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Enciende la luz, haz clic en el botón. Ahora enciende la chimenea, haciendo clic en el botón. CONTIENE MUSICA DE FONDO. para leer los poemas elije la estantería del autor y haz clic. Salir. García Lorca. Gabriela Mistral. Juan Ramón Jimenez. Pablo Neruda. Jorge Luis Borges. José Martí.
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Ahora enciende la chimenea, haciendo clic en el botón CONTIENE MUSICA DE FONDO
para leer los poemas elije la estantería del autor y haz clic Salir García Lorca Gabriela Mistral Juan Ramón Jimenez Pablo Neruda Jorge Luis Borges José Martí Antonio Machado Gustavo Adolfo Bécquer Mario Benedetti Miguel de Unamuno domingo, 24 de agosto de 2014
Federico García Lorca Granada 1898-1936 1898 el 5 de junio nace Federico García Lorca en Fuente Vaqueros, provincia de Granada, hijo de Federico García Rodríguez y Vicenta Lorca Romero. Será el mayor de cuatro hermanos: Francisco, Concha e Isabel.1908 Pasa unos meses en Almería, donde comienza sus estudios de bachillerato. Primeros estudios de música. 1909 se traslada con su familia a vivir a Granada.1915-1917 Estudios de Filosofía y Letras y de Derecho en la Universidad de Granada. Amistad con el núcleo intelectual granadino (Melchor Fernández Almagro, Miguel Pizarro, Manuel Ángeles Ortiz, Ismael G. de la Serna, Angel Barrios,...). Viajes de estudios, dirigidos por el Catedrático Martín Domínguez Barrueta, por Andalucía, Castillla y Galicia. Inicia su amistad con el compositor Manuel de Falla, quien fija su residencia en Granada.1918 Publica en Granada su primer libro Impresiones y Paisajes y escribe algunos poemas que aparecerán más tarde en su primer libro de versos, Libro de Poemas. Siguiente
Romance de la Luna La luna vino a la fragua con su polizón de nardos.El niño la mira, mira. El niño la está mirando. En el aire conmovido mueve la luna sus brazos y enseña, úbrica y pura, sus senos de duro estaño. Huye luna, luna, luna. Si vinieran los gitanos, harían con tu corazón collares y anillos blancos.Niño, déjame que baile.Cuando vengan los gitanos,te encontrarán sobre el yunquecon los ojillos cerrados.Huye, luna, luna, luna, que ya siento los caballos.Niño, déjame, no pises mi blancor almidonado El jinete se acercaba tocando el tambor del llano.Dentro de la fragua el niño tiene los ojos cerrados. Por el olivar venían, bronce y sueño, los gitanos.Las cabezas levantadas y los ojos entornados. ¡Cómo canta la zumaya,ay, cómo canta en el árbol!Por el cielo va la luna con un niño de la mano. Dentro de la fragua lloran, dando gritos, los gitanos.El aire la vela, vela.El aire la está velando. Siguiente
Frunce su rumor el mar. Los olivos palidecen. Cantan las flautas de umbría y el liso gong de la nieve. ¡Preciosa, corre, Preciosa, que te coge el viento verde!¡Preciosa, corre, Preciosa!¡Míralo por donde viene!Sátiro de estrellas bajas con sus lenguas relucientes. Preciosa, llena de miedo, entra en la casa que tiene, más arriba de los pinos, el cónsul de los ingleses. Asustados por los gritos tres carabineros vienen, sus negras capas ceñidas y los gorros en las sienes. El inglés da a la gitana un vaso de tibia leche, y una copa de ginebraque Preciosa no se bebe. Y mientras cuenta, llorando, su aventura a aquella gente, en las tejas de pizarra el viento, furioso, muerde. Preciosa y el aire Su luna de pergamino Preciosa tocando viene por un anfibio sendero de cristales y laureles.El silencio sin estrellas, huyendo del sonsonete, cae donde el mar bate y canta su noche llena de peces.En los picos de la sierra os carabineros duermen guardando las blancas torres donde viven los ingleses. y los gitanos del agua levantan por distraerse, glorietas de caracolas yramas de pino verde. Niña, deja que levante tu vestido para verte.Abre en mis dedos antiguos la rosa azul de tu vientre. Preciosa tira el pandero y corre sin detenerse.El viento-hombrón la persigue con una espada caliente. Siguiente
El juez, con guardia civil,por los olivares viene.Sangre resbalada gimemuda canción de serpiente.Señores guardias civiles: aquípasó lo de siempre.Han muerto cuatro romanosy cinco cartagineses. La tarde loca de higuerasy de rumores calientescae desmayada en los muslosheridos de los jinetes.Y ángeles negros volabanpor el aire del poniente.Ángeles de largas trenzasy corazones de aceite. Reyerta En la mitad del barrancolas navajas de Albacetebellas de sangre contraria,relucen como los peces.Una dura luz de naiperecorta en el agrio verdecaballos enfurecidosy perfiles de jinetes.En la copa de un olivolloran dos viejas mujeres.El toro de la reyertase sube por las paredes.Ángeles negros traíanpañuelos y agua de nieve.Ángeles con grandes alasde navajas de Albacete.Juan Antonio el de Montillarueda muerto la pendiente,su cuerpo lleno de liriosy una granada en las sienes.Ahora monta cruz de fuego,carretera de la muerte. Siguiente
Romance Sonámbulo Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar y el caballo en la montaña. Con la sombra en la cintura ella sueña en su baranda, verde carne, pelo verde, con ojos de fría plata. Verde que te quiero verde. Bajo la luna gitana, las cosas la están mirando y ella no puede mirarlas. Verde que te quiero verde. Grandes estrellas de escarcha, vienen con el pez de sombra que abre el camino del alba. La higuera frota su viento con la lija de sus ramas, y el monte, gato garduño, eriza sus pitas agrias. ¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...? Ella sigue en su baranda, verde carne, pelo verde, soñando en la mar amarga. Compadre, quiero cambiar mi caballo por su casa,mi montura por su espejo, mi cuchillo por su manta. Compadre, vengo sangrando, desde los puertos de Cabra. Si yo pudiera, mocito, ese trato se cerraba. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Compadre, quiero morir decentemente en mi cama. De acero, si puede ser, con las sábanas de holanda. ¿No ves la herida que tengo desde el pecho a la garganta? Trescientas rosas morenas lleva tu pechera blanca. Tu sangre rezuma y huele alrededor de tu faja. Pero yo ya no soy yo, ni mi casa es ya mi casa. Dejadme subir al menos hasta las altas barandas, ¡dejadme subir!, dejadme hasta las verdes barandas. Barandales de la luna por donde retumba el agua. Ya suben los dos compadres hacia las altas barandas. Dejando un rastro de sangre. Dejando un rastro de lágrimas. Temblaban en los tejados farolillos de hojalata. Mil panderos de cristal, herían la madrugada. Verde que te quiero verde, verde viento, verdes ramas. Los dos compadres subieron. El largo viento, dejaba en la boca un raro gusto de hiel, de menta y de albahaca. ¡Compadre! ¿Dónde está, dime? ¿Dónde está tu niña amarga? ¡Cuántas veces te esperó! ¡Cuántas veces te esperara cara fresca, negro pelo, en esta verde baranda! Sobre el rostro del aljibese mecía la gitana. Verde cama, pelo verde, con ojos de fría plata. Un carámbano de luna la sostiene sobre el agua. La noche se puso íntima como una pequeña plaza. Guardias civiles borrachos en la puerta golpeaban. Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. El barco sobre la mar. Y el caballo en la montana. Siguiente
La monja gitana Silencio de cal y mirto.Malvas en las hierbas finas.La monja borda alhelíessobre una tela pajiza.Vuelan en la araña gris,siete pájaros del prisma.La iglesia gruñe a lo lejoscomo un oso panza arriba.¡Qué bien borda ! ¡Con qué gracia!Sobre la tela pajiza,ella quisiera bordarflores de su fantasía.¡Qué girasol! ¡Qué magnoliade lentejuelas y cintas!¡Qué azafranes y qué lunas,en el mantel de la misa!Cinco toronjas se endulzanen la cercana cocina.Las cinco llagas de Cristocortadas en Almería. Por los ojos de la monjagalopan dos caballistas.Un rumor último y sordole despega la camisa,y al mirar nubes y montesen las yertas lejanías,se quiebra su corazónde azúcar y yerbaluisa.¡Oh!, qué llanura empinadacon veinte soles arriba.¡Qué ríos puestos de pievislumbra su fantasía!Pero sigue con sus flores,mientras que de pie, en la brisa,la luz juega el ajedrezalto de la celosía. . Siguiente
San Miguel Se ven desde las barandas,por el monte, monte, monte,mulos y sombras de muloscargados de girasoles. Sus ojos en las umbríasse empañan de inmensa noche.En los recodos del airecruje la aurora salobre. Un cielo de mulos blancoscierra sus ojos de azoguedando a la quieta penumbraun final de corazones.Y el agua se pone fríapara que nadie la toque.Agua loca y descubiertapor el monte, monte, monte. San Miguel lleno de encajesen la alcoba de su torre,enseña sus bellos muslosceñidos por los faroles. Arcángel domesticadoen el gesto de las doce,finge una cólera dulcede plumas y ruiseñores. San Miguel canta en los vidrios; efebo de tres mil noches, fragante de agua colonia y lejano de las flores. El mar baila por la playa,un poema de balcones. Las villas de la luna pierden juncos, ganan voces. Vienen manolas comiendosemillas de girasoles, los culos grandes y ocultos como planetas de cobre.Vienen altos caballeros y damas de triste porte, morenas por la nostalgia de un ayer de ruiseñores. Y el obispo de Manila, ciego de azafrán y pobre, dice misa con dos filos para mujeres y hombres San Miguel se estaba quietoen la alcoba de su torre,con las enaguas cuajadasde espejitos y entredoses. San Miguel, rey de los globosy de los números nones,en el primor berberiscode gritos y miradores. Siguiente
