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El dinamismo del REINO. PARA ORAR y VIVIR LA PALABRA. CONTEMPLACION ACCIÓN. ORACION. MEDITACION. EL GRANO DE MOSTAZA. LECTURA. PREPARACION. Ambientación.
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PARA ORAR y VIVIR LA PALABRA CONTEMPLACION ACCIÓN ORACION MEDITACION EL GRANO DE MOSTAZA LECTURA PREPARACION
Ambientación Estamos reunidos, un domingo más, para la celebración de la Misa como acto de acción de gracias a Dios y para escuchar su Palabra. Nuestra presencia en la celebración del Domingo es expresión de nuestra FE. En la celebración damos gracias a Dios y escuchamos su Palabra. Así fortalecemos nuestra FE y vamos colaborando para que la semilla del Reino, sembrada en nosotros, llegue a dar su buena cosecha, como nos enseña el Evangelio de este Domingo.
Nuestra FE no es un don de Dios que «debemos conservar guardado dentro de nosotros». Es un regalo que se nos ha dado a modo de semilla, que necesita crecer y desarrollarse, como el «grano de mostaza».
PREPARACIÓN INVOCACIÓN AL ESPÍRITU SANTO
Ven, Espíritu Santo, ilumina nuestra mente, nuestro corazón y nuestra voluntad, para que podamos comprender, aceptar y vivir la Palabra de Dios. Ven, Espíritu Creador, visita las mentes de los tuyos; llena de la gracia divina los corazones que tú has creado. Llena con tu santo poder a todos los que nos acercamos a escuchar la Palabra para que sepamos orarla y vivirla y, guiados por ella, nos encontremos con Jesucristo vivo para gloria del Padre.
Que nos dejemos empapar por la Palabra de Dios para hacer más fecunda nuestra vida en relación con los demás y que nuestra vida produzca frutos de amor y de justicia. Amén.
LECTURA ¿QUÉ DICE el texto?
PRIMERA LECTURA: EZ. 17, 22-24 «Todos los árboles silvestres sabrán que Yo soy el Señor»
¿Es que ha abandonado Dios a su pueblo? Acaso ya no cuida del árbol tan amorosamente plantado? No. Aquí es donde encajan las palabras prometedoras y esperanzadas del texto de Ezequiel. Lo que pasa es que Dios no quiere ni necesita el poder, la apariencia, el dominio. Dios no necesita un árbol estructural y externamente poderoso, aplastante, para realizar su obra. Se sirve de lo pequeño y de lo humilde, pero autentico; prefiere la confianza en su iniciativa a la autosuficiencia de las propias obras.
Y se extenderá, no por el prestigio externo o el pacto con las potencias mundanas, sino por su sinceridad, su testimonio, su humildad, su fidelidad a Yahvé-Dios. Los profetas hablaban sobre muchas cosas, pero su tema principal era siempre el futuro Mesías y Su Reino. En la profecía de hoy, este tema principal viene nuevamente en la parábola de la pequeña rama plantada en la cima de la montaña. A su tiempo la rama crece y se convierte en un árbol noble y grande, visible para todos y dando la bienvenida a todos. Así será con el Reino de Dios.
SALMO RESPONSORIAL: Sal. 92(91) «Es bueno dar gracias al Señor»
Este salmo tiene tres partes: a) Himno de acción de gracias (2-6); b) Reflexión de corte sapiencial (7-15) y c) Conclusión con el tema del himno (16). El salmo 92(91) canta la alegría que se deriva de una vida estructurada para la alabanza. El salmista plantea sus días a la vera del Santuario de Dios. Aborda el tema de la justicia divina que premia el bien y castiga el mal, según los esquemas tradicionales. La suerte reservada a los impíos y a los justos revela la profundidad de los designios divinos que el insensato es incapaz de comprender.
