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ESCENA 4 Misma aldea, año 1804 ALDEANA: Huele agrio el aire. ALDEANO I: He visto a la dicha huir por la estepa. ALDEANO II: Algo malo se está acercando a nuestra aldea. Los aldeanos emiten sus lamentos, superponiéndose. ALDEANA: Ya viene el llanto. ALDEANO I: Ya nos arrancan el corazón. ALDEANO II: Huele agrio el aire. ALDEANA: Ya viene el llanto, ya nos arrancan el corazón... ESCENA 5 Estepa, cerca de la aldea. Atima busca a su hija pequeña, que juega a esconderse. Se escuchan sus risas pero no se la ve. Atima la llama y le pide que aparezca. De pronto la oye gritar y ve una red que cae sobre la niña. Tres cazadores de esclavos la han atrapado y la sujetan fuertemente. Atima, aterrorizada, se les abalanza intentando salvar a su hija, pero es imposible. Los cazadores la apartan con violencia y luego le apuntan con sus armas para mantenerla alejada. CAZADOR I: Vuelve a tu choza, contenta de no acompañarla. Si no tuviéramos órdenes de cargar solo niños, te llevaríamos con nosotros. Atima suplica sin suerte. Finalmente, se quita el espejo del cuello y se lo muestra a los cazadores señalando a la pequeña. CAZADOR I: ¿Quieres darle esta chuchería a tu hija? El cazador 1 señala con el espejo a la niña y Atima afirma con la cabeza. CAZADOR II: ¡Basta, no hay tiempo para perder! Yo me encargaré de que lo lleve consigo... Agradece, hoy me levanté con Dios. Atima entiende que no puede hacer nada y se derrumba en el piso, mientras los cazadores se llevan a su hija, Atima Imaoma. ESPEJO: Así fue como viajé colgado del cuello de una niña. Ella y yo éramos prisioneros. ¿A dónde nos llevaban? ¿Y para qué? Atima Imaoma me sujetó fuerte contra su pecho. Todavía puedo sentir el golpe de su corazón, ¡tan
parecido a los tambores de la aldea! El barco en el que nos llevaron, con otros cientos de esclavos, cruzó el ancho mar hasta llegar a una tierra donde la gente compraba gente. ESCENA 6 Buenos Aires, año 1805. Un mercado de esclavos. Compradores van y vienen. Los esclavos y las esclavas están sobre tarimas de madera con sus pies encadenados. Los negreros los vigilan. El matrimonio Fontezo y Cabrera, gente importante para la ciudad no tiene secretos, se pasea del brazo. Se acercan a curiosear; en principio, sin intensiones de comprar. NEGRERO: (Señalando a varios esclavos) ¡Vean la fuerza de este jovencito! ¡Vean el porte...! ¡Aquí, aquí...!(señalando a Atima Imaoma.) ¡Los dientes de esta niña lo dicen todo! ¡Sana, fuerte y... a muy buen precio! SEÑORA FONTEZO: (Se detiene cerca de Atima Imaoma y le dice a su esposo) ¡Mire usted a esa niña! La mujer se acerca a la niña y le sonrie. Atima Imaoma la mira con seriedad. SEÑOR FONTEZO: (Adelantándose a las ideas de su esposa.) No pretenda comprarla... No es necesaria ahora. SEÑORA FONTEZO: Es verdad. ¡Pero mire sus ojos! SEÑOR FONTEZO: Mujer, he dicho que no nos hace falta. SEÑORA FONTEZO: (Resuelta) ¡Claro que hace falta! Esta niña debe tener la edad de nuestra Raquel. ¿No cree usted que podría ser su doncella personal? ¿No sería un obsequio encantador para nuestra Raquel? SEÑOR FONTEZO: Bueno... si lo vemos de esa manera. (Se acerca a Atima Imaoma y señala el espejo) ¿Qué llevas ahí? (La niña, protegiendo el espejo, se aparta con firmeza) ¡Ay, vaya con su carácter...! Parece un cachorro de caza. SEÑORA FONTEZO: Me gusta, se ve fuerte y saludable. Raquel estará feliz de tener con qué entretenerse. SEÑOR FONTEZO: Querida... Si piden un precio razonable, la compraremos. La señora Fontezo y Cabrera sonríe y abraza a su esposo. El señor Fontezo y Cabrera la aparta suavemente y va a hablar con el negrero. La señora Fontezo y Cabrera queda sola frente a Atima Imaoma y le habla. SEÑORA FONTEZO: ¡Tenés suerte de que te hayamos elegido nosotros! ¡Bah, de que yo lo haya convencido a...! (Pausa. La observa.) Raquel estará encantada con esta sorpresa. ¿Tenés nombre? (Atima Imaoma la mira en silencio y la señora Fontezo vuelve a hablarle exagerando la modulación) Que si tenés nombre... ¿Cómo te llamás? (Atima Imaoma no responde) Bueno... entonces voy a tener que ponerte un nombre. A
ver... (Piensa) ¡Ya sé! Como no hablás, te llamaremos “Silencio”... ¿Te gusta? ESPEJO: Bien podría decirse que Silencio fue afortunada. El matrimonio Fontezo y Cabrera tenía una sola hija, Raquel, y Silencio fue destinada a ser su doncella. Recibió buena comida y buen trato. Las dos niñas, la blanca y la negra, la libre y la esclava, pasaban mucho tiempo juntas. Raquel le daba a Silencio algunos de sus juguetes en desuso y compartía sus dulces. De vez en cuando, si a Raquel le dolía la panza o tenía catarro, Silencio se acostaba sobre sus pies para mantener el calor de su amita enferma. Algunas tardes se escondían juntas en el granero y Raquel jugaba a ser maestra y le enseñaba a Atima Imaoma las letras, soñando con que alguna vez podrían leer juntas maravillosas historias...