Muerto de amor ¿Qué es aquello que relucepor los altos corredores?Cierra la puerta, hijo mío,acaban de dar las once.En mis ojos, sin querer,relumbran cuatro faroles.Será que la gente aquellaestará fregando el cobre. * Ajo de agónica platala luna menguante, ponecabelleras amarillasa las amarillas torres.La noche llama temblandoal cristal de los balcones,perseguida por los milperros que no la conocen,y un olor de vino y ámbarviene de los corredores. * Brisas de caña mojaday rumor de viejas voces,resonaban por el arcoroto de la media noche.Bueyes y rosas dormían. Sólo por los corredores las cuatro luces clamaban con el furor de San Jorge.Tristes mujeres del valle bajaban su sangre de hombre, tranquila de flor cortada y amarga de muslo joven.Viejas mujeres del río lloraban al pie del monte, un minuto intransitable de cabelleras y nombres. Fachadas de cal, ponían cuadrada y blanca la noche. Serafines y gitanos tocaban acordeones. Madre, cuando yo me muera, que se enteren los señores. Pon telegramas azules que vayan del Sur al Norte.Siete gritos, siete sangres, siete adormideras dobles, quebraron opacas lunas en los oscuros salones.Lleno de manos cortadas y coronitas de flores, el mar de los juramentos resonaba, no sé donde. Y el cielo daba portazos al brusco rumor del bosque, mientras clamaban las luces en los altos corredores. Siguiente
El Camborio de camino a Sevilla Antonio Torres Heredia,hijo y nieto de Camborios,con una vara de mimbreva a Sevilla a ver los toros.Moreno de verde lunaanda despacio y garboso.Sus empavonados buclesle brillan entre los ojos.A la mitad del caminocortó limones redondos,y los fue tirando al aguahasta que la puso de oro.Y a la mitad del camino,bajo las ramas de un olmo,guardia civil camineralo llevó codo con codo. El día se va despacio,la tarde colgada a un hombro,dando una larga torerasobre el mar y los arroyos.Las aceitunas aguardanla noche de Capricornio,y una corta brisa, ecuestre,salta los montes de plomo. Antonio Torres Heredia,hijo y nieto de Camborios,viene sin vara de mimbreentre los cinco tricornios. Antonio, ¿quién eres tú?Si te llamaras Camborio,hubieras hecho una fuentede sangre con cinco chorros.Ni tú eres hijo de nadie,ni legítimo Camborio.¡Se acabaron los gitanosque iban por el monte solos!Están los viejos cuchillostiritando bajo el polvo. A las nueve de la nochelo llevan al calabozo,mientras los guardias civilesbeben limonada todos.Y a las nueve de la nochele cierran el calabozo,mientras el cielo relucecomo la grupa de un potro. Siguiente
El Camborio Voces de muerte sonaroncerca del Guadalquivir.Voces antiguas que cercanvoz de clavel varonil.Les clavó sobre las botasmordiscos de jabalí.En la lucha daba saltosjabonados de delfín.Bañó con sangre enemigasu corbata carmesí,pero eran cuatro puñalesy tuvo que sucumbir.Cuando las estrellas clavanrejones al agua gris,cuando los erales sueñanverónicas de alhelí,voces de muerte sonaroncerca del Guadalquivir. Antonio Torres Heredia,Camborio de dura crin,moreno de verde luna,voz de clavel varonil:¿Quién te ha quitado la vidacerca del Guadalquivir? Mis cuatro primos Herediashijos de Benamejí.Lo que en otros no envidiaban, ya lo envidiaban en mí.Zapatos color corinto, medallones de marfil, y este cutis amasadocon aceituna y jazmín.¡Ay Antoñito el Camborio,digno de una Emperatriz!Acuérdate de la Virgen porque te vas a morir.¡Ay Federico García,llama a la Guardia Civil! Ya mi talle se ha quebrado como caña de maíz. Tres golpes de sangre tuvoy se murió de perfil.Viva moneda que nuncase volverá a repetir.Un ángel marchoso ponesu cabeza en un cojín.Otros de rubor cansado,encendieron un candil.Y cuando los cuatro primosllegan a Benamejí,voces de muerte cesaroncerca del Guadalquivir. Siguiente
El Piyayo ¿Tu conoces al ”Piyayo”un viejecillo renegro, reseco y chicuelo;la mirada de gallo pendenciero y hocico de raposo tiñoso... que pide limosna por "tangos“ y maldice cantando "fandangos“ gangosos?¡A chufla lo toma la gente y a mi me da pena y me causa un respeto imponente!Ata a su cuerpo una guitarra, Que chilla como una corneja Y zumba como una chicharra Y tiene arrumacos de vieja Pelleja. Yo le he visto cantando,Babeando De rabia y de vino, BailandoCon saltos felinos Tocando a zarpazos,.Los acordes de un viejo"tangazo“ Y, a sus contorsiones de ardilla, Hace son con la sucia calderilla.¡ a chufla lo toma la gente y a mi me da pena y me causa un respeto imponente!Es su extraño arte su cepo y su cruz,su vida y su luz, su tabaco y su aguardientillo... y su pan y el de sus nietecillos: "churumbeles" con greñas de alambre y panzas de sapos. Que aullan de hambre Tiritando bajo los harapos; Sin madre que lave su roña; Sin padre que "afane“ Porque pena una muerte en santoña Sin mas sombra que la del abuelo... ¡poca sombra, porque es tan chicuelo; en el altozano tiene un cuchitril ¡a las vigas alcanza la mano; y por lumbre y por luz, un candil. Vacia sus alforjas Que son sus bolsillos, Bostezando los siete chiquillos, Se agrupan riendo. Y entre carantoñas les va repartiendo Pan y pescao frito, Con la parsimonia de un antiguo rito: ¡chavales!¡pan de flor de harina! Mascarlo despasio.Mejo pan no se come en palasio. Y este pescaito, ¡no es na? sacao uno a uno del fondo del má! ¡gloria pura él! Las espinas se comen tamié, Que to es alimento... Asi....despasito. ¡no llores, Manuela!Tu no pués, porque no tiés muelas. ¡es tan chiquitita mi niña bonita!.. así, despasito.Muy remascaito, Migaja a migaja, que dure, Le van dando fin A los cinco reales que costo el festín. Luego entre guiñapos durmiendo, Por matar el frío, muy apiñaditos. La Virgen María contempla al “Piyayo” Riendo Y hay un Angel rubio que besa la frente De cada gitano chiquito. A chufla lo toma la gente!...¡y a mi me da penay me causa un respeto imponente! Siguiente
La casada infiel Y que yo me la lleve al ríocreyendo que era mozuela,pero tenía marido.Fue la noche de Santiagoy casi por compromiso.Se apagaron los farolesy se encendieron los grillos.En las últimas esquinastoqué sus pechos dormidos,y se me abrieron de prontocomo ramos de jacintos.El almidón de su enagua mesonaba en el oído,como una pieza de sedarasgada por diez cuchillosSin luz de plata en sus copaslos árboles han crecido,y un horizonte de perrosladra muy lejos del río. Pasadas las zarzamoras,los juncos y los espinos,bajo su mata de pelohice un hoyo sobre el limo. Yo me quité la corbata. Ella se quitó el vestido. Yo el cinturón con revólver Ella sus cuatro corpiños.Ni nardos ni caracolas tienen el cutis tan fino, ni los cristales con luna relumbran con ese brillo. Sus muslos se me escapaban como peces sorprendidos, la mitad llenos de lumbre, la mitad llenos de frío.Aquella noche corrí el mejor de los caminos, montado en potra de nácar sin bridas y sin estribos. No quiero decir, por hombre, las cosas que ella me dijo. La luz del entendimiento me hace ser muy comedido. Sucia de besos y arena,yo me la lleve del río. Con el aire se batían las espadas de los lirios. Me porté como quien soy. Como un gitano legítimo. La regalé un costurero grande de raso pajizo, y no quise enamorarme porque teniendo marido me dijo que era mozuela cuando la llevaba al río. Volver a la biblioteca
Poeta español y premio Nobel de Literatura. • Estudia en la Universidad de Sevilla, pero abandona Derecho y Pintura para dedicarse a la literatura influenciado por Rubén Darío y los simbolistas franceses. Tiene varias crisis de neurosis depresiva y permanece ingresado en Francia y en Madrid. En esta ciudad se instala definitivamente; realiza viajes a Francia y a Estados Unidos, donde se casa en 1916 con Zenobia Camprubí. En 1936, al estallar la Guerra Civil española, se exilia a Estados Unidos, Cuba y Puerto Rico. En este último país recibe la noticia de la concesión del Premio Nobel de Literatura en 1956. • La obra poética de Juan Ramón Jiménez es muy numerosa, con libros que a lo largo de su vida, en un afán constante de superación, repudia - o de los que salva algún poema, casi siempre retocado en sus sucesivas selecciones. Juan Ramón Jiménez Moguer (Huelva) 1881-1958 Siguiente