El impío crece como la hierba, sin consistencia; a diferencia de la solidez de la palmera y el cedro, símbolos del fiel. Sin plantear expresamente el problema, el salmo quiere dar una respuesta a los interrogantes que suscita el aparente triunfo del mal. vv. 2-3. «Es bueno dar gracias al Señor y tañer para tu nombre, oh Altísimo, proclamar por la mañana tu misericordia y de noche tu fidelidad» Al cantor le agrada cantar y tocar instrumentos para alabar a Yavé. Dar gracias a Dios, es para él una delicia.
En esto consiste su bien. Y el bien bíblico es exaltación del esplendor del ser. La bondad es belleza, suavidad, justicia, verdad, gozo exultante. Notemos que los salmistas han encontrado en la alabanza una fuente perenne de gozo. Son felices haciendo feliz a Dios. Se realizan como personas dando gracias a su Dios. El salmista no invita a nadie a alabar. El mismo saborea la alegría de la pura alabanza.
SEGUNDA LECTURA: 2Co. 5, 6-10 «Todos tendremos que comparecer ante el tribunal de Cristo»
San Pablo compara el camino de nuestra vida con el sendero que debe seguirse desde el exilio a la tierra prometida que es el permanente encuentro con Cristo. Este viaje desde el exilio está en penumbra, guiado por la fe e inspirado por la esperanza, conduciéndonos por las huellas de las buenas obras. Pablo se nos presenta aquí como un hombre fatigado, sin éxitos humanos, tentado de abandonar el campo de batalla (v. 4). Sería mucho más sencillo morir para dejar de sufrir y estar para siempre con Cristo.
Pero esto, piensa el Apóstol, sería en parte un huir de la realidad. La verdadera tarea del creyente es vivir en la fe, continuar la lucha en la esperanza, esforzarse por agradar a Dios y no por alagar a los hombres. Lo contrario sería correr el riesgo de presentarse ante el Señor el día del juicio con las manos vacías. Ayer como hoy la Iglesia tiene la tentación de renunciar a su misión. Unas veces huye de la realidad; otras veces busca seguridades humanas: dinero, concordatos, alianzas con los poderosos.
Con frecuencia cree agradar a Dios con oro y plata, con aparatosas manifestaciones, con complicados ritos... Pero a Dios no le interesa nada de esto. Nos juzgará por lo que hayamos hecho en favor o en contra de la misión verdadera y de la verdad del evangelio. La opción de la Iglesia por la tarea evangelizadora no es otra que la opción por el evangelio, por el anuncio humilde y fiel de la Palabra de Dios para provocar la conversión de corazón de los hombres.
Según la Palabra de Dios, esta tarea exige a la Iglesia: Renunciar a la apariencia externa, a las alianzas con los poderes del mundo, al éxito humano, a lo simplemente ritual, a poner la meta en el número de adscritos, a no tener en cuenta la Palabra de verdad y de justicia que germina en tantos corazones sinceros... Exige igualmente humildad de medios, reconocimiento de su impotencia, confianza en Dios, constancia en la lucha, paciencia en la realización de la tarea... La Iglesia vuelve a ser «resto».
Es un nuevo comienzo para que la semilla se haga árbol grande, auténtico, con frutos verdaderos. El reducto no es el ideal. Tampoco puede ser la excusa. Muchos que se van no son los que sobran, sino los que hacían falta. Pero no se les acoge. La evangelización es una llamada a la autenticidad de la conversión y de la misión en el mundo, según el Evangelio.
EVANGELIO: Mc. 4, 26-34 «La semilla germina y crece sin que el agricultor sepa cómo»
EVANGELIO DE JESUCRISTO SEGUN SAN MARCOS Gloria a Ti, Señor 26 Les decía: –El Reino de Dios es como un hombre que sembró un campo: 27 de noche se acuesta, de día se levanta, y la semilla germina y crece sin que él sepa cómo. 28 La tierra por sí misma produce fruto: primero el tallo, luego la espiga, y después el grano en la espiga. 29 En cuanto el grano madura, mete la hoz, porque ha llegado la cosecha.
