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Memoria oficial de la ciudad letrada /vs./ memoria popular de la aldea oral.
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Memoria oficial de la ciudad letrada /vs./ memoria popular de la aldea oral “Hay que distinguir entre los procesos de la memoria popular y las formas de la memoria oficiales, del Estado y de la clase dominante … La historiografía oficial crea héroes que representan a la nación, lo cual comenzó con los héroes de la Independencia … Las versiones populares de esos mismos héroesson a menudo muy diferentes, como ocurre con la figura de Simón Bolívar tal como se conserva en las tradiciones orales de la población rural negra de Venezuela. Este Bolívar tuvo una madre negra, y es protegido por poderes mágicos. Las diferencias tienen que ver tanto con el modo de preservar la memoria (narraciones orales) como con el imaginario popular como matriz de creencias e imágenes”. (Rowe, William, and Vivian Schelling. Memory and Modernity. Popular Culture in Latin America. London/New York: Verso, 1991: 229-30). “There is a need to distinguish the processes of popular memory from official, state and ruling-class forms of memory … Official historiography creates heroes who represent the nation, and this began with the heroes of Independence … Popular versions of these selfsame heroes are often very different, as happens with the figure of Simón Bolívar, conserved in the oral traditions of the rural black population of Venezuela. This Bolívar had a black mother, and is protected by magical powers. The differences here have to do both with the mode of storage of memory (oral narratives) and with the popular imaginary as matrix of beliefs and images”. ¿Mackandal, griot? La figura del griot
El griot, historiador oral del África “Soy griot. Soy Djeli Mamadou Kouyaté, hijo de Bintou Kouyaté y de Djeli Kedian Kouyaté, maestros en el arte de hablar. Desde tiempos inmemoriales, los Kouyaté están al servicio de los príncipes Keita de Mandinga: somos las bolsas de palabras, somos las bolsas que encierran secretos varias veces seculares”. “Je suis griot. C'est moi Djeli Mamadou Kouyaté, fils de Bintou Kouyaté et de Djeli Kedian Kouyaté, maîtres dans l'art de parler. Depuis des temps immémoriaux les Kouyaté sont au service des princes Keita du Manding: nous sommes les sacs à paroles, nous sommes les sacs qui renferment des secrets plusieurs fois séculaires”. (Declaración inicial del griot Mamadou Kouyaté, citada en Louis-Jean Calvet (1984). La tradition orale. Paris: PUF: 3).
corzos de la dama que se mece inocentemente en un columpio. Pero Ti Noel fue atraído, en aquel momento, por un grabado en cobre, último de la serie, que se diferenciaba de los demás por el asunto y la ejecución. Representaba algo así como un almirante o un emba-jador francés, recibido por un negro rodeado de aba-nicos de plumas y sentado sobre un trono adornado de figuras de monos y de lagartos. –¿Qué gente es ésta? –preguntó atrevidamente al librero, que encendía una larga pipa de barro en el um-bral de su tienda. –Éste es un rey de tu país. No hubiera sido necesaria la confirmación de lo 30 11
que ya pensaba, porque el joven esclavo había recor-dado, de pronto, aquellos relatos que Mackandal sal-modiaba en el molino de cañas, en horas en que el caballo más viejo de la hacienda de Lenormand de Mezy hacía girar los cilindros. Con su voz fingidamente cansada para preparar mejor ciertos remates, el mandinga solía referir hechos que habían ocurrido en los grandes reinos de Popo, de Arada, de los Nagós, de los Fulas. Hablaba de vastas migraciones de pueblos, de guerras seculares, de prodigiosas batallas en que los animales habían ayudado a los hombres. Conocía la historia de Adonhueso, del Rey de Angola, del Rey Dá, encarnación de la Serpiente, que es eterno principio, nunca acabar, y que se holgaba místicamente con una reina que era el Arco Iris, señora del agua y de todo parto. Pero, sobre todo, se hacía prolijo con la gesta de Kanzán Muza, el fiero Muza, hacedor del invencibleimperio de los mandingas… Introducción de este personaje mítico (aunque también histórico): un verdadero griot africano 5 que ya pensaba, porque el joven esclavo había recor-dado, de pronto, aquellos relatos que Mackandal sal-modiaba en el molino de cañas, en horas en que el caballo más viejo de la hacienda de Lenormand de Mezy hacía girar los cilindros. Con su voz fingidamente cansada para preparar mejor ciertos remates, el mandinga solía referir hechos que habían ocurrido en los grandes reinos de Popo, de Arada, de los Nagós, de los Fulas. Hablaba de vastas migraciones de pueblos, de guerras seculares, de prodigiosas batallas en que los animales habían ayudado a los hombres. Conocía la historia de Adonhueso, del Rey de Angola, del Rey Dá, encarnación de la Serpiente, que es eterno principio, nunca acabar, y que se holgaba místicamente con una reina que era el Arco Iris, señora del agua y de todo parto. Pero, sobre todo, se hacía prolijo con la gesta de Kanzán Muza, el fiero Muza, hacedor del invencible imperio de los mandingas… 10 que, más adelante, va a convertirse en un héroe similar a los de las historias que relata... 15 12