2 • ¡Otra vez!, Todo se veía distinto cuando ocurrió el eclipse, el mar parecía blanco... Y para observarlo mejor utilizaban varios instrumentos: gemelos de teatro, etc. Y también lo veían desde diferentes sitios: desde el mirador, etc. • La luna les acompaña por un valle soñoliento. Hay un olor penetrante a naranjas, humedad y silencio. Hace frío y tienen miedo, así que Platero trota para salir de allí. . 1 Platero es un burro pequeño, peludo, suave; tan blando por fuera que se diría todo de algodón, que no lleva huesos. Come de todo y los del pueblo dicen que tiene acero. • Era una noche morada y brumosa. Vagas claridades malvas y verdes quedaban tras la torre de la iglesia. Salió un hombre oscuro, con una gorra y un pincho que quería clavar en el seroncillo pero lo impide. • Tres niños hacían como si fueran mendigos, uno decía que era cojo, etc. En esto que llegó una niña forastera y les insulto dándoles a la vez un consejo. Siguiente
3 • Le dice a Platero que si fuera a la miga aprendería muchas cosas. Sabría más que el médico. Pero que era muy grande para sentarlo en una mesa, cantar en el coro, escribir con pluma, etc. Además le maltratarían. Así que el mismo dijo que le enseñaría algunas cosas. • Cuando se viste de luto con barba nazarena y pasa montado sobre Platero, los chiquillos gitanos aceitosos y peludos, le llaman loco. • Es Sábado Santo y están matando a Judas. Todos disparan sus escopetas. Pero hay un problema, y es que hay mucha gente que se llama Judas. 4 Hacía un buen tiempo para comer brevas. Así que echaron una carrera para cogerlas, pero Adela, que era gordita y baja, corría poco y como no la esperaban, se enfado. Poniéndose a tirar las brevas a la cara, y así no las empezamos a tirar entre nosotros. Caen rosas del cielo, parece que se deshace el cielo en rosas. Cuando caen dejan el paisaje rosado como los cuadros de Fray Angélico. Parece que la vida pierde su fuerza cotidiana. Si se muriera Platero antes que el muchacho, no lo enterraría en el Moridero como los demás hombres que tienen burros si no que lo enterraría en un lugar donde estuviera entretenido con niños, niñas, pájaros, etc. En el cielo azul de Moguer Siguiente
5 Cuando iban por la dehesa de los caballos, Platero, cojeó. Y cuando le vio la pata se fijó que tenía una púa, y se la sacó. Después el muchacho lo llevó al arroyo para curársela y siguieron su marcha. Ya llegaron las golondrinas, contando lo que han visto en África y en los lugares por donde han pasado. Están como despistadas sin saber qué hacer. Vuelan en línea recta. Y se van a morir de frío. El muchacho va a ver a Platero al mediodía a la cuadra. Diana una cabra que se echa sobre las patas de Platero, se acerca al muchacho como jugando y lo mira. Y Platero rebuzna de felicidad. 6 Había un potro negro, con tornasoles granas. En sus ojos parecía que había fuego. Y pasaba por las calles como un campeón. Cuando entro en el corral, cuatro hombres lo cogieron y lo tiraron sobre el estiércol, y, después de castrarlo parecía otro; blando, sudoroso, triste, etc. Lo levanto un hombre y se lo llevó. Su niñez fue buenísima. Primero se iba a la casilla de Arreburra, y estaba en su corral dorado por el sol, y desde allí miraba Huelva, encaramándose en la tapia. Después de allí se iba a la calle Nueva . Siguiente
7 Luego a la casa de don José, el dulcero, y se quedaba deslumbrado con sus botas de cabrito. Tuvo muchos sueños, que se imaginaba desde su balcón y otros lugares. Trata de un niño tonto que siempre estaba sentado en su silla delante de su casa viendo como pasaban las personas. Nunca daba nada, todo era para su madre. Un día cuando pasó el autor ya no estaba el niño tonto sino un pájaro y entonces supo que había muerto y había subido al cielo, y allí estaría sentado en su silla. 8 Era una niña que se llamaba Anilla la Manteca a la que le gustaba disfrazarse de fantasma, y una noche se vistió para asustar a unos niños pero empezó una tormenta y se metieron en casa. Hubo un ruido seco y entonces todos se quedaron ciegos. Cuando volvieron a la realidad estaban en otro sitio y bajaron donde estaba Platero. Y allí estaba la pobre de Anilla muerta a causa de un rayo……. Volver a la biblioteca
Jorge Luis Borges Buenos Aires 1899-1986 Nació en Buenos Aires el 24 de agosto de 1899. Fue bilingüe desde su infancia ya que su abuela materna le hablaba en Inglés. "Georgie", como le decían en casa, tenía apenas seis años cuando dijo a su padre que quería ser escritor. En 1910 aparece su primera publicación en el diario El País, de Buenos Aires, donde tradujo El príncipe feliz, de Oscar Wilde. En 1914, el padre de Borges se jubiló debido a su ceguera casi total, por lo que la familia pasó una temporada en Europa. Sorprendidos por la guerra, se instalaron en Ginebra donde el joven Borges escribió algunos poemas en francés y cursó la preparatoria (1914-1918). Vivió en España de 1919 a 1921 y dos años después la familia regresó a Buenos Aires. En 1923 publicó el poemario Fervor de Buenos Aires. Siguiente
Alguien Un hombre trabajado por el tiempo, un hombre que ni siquiera espera la muerte (las pruebas de la muerte son estadísticas y nadie hay que no corra el albur de ser el primer inmortal), un hombre que ha aprendido a agradecer las modestas limosnas de los días: el sueño, la rutina, el sabor del agua, una no sospechada etimología, un verso latino o sajón, la memoria de una mujer que lo ha abandonado hace ya tantos años que hoy puede recordarla sin amargura, un hombre que no ignora que el presente ya es el porvenir y el olvido, un hombre que ha sido desleal y con el que fueron desleales, puede sentir de pronto, al cruzar la calle, una misteriosa felicidad que no viene del lado de la esperanza sino de una antigua inocencia, de su propia raíz o de un dios disperso. Sabe que no debe mirarla de cerca, porque hay razones más terribles que tigres que le demostrarán su obligación de ser un desdichado, pero humildemente recibe esa felicidad, esa ráfaga. Quizá en la muerte para siempre seremos, cuando el polvo sea polvo, esa indescifrable raíz, de la cual para siempre crecerá, ecuánime o atroz, nuestro solitario cielo nfierno.o... Alhambra Grata la voz del agua a quien abrumaron negras arenas, grato a la mano cóncava el mármol circular de la columna, gratos los finos laberintos del agua entre los limoneros, grata la música del zéjel, grato el amor y grata la plegaria dirigida a un Dios que está solo, grato el jazmín. Vano el alfanje ante las largas lanzas de los muchos, vano ser el mejor. Grato sentir o presentir, rey doliente, que tus dulzuras son adioses, que te será negada la llave, que la cruz del infiel borrará la luna, que la tarde que miras es la última. Siguiente
Arte poético Mirar el río hecho de tiempo y agua y recordar que el tiempo es otro río, saber que nos perdemos como el río y que los rostros pasan como el agua. Sentir que la vigilia es otro sueño que sueña no soñar y que la muerte que teme nuestra carne es esa muerte de cada noche, que se llama sueño. Ver en el día o en el año un símbolo de los días del hombre y de sus años, convertir el ultraje de los años en una música, un rumor y un símbolo, ver en la muerte el sueño, en el ocaso un triste oro, tal es la poesía que es inmortal y pobre. La poesía vuelve como la aurora y el ocaso. A veces en las tardes una cara nos mira desde el fondo de un espejo; el arte debe ser como ese espejo que nos revela nuestra propia cara. Cuentan que Ulises, harto de prodigios, lloró de amor al divisar su Itaca verde y humilde. El arte es esa Itaca de verde eternidad, no de prodigios. También es como el río interminable que pasa y queda y es cristal de un mismo Heráclito inconstante, que es el mismo y es otro, como el río interminable. Antelación del amor Ni la intimidad de tu frente clara como una fiesta ni la privanza de tu cuerpo, aún misterioso y tácito y de niña, ni la sucesión de tu vida situándose en palabras o acallamiento serán favor tan persuasivo de ideas como el mirar tu sueño implicado en la vigilia de mis ávidos brazos. Virgen milagrosamente otra vez por la virtud absolutoria del sueño, quieta y resplandeciente como una dicha en la selección del recuerdo, me darás esa orilla de tu vida que tú misma no tienes, Arrojado a la quietud divisaré esa playa última de tu ser y te veré por vez primera quizás como Dios ha de verte, desbaratada la ficción del Tiempo sin el amor, sin mí. Volver a la biblioteca
