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Hablando de la Luna. Cargar Producciones C anelones - Uruguay. Rio Piracicaba. Besarse a la Luna, Mujer, es besarnos en toda la muerte: descienden los labios, con toda la Luna pidiendo su ocaso, del labio de arriba, del labio de abajo, gastada y helada y en cuatro pedazos.
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Hablando de la Luna Cargar Producciones Canelones - Uruguay Rio Piracicaba
Besarse a la Luna, Mujer, es besarnos en toda la muerte: descienden los labios, con toda la Luna pidiendo su ocaso, del labio de arriba, del labio de abajo, gastada y helada y en cuatro pedazos. Miguel Hernández Rio Piracicaba
La luna ha fascinado a la humanidad a través de los tiempos. Su belleza impresionó a los primeros hombres. Ser el cuerpo celeste más cercano y luminoso en la noche, el más cambiante en su apariencia, le ha otorgado un lugar preponderante en la búsqueda de signos por las múltiples culturas antiguas. Para estas culturas la luna ha representado simbólicamente a la Gran Diosa Madre, y por tanto, se la ha vinculado de maner a estrecha con la figura de la mujer. La ciencia se encargó de demostrar después que no es más que un satélite natural de la Tierra. Se le quitó su mágico influjo en el ascenso y descenso periódico de todas las aguas oceánicas: Las mareas son el resultado de la atracción gravitatoria de la Luna y del Sol sobre el agua y la propia Tierra.
Sin embargo, la poesía, arraigada al misticismo de los primeros hombres, a esa magia creada para deducir los misterios del Universo como una manifiesta búsqueda contemplativa, ha mantenido el sortilegio de la Luna. En la poesía se la vincula con el enigma, lo femenino, la soledad, el amor, la oscuridad; también es satélite y Diosa, farol o luciérnaga. Y han sido los poetas quienes más la invocaran como musa arcaica, veladora de los sueños de los hombres, cuando el Sol se oculta y todo parece desnudo bajo su lánguida luz. La Luna y sus formas en el corazón de los poetas. ¿Qué es aquello que tanto emociona? ¿Cómo se manifiesta su blanca presencia nocturna en los versos?
Para Jaime Sabines en su poema La Luna el satélite se transforma en una pócima que cura todos los males, benéfica para el destino y hasta pacificadora en la muerte. La luna se puede tomar a cucharadas o como una cápsula cada dos horas. Es buena como hipnótico y sedante y también alivia a los que se han intoxicado de filosofía. Un pedazo de luna en el bolsillo es mejor amuleto que la pata de conejo: sirve para encontrar a quien se ama, para ser rico sin que lo sepa nadie y para alejar a los médicos y las clínicas. Se puede dar de postre a los niños cuando no se han dormido, y unas gotas de luna en los ojos de los ancianos ayudan a bien morir. (fragmento)
Muchos poetas la han visto personificada. Ella ríe, canta y, como en los versos del poema Fantasía de una nota de abril de Antonio Machado, acompaña al poeta por las calles, vistiendo un blanco soñar: Como un laberinto mi sueño torcía de calle en calleja. Mi sombra seguía de aquel laberinto la sierpe encantada, en pos de una oculta plazuela cerrada. La luna lloraba su dulce blancor. (fragmento)
Para Federico García Lorca, su influjo muestra aquello que el día oculta. En su poema La luna asoma, podemos sentir como su luz lo transforma todo: Cuando sale la luna se pierden las campanas y aparecen las sendas impenetrables. Cuando sale la luna, el mar cubre la tierra y el corazón se siente isla en el infinito. (fragmento)
Sin duda, la belleza subyuga siempre al poeta. En su poema LaLuna y la rosa, Miguel de Unamuno recita esa divinidad que alimenta el espíritu. Toda cabellos tranquilos, la Luna, tranquila y sola, acariciaba a la Tierra con sus cabellos de rosa silvestre, blanca, escondida... (fragmento)
Si la luna es misterio, no es insólito que la muerte, el enigma más grande, pueda abrazarla, como lo hace en los versos del poema La muerte de la luna de Leopoldo Lugones: Al mismo tiempo que la luna, una gran perla se apaga en tu meñique; disipa la brisa retardados sonrojos; y el cielo como una barca que se va a pique, definitivamente naufraga en tus ojos.
Para Alfonsina Storni en su poema Viaje ella, la luna, resulta ser quien la conduce al misterio de la muerte. ¡Oh! la luna ha movido sus dos labios de plata. ¡Oh! la luna me ha dicho las tres viejas palabras: «Muerte, amor y misterio...» ¡Oh, mis carnes se acaban! Sobre las carnes muertas alma mía se enarca. Alma —gato nocturno— sobre la luna salta. (fragmento)
Para cada poeta se manifiesta de una manera distinta. Son tantas las emociones que provoca como versos se han escrito y se escribirán. Cesar Vallejo encuentra a su corazón en su poema Deshojación sagrada: ¡Luna! Y a fuerza de volar en vano,te holocaustas en ópalos dispersos:tú eres tal vez mi corazón gitanoque vaga en el azul llorando versos!... (fragmento)
Sin duda es mujer. Mujer apasionada. Mujer que arroja al amor, al dolor, a la muerte. Seductora diosa desnuda que atrae ensueño. Juan Ramón Jiménez suspira por ella en su poema Luna grande ¿Andas tú desnuda por el campo? Como un agua eterna, por todo entra y sale. ¿Andas tú desnuda por el aire? (fragmento)
Diosa de la fascinación, nacida del encanto, inspiradora, hechicera. Jorge Luis Borges en su poema 1964 nos dice cuán férrea es su soledad cuando el mundo pierde la magia. Ya no es mágico el mundo. Te han dejado. Ya no compartirás la clara luna ni los lentos jardines. Ya no hay una luna que no sea espejo del pasado, cristal de soledad, sol de agonías.
Luna de asombro en la mirada, en los ojos del niño nuestro, en nosotros. Extasío que la descubre como en los versos de Guillermo Pilía en su poema Luna de Alexis: Pero allá sobre las casas, en la linde del cielo,los mismos árboles refrescaban la atmósfera:los tilos olorosos de noviembre, los pinos y cipreses,los eucaliptos balsámicos: de aquellasmaderas inmortales brotaba a veces esta lunaque mi hijo contempla con mis ojos de asombro.(fragmento)
Se me escapan los poetas en la inextinguible música noctámbula, me quedo con las ganas de nombrarlos, de confesar sus versos bañados de luna. Tantos son los poetas que desangraron un poema en torno a ella... No hay uno solo que no la nombre alguna vez, que no componga un verso con el influjo de su presencia. No hay un solo poeta, que se precie de serlo, que no sienta su magnetismo hechicero. La Luna alumbra el corazón de los poetas con sus fragmentos de luz. Y aunque los tiempos cambien y la ciencias continúen dando respuestas, estarán ellas, siempre, la luna y la poesía, para sostener la magia. Fin