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Los orígenes del Camino de Santiago Semblanza histórica del Obispo Teodomiro, del monarca astur Alfonso II, llamado el Casto, y de un camino que se ha convertido en espacio sagrado. Lauda sepulcral del obispo de Iria Flavia Teodomiro, “descubridor” de la tumba del apóstol Santiago el Mayor.
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Los orígenes del Camino de Santiago Semblanza histórica del Obispo Teodomiro, del monarca astur Alfonso II, llamado el Casto, y de un camino que se ha convertido en espacio sagrado.
Lauda sepulcral del obispo de Iria Flavia Teodomiro, “descubridor” de la tumba del apóstol Santiago el Mayor.
Estatua de Alfonso II, llamado el Casto, obra de Victor Hevia situada en el Jardín de los Reyes anexo a la catedral de Oviedo.
Red de los “Caminos de Santiago” que a lo largo de los siglos gracias a la religiosidad de los peregrinos y, por que no, los intereses económicos de las administraciones en los últimos años, han ido surgiendo y surcan la Península Ibérica.
La inestable monarquía asturiana encontró a comienzos del siglo IX d.C. un inusitado apoyo gracias al milagroso “descubrimiento” del lugar en que fueron enterrados por sus discípulos Teodoro y Atanasio los restos de Santiago el Mayor, el primero de los apóstoles en ser martirizado. La gloria de tal hallazgo se atribuye al obispo Teodomiro, titular de la diócesis de Iria Flavia, gracias a las visiones de un ermitaño que moraba en las espesuras de un bosque conocido como Liberum Donum o Liberdon, llamado Paio, Pelayo o Pelagio (las crónicas no coinciden en este punto), quien informó al mismo que las estrellas, en su recorrido nocturno, se detenían sobre un punto fijo y determinado del terreno, hecho milagroso que debía tener un significado que se escapaba a su conocimiento. Ante estos hechos, y tras consultar con los sacerdotes de la diócesis, Teodomiro toma la decisión de encaminarse al lugar de las misteriosas visiones y comprobar con sus propios ojos el milagro de las estrellas, quedando maravillado ante tal prodigio hasta el punto que decide iniciar un ayuno de tres días con el fin de purificar su espíritu antes de iniciar la búsqueda de las causas o motivos del inusual hecho.
Mapa de los reinos hispánicos hacia los años del descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago el Mayor en Compostela.
Martirio de Santiago el Mayor, hijo del Zebedeo. Obra de Albrecht Dürer (Alberto Durero), fechada entre los años 1507 y 1509 d.C. Dimensiones : 148 x 61 cm. Colección del Historisches Museum de Frankfurt.
Cumplida la penitencia iniciaron la exploración del lugar, un pequeño y pelado otero, en cuya cima encontrando los restos de una antigua necrópolis paleocristiana, cuyos orígenes se remontaban época celta, en la que destacaba una monumental sepultura de orden romano que por sus dimensiones era evidente estaba destinada a acoger los restos de un alto personaje y en cuyo interior descansaba un sarcófago de piedra. Una vez abierto este, comprobaron que contenía los restos de un hombre que había sido decapitado y cuya cabeza descansaba bajo su brazo derecho. Inmediatamente, y recordando las tradiciones que describían el viaje que realizaron los discípulos Teodoro y Atanasio desde Jerusalén hasta estas tierras para poder dar sepultura a los restos del apóstol Santiago, el hijo del Zebedeo, identificaron los restos como pertenecientes a aquel discípulo que fue condenado a muerte por el rey Herodes Agripa I quien ordenó, además, que su cadáver debería quedar insepulto para ser pasto de las alimañas. Maravillado ante este descubrimiento, Teodomiro, además de levantar una capilla en el lugar del hallazgo, ordena partan mensajeros hacia la Corte asturiana para informar del mismo al rey Alfonso II.
Tumba monumental romana cuyo diseño pudiera ser muy semejante a los restos localizados por el obispo Teodomiro en la que supestamente fueron sepuntados los restos del apostol Santiago el Mayor.