(Sevilla, 1875 - Collioure, 1939) Poeta español. Aunque influido por el modernismo y el simbolismo, su obra es expresión lírica del ideario de la Generación del 98. Hijo del folclorista Antonio Machado y Álvarez y hermano menor del también poeta Manuel Machado, pasó su infancia en Sevilla y en 1883 se instaló con su familia en Madrid. Se formó en la Institución Libre de Enseñanza y en otros institutos madrileños. En 1899, durante un primer viaje a París, trabajó en la editorial Garnier, y posteriormente regresó a la capital francesa, donde entabló amistad con R. Darío. De vuelta a España frecuentó los ambientes literarios, donde conoció a J. R. Jiménez, R. del Valle-Inclán y M. de Unamuno. En 1907 obtuvo la cátedra de francés en el instituto de Soria, cuidad en la que dos años después contrajo matrimonio con Leonor Izquierdo. En 1910 le fue concedida una pensión para estudiar filología en París durante un año, estancia que aprovechó para asistir a los cursos de filosofía de H. Bergson y Bédier en el College de France. Tras la muerte de su esposa, en 1912, pasó al instituto de Baeza. Doctorado en filosofía y letras (1918), desempeñó su cátedra en Segovia y en 1928 fue elegido miembro de la Real Academia Española. Al comenzar la Guerra Civil se encontraba en Madrid, desde donde se trasladó con su madre y otros familiares al pueblo valenciano de Rocafort y luego a Barcelona. En enero de 1939 emprendió camino al exilio, pero la muerte lo sorprendió en el pueblecito francés de Colliure. Antonio Machado Sevilla 1875-1939 Siguiente
A un olmo seco Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo algunas hojas verdes le han salido. ¡El olmo centenario en la colina que lame el Duero! Un musgo amarillento le mancha la corteza blanquecina al tronco carcomido y polvoriento. No será, cual los álamos cantores que guardan el camino y la ribera, habitado de pardos ruiseñores. Ejército de hormigas en hilera va trepando por él, y en sus entrañas urden sus telas grises las arañas. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador, y el carpintero te convierta en melena de campana, lanza de carro o yugo de carreta; antes que rojo en el hogar, mañana, ardas en alguna mísera caseta, al borde de un camino; antes que te descuaje un torbellino y tronche el soplo de las sierras blancas; antes que el río hasta la mar te empuje por valles y barrancas, olmo, quiero anotar en mi cartera la gracia de tu rama verdecida. Mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera. A un viejo y distinguido señor Te he visto, por el parque ceniciento que los poetas aman para llorar, como una noble sombra vagar, envuelto en tu levita larga. El talante cortés, ha tantos años compuesto de una fiesta en la antesala, ?¡qué bien tus pobres huesos ceremoniosos guardan!? Yo te he visto, aspirando distraído, con el aliento que la tierra exhala ?hoy, tibia tarde en que las mustias hojas húmedo viento arranca?, del eucalipto verde el frescor de las hojas perfumadas. Y te he visto llevar la seca mano a la perla que brilla en tu corbata. Siguiente
A un naranjo y limonero Naranjo en maceta, ¡qué triste es tu suerte! Medrosas tiritan tus hojas menguadas. Naranjo en la corte, ¡qué pena da verte con tus naranjitas secas y arrugadas!. Pobre limonero de fruto amarillo cual pomo pulido de pálida cera, ¡qué pena mirarte, mísero arbolillo criado en mezquino tonel de madera! De los claros bosques de la Andalucía, ¿quién os trajo a esta castellana tierra que barren los vientos de la adusta sierra, hijos de los campos de la tierra mía? ¡Gloria de los huertos, árbol limonero, que enciendes los frutos de pálido oro, y alumbras del negro cipresal austero las quietas plegarias erguidas en coro; y fresco naranjo del patio querido, del campo risueño y el huerto soñado, siempre en mi recuerdo maduro o florido de frondas y aromas y frutos cargado! A Miguel de Unamuno Este donquijotesco don Miguel de Unamuno, fuerte vasco, lleva el arnés grotesco y el irrisorio casco del buen manchego. Don Miguel camina, jinete de quimérica montura, metiendo espuela de oro a su locura, sin miedo de la lengua que malsina. A un pueblo de arrieros, lechuzos y tahúres y logreros dicta lecciones de Caballería. Y el alma desalmada de su raza, que bajo el golpe de su férrea maza aún durme, puede que despierte un día. Quiere enseñar el ceño de la duda, antes de que cabalgue, el caballero; cual nuevo Hamlet, a mirar desnuda cerca del corazón la hoja de acero. Tiene el aliento de una estirpe fuerte que soñó más allá de sus hogares, y que el oro buscó tras de los mares. Él señala la gloria tras la muerte. Quiere ser fundador, y dice: Creo; Dios y adelante el ánima española... Y es tan bueno y mejor que fue Loyola: sabe a Jesús y escupe al fariseo. Siguiente
¡Oh, tierra triste y noble, la de los altos llanos y yermos y roquedas, de campos sin arados, regatos ni arboledas; decrépitas ciudades, caminos sin mesones, y atónitos palurdos sin danzas ni canciones que aún van, abandonando el mortecino hogar, como tus largos ríos, Castilla, hacia la mar! Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus andrajos desprecia cuanto ignora. ¿Espera, duerme o sueña? ¿La sangre derramada recuerda, cuando tuvo la fiebre de la espada? Todo se mueve, fluye, discurre, corre o gira; cambian la mar y el monte y el ojo que los mira. ¿Pasó? Sobre sus campos aún el fantasma yerta de un pueblo que ponía a Dios sobre la guerra. La madre en otro tiempo fecunda en capitanes, madrastra es hoy apenas de humildes ganapanes. Castilla no es aquella tan generosa un día, cuando Mío Cid Rodrigo el de Vivar volvía, ufano de su nueva fortuna, y su opulencia, a regalar a Alfonso los huertos de Valencia; o que, tras la aventura que acreditó sus bríos, pedía la conquista de los inmensos ríos indianos a la corte, la madre de soldados, guerreros y adalides que han de tornar, cargados de plata y oro, a España, en regios galeones, para la presa cuervos, para la lid leones. Filósofos nutridos de sopa de convento contemplan impasibles el amplio firmamento; y si les llega en sueños, como un rumor distante, clamor de mercaderes de muelles de Levante, no acudirán siquiera a preguntar ¿qué pasa? Y ya la guerra ha abierto las puertas de su casa. Castilla miserable, ayer dominadora, envuelta en sus harapos desprecia cuanto ignora. A orillas del Duero Mediaba el mes de julio. Era un hermoso día. Yo, solo, por las quiebras del pedregal subía, buscando los recodos de sombra, lentamente. A trechos me paraba para enjugar mi frente y dar algún respiro al pecho jadeante; o bien, ahincando el paso, el cuerpo hacia adelante y hacia la mano diestra vencido y apoyado en un bastón, a guisa de pastoril cayado, trepaba por los cerros que habitan las rapaces aves de altura, hollando las hierbas montaraces de fuerte olor ?romero, tomillo, salvia, espliego?. Sobre los agrios campos caía un sol de fuego. Un buitre de anchas alas con majestuoso vuelo cruzaba solitario el puro azul del cielo. Yo divisaba, lejos, un monte alto y agudo, y una redonda loma cual recamado escudo, y cárdenos alcores sobre la parda tierra ?harapos esparcidos de un viejo arnés de guerra?, las serrezuelas calvas por donde tuerce el Duero para formar la corva ballesta de un arquero en torno a Soria. ?Soria es una barbacana, hacia Aragón, que tiene la torre castellana?. Veía el horizonte cerrado por colinas oscuras, coronadas de robles y de encinas; desnudos peñascales, algún humilde prado donde el merino pace y el toro, arrodillado sobre la hierba, rumia; las márgenes de río lucir sus verdes álamos al claro sol de estío, y, silenciosamente, lejanos pasajeros, ¡tan diminutos! ?carros, jinetes y arrieros?, cruzar el largo puente, y bajo las arcadas de piedra ensombrecerse las aguas plateadas del Duero. El Duero cruza el corazón de roble de Iberia y de Castilla. Volver a la biblioteca
Mario Benedetti nació el 14 de septiembre de 1920 en Paso de Toros, en Tacuarembó, Uruguay, fruto del matrimonio entre Brenno Benedetti y Matilde Farugia. La economía familiar se vio seriamente afectada por un engaño que sufrió el padre de Mario y así con tan sólo 4 años, la familia se trasladó a Montevideo (no en vano en Montevideo vive más de la mitad de la población de Uruguay, el mayor porcentaje de población que vive en una capital de toda Sudamérica). Este engaño condujo a tiempos difíciles para la familia Benedetti que tuvo que vender multitud de objetos de valor para seguir adelante y que obligó a Brenno a la clandestinidad económica para evitar a los acreedores y en busca del soñado empleo público, un auténtico sueño en el Uruguay de la época en el que el sueldo de un funcionario era inembargable y echarlo era casi una cuestión de Estado. Mario estudió en un colegio alemán, en parte por la admiración que el padre tenía por ese país. De esta experiencia, además de aprender el idioma, aprendió el gusto por el trabajo bien hecho y por la puntualidad. Pero en 1933 el padre le obligó a salir del colegio, ya que en éste obligaban a utilizar el saludo nazi, otro año en un Liceo y termina su educación. Mario Benedetti Tacuarembó (Uruguay) 1920-2009 Siguiente
