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MISIÓN – APOSTOLADO - SERVICIO. PRESENCIA INTERNACIONAL DE LA ORDEN EN SU MISIÓN APOSTÓLICA. España, Portugal, Praga, Estados Unidos, Brasil, Venezuela, Perú, Panamá, Argentina, Centroamérica, República Dominicana, Puerto Rico, Cuba,
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PRESENCIA INTERNACIONAL DE LA ORDEN EN SU MISIÓN APOSTÓLICA España, Portugal, Praga, Estados Unidos, Brasil, Venezuela, Perú, Panamá, Argentina, Centroamérica, República Dominicana, Puerto Rico, Cuba, Filipinas, India, Tanzania , China…
VISIÓN PANORÁMICA • VIVIMOS UN PRESENTE ILUMINADO POR UN PASADO QUE SE PROYECTA HACIA EL FUTURO. • ESTE PROCESO DINÁMICO DE NUESTRO SER CRISTIANO ES “VIVIR EN EL HOY DE DIOS”. • DIOS Y EL HOMBRE DIALOGAN PARA CONSTRUIR “LA CIVILIZACIÓN DEL AMOR”. • TRÍPODE ECLESIAL: BAUTISMO, RECONCILIACIÓN, EUCARISTÍA • TRÍPODE HUMANO: SER EN REALIDAD, SER EN RELACIÓN, SER EN LA REALIDAD. • TRÍPODE AGUSTINIANO: INTERIORIDAD, COMUNIDAD, MISIÓN. • TRÍPODE DE LA PJA: ES PASTORAL, ES JUVENIL, ES AGUSTINIANA. (La Iglesia dialoga con los jóvenes por mediación de la OSA)
VOCACIÓN - MISIÓN ILUMINACIÓN TEOLÓGICA, FORMATIVA, PASTORAL Y AGUSTINIANA • PRINCIPIOS FUERZA • No se trata de vocación (y) misión, sino de vocación-misión. • La misión es el “para” de toda vocación. • La misión da sentido a la vocación y no al revés. • La misión es más amplia que la vocación. • La misión fortalece y sostiene la vocación. • La misión es la realización de toda vocación en la Iglesia. • La misión ni es exclusiva ni excluyente, es inclusiva. • La misión es todo aquello que realizamos en bien de los demás con los ojos de la realidad y desde el corazón de Dios.
III. PRINCIPIOS DE CONVICCIÓN • Todo ser humano está llamado a realizar una misión. • Los cristianos, tenemos una conciencia misionera y la explicamos diciendo que JESÚS, nuestro SEÑOR resucitado nos envió a proclamar el Evangelio a todo el mundo y hasta el final de los tiempos (cf. Mt 28, 19; Mc 16, 15). • Toda persona consagrada debe estar consciente de que ha recibido un don y una tarea que hacen posible la misión encomendada. • Cada vez constatamos con más fuerza que la misión es la razón de ser de la existencia cristiana. • Sin la misión, no somos auténticos seguidores de Jesús.
IV. CONCIENCIA DE SER ENVIADOS 1) Conciencia misional Trinitaria. • La Misión (con mayúscula) brota de las entrañas del Abbá(Padre), que nos envía a su Unigénito (Jesús) y desde él nos envía al Espíritu. • Esta misión Trinitaria es el punto de partida de todos los caminos de Dios. • El mundo es el punto de llegada: “Tanto amó Dios al mundo, que le entregó a su Hijo…” (Juan 3, 16). • Con el Hijo entregó su Espíritu, y también a los “hijos en el Hijo”, la Iglesia.
2) Conciencia misionera-eclesial. • A la acción profética de Jesús sigue la evangelización de la Iglesia. El Espíritu unge a la Iglesia para evangelizar. • En Pentecostés, la comunidad cristiana queda ungida por el Espíritu para la misión. • Con la venida del Espíritu Santo, queda rota la visión nacionalista de los discípulos al ser conferida la misión universal: Jerusalén, Samaria…, y hasta los confines del mundo. • La misión, más que una dimensión esencial de la Iglesia, es su verdadera vocación.
La Iglesia es enviada a todos los pueblos y hasta el fin de los tiempos para hacer que todos los hombres reconozcan a Jesucristo como SEÑOR. • La Iglesia no es el centro hacia el que deberán confluir todos los pueblos para contemplar la gloria de Dios, sino que es una comunidad enviada a las naciones para hacer que nazca en ellas la gloria del Resucitado. • La comunidad eclesial no se constituye en el centro del mundo sino que se pone a su servicio. 3) Conciencia de una misión-compartida. “Una misión de estas dimensiones, de esta complejidad, no puede ser realizada por un grupo de creyentes. Es una responsabilidad que recae sobre la Iglesia entera. La misión es una sola, pero requiere la colaboración responsable de todos los creyentes. Cada uno según sus propios carismas ha de convertirse en ministro de la misión de la Iglesia. Pues en la Iglesia hay pluralidad de ministerios, pero unidad de misión” (cf. LG 4, 7).