Moneda acuñada por el rey de Judea, Herodes Agripa I, apodado el Grande fechada entre los años 37 – 43 d.C., bajo cuyo gobierno fue martirizado en apóstol Santiago el Mayor.
Antes de continuar con el relato del milagroso descubrimiento que dio inicio al Camino de Santiago, debemos centrarnos en conocer la situación política en la que se encontraba el reino astur en esos años. La subida al trono de Alfonso II no se produce a la muerte de su padre, el rey Fruela I, dado que siguiendo bien la tradición visigoda o bien la línea matrilineal en la sucesión, asciende al trono su primo Aurelio I, hijo de Fruela de Cantabria, rey que según narran algunas crónicas firmó una vergonzosa tregua con el Emirato de Córdoba por la que se comprometía a entregar cada año a los enviados del emir un determinado número de doncellas cristianas, de ahí el origen de la localidad asturiana de El Entrego, lugar donde se realizaba la entrega, y la leyenda del Tributo de las Cien Doncellas. Fallecido Fruela I sin descendencia directa, los nobles acuerdan entregar el trono a Silo I, su cuñado por su enlace con su hermana Adosinda, quien fue contemporáneo del emir de Córdoba Abd al-Rahmán I al-Dājil y del monarca franco Carlomagno, tiempos de la batalla de Roncesvalles, siendo su mayor aportación a la historia el traslado de la Corte desde la inicial capital, Cangas de Onís, a Pravia, localidad mucho mejor situada al ubicarse al fondo del valle del río Nalón junto a una antigua vía romana.
Arbol genealógico de los monarcas del reino de Asturias en el que se puede comprobar que estando todos los monarcas emparentados la sucesión no sigue la línea dinástica directa, sino que resulta más cercana bien al modelo de transmisión matrilineal o bien al modelo electivo visigodo siempre dentro de la familia reinante.
Dolmen situado bajo la capilla de la Santa Cruz, cuyos orígenes se remontan al reinado de Favila I, y en la que, según las tradiciones más antiguas fue el lugar de enterramiento de los reyes astures hasta el traslado de la capital a Pravia por Silo I
Iglesia de Santianes de Pravia, mandada edificar por el rey Silo I para ser su lugar de enterramiento tras el traslado de la capital del reino astur de la inicial localidad de Cangas de Onis a la de Pravia.
En el año 783 d.C. se produce la muerte de Silo I, situación que algunos nobles aprovechan para elegir como sucesor a Alfonso II, el hijo del rey Fruela I, pero que es contestada por Mauregato I, tío suyo al ser hijo natural de Alfonso I y una cautiva musulmana llamada Sisalda, para iniciar una rebelión en la Corte que apoyada por gran parte de la nobleza, le destrona obligándole a refugiarse en tierras alavesas, el feudo de los parientes de su madre Munia de Álava, asumiendo el trono y dando inicio a un reinado en el que acontecerá un hecho que tendrá gran trascendencia en el “descubrimiento” de la tumba del apóstol Santiago, la disputa teológica ocasionada por la irrupción en territorios hispanos de la doctrina adopcionista, declarada herética en el segundo concilio ecuménico de Nicea celebrado en el año 787 d.C., en la que intervinieron la Corte astur, el obispo de Toledo, Elipando, y el monje Beato de Liébana, autor de Los Comentarios al Libro del Apocalipsis. El adopcionismo, doctrina heredera del arrianismo, propugnaba que Jesús era un ser humano, elevado a categoría divina por designio de Dios a través de su adopción, bien al ser concebido, bien en algún momento a lo largo de su vida, o bien tras su muerte, planteamiento que eliminaba una de las grandes contradicciones de la doctrina oficial, al tener que reconocer la existencia de varias personas divinas y, al mismo tiempo, profesar el monoteísmo.
Folio del manuscrito mozárabe Comentario al Libro del Apocalipsis del Beato de Liébana, conocido como Beato de San Miguel de la Escalada, en el que aparecen Los siete ángeles con trompetas. Está datado hacia el primer tercio del siglo IX d.C. Biblioteca Morgan de New York.