Desde los afectos Cómo hacerte saber que siempre hay tiempo? Que uno solo tiene que buscarlo y dárselo. Que nadie establece normas salvo la vida. Que la vida sin ciertas normas pierde forma. Que la forma no se pierde con abrirnos. Que abrirnos no es amar indiscriminadamente. Que no está prohibido amar. Que también se puede odiar. Cómo hacerte saber que nadie establece normas salvo la vida!... Que el odio y el amor son afectos. Que la agresión porque sí, hiere mucho. Que las heridas se cierran. Que las puertas no deben cerrarse. Que la mayor puerta es el afecto. Que los afectos nos definen. Que definirse no es remar contra la corriente. Que no cuanto más fuerte se hace el trazo más se dibuja. Que buscar un equilibrio no implica ser tibio. Que negar palabras implica abrir distancias. Que encontrarse es muy hermoso. Que el sexo forma parte de lo hermoso de la vida. Que la vida parte del sexo. Que el porqué de los niños tiene un por qué. Que querer saber de alguien no sólo es curiosidad. Que querer saber todo de todos es curiosidad malsana. Que nunca está de más agradecer. Que la autodeterminación no es hacer las cosas solo. Que nadie quiere estar solo. Que para no estar solo hay que dar. Que para dar debimos recibir antes. Que para que nos den también hay que saber cómo pedir. Que saber pedir no es regalarse. Que regalarse es, en definiva, no quererse. Que para que nos quieran debemos mostrar quiénes somos. Que para que alguien sea hay que ayudarlo. Que ayudar es poder alentar y apoyar. Que adular no es ayudar. Que adular es tan pernicioso como dar vuelta la cara. Que las cosas cara a cara son honestas. Que nadie es honesto porque no roba. Que el que roba no es ladrón por placer. Que cuando no hay placer en hacer las cosas, no se está viviendo. Que para sentir la vida no hay que olvidarse que existe la muerte. Que se puede estar muerto en vida. Que se siente con el cuerpo y la mente. Que con los oídos se escucha. Que cuesta ser sensible y no herirse. Que herirse no es desangrarse. Que para no ser heridos levantamos muros. Que quien siembra muros no recoge nada. Que casi todos somos albañiles de muros. Que sería mucho mejor construir puentes. Que sobre ellos se va a la otra orilla y también se vuelve. Siguiente
Corazón coraza Porque te tengo y no porque te pienso porque la noche está de ojos abiertos porque la noche pasa y digo amor porque has venido a recoger tu imagen y eres mejor que todas tus imágenes porque eres linda desde el pie hasta el alma porque eres buena desde el alma a mí porque te escondes dulce en el orgullo pequeña y dulce corazón coraza porque eres mía porque no eres mía porque te miro y muero y peor que muero si no te miro amor si no te miro porque tú siempre existes dondequiera pero existes mejor donde te quiero porque tu boca es sangre y tienes frío tengo que amarte amor tengo que amarte aunque esta herida duela como dos aunque te busque y no te encuentre y aunque la noche pase y yo te tenga y no.. Estados de ánimo A veces me siento como un águila en el aire Unas veces me siento como pobre colina y otras como montaña de cumbres repetidas. Unas veces me siento como un acantilado y en otras como un cielo azul pero lejano. A veces uno es manantial entre rocas y otras veces un árbol con las últimas hojas. Pero hoy me siento apenas como laguna insomne con un embarcadero ya sin embarcaciones una laguna verde inmóvil y paciente conforme con sus algas sus musgos y sus peces, sereno en mi confianza confiando en que una tarde te acerques y te mires, te mires al mirarme. Siguiente
Hagamos un trato Cuando sientas tu herida sangrar cuando sientas tu voz sollozar cuenta conmigo. Compañera,usted sabe que puede contar conmigo, no hasta dos ni hasta diez sino contar conmigo. Si algunas veces advierte que la miro a los ojos, y una veta de amor reconoce en los míos, no alerte sus fusiles ni piense que deliro; a pesar de la veta, o tal vez porque existe, usted puede contar conmigo. Si otras veces me encuentra huraño sin motivo, no piense que es flojera igual puede contar conmigo. Pero hagamos un trato: yo quisiera contar con usted, es tan lindo saber que usted existe, uno se siente vivo; y cuando digo esto quiero decir contar aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco. No ya para que acuda presurosa en mi auxilio, sino para saber a ciencia cierta que usted sabe que puede contar conmigo. Pasatiempo Cuando éramos niños los viejos tenían como treinta un charco era un océano la muerte lisa y llana no existía. Luego cuando muchachos los viejos eran gente de cuarenta un estanque un océano la muerte solamente una palabra. Ya cuando nos casamos los ancianos estaban en cincuenta un lago era un océano la muerte era la muerte de los otros. Ahora veteranos ya le dimos alcance a la verdad el océano es por fin el océano pero la muerte empieza a ser la nuestra. Siguiente
Rostro de vos Tengo una soledad tan concurrida tan llena de nostalgias y de rostros de vos de adioses hace tiempo y besos bienvenidos de primeras de cambio y de último vagón. Tengo una soledad tan concurrida que puedo organizarla como una procesión por colores tamaños y promesas por época por tacto y por sabor. Sin temblor de más me abrazo a tus ausencias que asisten y me asisten con mi rostro de vos. Estoy lleno de sombras de noches y deseos de risas y de alguna maldición. Mis huéspedes concurren concurren como sueños con sus rencores nuevos su falta de candor yo les pongo una escoba tras la puerta porque quiero estar solo con mi rostro de vos. Pero el rostro de vos mira a otra parte con sus ojos de amor que ya no aman como víveres que buscan su hambre miran y miran y apagan mi jornada. Las paredes se van queda la noche las nostalgias se van no queda nada. Ya mi rostro de vos cierra los ojos y es una soledad tan desolada. Si Dios fuera una mujer ¿Y si Dios fuera mujer? pregunta Juan sin inmutarse, vaya, vaya si Dios fuera mujer es posible que agnósticos y ateos no dijéramos no con la cabeza y dijéramos sí con las entrañas. Tal vez nos acercáramos a su divina desnudez para besar sus pies no de bronce, su pubis no de piedra, sus pechos no de mármol, sus labios no de yeso. Si Dios fuera mujer la abrazaríamos para arrancarla de su lontananza y no habría que jurar hasta que la muerte nos separe ya que sería inmortal por antonomasia y en vez de transmitirnos SIDA o pánico nos contagiaría su inmortalidad. Si Dios fuera mujer no se instalaría lejana en el reino de los cielos, sino que nos aguardaría en el zaguán del infierno, con sus brazos no cerrados, su rosa no de plástico y su amor no de ángeles. Ay Dios mío, Dios mío si hasta siempre y desde siempre fueras una mujer qué lindo escándalo sería, qué venturosa, espléndida, imposible, prodigiosa blasfemia. Siguiente
Alguien Alguien limpia la celdade la torturaque no quede la sangreni la amarguraalguien pone en los murosel nombre de ellaya no cabe en la nocheninguna estrellaalguien limpia su rabiacon un consejoy la deja brillantecomo un espejoalguien piensa hasta cuandoalguien caminasuenan lejos las risasuna bocinay un gallo que propone su canto en hora mientras sube la angustia la voladora alguien piensa en afuera que allá no hay plazo piensa en niños de vida y en un abrazo alguien quiso ser justo no tuvo suerte es difícil la lucha contra la muerte alguien limpia la celda de la tortura lava la sangre pero no la amargura. Allende Para matar al hombre de la pazpara golpear su frente limpia de pesadillastuvieron que convertirse en pesadillapara vencer al hombre de la paztuvieron que congregar todos los odiosy además los aviones y los tanques para batir al hombre de la paz tuvieron que bombardearlo hacerlo llama porque el hombre de la paz era una fortaleza para matar al hombre de la paz tuvieron que desatar la guerra turbia para vencer al hombre de la paz y acallar su voz modesta y taladrante tuvieron que empujar el terror hasta el abismo y matar más para seguir matando para batir al hombre de la paz tuvieron que asesinarlo muchas vecesporque el hombre de la paz era una fortalezapara matar al hombre de la paz tuvieron que imaginar que era una tropa una armada una hueste una brigada tuvieron que creer que era otro ejército pero el hombre de la paz era tan sólo un pueblo y tenía en sus manos un fusil y un mandato y eran necesarios más tanques más rencores más bombas más aviones más oprobios porque el hombre del paz era una fortaleza para matar al hombre de la paz para golpear su frente limpia de pesadillas tuvieron que convertirse en pesadilla para vencer al hombre de la paz tuvieron que afiliarse para siempre a la muerte matar y matar más para seguir matando y condenarse a la blindada soledad para matar al hombre que era un pueblo tuvieron que quedarse sin el pueblo. Siguiente