(Mt 13,31s; Lc 13,18s) 30 Decía también: –¿Con qué compararemos el reino de Dios? ¿Con qué parábola lo explicaremos? 31 Con una semilla de mostaza: cuando se siembra en tierra es la más pequeña de las semillas; 32 después de sembrada crece y se hace más alta que las demás hortalizas, y echa ramas tan grandes que las aves pueden anidar a su sombra.
(Mt. 13,34) 33 Con muchas parábolas semejantes les exponía la Palabra adaptándola a la capacidad de sus oyentes. 34 Sin parábolas no les exponía nada; pero aparte, a sus discípulos les explicaba todo. Palabra del Señor. R/. Gloria a Ti, Señor Jesús.
Re-leamos LA PALABRA para interiorizarla Las lecturas anteriores insinuaban el Reino de Dios. En este Evangelio, el misterio de este Reino es presentado con las propias palabras de Jesús. En dos preciosas parábolas nos presenta Marcos el Reino de Dios: La de los vv 26-29, la semilla que crece sin que el agricultor se dé cuenta, la trae sólo este Evangelista. La del grano de mostaza (vv. 30-32), en cambio, coincide con Mateo y Lucas.
Re-leamos LA PALABRA para interiorizarla Las lecturas anteriores insinuaban el Reino de Dios. En este Evangelio, el misterio de este Reino es presentado con las propias palabras de Jesús. En dos preciosas parábolas nos presenta Marcos el Reino de Dios: La de los vv 26-29, la semilla que crece sin que el agricultor se dé cuenta, la trae sólo este Evangelista. La del grano de mostaza (vv. 30-32), en cambio, coincide con Mateo y Lucas.
Con estas dos parábolas del «campesino perseverante» y del «grano de mostaza», Jesús quiere justificar su actitud ante la humildad de medios que emplea, ante los fracasos aparentes, ante el dejar escapar la oportunidad de imponerse por el poder aplastando a los enemigos... La primera parábola nos presenta a Dios como el agricultor que siembra con esmero (cfr. Mt. 13, 33 = parábola del sembrador), y espera pacientemente a que la semilla dé frutos. A veces, los frutos aparentes son falsos. El verdadero fruto está escondido, se produce en aquéllos que habíamos despreciado como «malos».
Dios actúa y juzga de una manera distinta a como lo hacemos los hombres. La segunda parábola, con profunda conexión con la imagen de Ezequiel, se refiere posiblemente a la pequeñez de los medios empleados por Jesús para cumplir su tarea mesiánica. Jesús no emplea medios grandiosos, pero en lo pequeño está ya actuando lo maravilloso, y la apariencia no cuenta...
Podemos sacar algunas enseñanzas sobre la naturaleza del Reino: Primero: El Reino (su crecimiento completo) es en el futuro (vida eterna). Pero asimismo, el Reino es una realidad presente (una creciente semilla), inspirando nuestra esperanza, y expresando los actos de Jesús y su presencia entre nosotros. Segundo: El crecimiento del Reino en la historia, en las sociedades y en nuestros corazones, viene de la gracia de Dios (aun si nos quedamos dormidos). No puede, por lo tanto, ser detenido.
Por lo tanto, la evangelización siempre dará frutos, aunque en el crepúsculo y a través del camino de la cruz. Jesús deja en la tierra la semilla del Reino de Dios. Una fuerza secreta, divina, lo hará crecer hasta su total desarrollo y perfección. Entonces volverá Cristo para la siega (A. 14, 15). Debemos, por tanto, confiar en la virtud de la semilla. Y no debemos atribuirnos a nosotros su vitalidad. Nos lo dice maravillosamente uno de los mejores trabajadores que ha tenido el Reino de Dios, San Pablo:
«Ahora bien: ¿Qué es Apolo? ¿Que es Pablo? Ministros por medio de los cuales recibieron ustedes la fe; cada uno según la medida que Dios le otorgo. Yo plante, Apolo rego. Pero era Dios quien obraba el crecimiento. De modo que ni el que planta es algo ni el que riega, sino el que hace crecer, Dios» (1Co. 3, 5-7). Esta parábola a más de mantener en humildad a cuantos trabajan en el campo del Señor, nos dará serenidad y esperanza: «Somos colaboradores de Dios», recuerda San Pablo a todo Apóstol. «Y ustedes son labranza o campo de Dios», dice a los fieles (1Co. 3, 9).
