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Requiebro de la Vida. Tengo por dentro iluminada el alma mientras camino la vida, ¿a dónde? a la Vida misma, la única, no hay otra,que todo, antes y después, es Vida. La vida es paisaje, y un desvelo de estrellas mientras bullen y suben en tropel y de golpe
E N D
Requiebro de la Vida
Tengo por dentro iluminada el alma mientras camino la vida, ¿a dónde? a la Vida misma, la única, no hay otra,que todo, antes y después, es Vida.
La vida es paisaje, y un desvelo de estrellas mientras bullen y suben en tropel y de golpe los sentimientos escondidos en el requiebro azul de los días.
Es llorar en la noche, marchado que se ha la luna, sentimientos emergentes, por honor o cobardía, -que no es mucha la distancia entre el alba y el día-, para mantener aún vivos los recuerdos idos de la infancia.
Es sentir exánime el cuerpo, mientras cabalgan los luceros por la espiral de la agonía, suspendida, enajenada, en los postigos del alma en tanto, y poco a poco, se nos apaga el día.
Atrás quedaron los viejos, sublimes amores, transidos de platónica ilusión en el fuego incombustible, virgen, de la carne victimada de pasión.
Hasta vislumbrar, de pronto, en el almanaque cósmico del tiempo desprenderse la última página en el adiós póstumo del barro, estructura funcional del cuerpo. Eso y tanto, también es la vida. Juan Manuel del Río
Tengo por dentro iluminada el alma mientras camino la vida, ¿a dónde? a la Vida misma, la única, no hay otra, que todo, antes y después, es Vida. La vida es paisaje, y un desvelo de estrellas mientras bullen y suben en tropel y de golpe los sentimientos escondidos en el requiebro azul de los días. Es llorar en la noche, marchado que se ha la luna, sentimientos emergentes, por honor o cobardía, -que no es mucha la distancia entre el alba y el día-, para mantener aún vivos los recuerdos idos de la infancia. Es sentir exánime el cuerpo, mientras cabalgan los luceros por la espiral de la agonía, suspendida, enajenada, en los postigos del alma en tanto, y poco a poco, se nos apaga el día. Atrás quedaron los viejos, sublimes amores, transidos de platónica ilusión en el fuego incombustible, virgen, de la carne victimada de pasión. Hasta vislumbrar, de pronto, en el almanaque cósmico del tiempo desprenderse la última página en el adiós póstumo del barro, estructura funcional del cuerpo. Eso y tanto, también es la vida. Juan Manuel del Río