Amor de tarde Es una lástima que no estés conmigocuando miro el reloj y son las cuatroy acabo la planilla y pienso diez minutosy estiro las piernas como todas las tardesy hago así con los hombros para aflojar la espalday me doblo los dedos y les saco mentiras.Es una lástima que no estés conmigocuando miro el reloj y son las cincoy soy una manija que calcula intereseso dos manos que saltan sobre cuarenta teclaso un oído que escucha como ladra el teléfonoo un tipo que hace números y les saca verdades.Es una lástima que no estés conmigocuando miro el reloj y son las seis.Podrías acercarte de sorpresay decirme "¿Qué tal?" y quedaríamosyo con la mancha roja de tus labiostú con el tizne azul de mi carbónico. Ausencia de Dios Digamos que te alejas definitivamentehacia el pozo de olvido que prefieres,pero la mejor parte de tu espacio,en realidad la única constante de tu espacio,quedará para siempre en mí, doliente,persuadida, frustrada, silenciosa,quedará en mí tu corazón inerte y sustancial,tu corazón de una promesa únicaen mí que estoy enteramente solosobreviviéndote.Después de ese dolor redondo y eficaz,pacientemente agrio, de invencible ternura,ya no importa que use tu insoportable ausenciani que me atreva a preguntar si cabescomo siempre en una palabra. Lo cierto es que ahora ya no estás en mi noche desgarradoramente idéntica a las otras que repetí buscándote, rodeándote. Hay solamente un eco irremediable de mi voz como niño, esa que no sabía. Ahora que miedo inútil, qué vergüenza no tener oración para morder, no tener fe para clavar las uñas, no tener nada más que la noche, saber que Dios se muere, se resbala, que Dios retrocede con los brazos cerrados, con los labios cerrados, con la niebla, como un campanario atrozmente en ruinas que desandara siglos de ceniza. Es tarde. Sin embargo yo daría todos los juramentos y las lluvias, las paredes con insultos y mimos, las ventanas de invierno, el mar a veces, por no tener tu corazón en mí, tu corazón inevitable y doloroso en mí que estoy enteramente solo sobreviviéndote.. Siguiente
Síndrome Todavía tengo casi todos mis dientes casi todos mis cabellos y poquísimas canas puedo hacer y deshacer el amor trepar una escalera de dos en dos y correr cuarenta metros detrás del ómnibus o sea que no debería sentirme viejo pero el grave problema es que antes no me fijaba en estos detalles. Táctica y estrategia Mi táctica es mirarte aprender como sos quererte como sos. Mi táctica es hablarte y escucharte construir con palabras un puente indestructible. Mi táctica es quedarme en tu recuerdo no sé cómo ni sé con qué pretexto pero quedarme en vos. Mi táctica es ser franco y saber que sos franca y que no nos vendamos simulacros para que entre los dos no haya telón ni abismos. Mi estrategia es en cambio más profunda y más simple. Mi estrategia es que un día cualquiera no sé cómo ni sé con qué pretexto por fin me necesites. Siguiente
Te quiero Tus manos son mi caricia, mis acordes cotidianos; te quiero porque tus manos trabajan por la justicia. Si te quiero es porque sos mi amor, mi cómplice, y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Tus ojos son mi conjuro contra la mala jornada; te quiero por tu mirada que mira y siembra futuro. Tu boca que es tuya y mía, Tu boca no se equivoca; te quiero por que tu boca sabe gritar rebeldía. Si te quiero es porque sos mi amor mi cómplice y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Y por tu rostro sincero. Y tu paso vagabundo. Y tu llanto por el mundo. Porque sos pueblo te quiero. Y porque amor no es aurora, ni cándida moraleja, y porque somos pareja que sabe que no está sola. Te quiero en mi paraíso; es decir, que en mi país la gente vive feliz aunque no tenga permiso. Si te quiero es por que sos mi amor, mi cómplice y todo. Y en la calle codo a codo somos mucho más que dos. Una mujer desnuda Una mujer desnuda y en lo oscuro tiene una claridad que nos alumbra de modo que si ocurre un desconsuelo un apagón o una noche sin luna es conveniente y hasta imprescindible tener a mano una mujer desnuda. Una mujer desnuda y en lo oscuro genera un resplandor que da confianza entonces dominguea el almanaquevibran en su rincón las telarañas y los ojos felices y felinos miran y de mirar nunca se cansan. Una mujer desnuda y en lo oscuro es una vocación para las manos para los labios es casi un destino y para el corazón un despilfarro una mujer desnuda es un enigma y siempre es una fiesta descifrarlo. Una mujer desnuda y en lo oscuro genera una luz propia y nos enciende el cielo raso se convierte en cielo y es una gloria no ser inocente una mujer querida o vislumbrada desbarata por una vez la muerte. Siguiente
Ustedes y nosotros Ustedes cuando aman exigen bienestar una cama de cedro y un colchón especial, nosotros cuando amamos es fácil de arreglar con sábanas qué bueno sin sábanas da igual. Ustedes cuando aman calculan interés y cuando se desaman calculan otra vez, nosotros cuando amamos es como renacer y si nos desamamos no la pasamos bien. Ustedes cuando aman son de otra magnitud hay fotos chismes prensa y el amor es un boom, nosotros cuando amamos es un amor común tan simple y tan sabroso como tener salud. Ustedes cuando aman consultan el reloj porque el tiempo que pierden vale medio millón, nosotros cuando amamos sin prisa y con fervor gozamos y nos sale barata la función. Ustedes cuando aman al analista van él es quien dictamina si lo hacen bien o mal, nosotros cuando amamos sin tanta cortedad el subconsciente piola se pone a disfrutar. Ustedes cuando aman exigen bienestar una cama de cedro y un colchón especial, nosotros cuando amamos es fácil de arreglar con sábanas qué bueno sin sábanas da igual. Viceversa Tengo miedo de verte necesidad de verte esperanza de verte desazones de verte. Tengo ganas de hallarte preocupación de hallarte certidumbre de hallarte pobres dudas de hallarte. Tengo urgencia de oírte alegría de oírte buena suerte de oírte y temores de oírte. o sea, resumiendo estoy jodido y radiante quizá más lo primero que lo segundo y también viceversa. Siguiente
Ayer Ayer pasó el pasado lentamentecon su vacilación definitivasabiéndote infeliz y a la derivacon tus dudas selladas en la frenteayer pasó el pasado por el puentey se llevó tu libertad cautivacambiando su silencio en carne vivapor tus leves alarmas de inocenteayer pasó el pasado con su historiay su deshilachada incertidumbre/con su huella de espanto y de reprochefue haciendo del dolor una costumbresembrando de fracasos tu memoriay dejándote a solas con la noche. Bienvenida Se me ocurre que vas a llegar distinta no exactamente más lindani más fuerteni más docilni más cautatan solo que vas a llegar distintacomo si esta temporada de no vermete hubiera sorprendido a vos tambiénquizá porque sabescómo te pienso y te enumerodespués de todo la nostalgia existeaunque no lloremos en los andenes fantasmalesni sobre las almohadas de candorni bajo el cielo opacoyo nostalgiotu nostalgiasy cómo me revienta que él nostalgietu rostro es la vanguardiatal vez llega primeroporque lo pinto en las paredescon trazos invisibles y segurosno olvides que tu rostrome mira como pueblosonríe y rabia y cantacomo puebloy eso te da una lumbre inapagable ahora no tengo dudas vas a llegar distinta y con señales con nuevas con hondura con franqueza sé que voy a quererte sin preguntas sé que vas a quererme sin respuestas. Volver a la biblioteca
Gabriela Mistral Vicuña (Chile)1889- Nueva York 1957 Lucila Godoy, llamada Gabriela Mistral (conocida mejor como Gabriela Mistral), escritora chilena. Hija de un maestro rural, que abandonó el hogar a los tres años del nacimiento de Gabriela, la muchacha tuvo una niñez difícil en uno de los parajes más desolados de Chile. A los 15 años publicó sus primeros versos en la prensa local, y empezó a estudiar para maestra. En 1906 se enamoró de un modesto empleado de ferrocarriles, Romelio Ureta, que, por causas desconocidas, se suicidó al poco tiempo; de la enorme impresión que le causó aquella pérdida surgieron sus primeros versos importantes. En 1910 obtuvo el título de maestra en Santiago, y cuatro años después se produjo su consagración poética en los juegos florales de la capital de Chile; los versos ganadores- Los sonetos de la muerte- pertenecen a su libro Desolación (1922), que publicaría el instituto de las Españas de Nueva York. En 1925 dejó la enseñanza, y, tras actuar como representante de Chile en el Instituto de cooperación intelectual de la S.D.N., fue cónsul en Nápoles y en Lisboa. Vuelta a su patria colaboró decisivamente en la campaña electoral del Frente popular (1938), que llevó a la presidencia de la república a su amigo de juventud P. Aguirre Cerda. En 1945 recibió el premio Nobel de literatura; viajó por todo el mundo, y en 1951 recogió en su país el premio nacional. Siguiente