Folio 127 v del manuscrito mozárabe Comentario al Libro del Apocalipsis del Beato de Liébana, conocido como Beato de Osma, en el que aparecen La mujer y el dragón. En las dos páginas siguientes, Mapamundi (Folios 34 v y 35 r) y detalle del mismo referente a la Gallecia.
Esta agria disputa teológica, que en el fondo reabría el debate entre nicenos o católicos y arrianos que ya habían protagonizado graves enfrentamientos tras la conversión de Recaredo I en el año 587 d.C. y la declaración del catolicismo como religión oficial en el III Concilio de Toledo del año 589 d.C., reabría viejas rencillas entre los nobles visigodos que se habían refugiado en las tierras norteñas huyendo de la invasión islámica, y aquellos que habían “colaborado” con los musulmanes y cuya vieja fe arriana se encontraba cercana a los postulados del propio Islam. Nótese que el máximo defensor de las tesis adopcionistas era el propio obispo de Toledo, Elipando, titular de la sede primada del viejo reino visigodo, su antigua capital y lugar en el que se habían celebrado los Concilios que llevan su nombre, hasta 18 de estas reuniones se llegaron a celebrar, en las que se trataron asuntos de índole religiosa de tanta trascendencia política como sucedió en el IV Concilio celebrado el 633 d.C. en la que el propio rey Recaredo abrió las sesiones con la abjuración del arrianismo al suscribir los símbolos de fe de Nicea, Constantinopla, Éfeso y Calcedonia, hecho que obligaba a todos sus súbditos, o el V Concilio del año 636 d.C. en que establecían las primeras bases para la elección del monarca, las cuales fueron completadas bajo el reinado de Recesvinto por el VIII Concilio del año 653 d.C.
Conversión de Recaredo, óleo de Muñoz Degrain / Palacio del Senado (Madrid).
Corona votiva visigoda conocida como “Corona de Recesvinto” perteneciente al llamado Tesoro de Guarrazar localizado amediados del siglo XIX d.C. en la localidad toledana de Guadamur. Este monarca convocó los Concilios VIII (año 653 d.C.), IX (año 655 d.C.) y X (año 656 d.C.), en el primero de los cuales se establecía que : “El sucesor del rey será elegido con asentimiento de los obispos y magnates palatinos, en la ciudad regia o en el lugar mismo donde hubiera muerto el monarca anterior”.
Es en este momento cuando la iglesia católico-nicena va adquiriendo cada vez mayor protagonismo fundamentalmente durante los reinados de los últimos monarcas visigodos, así bajo Egica (687 – 700 d.C.) se ordena la persecución y confiscación de los bienes de los judíos, hecho que sume al reino en una grave crisis económica y que se une a las luchas intestinas entre la propia nobleza, enfrentamientos cuyo origen habría que buscar en la crisis suscitada por la sucesión del propio Egica cuando, tras el interregno de Suniefredo, eligen como rey a Witiza, el hijo de Egica, hecho que contradice la tradición establecida de ser la nobleza quienes elegían al sucesor. En torno a la figura de este monarca se han tejido múltiples leyendas que inciden principalmente en su depravación, como aquella que afirma que estando la hija del conde don Julián, otras crónicas lo denominan Olián u Olbán, a la sazón gobernador de Septa (Ceuta), educándose en la corte visigoda, fue violada por el propio rey, siendo este el origen de la invasión musulmana, cuando lo cierto es que su reinado se caracterizó por intentar atraer a su bando a todos aquellos que habían sido represaliados por su padre comenzando por los nobles arrianos que recuperaron sus cargos en la Corte, al tiempo que levantaba la interdicción dictada contra los judíos devolviéndoles los bienes confiscados.
Representación del rey visigodo Egica según figura en el llamado “Códice Emilianense”.
