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2da. Parte Enviado a Hawaii en Misión para:. Contemplar... Vivir... y Anunciar el Amor de Dios. Damián antes de partir, escribe a sus padres y les manifiesta los sentimientos que lo animan, a ir a la misión como voluntario: .
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2da. Parte Enviado a Hawaii en Misión para: Contemplar... Vivir... y Anunciar el Amor de Dios
Damián antes de partir, escribe a sus padres y les manifiesta los sentimientos que lo animan, a ir a la misión como voluntario: «El sábado a mediodía, abandonamos el puerto, poniéndonos en manos de la Providencia bajo la conducción de un capitán experimentado.
Henos aquí pues, mis queridos padres, a punto de abandonar, no solamente a nuestros padres y madres, hermanos y hermanas, no solamente a nuestra segunda familia, es decir, a nuestros hermanos de Lovaina y de París, sino incluso a la bella tierra de Europa, para convertirnos en habitantes de un mar a menudo tormentoso y presto a devorarnos, para ir a vivir con hombres incivilizados y, según ciertos informes, semejantes a los brutos.»
«El sacrificio es grande para un corazón que ama tiernamente a sus padres, su familia, sus hermanos y el país que le ha visto nacer. Pero la voz que nos ha invitado, que nos llama a hacer generosamente esta ofrenda de todo lo que tenemos es la voz de Dios mismo. El mismo Salvador es quien nos dice como a sus primeros apóstoles:
“Id y predicad a todas las naciones, enseñándoles a observar todos mis mandamientos y he aquí que yo estoy con vosotros hasta el fin de los siglos.»
Con ese espíritu ardiente y misionero, el 9 de noviembre de 1863 , partió la comitiva SS.CC., hacia Honolulu: 1 0 religiosas y 6 religiosos
El 19 de marzo, fiesta de san José, entran en la rada de Honolulu.
Desde su llegada, Damián se siente impresionado por el espíritu hospitalario y acogedor de los Hawaianos. «En el momento de nuestro desembarco por medio de una lancha, un gran número de semi negros acudió de todos lados para vernos. Su extrañeza fue grande cuando vieron desembarcar a estos misioneros católicos, y sobretodo a esas diez hermanas vestidas de blanco.
El Reverendo Padre Modesto, Superior de la misión, nos esperaba allí y nos conducía directamente a la catedral, donde fue celebrada una misa, seguida del Te Deum para agradecer al buen Dios nuestro feliz viaje. Tras la misa, todos los convertidos se acercaron a saludarnos. Durante los dos primeros días, he apretado la mano de mil personas.» (22 de marzo de 1864).
Pocos meses después de haber llegado a esas tierras lejanas, Damián tuvo dos meses de preparación, para su ordenación. El 24 de mayo de 1864, fue ordenado Sacerdote de la Congregación de los Sagrados Corazones, por Mons. Maigret-en la Catedral de Nuestra Señora de la Paz.
Por su ordenación sacerdotal, el hermano Damián, se convertirá para el resto de su vida y para todo el mundo en el Padre Damián. La salvación de su prójimo fue su preocupación principal y se comprometió radicalmente por ellos.
La conciencia de su sacerdocio le marcará muy profundamente. En las cartas que escribirá, la mención «sacerdote misionero» El mismo día de su ordenación, escribe a sus padres:“Heme aquí sacerdote, heme aquí pues misionero.Heme aquí puesto en un país corrompido, idólatra. ¡Qué grandes son mis obligaciones como sacerdote! ¡Qué grande debe ser mi celo como misionero!
Rezad día y noche por mí, os lo suplico. Pedid pues todos los días en vuestras fervientes oraciones la gracia de la perseverancia para mí, que estoy rodeado por tantos peligros. Si el Señor está conmigo, nada tengo que temer y todo lo podré (como San Pablo) en Aquel que me conforta...
No tengáis la menor inquietud por mí, porque cuando se sirve a Dios, se es feliz en cualquier parte”.
Algunos días después de su ordenación, el 5 de junio, Damián es enviado a la isla grande de Hawaii. Tendrá a su cargo el distrito de Puna. Una región de tierra árida y volcánica.
