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EL DÍA DE MUERTOS. TERESA E. ROHDE Diapositivas: Ignacio García Anaya. En México celebramos, a principios de noviembre, fiestas ricas en tradición tanto prehispánica como española.
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EL DÍA DE MUERTOS TERESA E. ROHDE Diapositivas: Ignacio García Anaya
En México celebramos, a principios de noviembre, fiestas ricas en tradición tanto prehispánica como española.
El primero de noviembre, día de todos los santos, se festeja a los angelitos, es decir, a los niños muertos.
La ofrenda se ponía bajo la protección de Coatlicue y Mictlantecuhtli, deidades respectivas de la tierra y el inframundo.
Hoy, en cambio, se acostumbra dedicar a San Miguel Arcángel, al Santo Señor de Chalma, al Santo Niño de Atocha o a la Virgen de San Juan.
Antiguamente, los platillos se decoraban con papel de amate recortado, mientras que hoy se utiliza el papel de china picado de chillantes colores, morado o marquesote.
Las ofrendas prehispánicas se decoraban con flores de cempasúchil, amarillas o anaranjadas como el sol, cuya energía luminosa y vital se pretende atraer hacia el muerto.
Los deudos no olvidan poner juguetes y silbatos de barro, plumas de colibrí e incensarios, llamados popochcómitl, llenos de humeante copal.
Se señalaba, cuando eso era posible, un camino hecho de flores y semillas que llevaba el alma desde la tumba hasta la casa para que no se confundiera de ofrenda.
Durante toda la noche, se velaba sin comer de los manjares expuestos, para permitir que el muerto aspirara y se llenara con la esencia de todo aquello que en su honor se ofrecía.
Los vivos no comían sino hasta el día siguiente cuando, supuestamente, la esencia vital se había ya evaporado de las viandas, aunque las lámparas continuaban ardiendo durante dos noches enteras.
Se colocaba el árbol de la vida, hecho de barro y pintado de alegres colores.
Las lámparas alumbraban el trayecto del alma que caminaba por los tortuosos caminos del Mictlán o mundo de los muertos.
Hoy en día las ofrendas no han variado demasiado y todavía pueden verse en ciertos lugares de fuerte tradición prehispánica, como Janitzio y Mixquic.
Ahora se han enriquecido con algunos objetos de origen español, tales como el pan de muerto.
Otra innovación son las calaveritas de azúcar, con ojos bellamente floridos y nombres personales sobre el cráneo, dulce recordatorio de nuestro destino mortal.
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