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Domingo VII del T.O. Año A. El Señor es compasivo y misericordioso. Bendice, alma mía, al Señor, y todo mi ser a su santo nombre. Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides sus beneficios. El Señor es compasivo y misericordioso.
E N D
Bendice, alma mía, al Señor,y todo mi ser a su santo nombre.Bendice, alma mía, al Señor,y no olvides sus beneficios.
Él perdona todas tus culpasy cura todas tus enfermedades;él rescata tu vida de la fosay te colma de gracia y de ternura.
El Señor es compasivo y misericordioso,lento a la ira y rico en clemencia;no nos trata como merecen nuestros pecadosni nos paga según nuestras culpas.
Como dista el oriente del ocaso,así aleja de nosotros nuestros delitos.Como un padre siente ternura por sus hijos,siente el Señor ternura por sus fieles.
Lectio El salmo 102, del que la liturgia entresaca algunos de sus versículos para este VII Domingo del Tiempo Ordinario, es un himno a la misericordia paternal de Dios que comienza en forma de diálogo entre el salmista y su propia alma (vv. 1-2), exhortándose a alabar a Dios y a no olvidar ninguno de sus beneficios. Beneficios que enumera a continuación: el Señor perdona sus culpas y cura sus enfermedades (v.3), arranca su vida de la muerte y la colma de su amor y compasión (v.4), sacia de bienes sus años (v.5), y hace justicia y defiende a los oprimidos (v.6). En la segunda parte (vv.7-19) el salmista contempla los beneficios que el Señor ha llevado a cabo en la historia del pueblo: ha revelado sus caminos (v.7), la actitud de Dios hacia los pecadores no es la de un Juez inapelable, sino la de un padre bondadoso (vv. 8-13). La razón de este proceder del Señor es que Él nos ha creado y sabe que somos frágiles (vv. 14-16). El poema concluye con una invitación a bendecir a Dios, dirigida a todo el universo, explicitada en cuatro invitaciones dirigidas a: los ángeles (v.20), los astros (v.21), todas las cosas creadas (v.22 a), y al mismo salmista (v.22b).
Meditatio El salmo 102 es, como ya hemos indicado, un canto de alabanza a la misericordia paternal de Dios. Misericordia, compasión, que el Señor en el Evangelio nos invita a imitar: “Sed perfectos (compasivos, nos transmite san Lucas) como vuestro Padre celestial es perfecto, compasivo.” Él no nos trata como merecen nuestros pecados, hace salir su sol sobre malos y buenos. Entonces, ¿cómo podemos ser nosotros rencorosos con quienes nos agravian? ¿ser insensibles con el que tenemos al lado y negarle el saludo? Cristo nos pide que amemos a nuestros enemigos, y nos lo indica de forma muy concreta: no devolver mal por mal, dar más de lo que nos reclaman, prestar sin esperar nada a cambio… En fin, la gratuidad que tanto nos cuesta en nuestra sociedad y en nuestro día a día personal. Miremos a Cristo, por quien nos vino la Redención, el perdón de nuestros pecados, en Él se revela el amor del Padre, su misericordia perpetua, su comprensión de los hombres. Gracias a Él la paternidad de Dios ya no es una simple imagen sino la realidad concreta de nuestra vida: nos llamamos y somos hijos de Dios.
Oratio Señor, a la luz de estas lecturas y del salmo constato que, en realidad, mis “enemigos” suelen ser mis “parientes”, ya que es con los cercanos con quienes más posibilidades de roces tengo. Los lejanos –si es que alguno hay- ni me van ni me vienen, no me afectan porque no los amo. Y Tú me impeles a amarlos a todos, por lo menos con un amor de benevolencia. Ayúdame, Señor, a ser como Tú, compasivo y misericordioso. Y a reconocer esta misma compasión y misericordia que los demás tienen conmigo y darTe, y darles gracias, por ello. Y, por favor, Señor, derrama copiosamente tu misericordia sobre tantos hermanos nuestros envueltos en guerras fratricidas y violencia de todo tipo. Que para ellos también haya gracia y ternura.
Contemplatio “El Señor obra misericordias. Y ved cómo las obra: no abandonándonos en el desierto, no dejándonos en la soledad mientras no lleguemos a la patria. Él obra misericordias. Pero, ¿con quiénes? Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos conseguirán la misericordia. Luego, nadie piense que ha de conseguir misericordia de Dios si él no es misericordioso. Pero oye cuál ha de ser la medida de la misericordia, no acontezca que la ejecutes con el amigo y no con el enemigo. Se dijo: Amad a vuestros enemigos. ¿Quieres ser saciado con los bienes de Dios? Encuéntrate saciado de misericordia. La completa misericordia es la perfecta misericordia.” (san Agustín, Enarraciones sobre los Salmos, 102, 11)
Actio Esta semana daré gracias al Señor de forma más consciente, por todos sus beneficios, por su misericordia y compasión para conmigo. Y esto se me tiene que notar en mi relación con mis hermanos.