El Reino de Dios, la Iglesia de Cristo, siempre humilde y sin apoyos humanos, tiene una riqueza y una virtualidad divina que la capacitan para vigorizar a cuantos a ella se acojan. Este Reino nada tiene de espectacular. Su fuerza es recatada, silenciosa, pero irresistible.
MEDITACIÓN ¿QUÉ NOS DICE el texto?
El valor de las cosas pequeñas. Tres enseñanzas importantes que encontramos en el Evangelio de hoy: a) Lo normal son las cosas pequeñas Estamos acostumbrados a ver y escuchar a personajes famosos y ricos; a que se hable de proyectos y resultados importantes y fascinantes; de grandes cambios para transformar el mundo; grandes problemas que nos desbordan, pero que hay que acometer.
Ante todo eso nos sentimos, por eso, pequeños, individuos pobres, impotentes. El Señor nos advierte que los grandes proyectos y los grandes protagonistas son la excepción. Lo normal son las cosas pequeñas como el grano de mostaza. Eso es lo que conforma nuestro vivir diario. No podemos hacer cosas grandes y excepcionales, pero podemos hacer que nuestras obras pequeñas, cotidianas, estén llenas de bondad. Podemos ser sembradores de amor, de ilusión, de solidaridad, perdón, alegría, esparciendo las innumerables semillas de bondad en nuestro entorno.
Si todos hiciéramos lo mismo cambiaríamos el mundo con más fuerza y energía que las grandes empresas. b) Nos parece que eso no sirve para nada. Nos cansamos de ser buenos y de que todo siga igual. Tenemos prisa en ver los resultados de nuestro trabajo y nos parece que todo depende de nosotros, y nos sentimos frustrados si no salen las cosas como nos parece a nosotros. Nosotros hemos de ser como el labrador que siembra, pero que sabe esperar y contempla, como a su tiempo, la semilla crece y da fruto.
Eso es una forma de humildad, de paciencia, y confianza. Hemos de saber esperar y dar tiempo al tiempo; saber confiar en que el Señor es el que hace crecer y que el tiene mas empeño que nosotros en cambiar el mundo y los hombres. Hemos de estar convencidos de la fuerza transformadora del Espíritu y dejar que todo transcurra según el tiempo de Dios. c)La salvación es universal para todos los hombres, los pájaros pueden anidar en el arbol en el que se ha convertido la mostaza.
Nosotros ponemos freno a la universalidad de Dios cuando decimos: A ese no, y la distancia que margina impide que a ese o a esos les llegue la semilla de la bondad. A ese no, y no vemos lo bueno de cada hombre. Hemos de colaborar con el bien, venga de donde venga, porque todo lo verdaderamente bueno viene de Dios. Hemos de acoger a todos y no marginar ni excluir a nadie de la acción de Dios. Que sepamos valorar las pequeñas acciones hechas con amor. Que aprendamos a ser pacientes y dejemos actuar a Dios. Que dejemos actuar al Espíritu para que demos frutos de buenas obras, que colaboren en la construcción del Reino y a la transformación del mundo.
El árbol frondoso Desde Natán los Profetas mantienen viva la esperanza del Rey Davídico, del Vástago de David que establecerá en la tierra el Reino Mesiánico. Hoy esta profecía de Ezequiel nos lo confirma: Ezequiel, testigo del mayor desastre de la Historia de Israel, ve el árbol real de David caído en tierra, destrozado por los leñadores: «La Casa de David era árbol frondoso. Mas fue arrancado con furor, abatido en tierra. Se secaron sus ramas. Las devoró el fuego. No queda una sola rama fuerte, ni un cetro para reinar»(Ez. 19, 1. 11).
