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CATEQUESIS DE LA ORACIÓN. 16) la oración del amor. Por favor, no toques el ratón. La relación objetiva entre Dios y el hombre exige que éste dirija directamente su mirada a Dios,. La relación objetiva entre Dios y el hombre exige que éste dirija directamente su mirada a Dios,.
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CATEQUESIS DE LA ORACIÓN 16) la oración del amor Por favor, no toques el ratón
La relación objetiva entre Dios y el hombre exige que éste dirija directamente su mirada a Dios,
La relación objetiva entre Dios y el hombre exige que éste dirija directamente su mirada a Dios, conociéndole, reconociéndole, creyendo, adorando, esperando y amando, sin contentarse con honrarle formalmente.
Dios nos habla en su Hijo e infunde su Espíritu en nuestro corazón.
Dios nos habla en su Hijo e infunde su Espíritu en nuestro corazón. ¿Por qué no levantar nuestra mirada hasta Él, abrir en su presencia nuestro corazón y atrevernos a llamarle: “Tú” y “Padre” ?
Toda elevación del corazón que apunta directamente a Dios es oración. Y la plenitud pura de esta oración tiene por nombre AMOR CRISTIANO
El mandamiento del amor no sólo es la plenitud de la ley, sino la plenitud de la oración.
El mandamiento del amor no sólo es la plenitud de la ley, sino la plenitud de la oración. En esta oración, el hombre no pronuncia ante Dios una particular intención, sino que se pronuncia a sí mismo en una entrega total, se sumerge en el amor a El y se pierde en El.
Si el amor es la plenitud de la oración, debemos hablar del amor de Dios para profundizar mejor en la oración.
El amor de Dios es un embeleso del alma que se proyecta hacia el amado.
El hombre se pierde todo en Él, y dominado por el amor, rompe los fríos muros de su autoafirmación que le confinan en las estrechuras de su pobreza, y liberado de esa asfixia deriva su cauce hacia otro ser al que ahora va a pertenecer.
Cuando el hombre sale de sí mismo para vaciarse en el amor a otro, hay ya en tal amor una imagen y semejanza de aquel amor que aspira al todo: A DIOS
Advierte el hombre que la osadía de su amor no ha sido en vano;
presiente cómo le viene de allí la respuesta, cómo también él es amado; cómo el amor y la comprensión recogen y envuelven, reverente y delicadamente, su entero ser entregado.
Por eso, nuestra oración de amor siempre ha de ser: “Concédeme que yo me deje amar por Ti, porque aún esto es don tuyo”