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Al caer la tarde. Yo quisiera saber, Señor, si al caer la tarde estaré contigo. Te lo digo porque un día Felipe y Andrés te preguntaron: “¿Dónde vives, Señor?”. Y con sencillez de amigo dijiste: “Seguidme y ved”. Y contigo “aquella tarde” para siempre se quedaron. No buscaban tu casa,
E N D
Yo quisiera saber, Señor, si al caer la tarde estaré contigo. Te lo digo porque un día Felipe y Andrés te preguntaron: “¿Dónde vives, Señor?”.
Y con sencillez de amigo dijiste: “Seguidme y ved”. Y contigo “aquella tarde” para siempre se quedaron.
No buscaban tu casa, -difícil saber si tu casa, era casa, o simplemente una covacha..., que “las zorras tienen cuevas pero el Hijo del Hombre no tiene dónde reclinar la cabeza”-. A ti te buscaban, Señor.
Te encontraron. Y aquella tarde..., para siempre contigo se quedaron. Tú eras la Casa, no iban solos y enseguida te encontraron.
Pan de trigo merendaron y un vaso de vino, en amistad de amigos eucarísticamente compartieron. Y para siempre..., -te das cuenta, Señor-, para siempre...., contigo aquella tarde se quedaron.
No iban solos, que eran dos, por consiguiente, mayoría. Que “al caer la tarde”, Señor, no uno, ni dos, sino todos,para siempre, podamos quedarnos contigo a compartir tu Pan y tu Vino.