Debemos detenernos un momento para señalar que, siguiendo el esquema de las provincias de la Hispania Romana, el reino visigodo estaba dividido en ducados al frente de cada uno de ellos se situaba un dux o duque, siempre perteneciente a alguna de las grandes familias emparentadas con la familia reinante y entre los cuales se debía, teóricamente, elegir el sucesor del rey. Es por ello que la estrategia de asociar en vida al trono a uno de los hijos del monarca y por tanto establecerlo como su futuro heredero sin la aprobación de la nobleza, costumbre que se implanta definitivamente en el reinado de Egica con el nombramiento de Witiza y que este continúa con la asociación de su hijo Agila II, dux de la Tarraconensis, provocó, a la muerte del segundo, una serie de revueltas encabezadas por aquellos nobles que consideraban se debía continuar con lo establecido en el VIII Concilio de Toledo, los cuales eligen como rey al dux de la Bética, Roderico (Rodrigo). Y es esta lucha fratricida en la que confluyen tanto los intereses económicos nobiliarios, son constantes las rebeliones de duques que se consideran con derecho al trono, como religiosos, el poder de la iglesia católica trinitaria es cada día mayor gracias a las donaciones regias, donde podemos encontrar el germen del hundimiento de la monarquía visigoda.
División en ducados del reino visigodo bajo el reinado de Witiza.
Teórica división entre los seguidores de Agila II y Rodrigo.
Portada de la llamada “Crónica del rey don Rodrigo”, obra de Alonso de Cartagena publicada en 1549 d.C. en la que se recogen la gran mayoría de leyendas tejidas en torno a la vida y muerte de ese monarca.
El enfrentamiento entre los seguidores de Rodrigo y Agila II tiende a resolverse de la misma forma que en ocasiones anteriores, es decir, buscando alianzas militares tanto internas como externas, que en ese caso se realizaron antaño con el Imperio Bizantino, tal y como sucedió en el reinado de Atanagildo quien en el año 551 d.C. recabó la ayuda del emperador Justiniano para derrocar al rey Agila, resultado de la cual fue la ocupación de la llamada Hispania Bizantina con capital en Carthago Spartaria (Cartagena) hasta el año 621 d.C. en que fue recuperada por los reyes Sisebuto y Suintila. La historia parece repetirse nuevamente cuando Agila II solicita la ayuda militar del gobernador musulmán del norte de África el yemení de origen Abu Abd ar-Rahman Musa ibn Nusayr ibn Abd ar-Rahman Zayd al-Lajmi, quien envía a su lugarteniente Táriq ibn Ziyad, gobernador de Tánger al frente de una reducida fuerza bereber para apoyar a los seguidores de Agila II, las cuales derrotan a las tropas del rey Rodrigo en la batalla de Guadalete librada en el mes de julio del año 711 d.C., punto de inicio de un rápido avance que, en el otoño de ese año, les llevan a las puertas de Toledo, la capital del reino y lugar en el que había sido coronado Agila II, para reclamar el tesoro real como pago de sus servicios, pretensión que fue rechazada por los nobles obligando a Táriq a solicitar instrucciones a su superior Musa ibn Nusayr.
Retrato de Atanagildo, según la obra de Arnold van Westerhout “Effigies et series regum Hispaniae” publicada en Roma en el año 1624 d.C. Biblioteca Nacional de España (Madrid).
Mapa en el que se muestra los teritorios controlados por el Imperio Bizantino a mediados del siglo VI d.C. tras la solicitud de ayuda del rey Atanagildo.
