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En España los ensanches datan de finales del siglo XIX, en plena revolución industrial, cuando el crecimiento demográfico y las nuevas actividades industriales, que necesitaban gran cantidad de terreno, obligaron a la actuación urbanizadora sobre los terrenos rústicos en los extramuros de la ciudad, toda vez que las antiguas murallas que constreñían las poblaciones habían perdido su función militar. Las calles eran tan estrechas en muchos puntos que el carro de mano era el único medio de transporte válido. Las condiciones de salubridad eran también pésimas. Se hacía por tanto inevitable ampliar el espacio ciudadano. El Ensanche de Barcelona El principal ensanche ejecutado en España es el de Barcelona. Desde mediados del siglo XIX tenía problemas de masificación en la ciudad histórica y tenía una acuciante necesidad de ganar nuevos espacios. La planificación del nuevo espacio no se dejó al azar. Se convocó un Concurso de proyectos en el que rápidamente destacaron el de Rovira y el de Cerdá. Cerdá fue un pionero del urbanismo científico y su plan había sido cuidadosamente elaborado en base a un profundo estudio de la ciudad, su población y sus perspectivas de futuro. El plan de Rovira era el de mayor aceptación local. Proponía una estructura radial, semejante a una tela de araña, con centro en Plaza de Cataluña. Los planos originales se pueden ver en el Museo de Historia de la Ciudad. Finalmente la obra del ingeniero Ildefonso Cerdá fue aprobado en el año 1859.
El plan de Cerdá consistía en una retícula extendida en forma tangencial a la ciudad existente, exterior a ella e independiente de ella que proporcionaba una organización isótropa del espacio, con un reparto homogéneo de la accesibilidad, de la movilidad y de las apetencias de localización. La organización espacial viene dada por la compatibilización de las exigencias de la circulación, con las de la higiene y con el proceso de desarrollo de la edificación. Para ello Cerdá parte de una original reflexión sobre los problemas de la circulación y de las formas de resolverlos, en base a un trazado ortogonal de calles que se cortan a distancias iguales en ambas direcciones, definiendo así unos espacios cuadrados entre ellas, cuyas denominación de ”intervías” trasluce claramente su dependencia respecto al viario, que el punto de partida. • Por su tamaño el Ensanche está administrativa y popularmente dividido en dos, la Derecha y la Izquierda del Ensanche, separadas • por la Rambla de Cataluña y Calle Balmes. Esta división no fue casual sino debida al vertido natural de la Riera d´en Malla (que no • fue cubierta hasta la Exposición Universal de 1.888 dando lugar a la Rambla de Cataluña - no confundir con las Ramblas, más • abajo) y al ferrocarril de la Calle Balmes antes citado.
El trazado propuesto consiste en una cuadrícula de bloques ("manzanas") cuadrados pero achaflanados (o sea , con las esquinas recortadas en chaflán) que definían manzanas de 113 metros de lado. Estas manzanas debían estar edificadas en dos o tres de sus lados como máximo. Las calles tenían 20 m o 50 m de ancho. Cada bloque tiene un espacio interior destinado a patio o huerto vecinal, y se previeron espacios para servicios públicos repartidos de forma igualitaria. La amplitud de calles y aceras, bordeadas de arbolado, es desacostumbrada para su época y fue motivo de crítica. Aunque la mayor de ellas fue la monotonía que el plan daba al paisaje urbano hasta el extremo de desorientar a quien no conociese a fondo el lugar. La monotonía de la cuadrícula se rompe en pocas excepciones. Muy pocas calles escapan del paralelismo de las demás (Diagonal, Meridiana, Paralelo).