Adios En costa lejana y en mar de Pasión, dijimos adioses sin decir adiós. Y no fue verdad la alucinación. Ni tú la creíste ni la creo yo, «y es cierto y no es cierto» como en la canción. Que yendo hacia el Sur diciendo iba yo: «Vamos hacia el mar que devora al Sol». Y yendo hacia el Norte decía tu voz: «Vamos a ver juntos donde se hace el Sol». Ni por juego digas o exageración que nos separaron tierra y mar, que son ella, sueño y el alucinación. No te digas solo ni pida tu voz albergue para uno al albergador. Echarás la sombra que siempre se echó, morderás la duna con paso de dos... Para que ninguno, ni hombre ni dios, nos llame partidos como luna y sol; para que ni roca ni viento errador, ni río con vado ni árbol sombreador, aprendan y digan mentira o error del Sur y del Norte, del uno y del dos! Agua Hay países que yo recuerdo como recuerdo mis infancias. Son países de mar o río, de pastales, de vegas y aguas. Aldea mía sobre el Ródano, rendida en río y en cigarras; Antilla en palmas verdi-negras que a medio mar está y me llama; ¡roca lígure de Portofino, mar italiana, mar italiana! Me han traído a país sin río, tierras-Agar, tierras sin agua; Saras blancas y Saras rojas, donde pecaron otras razas, de pecado rojo de atridas que cuentan gredas tajeadas; que no nacieron como un niño con unas carnazones grasas, cuando las oigo, sin un silbo, cuando las cruzo, sin mirada. Quiero volver a tierras niñas; llévenme a un blando país de aguas. En grandes pastos envejezca y haga al río fábula y fábula. Tenga una fuente por mi madre y en la siesta salga a buscarla, y en jarras baje de una peña un agua dulce, aguda y áspera. Me venza y pare los alientos el agua acérrima y helada. ¡Rompa mi vaso y al beberla me vuelva niñas las entrañas! Siguiente
Amor Anda libre en el surco, bate el ala en el viento, late vivo en el sol y se prende al pinar. No te vale olvidarlo como al mal pensamiento: ¡le tendrás que escuchar! Habla lengua de bronce y habla lengua de ave, ruegos tímidos, imperativos de mar. No te vale ponerle gesto audaz, ceño grave: ¡lo tendrás que hospedar! Gasta trazas de dueño; no le ablandan excusas. Rasga vasos de flor, hiende el hondo glaciar. No te vale decirle que albergarlo rehúsas: ¡lo tendrás que hospedar! Tiene argucias sutiles en la réplica fina, argumentos de sabio, pero en voz de mujer. Ciencia humana te salva, menos ciencia divina: ¡le tendrás que creer! Te echa venda de lino; tú la venda toleras. Te ofrece el brazo cálido, no le sabes huir. Echa a andar, tú le sigues hechizada aunque vieras que eso para en morir! Ausencia Se va de ti mi cuerpo gota a gota. Se va mi cara en un óleo sordo; se van mis manos en azogue suelto; se van mis pies en dos tiempos de polvo. ¡Se te va todo, se nos va todo! Se va mi voz, que te hacía campana cerrada a cuanto no somos nosotros. Se van mis gestos que se devanaban, en lanzaderas, debajo tus ojos. Y se te va la mirada que entrega, cuando te mira, el enebro y el olmo. Me voy de ti con tus mismos alientos: como humedad de tu cuerpo evaporo. Me voy de ti con vigilia y con sueño, y en tu recuerdo más fiel ya me borro. Y en tu memoria me vuelvo como esos que no nacieron ni en llanos ni en sotos. Sangre sería y me fuese en las palmas de tu labor, y en tu boca de mosto. Tu entraña fuese, y sería quemada en marchas tuyas que nunca más oigo, ¡y en tu pasión que retumba en la noche como demencia de mares solos! ¡Se nos va todo, se nos va todo! Siguiente
Besos Hay besos que pronuncian por sí solos la sentencia de amor condenatoria, hay besos que se dan con la mirada hay besos que se dan con la memoria. Hay besos silenciosos, besos nobles hay besos enigmáticos, sinceros hay besos que se dan sólo las almas hay besos por prohibidos, verdaderos. Hay besos que calcinan y que hieren, hay besos que arrebatan los sentidos, hay besos misteriosos que han dejado mil sueños errantes y perdidos. Hay besos problemáticos que encierran una clave que nadie ha descifrado, hay besos que engendran la tragedia cuantas rosas en broche han deshojado. Hay besos perfumados, besos tibios que palpitan en íntimos anhelos, hay besos que en los labios dejan huellas como un campo de sol entre dos hielos. Hay besos que parecen azucenas por sublimes, ingenuos y por puros, hay besos traicioneros y cobardes, hay besos maldecidos y perjuros. Judas besa a Jesús y deja impresa en su rostro de Dios, la felonía, mientras la Magdalena con sus besos fortifica piadosa su agonía. Desde entonces en los besos palpita el amor, la traición y los dolores, en las bodas humanas se parecen a la brisa que juega con las flores. Hay besos que producen desvaríos de amorosa pasión ardiente y loca, tú los conoces bien son besos míos inventados por mí, para tu boca. Besos de llama que en rastro impreso llevan los surcos de un amor vedado, besos de tempestad, salvajes besos que solo nuestros labios han probado. ¿Te acuerdas del primero...? Indefinible; cubrió tu faz de cárdenos sonrojos y en los espasmos de emoción terrible, llenaron sé de lágrimas tus ojos. ¿Te acuerdas que una tarde en loco exceso te vi celoso imaginando agravios, te suspendí en mis brazos... vibró un beso, y qué viste después...? Sangre en mis labios. Yo te enseñe a besar: los besos fríos son de impasible corazón de roca, yo te enseñé a besar con besos míos inventados por mí, para tu boca. Siguiente
Canción amarga ¡Ay! ¡Juguemos, hijo mío, a la reina con el rey! Este verde campo es tuyo. ¿De quién más podría ser? Las oleadas de la alfalfa para ti se han de mecer. Este valle es todo tuyo. ¿De quién más podría ser? Para que los disfrutemos los pomares se hacen miel. (¡Ay! ¡No es cierto que tiritas como el Niño de Belén y que el seno de tu madre se secó de padecer!) El cordero está espesando el vellón que he de tejer. Y son tuyas las majadas, ¿De quién más podrían ser? Y la leche del establo que en la ubre ha de correr, y el manojo de las mieses ¿de quién más podrían ser? (¡Ay! ¡No es cierto que tiritas como el Niño de Belén y que el seno de tu madre se secó de padecer!) ¡Sí! ¡Juguemos, hijo mío, a la reina con el rey! Volver a la biblioteca
Pablo NerudaParral (Chile) 1904-1973 Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, nombre auténtico de Pablo Neruda —seudónimo que utilizó por primera vez en 1920 y adoptó desde 1946—, nació el 12 de julio de 1904 en Parral, Chile, pero se crió enla localidad de Temuco, entre «la poesía y la lluvia», como diría en sus memorias. Sus padres fueron Rosa Basoalto, que murió de tuberculosis cuando tenía un mes de nacido, y José del Carmen Reyes, quien abandonó el campo para trabajar como obrero en los diques del puerto de Talcahuano, hasta alcanzar el cargo de ferroviario en Temuco. Neruda aprendió a amar la naturaleza en sus años de infancia, durante sus recorridos en tren hacia la exuberante vegetación de Boroa. La región había sido en el pasado escenario de enfrentamientos entre los conquistadores españoles y los araucanos, que con el tiempo fueron despojados de su territorio y posteriormente aniquilados por los colonos protagonistas de la «pacificación de la Araucanía». Esas frías y húmedas tierras australes, bordeadas por el más puro océano Pacífico, emergen en una poética de la desesperanza, de la soledad del ser humano y del amor, como en Veinte poemas de amor y una canción desesperada, libro que llevó a su autor a los circuitos internacionales y le dio una fama similar a la de Rubén Darío, hasta hacerlo merecedor del Premio Nobel en 1971 Siguiente
Poema 2 En su llama mortal la luz te envuelve. Absorta, pálida doliente, así situada contra las viejas hélices del crepúsculo que en torno a ti da vueltas. Muda, mi amiga, sola en lo solitario de esta hora de muertes y llena de las vidas del fuego, pura heredera del día destruido. Del sol cae un racimo en tu vestido oscuro. De la noche las grandes raíces crecen de súbito desde tu alma, y a lo exterior regresan las cosas en ti ocultas, de modo que un pueblo pálido y azul de ti recién nacido se alimenta. Oh grandiosa y fecunda y magnética esclava del círculo que en negro y dorado sucede: erguida, trata y logra una creación tan viva que sucumben sus flores, y llena es de tristeza. Poema 1 Cuerpo de mujer, blancas colinas, muslos blancos, te pareces al mundo en tu actitud de entrega. Mi cuerpo de labriego salvaje te socava y hace saltar el hijo del fondo de la tierra. Fui solo como un túnel. De mí huían los pájaros y en mí la noche entraba su invasión poderosa. Para sobrevivirme te forjé como un arma, como una flecha en mi arco, como una piedra en mi honda. Pero cae la hora de la venganza, y te amo. Cuerpo de piel, de musgo, de leche ávida y firme. Ah los vasos del pecho! Ah los ojos de ausencia! Ah las rosas del pubis! Ah tu voz lenta y triste! Cuerpo de mujer mía, persistiré en tu gracia. Mi sed, mi ansia sin límite, mi camino indeciso! Oscuros cauces donde la sed eterna sigue, y la fatiga sigue, y el dolor infinito. Siguiente