EL APOSTOLADO SE MIDE POR EL SER, NO POR EL HACER SER EN REALIDAD SER EN RELACIÓN SEREN LA REALIDAD
V. EXIGENCIAS DE LA MISIÓN La acción misionera propone hoy una serie de exigencias que vienen marcadas por el mandato que se nos confía y por los desafíos que nos plantea el mundo al que somos enviados, y que hoy urge una mayor autenticidad. • Seguir a Cristo Evangelizador. La misión no puede ser entendida ni vivida más que como un seguimiento de Jesús, enviado por el Padre para anunciar la Buena Nueva. Seguir a Jesús significa aceptar y hacer propio el orden nuevo de valores que él propone como el Reino. Todo esto implica para un consagrado:
el seguimiento, la imitación y configuración con Cristo; • el buscar los mismos intereses de Jesús, adquirir sus mismas actitudes y experimentar sus mismos sentimientos desde una perspectiva misionera; • vivir los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia con una dimensión apostólica; • conseguir y practicar un conjunto de “virtudes apostólicas” que le capacitan para la misión apostólica según el propio carisma congregacional: la caridad y el celo apostólico, la capacidad de entregarse totalmente hasta la muerte, el desprendimiento afectivo y real de personas y estructuras, la disponibilidad total respecto a personas, países y culturas, etc.
2) En una comunidad evangelizada y evangelizadora. • Una comunidad es evangelizada en la medida en la que se mantiene en conversión permanente. • Comunidad que tiene siempre como punto de referencia la Palabra de Dios. • Comunidad, que a partir de la Palabra cultiva el diálogo que pone en actitud de servicio respecto de los hermanos, para ofrecerles nuestra confianza, lo mismo que para ayudarles en la fidelidad a los compromisos adquiridos. • Comunidad que discierne cuanto acontece y se deja evangelizar por los hechos que afectan a los hombres, sobre todo a los más pobres y necesitados, a los que es enviada. • La comunidad religiosa está llamada a ser en la Iglesia una verdadera comunidad de testigos y profetas: • testigos de que el Reino ya ha comenzado; • como profetas, en tanto y en cuanto la proclamación de ese Reino sea vivido en plenitud y nuestra vida deje transparentar la gloria de Jesús sobre la muerte de nosotros mismos.
3) Con el testimonio de vida. ¿Creemos verdaderamente lo que anunciamos? ¿Vivimos lo que creemos? ¿Predicamos verdaderamente lo que vivimos? En nuestro testimonio de consagrados hemos de ser coherentes con los valores evangélicos y con nuestro carisma agustiniano, de tal manera que expresen una personalidad humanamente realizada y alegre. Hemos de estar conscientes que la consagración se convierte para los consagrados en la primera y primigenia forma de evangelizar. 4) A ejemplo de María, primera discípula de Jesús. El evangelizador debe inspirar su estilo de vida en María, que escucha atentamente la Palabra, la medita en su Corazón, la anuncia y se compromete activamente en los intereses del Reino. Por su imitación e intercesión, María nos ayuda a configurarnos con su Hijo Jesús. Bajo la acción materna de María aprendemos a acoger la Palabra, a darle un cuerpo de compromiso en la vida y a comunicarla con la misma presteza y generosidad con que ella lo hiciera.
5) En creatividad, amor y alegría. Los consagrados no serían verdaderamente consagrados si no se hicieran sensibles a tantos y tan diversos desafíos como se presentan hoy en el mundo y en la Iglesia. Ellos nos llevan a fomentar, en todas las circunstancias: • la sagacidad y laboriosidad para inventar nuevos métodos para la misión, más adaptados y eficaces para anunciar a los hombres de cada época la Buena Nueva del Reino. • el espíritu de iniciativa que obliga a ponernos bajo el impulso del Espíritu Santo y trabajar con generosidad y audacia en la búsqueda de nuevos caminos en conformidad con la naturaleza carismática y profética de la vida congregacional. • la alegría de comunicar el amor incondicional del Padre. La Buena Nueva no puede llegar al hombre de hoy por medio de hombres desalentados, aburridos, tristes, impacientes, intransigentes, ansiosos, sino a través de personas cuya vida irradia el fervor de quienes han recibido, ante todo en sí mismos, la alegría de Cristo.
VI. DISCERNIMIENTO MISIONAL Toda acción apostólica y misionera necesita de unos criterios de discernimiento. • Los consagrados han de emplear en el desarrollo de la misión todos los medios posibles que estén en la línea del propio carisma. • Estos medios han de estar situados en el marco del carisma propio en la Iglesia. • Han de ser adecuados para responder a los signos de los tiempos. • Intuir aquello que es más urgente, más oportuno, más eficaz.
Fr. Reinaldo Rivera Díaz, O.S.A. Maestro de profesos de Guadarrama