E N D
A Antonio no le gustóir de compras, pero a sunoviaAmaliasí. Un díaAmaliaqueríair de compras, y Antonio fue con ella. Amaliabuscabaunafaldaroja. En la primeratienda, se probóunafaldaroja. “Es exactamente la quebuscas, ¿no?” le dijo Antonio.
“No sé . . . es un pococaro.” No compró la falda, peroviounoszapatosnegrosque le gustaron mucho, y los compró.
Fueron a otratienda, donde Amalia se probóotrafaldaroja. “No me quedamuybien,” dijo, mirándose en el espejo. “Bueno, vamos,” dijo Antonio. “Espera. Quieromiraresostrajes de baño.” MientrasAmalia se probabatrajes de baño, Antonio se sentó y se durmió.
Después de media hora, Amalia lo despertó. “Vamos.” Fueron a otratienda. Estatiendateníamuchasfaldasrojas. MientrasAmalia se probabalas faldas, Antonio leía y bebía café. Peroella no encontróningunafalda bonita. Sin embargo, encontróunos aretes bonitos.
En la cuartatienda Antonio se sentó inmediatamente. Unaseñorita le trajo un café mientrasesperaba. No habíafaldas en la tienda, peromientrasAmaliamirabaunospantalonescómodos, vio un vestidorojo. Se la probó, perodecidióque, en realidad, queríaunafalda, no un vestido.
“No aguantomás,” dijo Antonio. “Voy a unapelículamientrastúsigues con lascompras.” “Vale,” dijoAmalia. “Nosencontramosaquídespués de la película.”
Antonio fue a la película. Cuandosaliódespués de la película, Amalia lo esperaba. Llevabaunafaldaroja. “Esafalda,” dijo Antonio, “es . . . ¡no me digas!” “Sí. Es la falda de la primeratienda. ¿Te gusta?”