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FALSAS PROMESAS DE LA DEMOCRACIA Carlos Peralta Varela. Más allá de la democracia electoral.
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Más allá de la democracia electoral Cada país diseña e implementa el sistema de gobierno que mejor le parece; sin embargo existe un consenso (y presión) mundial en el sentido de que la democracia debiera ser el sistema que posibilita el respeto a los derechos y el desarrollo con perspectiva humanista. “La democracia excede a un método para elegir a quienes gobiernan, es también una manera de construir, garantizar y expandir la libertad, la justicia y el progreso, organizando las tensiones y los conflictos que generan las luchas de poder” (Informe PNUD, 2004: 33)
Los esfuerzos emprendidos para democratizar México se han centrado en institucionalizar la República y generar certidumbre en las elecciones; crear y desarrollar leyes e instancias para darle vida a la democracia representativa. Como afirman Dagnino, Olvera y Panfichi (2006: 15), en América Latina se vivió “la consolidación fáctica de la democracia electoral”. No sólo se institucionalizaron instancias, se impulsó la conciencia de que los individuos son sujetos de derechos y se difundieron también las cualidades de la democracia (ej. la igualdad). Surgen factores no controlables y se iniciaría lo que O’Donell llamó “la resurrección de la sociedad civil” (O’Donnell, 1994:79)
Falsas promesas de la democracia Bobbio (1986) • Persistencia de las oligarquías • Democratización limitada • Persistencia de los poderes invisibles • La falta de un ciudadano educado • Rendición de cuentas • Aumento del aparato y escaso rendimiento
Falsas expectativas • Se creyó que al arribo de gobiernos electos con el voto legítimo de ciudadanos habría un rápido desarrollo social por lo cual en forma ágil y sin violencia se terminaría con la miseria de México y otros países latinoamericanos “En la medida que la democracia hace posible el diálogo que incluye a los diferentes grupos sociales y en tanto las instituciones públicas se fortalezcan y sean más eficientes, será posible lograr los objetivos de Desarrollo del Milenio, sobre todo en lo tocante a reducir la pobreza. En este sentido la democracia es el marco propicio para abrir espacios de participación política y social, en especial para quienes más sufren: los pobres y las minorías étnicas y culturales” (PNUD, 2004: 23).
Según sintetiza Meyer (2007:13) el cambio de partido en el gobierno mexicano no desembocó en un cambio de estrategia, en realidad “el cambio ha resultado mucho menor de lo esperado: la vida económica sigue sin vitalidad, la estructura social esta tan desequilibrada o más que antes, la estructura institucional mantiene su ineficacia, la distancia económica y mental que separa a la clases políticas del grueso de la población sigue siendo enorme, lo mismo que la corrupción de políticos y administradores. El cambio no llegó, al menos no en la forma que se prometió y que despertó la imaginación de los muchos”.
Paradojas de la democracia (Fleury 2004) • Persisten elevados niveles de exclusión social. La democracia debería ser equitativa y resulta excluyente. La democracia latinoamericana es una democracia sin mecanismos de promoción de la igualdad y cohesión social. • Debería haber gobiernos fuertes y se tienen gobiernos débiles. La dependencia de los recursos y la subordinación a medidas económicas de las agencias de financiamiento internacionales, hace que las decisiones de los gobiernos democráticamente elegidos se vean cada vez más restringida y se orienten progresivamente a la búsqueda de una legitimidad hacia el exterior, rompiendo con los acuerdos internos y frustrando las expectativas de quienes los eligieron.
La democracia representativa puede ser “usada” por grupos hegemónicos para mantenerse en el poder o por los gobernantes para aliviar diversas presiones en torno a la participación de los ciudadanos, obtener información y el apoyo necesario sin tener que cambiar de fondo la estructura de autoridad La democracia pierde legitimidad cuando el Estado se encuentra sometido a los intereses de grupos, más aun pueden generarse fórmulas de pseudo democracia, a partir de las cuales y cumpliendo con los requerimientos de la democracia representativa, se contribuya al sostenimiento de la oligarquía dejando a un lado todos aquellos valores y derechos fundamentales que posibilitan una sociedad centrada en el desarrollo humano. Estamos ante el grave riesgo de una democracia usurpada Democracia deslegitimada
Santos (2005a, 2005b) sugiere que la democracia en cierta medida se ha vuelto cómplice de los factores que conllevan a la desigualdad. Llama “fascismo societal” no a un régimen político (como los existentes en los años treinta y cuarenta), sino a un régimen social y de civilización que “no sacrifica la democracia ante las exigencias del capitalismo sino que las fomenta hasta el punto en que ya no resulta necesario, ni siquiera conveniente, sacrificarla para promover el capitalismo” (Santos 2005a: 29). La democracia se torna entonces un instrumento más para la estabilidad y permanencia de la inequidad y la injusticia social.
Cuestionamientos a democracia representativa (Schmitter, 2005:252) • Enfatiza la acción del ciudadano desde una lógica individualista, tanto en lo sustantivo y procesal como metodológico. • Insiste en reducir la protección de derechos a normas constitucionales y legales preestablecidas, con la posibilidad de que estos derechos sean sometidos a las voluntades derivadas de las contiendas políticas. • Su apego a la representación territorial y a la competencia partidaria como los únicos nexos legítimos entre los ciudadanos y las autoridades públicas • Su reivindicación de la igualdad política formal y su indiferencia hacia la desigualdad sistémica (si es formal) en la distribución de beneficios, la representación de intereses y la búsqueda de influencia.