Poema 3 Ah vastedad de pinos, rumor de olas quebrándose, lento juego de luces, campana solitaria, crepúsculo cayendo en tus ojos, muñeca, caracola terrestre, en ti la tierra canta! En ti los ríos cantan y mi alma en ellos huye como tú lo desees y hacia donde tú quieras. Márcame mi camino en tu arco de esperanza y soltaré en delirio mi bandada de flechas. En torno a mí estoy viendo tu cintura de niebla y tu silencio acosa mis horas perseguidas, y eres tú con tus brazos de piedra transparente donde mis besos anclan y mi húmeda ansia anida. Ah tu voz misteriosa que el amor tiñe y dobla en el atardecer resonante y muriendo! Así en horas profundas sobre los campos he visto doblarse las espigas en la boca del viento. Poema 4 Es la mañana llena de tempestad en el corazón del verano. Como pañuelos blancos de adiós viajan las nubes, el viento las sacude con sus viajeras manos. Innumerable corazón del viento latiendo sobre nuestro silencio enamorado. Zumbando entre los árboles, orquestal y divino, como una lengua llena de guerras y de cantos. Viento que lleva en rápido robo la hojarasca y desvía las flechas latientes de los pájaros. Viento que la derriba en ola sin espuma y sustancia sin peso, y fuegos inclinados. Se rompe y se sumerge su volumen de besos combatido en la puerta del viento del verano. Siguiente
Poema 5 Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces como las huellas de las gaviotas en las playas. Collar, cascabel ebrio para tus manos suaves como las uvas. Y las miro lejanas mis palabras. Más que mías son tuyas. Van trepando en mi viejo dolor como las yedras. Ellas trepan así por las paredes húmedas. Eres tú la culpable de este juego sangriento. Ellas están huyendo de mi guarida oscura. Todo lo llenas tú, todo lo llenas. Antes que tú poblaron la soledad que ocupas, y están acostumbradas más que tú a mi tristeza. Ahora quiero que digan lo que quiero decirte para que tú las oigas como quiero que me oigas. El viento de la angustia aún las suele arrastrar. Huracanes de sueños aún a veces las tumban. Escuchas otras voces en mi voz dolorida. Llanto de viejas bocas, sangre de viejas súplicas. Ámame, compañera. No me abandones. Sígueme. Sígueme, compañera, en esa ola de angustia. Pero se van tiñendo con tu amor mis palabras. Todo lo ocupas tú, todo lo ocupas. Voy haciendo de todas un collar infinito para tus blancas manos, suaves como las uvas. Poema 6 Te recuerdo como eras en el último otoño. Eras la boina gris y el corazón en calma. En tus ojos peleaban las llamas del crepúsculo. Y las hojas caían en el agua de tu alma. Apegada a mis brazos como una enredadera, las hojas recogían tu voz lenta y en calma. Hoguera de estupor en que mi sed ardía. Dulce jacinto azul torcido sobre mi alma. Siento viajar tus ojos y es distante el otoño: boina gris, voz de pájaro y corazón de casa hacia donde emigraban mis profundos anhelos y caían mis besos alegres como brasas. Cielo desde un navío. Campo desde los cerros. Tu recuerdo es de luz, de humo, de estanque en calma! Más allá de tus ojos ardían los crepúsculos. Hojas secas de otoño giraban en tu alma. Siguiente
Poema 8 Ebrio de trementina y largos besos, estival, el velero de las rosas dirijo, torcido hacia la muerte del delgado día, cimentado en el sólido frenesí marino. Pálido y amarrado a mi agua devorante cruzo en el agrio olor del clima descubierto, aún vestido de gris y sonidos amargos, y una cimera triste de abandonada espuma. Voy, duro de pasiones, montado en mi ola única, lunar, solar, ardiente y frío, repentino, dormido en la garganta de las afortunadas islas blancas y dulces como caderas frescas. Tiembla en la noche húmeda mi vestido de besos locamente cargado de eléctricas gestiones, de modo heroico dividido en sueños y embriagadoras rosas practicándose en mí. Aguas arriba, en medio de las olas externas, tu paralelo cuerpo se sujeta en mis brazos como un pez infinitamente pegado a mi alma rápido y lento en la energía subceleste. Poema 7 Abeja blanca zumbas -ebria de miel- en mi alma y te tuerces en lentas espirales de humo. Soy el desesperado, la palabra sin ecos, el que lo perdió todo, y el que todo lo tuvo. Última amarra, cruje en ti mi ansiedad última. En mi tierra desierta eres la última rosa. Ah silenciosa! Cierra tus ojos profundos. Allí aletea la noche. Ah desnuda tu cuerpo de estatua temerosa. Tienes ojos profundos donde la noche alea. Frescos brazos de flor y regazo de rosa. Se parecen tus senos a los caracoles blancos. Ha venido a dormirse en tu vientre una mariposa de sombra. Ah silenciosa! He aquí la soledad de donde estás ausente. Llueve. El viento del mar caza errantes gaviotas. El agua anda descalza por las calles mojadas. De aquel árbol se quejan, como enfermos, las hojas. Abeja blanca, ausente, aún zumbas en mi alma. Revives en el tiempo, delgada y silenciosa. Ah silenciosa! Siguiente
Poema 10 Casi fuera del cielo ancla entre dos montañas la mitad de la luna. Girante, errante noche, la cavadora de ojos. A ver cuántas estrellas trizadas en la charca. Hace una cruz de luto entre mis cejas, huye. Fragua de metales azules, noches de las calladas luchas, mi corazón da vueltas como un volante loco. Niña venida de tan lejos, traída de tan lejos, a veces fulgurece su mirada debajo del cielo. Quejumbre, tempestad, remolino de furia, cruza encima de mi corazón, sin detenerte. Viento de los sepulcros acarrea, destroza, dispersa tu raíz soñolienta. Desarraiga los grandes árboles al otro lado de ella. Pero tú, clara niña, pregunta de humo, espiga. Era la que iba formando el viento con hojas iluminadas. Detrás de las montañas nocturnas, blanco lirio de incendio, ah nada puedo decir! Era hecha de todas las cosas. Ansiedad que partiste mi pecho a cuchillazos, es hora de seguir otro camino, donde ella no sonría. Tempestad que enterró las campanas, turbio revuelo de tormentas para qué tocarla ahora, para qué entristecerla. Ay seguir el camino que se aleja de todo, donde no esté atajando la angustia, la muerte, el invierno, con sus ojos abiertos entre el rocío. Poema 9 Hemos perdido aun este crepúsculo. Nadie nos vio esta tarde con las manos unidas mientras la noche azul caía sobre el mundo. He visto desde mi ventana la fiesta del poniente en los cerros lejanos. A veces como una moneda se encendía un pedazo de sol entre mis manos. Yo te recordaba con el alma apretada de esa tristeza que tú me conoces. Entonces, dónde estabas? Entre qué gentes? Diciendo qué palabras? Por qué se me vendrá todo el amor de golpe cuando me siento triste, y te siento lejana? Cayó el libro que siempre se toma en el crepúsculo, y como un perro herido rodó a mis pies mi capa. Siempre, siempre te alejas en las tardes hacia donde el crepúsculo corre borrando estatuas. Volver a la biblioteca
José Martí La Habana 1853 -Dos Ríos 1895 (La Habana, 1853 - Dos Ríos, Cuba, 1895) Político y escritor cubano. Nacido en el seno de una familia española con pocos recursos económicos, a la edad de doce años José Martí empezó a estudiar en el colegio municipal que dirigía el poeta Rafael María de Mendive, quien se fijó en las cualidades intelectuales del muchacho y decidió dedicarse personalmente a su educación. El joven Martí pronto se sintió atraído por las ideas revolucionarias de muchos cubanos, y tras el inicio de la guerra de los Diez Años y el encarcelamiento de su mentor, inició su actividad revolucionaria: publicó una gacetilla El Diablo Cojuelo, y poco después una revista, La Patria Libre, que contenía su poema «Abdalá». A los diecisiete años José Martí fue condenado a seis de cárcel por su pertenencia a grupos independentistas. Realizó trabajos forzados en el penal hasta que su mal estado de salud le valió el indulto. Deportado a España, en este país publicó su primera obra de importancia, el drama Adúltera. Inició en Madrid estudios de derecho y se licenció en derecho y filosofía y letras por la Universidad de Zaragoza. Durante sus años en España surgió en él un profundo afecto por el país, aunque nunca perdonó su política colonial. En su obra La República Española ante la Revolución Cubana reclamaba a la metrópoli que hiciera un acto de contrición y reconociese los errores cometidos en Cuba. Tras viajar durante tres años por Europa y América, José Martí acabó por instalarse en México. Siguiente