290 likes | 449 Views
ARTE PICTÓRICO CAJAMARQUINO. En homenaje a mi terruño, Cajamarca, y a quienes fueron dos excelentes profesores de Secundaria, en el centenario y glorioso Colegio “San Ramón”:. Maestro Juan Villanueva Rodríguez, “Bagate ” y. Maestro Andrés Zevallos De la Puente.
E N D
ARTE PICTÓRICO CAJAMARQUINO En homenaje a mi terruño, Cajamarca, y a quienes fueron dos excelentes profesores de Secundaria, en el centenario y glorioso Colegio “San Ramón”: Maestro Juan Villanueva Rodríguez, “Bagate” y Maestro Andrés Zevallos De la Puente
Hasta la década del 60, el Maestro autodidacta Juan Villanueva Rodríguez, “Bagate”, era uno de los más preclaros profesores del Colegio “San Ramón” de Cajamarca y al mismo tiempo uno de los exponentes de la pintura indigenista cajamarquina. Sobresalió también en el dibujo, la fotografía, el modelado escultórico, la artesanía y en ejemplo de vida personal. En sus obras muestra escenas de la vida campesina, especialmente de Porcón, con sus personajes típicos.
Alrededor del fogón la jornada se hizo abrigadora: esa vida se fue, pero aún nos queda el calor de la tullpa en las entrañas…
Con el peso a la espalda y la rueca en la mano, la mujer con su kipe devoró los caminos construyendo con cada paso suyo el mundo que, a pesar de todo, seguía siendo ajeno… Jamás protestó por esa carga y a más hambre o sed nos compensaba con metros incansables de su lana torcida en huso frágil…
Más de una vez quizá pensó el patrón: ¡Tus landas son rebeldes, Cholo haragán…! ¿Acaso no conoces algún peine de palo que te arregle…? Patroncito, ni siquiera conozco mi historia o por qué esa otra raza nos mochó el cogollo de la vida… Mire, más bien, mis manos que son las que trabajan para hacerle agradable la vida en su ciudad…
Y el kipe fue algo más. ¿Cuántas veces, siendo niño, la niñera -esa Juana inolvidable, esa Juana querida, ahora anciana- me acunó en sus andanzas, canturreando? El kipe, baúl de tesoros, que entre muchas ricuras trajo frutos silvestres, ansiados, al paladar infantil… ¡Aún los sigo saboreando!
La caja y el clarín nos convocaban a correr por los patios y zaguanes para verlos pasar por la calle empedrada con su acequia en el medio… Todas eran “María”, todos eran “José”: nos entendían al llamarles, y al darles la propina que ganamos premiaban nuestro afecto con porporo, capulí o con lukines, que esperaban ansiosas nuestras bocas…
La chicha o el cañazo en las venas, con la ira y la ceguera que ocasionan fueron chispa sin fin. El “te estimo, compadre”, ya no existe; el “tú eres siempre mi hermano”, nunca existió… Sólo está “¡Yo soy hombre, caracho… y si te mato seré mil veces más, más, más…! ¡Barajo…!” La borrachera, al fin, habrá pasado y al nuevo día, con la sangre ya seca de la herida dirán con inocencia los rivales de ayer: “¿Qué te ha pasado?” “¡Me caí, pué, compadre, tropezando…!”
Cajamarca de antaño, con sus calles de piedra y sus acequias; sus casitas con huertas y capulíes; paredes de tapial, techos de teja; sus cuestas y bajadas aún sin veredas, reflejando lo antiguo y pintoresco… Personajes sin fin andando en ella, y elegantes caballos palanganeando y sacándole chispas a ese suelo, con herrajes catones de albo uno…
Los años han pasado y sin embargo, basta mirar un cuadro y esa escena nos hace revivir aquellos tiempos en que aún siendo muy niños no pensamos quizá que se impregnarían con tal fidelidad esas jornadas. Y a la espalda o en burro iban llegando la leña, el carbón, la papa, el trigo, las ocas, el quesillo, los cántaros, las ollas, la paja para adobes o las tejas: campesinos y campo nos brindaban lo que era menester para la vida. La huerta daba el resto y el cuyero…
El dolor por los muertos no era tanto en la visita anual al camposanto. Con cantos y oraciones, la presencia allí se completaba con las velas prendidas y a través de su llama quizá el difunto se hacía presente… y nadie lo notaba.
No sólo la paja de la jalca completó la techumbre de la casa; también la penca fue la teja del pobre y en sus chozas lo defendió del sol o de la lluvia, aunque no pudo hacer nada contra la marginación social.
La chicha de jora, herencia ancestral, sació la sed y aún lo sigue haciendo. Hizo al camino corto y a la jornada breve, refrescó las gargantas y alegró al marginado… Pero, guay del que abusara ingiriéndola imberbe: lo mantendría pobre, marginado y sufriente… Dame un trago de chicha, en honor al pasado.
Gracias, maestro, por tus cuadros. Gracias por hacer inmortal cada escena. Con tu arte he podido desempolvar recuerdos, dejando reluciente al tiempo viejo. Ahora puedo seguir, amando mucho más a Cajamarca. Gracias tu compañía y tus pinceles, muchas gracias tu arte y su mensaje.
El maestro cajamarquino Andrés Zevallos De la Puente preparó los cuadros de esta muestra en homenaje a José María Arguedas y a Mario Urteaga, por resaltar en sus obras literarias y pictóricas los sentimientos y valores de la raza indígena, como un desagravio al cuestionamiento que el escribidor comercial M. Vargas publicara con relación al autor de "Los ríos profundos".
La muestra plasma con brillantez a los típicos productos del Ande cajamarquino y peruano en las escenas de la vida campesina. El maestro Andrés Zevallos es reconocido, por sus méritos sobresaliente s como uno de los mejores de la plástica peruana.
Las obras están • agrupadas • en cuatro trípticos • y una celebración: • - AGUA • PAPA • MAÍZ • - VIDA CAMPESINA • La vida campesina • incluye: • Amor, matrimonio y maternidad • - Trabajo y fiesta • - Religiosidad, enfermedad y muerte
La celebración • del TRIGO presenta: • - Tirapa o desyerbo • - Corte, gavilla y pilón • - Trilla • - Aventada y traspaleo • Amasijo o • preparación del pan
Religiosidad, enfermedad y muerte
Corte del trigo, gavilla y pilón
Fondo musical: Fragmento abreviado “Premonición. Tukito en tu puerta.” MikiGonzalez y orquesta Solista: Clarín cajamarquino Arreglos especiales: MikiGonzalez Cuadros: 1 a 14: Juan Villanueva Rodríguez, “Bagate” 15 a 28: Andrés Zevallos De la Puente Texto, fotos y edición musical: Guillermo Bazán Becerra billbazbec@yahoo.es