Schmitter (2005: 249) afirma que en diferentes países del mundo se perciben dos señales inequívocas de descontento en relación con la vida democrática: “la baja en la participación electoral y el desinterés de los ciudadanos en asuntos públicos”. Nos encontramos entonces que frente a un avance en el funcionamiento e institucionalidad de la democracia representativa, al tiempo que se evidencia también la desconfianza en la representatividad, el desinterés y en general la apatía, por parte de un sector importante de los ciudadanos.
De acuerdo a la ENCUP (2005), el 33% de los Mexicanos no están interesados en política y un 55% están poco interesados. Sólo el 10% dice estar interesado en política Encuesta Estatal sobre Política y Prácticas Ciudadanas: “tres cuartas partes de la población jalisciense esta poco o nada interesada en la política”. Más de la mitad de los jaliscienses (61.6%) mencionan que están poco interesados en la política, y otro 25.9% afirman que para nada les interesa la política. Sólo un 35.4% de la población se organizó para resolver problemas comunitarios.
Informe 2008 del Latinobarómetro: Sólo el 47% de los mexicanos consideran que la democracia garantiza su libertad para participar en política El 78% de los mexicanos tienen la percepción de que se gobierna en función de los intereses de unos pocos La confianza de los mexicanos en su gobierno es del 36% El 61% de los mexicanos afirma que no le importa tener un gobierno no democrático si resuelve los problemas económicos Un 17% de los mexicanos confía en los partidos políticos
RUMBO A LA DEMOCRACIA PARTICIPATIVA Bobbio (1986:61) destaca que la democracia representativa y la democracia directa “no son dos sistemas que deberían contemplarse como alternativos”. Son dos sistemas que deberían perfeccionarse y apoyarse mutuamente, de hecho podrían conformar un sistema de democracia política integral. Uno de los primeros retos de la democracia en el país, debería ser el consolidar, legitimar, hacer realmente eficientes y complementarios los sistemas de democracia representativa y de democracia directa a nivel federal y en cada estado de la república. Sin embargo el mismo Bobbio (1986:61) va más allá y afirma “que en un sistema de democracia integral las dos formas de democracia son necesarias, pero no son consideradas en si mismas suficientes”.
Después de la conquista del sufragio universal, (acorde a lo mencionado por Bobbio 1986), la ampliación de la democracia debería manifestarse en el paso de la democracia política a la democracia social, o desde otra lógica, al paso a la democracia participativa, es decir, no dando respuesta a la pregunta, ¿quién vota?, sino ¿dónde y cuándo su opinión es tomada en cuenta? En esta lógica, cuando se desee identificar el nivel de desarrollo de la democracia en un determinado país, se debería identificar los espacios en los cuales se puede ejercer el derecho a influir en decisiones públicas.
Dagnino, Olvera y Panfichi (2006:19) dan cuenta que la “discusión contemporánea sobre la democracia participativa emerge como respuesta a las características elitistas y excluyentes de las democracias electorales y a las teorías que fundan esta comprensión limitada y limitante de las mismas”. Tenemos que revalorar el contenido y la relevancia de la civilidad y la política, como ordenadoras cotidianas de las decisiones de la sociedad, para que la democracia pueda aportar soluciones al desarrollo, “la democracia participativa se fundamenta en la ampliación del concepto de política a través de la participación ciudadana y de la deliberación en espacios públicos, de lo que se deriva una noción de democracia como sistema articulado de instancias de intervención ciudadana en las decisiones que les conciernen y en la vigilancia del ejercicio del gobierno” (Dagnino et al, 2006:19)
En la concepción de democracia participativa se incluyen las gestiones públicas, diversas modalidades de debates, espacios para la toma conjunta de decisiones y formas de vigilancia o supervisión en acciones públicas o políticas de gobierno, obviamente donde participan ciudadanos En mayor o menor grado la participación cuestiona por que “la idea y práctica de la participación contradice la tendencia a la centralización y absolutización del poder en la sociedad” (Iturraspe, 1986:39). Para que la participación no termine como un adorno de legitimidad para los dirigentes, debe generar resultados, fruto de decisiones verdaderamente negociadas y consensuadas. Ello implica crear espacios de información y (verdadera) consulta donde realmente se tomen en cuenta las opiniones y los intereses de la ciudadanía, que se definan en mayor o menor grado responsabilidades y que se atribuyan fuerza vinculante a las decisiones.
El reto de la gobernabilidad En el contexto actual, con una sociedad cada vez más plural y compleja, en un régimen democrático con diversas debilidades y paradojas, centrado fundamentalmente en el ámbito electoral, la gobernabilidad como capacidad de responder a las demandas de los actores es un reto permanente. Fleury (2004) menciona que por gobernabilidad no debe entenderse la sola eficiencia institucional, sino también la capacidad de articular intereses sociales en la acción de gobierno. En este sentido la gobernabilidad exigiría presencia y participación de la ciudadanía en la definición y atención de problemas, sin embargo se presentan múltiples dificultades en torno a ello. ¿Qué pasa con la participación de la ciudadanía?
Comentario final • Los gobiernos no se han abierto lo suficiente para lograr una verdadera participación y cogestión de la sociedad civil en asuntos de interés público, y legitiman su acción a través de espacios de participación controlados y con limitaciones formales. • La transición de gobiernos del PRI a gobiernos del PAN en Jalisco, no ha logrado ampliar, fortalecer y profundizar una cultura de participación de la sociedad civil. Los ciudadanos y sus organizaciones no cuentan con las libertades, las garantías de equidad, recursos y los espacios adecuados para participar abierta y eficientemente en la toma de decisiones que les afectan.