional. • Schumpeter toma en cuenta las clases sociales en el análisis económico y cree que éstas se articulan en torno a intereses económicos divergentes. Como Marx, considera el cambio económico en términos endógenos y, como Weber, pone mucho énfasis en invertir la determinación marxiana entre infraestructura y superestructura y considera el equilibrio (el estado estacionario) tan sólo como un mero punto de partida histórico. • En sus obras, Schumpeter convierte la figura del empresario en el agente activo que provoca el desequilibrio en una economía competitiva, en otras palabras, la causa del progreso económico. • El empresario schumpeteriano es también un innovador que pierde esa condición porque tiende a rutinizarse. Pese al enfrentamiento con la tradición de la que Schumpeter provenía (la escuela austríaca), hay una cierta lógica intelectual en la importancia que él concedió a la figura del empresario. • Schumpeter parte del estado estacionario, donde la función empresarial y los beneficios son iguales a 0 y lo que existe son “agentes económicos tradicionales” que siguen comportamientos adaptativos y rutinarios.
Sin embargo, a partir de un determinado momento histórico, un conjunto nuevo de instituciones alienta la aparición de un agente económico nuevo que rompe con esa rutina: el empresario innovador. • Éste introduce en el proceso productivo nuevas combinaciones de factores de producción y se diferencia del gerente en que mientras éste se limita a organizar los factores sobre la base de una tecnología dada, el empresario innova. • Así, el ingreso del gerente, como el de los trabajadores, puede ser positivo en equilibrio estacionario, mientras que el ingreso del empresario (el beneficio) nace de la ruptura del equilibrio estacionario a partir de innovaciones • El concepto de innovación incluye la introducción de nuevos bienes o de bienes de mejor calidad, la introducción de nuevos métodos de producción que reduzcan costes, la apertura de nuevos mercados y su explotación antes de que llegue la competencia, la conquista de nuevas fuentes de aprovisionamiento de materias primas y la implantación de nuevos métodos de organización industrial. • Cualquiera de esos elementos constituye progreso tecnológico que da origen a una renta empresarial en forma de beneficios, que, en realidad es una renta de monopolio de naturaleza transitoria. • La innovación depende del liderazgo no de la inteligencia, de manera que distingue claramente entre el empresario y el inventor: el empresario es el innovador por excelencia, el “promotor” o “capitán de industria”, que realiza nuevas combinaciones. • Pero en cuanto el empresario se dedica a administrar rutinariamente los factores de producción pierde su condición de innovador y se convierte en un mero administrador o gerente.