En dicho Distrito, sólo existía una capilla modesta de paja. Los nativos vivían en un absoluto abandono, sin las mínimas condiciones de vida. Damián no dispone más que una pobre habitación para él.
Damián, visita y recorre todas las aldeas del Distrito en caballo. Campechanamente, duerme en las cabañas de los hawaianos y comparte sus comidas. El plato fuerte consiste en el poi, una espesa papilla preparada a partir de la raíz de taro, y que se come con los dedos.
Damián trabajó arduamente durante 9 años en la isla de Hawaii, él era todo para sus indígenas: médico, constructor, agricultor, carpintero, arquitecto y un buen pastor que se desvelaba por la salvación de cada uno de sus fieles. Evangelizaba y Celebraba la Eucaristía en las montañas y en las cabañas de los nativos.
En una de sus cartas , cuenta a su Hermano Pánfilo:” «Hago la misión hoy en una pobre capillita de paja. Tiene, sin embargo, una puerta de madera, así como un altar. ¡Qué feliz me siento en ella! Escuchad: ya suena la trompeta para que los cristianos diseminados se reúnan. Mi catedral se llena en un santiamén. Rezamos todos juntos en voz alta la plegaria de la mañana. Les repaso el catecismo, les confieso, y después comienzo la misa.
Durante la misa, todo el mundo reza de nuevo juntos en alta voz. Todos saben de memoria las oraciones de la santa misa. Les explico el Evangelio y trato de hacerles comprender la gran caridad de nuestro divino Salvador para con nosotros. Hay algunos que comulgan. Terminada la misa, todos se dirigen hacia la cabaña donde duermo. Allí me esperan para conversar. «Cuando se sirve a Dios, se es feliz en todas partes» (23 agosto de 1864).
Recorría todo ese extenso territorio sin detenerse ante las grandes dificultades, pues, era un el tiempo en que los nativos hawaianos fueron afectados por la sífilis, y por otras enfermedades desconocidas.
En Marzo de 1865, cuenta a sus padres: «Nuestros pobres insulares se sienten muy felices cuando ven llegar a Kamiano y yo también los amo mucho. Daría con gusto mi vida por ellos como nuestro divino Salvador, como tampoco me niego cuando se trata de ir a visitar a mis enfermos a siete u ocho leguas de aquí»
La lepra, aparecida en 1840, se había extendido por todo el archipiélago. Era entonces incurable y considerada como muy contagiosa. El pánico cundía por todas partes, pues se trata de una enfermedad terrible en la que se pudre lentamente el cuerpo del enfermo.
Por otra parte, los leprosos daban miedo. Constituían una amenaza para la sociedad. ¡No se debía empañar la imagen que se tenía de las islas hawaianas! La puesta en cuarentena era la única solución posible.
Hacia 1866, se había deportado a los leprosos a la isla maldita de Molokai donde la naturaleza había organizado una especie de prisión natural: una lengua de tierra rodeada por el océano y aislada del resto de la isla por una barrera montañosa abrupta, llamada pali en hawaiano. Allí los leprosos estaban repartidos entre dos poblados, que distaban cinco kilómetros: Kalawao y Kalaupapa.
En 1873, Mons. Maigret- obispo de las islas, preocupado de la atención espiritual de los leprosos, habló de esa situación con sus sacerdotes. No quiso obligar a nadie ir a Molokai, en nombre de la obediencia, consciente que semejante orden era una condena a muerte.
El Padre Damián, al saber tal situación, habló con Mons. Maigret y se ofreció como voluntario para vivir con los leprosos en Molokai. El obispo admirado de la generosidad de Damián, le concedió el permiso. Nuestro misionero pidió ser enviado e inmediatamente se puso en camino.
Lo que ha impulsado a Damián a unirse a estos desheredados puede descubrirse a partir de las cartas escritas en los primeros tiempos tras su llegada.Fundamentalmente es la caridad, esa conmoción de las entrañas que se apoderó del Samaritano del Evangelio ante el hombre herido que yacía sobre el camino.
