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POEMA DE HUMBERTO DE LA GARZA. ESPRONCEDA Naciste en forcejeos de noches desalmadas con la voz del cosaco en graves ascendientes. Llegaste de mesetas regidas por espadas ofreciendo holocausto a los hombres valientes.
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ESPRONCEDANaciste en forcejeos de noches desalmadascon la voz del cosaco en graves ascendientes.Llegaste de mesetas regidas por espadasofreciendo holocausto a los hombres valientes.
Bailaban en tu juicio pesadillas ahorcadas,y dentro de tus ojos, calaveras sonrientes.Y en la ación de la silla que la historia embelesatraías el retrato de tu amada Teresa.
El Paladín del Cielo que a todos nos protegedegollando implacable la perversión del sueño;venía con tus frailes y tropas excelentesen medio de beato y militar estruendo. .
Espoleabas ijares de místicos corcelesen las calladas aguas donde respira el verso.Vibrabas en redobles de mágicos tamborescon el ritmo perfecto de tus estrofas nobles.
Los tosidos de sol y bostezos de lunaregían el movimiento de tu inmensa fragata,Y en los espejos grandes de marina fortunadestacaba furiosa tu imagen de pirata.
Las naves del tesoro caían una a unacuando tu cañoneo les daba serenata.Y el divino celeste que a Judíos embelesate hacía recordar los ojos de Teresa.
Manifiesto a la orilla de las épicas grandes,arena de proezas que engendró la mañana,español fantasmal de los tiempos de antes,europeo Quijote, con europeas armas:tu arcabuz demencial resonaba en el airecon el macabro grito de funerales arias.
Corrían las estrofas por tus largas arteriascomo el vino furioso que marea a la tierra.La óptima energía de tu sangre españolaera un extenso mar donde nada se estanca;ahí se concibieron Elvira la manola
Tu estrofa se irisaba en la parroquia sola donde monjes cantaban su plegaria más blanca.¡Tu pluma destellaba con la finura expresaque obtuvo del semblante de su amada Teresa!
Los árboles dormidos, sin luces en las copas,soñaban con el beso lejano de los aires.Tu efigie desataba, fervor en otras bocas,que no eran la soñada por tus ardores grandes.
La creativa llama de productivas horas,llegaba a la presencia de tus jóvenes tardes;y al hundirse en la sombra de tu negra melena surgía como otra llama en melena más negra
Marea roja de estrellas, tu espíritu fecundo;oraba intensamente, como judío converso.Tu centelleante ritmo en el verso profundosacudía las fibras de todo el universo.
El joyel negro, alado, de tu gran “Diablo Mundo”en un mar de penachos fulguraba diverso.Tu amarga voz llegaba con la eterna tristezade aquel rostro afligido que llamabas: "¡Teresa!"
Pájaro grande, enorme, al extender tus alasexhibiste poder; innato en la Poesía.Cruzaste la frontera de pasiones humanasllevando contrabando de oscura pesadilla.Dejaste el cargamento en las llamas que abrasanpuertas de los instantes donde nace la vida.No sentías fluir la sangre por tus venas;pero sí luz de los rayos dictándote poemas.
Movimiento inventado en ruidosa bahíadonde el eje amoroso es único testigo.¿Escuchas desde afuera al giratorio día?¡Tú no rodaste al fondo del último castigo!En el otro hemisferio; sonríe con alegría,el tiempo sigue siendo de tu genio, el amigo.Y el sol descomunal, que todo lo emboveda,custodia tu gran obra... ¡Genial José Espronceda!