Nabucodonosor arrasó la ciudad de Jerusalén con su Templo y Palacio Real. Deportó a Babilonia toda la familia davídica. Pero pronto la elegía de Ezequiel se trueca en canto de gozo. Dios toma un vástago de la familia davídica: «Y lo plantaré Yo mismo sobre un monte alto y excelso. Sobre la montana elevada de Israel, y lo plantaré; y dará fruto; y se hará cedro majestuoso; y se acogerán a él todas las aves de toda pluma; y morarán a la sombra de sus ramas. Yo, Yahvé, lo he dicho y lo cumpliré» (Ez. 17, 22).
En el plan de Dios el dolor, el destierro, la humillación van purificando de adherencias de terrena grandeza y poder, la esperanza del Rey Mesías, El Hijo de David no fundara un reino terreno, sino el Reino de Dios. Jesús aprovecha esta profecía de Ezequiel para explicarnos el Reino de los cielos que El ha venido a fundar: «Es semejante el Reino de los cielos a un grano de mostaza...» (Mt. 13, 31-32). Cristo, Vástago de la Raíz de David (Ap 22, 16), es el árbol gigante que cobija a todos los hombres y a todos nos nutre.
ORACIÓN ¿QUÉ LE DECIMOS NOSOTROS a DIOS?
Te damos gracias, Padre, y te bendecimos, porque con la venida de tu Hijo Jesús ha empezado a llegar tu Reino. Por mediación suya has suscitado un movimiento misterioso de germinación, de gestación y de crecimiento. Jesús es la verdadera semilla del Reino, que, hundiéndose en la tierra profunda, va pujando, abriendo caminos de luz y de vida.
Te damos gracias, Padre, porque en Jesús nos revelas la gran paradoja de la fe: sólo lo exiguo y pequeño tiene posibilidad de comulgar con la dinámica de tu Reino; no, en cambio, lo que ha dominado, lo que ha triunfado. Tus acciones admirables las realizas, no a través de Goliat, sino de David.
El milagro del banquete que nos prometes no se prepara mediante la abundancia, sino por la modestia de los dos panes y los cinco peces. A pesar de todo, creemos en la fuerza de tu futuro y confesamos nuestra fe en el porvenir de la promesa. Que tu Hijo dé claridad a nuestros ojos y alumbre nuestros corazones para superar las apariencias de lo superficial y penetrar hasta las raíces de lo que tiene futuro y garantía de eternidad.
Asiste a los pastores de tu Iglesia, para que orienten a los fieles al verdadero centro de todo. A Ti , Padre, la gloria y el honor, por los siglos de los siglos. Amén.
CONTEMPLACIÓN ACCIÓN ¿QUÉ NOS PIDE HACER la PALABRA?
El verdadero creyente ha de pensar siempre que su fe no es una adquisición que se conserva, sino un don de Dios que necesita crecer y extenderse. Podemos engañarnos pensando que tenemos verdadera fe, porque cumplimos con una serie de requisitos religiosos o de ritos. Pero nuestra fe no es auténtica si, junto a esto, no existe la conversión profunda y radical por la verdad del evangelio, por Cristo. Podemos ser cristianos bautizados, pero aún no plenamente convertidos. Vamos a examinar en estos momentos nuestra conciencia y a pedir perdón por la mediocridad de nuestra opción cristiana...
Contemplemos esta Palabra con tres creyentes que son modelo y animan nuestra fe: «La contemplación es una cumbre en la cual Dios se comienza a comunicar y manifestar al alma. Pero no acaba de manifestarse; sólo se asoma. Pues por muy altas que sean las noticias que al alma se le dan de Dios en esta vida, no son más que lejanas asomadas» (San Juan de la Cruz).