Podemos decir que las consecuencias de la lucha Agila I / Leovigildo se repiten con la iniciada entre Rodrigo / Agila II, pues los mercenarios bereberes, ante la negativa al pago acordado, destronan al monarca Agila II que es desterrado a Damasco como rehén del califa Al-Walid ibn Abd al-Malik, al tiempo que las tropas invasoras culminan la conquista del reino visigodo en poco más de tres años, puesto que a finales del año 714 d.C. ambos líderes musulmanes son requeridos en Damasco para dar cuenta de sus actos. No podemos dejar de señalar que la rapidez de la conquista no puede ser explicada más que teniendo en cuenta la “complicidad” de parte de la nobleza cuyas antiguas creencias arrianas eran fácilmente compatibles con el Islam primitivo, estando ambas basadas en el monoteísmo, “un solo dios”, contrapuesto a la “trinidad” nicena. Es por ello de interés resaltar que algunos nobles visigodos siguen gobernando sus territorios bajo dominio musulmán como el conde Teodomiro (Tudmir ibn Abdush, Tudmir el godo, en las crónicas árabes) quien a firmó el llamado Pacto de Teodomiro por el cual mantenía su poder sobre una serie de ciudades de la zona levantina a cambio del pago de una serie de impuestos, situación que se repite en otros lugares como Zaragoza con el conde Casio, (kumis Qasi en árabe) cabeza de la familia de los Banu Qasi que gobernó esa zona hasta el siglo X d.C.
Ciudades incluidas en el “Pacto de Teodomiro” firmado por el conde visigodo Teodomiro y Abd al-Aziz ibn Musa (hijo de Musa ibn Nusair). En algún caso existen dudas sobre la ubicación exacta de alguna de ellas.
Vista aérea de la Gran Mezquita de Damasco mandada erigir por el califa Al-Walid ibn Abd al-Malik sobre las ruinas de la iglesia de San Juan Bautista.
Esta digresión histórica es muy importante para comprender la importancia del descubrimiento de la tumba del apóstol Santiago ya que nos permite considerar que la lucha iniciada por Pelayo en las montañas astures no es sino la plasmación de una realidad, la continuación de las luchas nobiliarias, en este caso y tras la deposición de Agila II y la derrota de su hijo y teórico sucesor Ardabasto en Narbona, encabezadas por aquellos nobles que no estaban dispuestos a pactar con los musulmanes y que podemos considerar fundamentalmente representantes de la religión oficial, la nicena-trinitaria. A finales del siglo VIII d.C. las políticas represivas de los emires Hixam ibn Abd-ar-Rahman, Hixam I y Al-Hàkam ibn Hixam, Al-Hakam I, provocan un movimiento migratorio de los cristianos de tierras musulmanas tanto nicenos como arrianos, los denominados mozárabes, hacia las tierras del Norte, y es en esta situación cuando retomamos el relato del descubrimiento de la tumba acompañando al mensajero que el obispo Teodomiro envía a la Corte astur con la noticia ese maravilloso hallazgo a un monarca, Alfonso II, cuyo ascenso al trono había sido propiciado por la renuncia en el año 791 d.C. del rey Bermudo I tras ser derrotado por las tropas del emir cordobés Hixam I en la batalla de Burbia y cuya capital, Oviedo, estaba recuperándose todavía del saqueo sufrido a manos de dichas tropas en el año 794 d.C.
Estatua de don Pelayo, (Belay en las crónicas árabes), noble visigodo iniciador de la dinastía astur y mítico iniciador de la Reconquista. Real Sitio de Covadonga (Cangas de Onís).
Unico resto conservado de la iglesia de San Tirso mandada erigir por el monarca astur Alfonso II tras el saqueo de la ciudad de Oviedo por Hixam I.
Podemos imaginar que nuestra llegada a Oviedo provoca una gran conmoción en los estamentos religiosos de la ciudad en la que coexisten, que no conviven, las dos credos cristianos de la época, el niceno y el arriano, estos últimos incrementados por la llegada de gentes mozárabes, la noticia de un maravilloso descubrimiento que afectaba tanto a unos como a otros y que, hábilmente utilizado, podía servir para unir ambas confesiones bajo un símbolo común, al tiempo que legitimar de una manera “divina” la recién creada monarquía astur como única heredera de la monarquía visigoda. Reunida la Corte, el monarca apoyado incondicionalmente por Adulfo, primer obispo de la ciudad tras el traslado desde Pravia, propone a los nobles presentes encaminarse inmediatamente hacia el lugar del milagroso descubrimiento para cerciorarse de la realidad del mismo. Esta marcha cortesana desde Oviedo hasta Compostela es la primera referencia a una peregrinación al sepulcro del apóstol Santiago, constituyendo su itinerario el llamado “Camino Primitivo” cuyo recorrido exacto ha sido objeto de múltiples propuestas aun cuando si parece claro que por la época del año en que se realizó debieron seguir la ruta interior que se inicia en la ciudad de OVIEDO para tras atravesar los Concejos de Las Regueras, Grado, Salas, Tineo, Pola de Allande y Grandas de Salime, internarse en tierras gallegas.
