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“ Y tuvo que ser un pintor de América, el cubano Wilfredo Lam , quien nos enseñara la magia de la vegetación tropical, la desenfrenada Creación de Formas de nuestra naturaleza ” (pr ólogo a El reino de este mundo ).
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“Y tuvo que ser un pintor de América, el cubano Wilfredo Lam, quien nos enseñara la magia de la vegetación tropical, la desenfrenada Creación de Formas de nuestra naturaleza”(prólogo a El reino de este mundo) ¿Creen que los nativos consideraban estos árboles “la mayor maravilla del mundo”? ¿No eran precisamente los europeos, por contraste con lo que había en Europa, los únicos que podían considerar que esta naturaleza era “maravillosa”? Comparemos esta declaración de Carpentier con una de las primeras entradas del diario de Cristóbal Colón, casi quinientos años antes. Su referente es la misma naturaleza caribeña: “Y vide muchos árboles muy diformes de los nuestros, d'ellos muchos que tenían los ramos de muchas maneras y todo en un pie, y un ramito es de una manera y otro de otra; y tan disforme, que es la mayor maravilla del mundo cuánta es la diversidad de la una manera a la otra”. (Cristóbal Colón, Diario, entrada del 16 de octubre de 1492)
Problema del concepto de“lo real maravilloso” • La noción de “lo real maravilloso” tiene como finalidad desmarcarse de Europa (conseguir la “independencia cultural” de Latinoamérica); sin embargo, • su principal marco de referencia es Europa. En efecto, “lo real maravilloso” sólo cobra sentido: • en relación con Europa; o, peor aún: • a partir de una visión del mundo logocéntrica y fundamentalmente occidentalizada... (un par de citas al respecto) • Cabría entonces preguntarse: ¿es la realidad americana (el referente) la causante de la “revelación” de “lo real maravilloso” en Carpentier, o más bien su enorme cultura libresca?
(Declaraciones a César Léante, 1964, “Confesiones sencillas de un escritor barroco,” en Helmy Siacoman (ed.). Homenaje a Alejo Carpentier. New York, Las Américas, 1970, 21) “Me pareció una tarea vana mi esfuerzo surrealista. No iba a añadir nada a este movimiento. Tuve una reacción contraria. Sentí ardientemente el deseo de expresar el mundo americano. Aún no sabía cómo. Me alentaba lo dificil de la tarea por el desconocimiento de las esencias americanas. Me dediqué durante largos años a leer todo lo que podía sobre América, desde las Cartas de Cristóbal Colón, pasando por el Inca Garcilaso hasta los autores del siglo dieciocho. Por el espacio de unos ocho años creo que no hice otra cosa que leer textos americanos. América se me presentaba como una enorme nebulosa, que yo trataba de entender porque tenía la oscura intuición de que mi obra se iba a desarrollar aquí, que iba a ser profundamente americana. Creo que al cabo de los años me hice una idea de lo que era este continente”. “Me pareció una tarea vana mi esfuerzo surrealista. No iba a añadir nada a este movimiento. Tuve una reacción contraria. Sentí ardientemente el deseo de expresar el mundo americano. Aún no sabía cómo. Me alentaba lo dificil de la tarea por el desconocimiento de las esencias americanas. Me dediqué durante largos años a leer todo lo que podía sobre América, desde las Cartas de Cristóbal Colón, pasando por el Inca Garcilaso hasta los autores del siglo dieciocho. Por el espacio de unos ocho años creo que no hice otra cosa que leer textos americanos. América se me presentaba como una enorme nebulosa, que yo trataba de entender porque tenía la oscura intuición de que mi obra se iba a desarrollar aquí, que iba a ser profundamente americana. Creo que al cabo de los años me hice una idea de lo que era este continente”.
El propio Carpentier parece confesar que “leyó”las cosmogonías no europeas de las Américasa través del prisma europeo (p. 43 del coursepack): “Hay un momento, en el sexto canto de Maldoror, en que el héroe, perseguido por toda la policía del mundo, escapa a ‘un ejército de agentes y espías’adoptando el aspecto de animales diversos y haciendo uso de su don de transportarse instantáneamente a Pekín, Madrid o San Petersburgo. Esto es ‘literatura maravillosa’ en pleno” (p. 14, último párrafo). “Pero en América, donde no se ha escrito nada semejante, existió un Mackandal dotado de los mismos poderes por la fe de sus contemporáneos, y que alentó, con esa magia, una de las sublevaciones más dramáticas y extrañas de la Historia. [De Maldoror] sólo queda una escuela literaria de vida efímera. De Mackandal el americano, en cambio, ha quedado toda una mitología” (p.15, al comienzo).
El propio Carpentier parece confesar que “leyó”las cosmogonías no europeas de las Américasa través del prisma europeo (p. 41 del coursepack): “Prodigiosamente fidedignas resultan ciertas frases de Rutilio en Los trabajos de Persiles y Segismunda, acerca de hombres transformados en lobos, porque en tiempos de Cervantes se creía en gentes aquejadas de manía lupina” (p. 41 del coursepack, 11). “Pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución” (p. 42 del coursepack, 12). Esto es lo que se relata en el capítulo VIII de El reino de este mundo.
“Pisaba yo una tierra donde millares de hombres ansiosos de libertad creyeron en los poderes licantrópicos de Mackandal, a punto de que esa fe colectiva produjera un milagro el día de su ejecución”.