Mapa con el recorrido del Primitivo Camino de Santiago que desde Oviedo se dirigía por el interior (La Espina – Tineo – Allande – Fonsagrada – Lugo – Palas de Rey – Mellid – Arzúa – Labacolla – Santiago), existiendo una segunda vía, utilizada posteriormente, que en el invierno se desviaba por la costa ( La Espina – Navia – Rbadeo – Mondoñedo- Sobrado – Arzúa – Labacolla - Santiago).
Torre medieval del Palacio de Dóriga, uno de los lugares de paso del Primitivo Camino de Santiago.
Absides y torre románica del Monasterio de San Salvador en la localidad de Cornellana, uno de los hitos del Primitivo Camino de Santiago.
Llegados al Campus Stellae comprobaron el milagroso hecho ordenando el monarca que en ese lugar, y sobre los restos del sepulcro junto al que se encontraron los atribuidos a los discípulos Teodoro y Atanasio que habían transportado el cuerpo desde la lejana Jerusalén, se levantara una iglesia en honor del apóstol, al tiempo que enviaba mensajeros tanto a Roma como a los monarcas europeos comunicando el hallazgo. Decíamos al inicio que este hecho significó el espaldarazo a la monarquía astur que hasta ese momento se encontraba sometida a fuertes tensiones derivadas tanto de su falta de reconocimiento internacional, el monarca franco Carlomagno había sido coronado por el propio Papa León III como Imperator Augustus lo que le confería una primacía sobre otros gobernantes cristianos, al tiempo que sus conquistas en la antigua Tarraconensis que alcanzaron la propia Barcelona en el año 801 d.C., llegando hasta Tortosa en la desembocadura del Ebro en el año 811 d.C., de manera que en esos años se podría decir que controlaba los antiguos ducados de Septimania y Tarraconensis por lo que podría reclamar para si y sus descendientes la legitimidad del antiguo reino visigodo, como de los movimientos separatistas surgidos en la antigua Gallecia de pasado suevo, pues no debemos olvidar que fue conquistada por el rey Leovigildo en el año 585 d.C.
Puerta Santa de la Catedral de Santiago de Compostela con la imagen de Santiago peregrino flanqueada por las de sus discípulos Atanasio y Teodoro.
Un tercer factor a tener en cuenta es el religioso, consecuencia de la coexistencia, fundamentalmente en esa zona, de los antiguos obispados arrianos y los nicenos, situación que se ve agravada por la masiva llegada de gentes de religión cristiana desde los territorios musulmanes consecuencia de los sucesos acaecidos en la ciudad de Toledo en el año 807 d.C., en la llamada “Jornada del Foso” en la que fueron ejecutados por orden de Al-Hakan I los principales representantes de la ciudad entre ellos el obispo Elipando de Toledo, el defensor de la doctrina adopcionista, gran parte de cuyos seguidores abandonaron el lugar y se encaminaron hacia el norte. En resumen podemos deducir que el descubrimiento del sepulcro del apóstol Santiago en la zona central de la antigua Gallecia supuso para el monarca Alfonso II una oportunidad de, primero, afianzar su dominio sobre un territorio hasta ese momento hostil mediante la fundación de una ciudad a la que dota de grandes privilegios convirtiéndose en símbolo de los propios monarcas astures, y segundo, de presentarse ante la cristiandad como defensor y custodio de los restos del apóstol que según la tradición evangelizó la Hispania romana y era considerado como el más querido de Jesús, y tercero, aglutinar las diversas corrientes cristianas, nicenos, arrianos, adopcionistas, en la devoción a esa figura apostólica.