Escribe a su Superior, el mayo de 1873: «Quiero sacrificarme a mis pobres leprosos» «..mi corazón se enternece a la vista de tantas miserias que aliviar, de tanto bien que hacer a estas almas que, dentro de cuerpos en descomposición, son siempre imagen de Dios»
Antes de partir dijo: "Sé que voy a un perpetuo destierro, y que tarde o temprano me contagiaré de la lepra. Pero ningún sacrificio es demasiado grande si se hace por Cristo".
1873 MISION EN MOLOKAI, la isla maldita.
El 10 de mayo de 1873, Monseñor Maigret, llegó con Damián a Kalawao, acompañados de 50 leprosos que iban a ser recluidos en la colonia y algunas cabezas de ganado que llevaban para su sustento. Sus nuevos feligreses lo esperaban en la playa en condiciones de extrema necesidad y desesperación.
A su llegada a la isla de los leprosos, Damián tenía 33 años. En las pésimas condiciones que encontró en la colonia, solo tenía refugio en una rustica y abandonada capilla de madera donde su primer acto fue arrodillarse a rezar. Se pasó esa noche limpiándola.
Con tristeza escuchaba la risa de los borrachos, el llanto de los moribundos, los aullidos de los perros salvajes que devoraban a los muertos.
Allí no había ley ni protección para nadie. Los niños y las mujeres vivían con temor por la frecuente violencia. La gente vivía sin esperanza y sin paz. Se consideraba aquel lugar como un infierno en la tierra.
El poblado, donde descendió Damián, contaba con unas 700 u 800 personas. En enero de 1885 escribe a su hermano, Pánfilo: “Como todos son incurables, para salir de aquí no hay más camino que el del cementerio. El año pasado en 8 meses he contado 133 muertos. Cuantos más enterramos, más nos envía el gobierno”.
Y ante ese mundo de muerte y desesperación, les llevó Amor, consuelo y esperanza. Fue para ellos, el Rostro Humano de Dios. Médico de sus almas y cuerpos. Se preocupaba por cada uno, sin discriminación de raza o religión. Fue “voz de los sin voz”.
Con su plena confianza, en la acción de Dios por sus hijos y, su tenacidad, fue construyó progresivamente una gran comunidad centrada en la Eucaristía y la adoración; donde el gozo de estar juntos y la apertura al amor de Dios proporcionaba a sus miembros nuevas razones de vida.
Empleaba semanas para recorrer cada lugar. El terreno agrietado y sembrado de volcanes, apagados y activos, a quienes los indígenas rendían una especie de culto con la esperanza de aplacar su cólera, no facilitaba sin duda la labor.
Para que los leprosos se sintieran útiles, el Padre Damián , los organizó y les enseñó a construir sus propias viviendas, más dignas y confortables .
Así mismo, les dio técnicas de agricultura, de canalización del agua y les enseñó cultivar legumbres y hortalizas.
También construyeron juntos dos orfanatos: Uno femenino.. y otro masculino
Logró organizar una banda de música para la animación de las celebraciones litúrgicas y al mismo tiempo proporcionar a su gente, una distracción.
Como los leprosos no tenían casi dedos, ni manos, Damián les hacía él mismo el ataúd para los muertos, les cavaba la sepultura y fabricaba luego como un buen carpintero la cruz para sus tumbas.
Se preocupaba de servir especialmente a los enfermos más olvidados y abandonados. Él mismo los atendía y curaba como abnegado enfermero. Les enseñaba reglas de higiene y poco a poco transformó la isla en un sitio agradable para vivir.
“Siembro la buena semilla entre lágrimas. De la mañana a la noche estoy en medio de miserias físicas y morales que destrozan el corazón. Sin embargo, me esfuerzo por mostrarme siempre alegre, para levantar el coraje de mis pobres enfermos”.
El 17 de diciembre de 1874 , escribe al Padre Superior General : “La presencia del sacerdote es signo de que Dios no ha abandonado a sus hijos. Su caridad hace palpable el amor que Dios les manifiesta”. A través de Damián, Dios les ha reunido en su miseria para salir de ella juntos. «Miserias, tanto morales como físicas, que parten el corazón y me rodean de la mañana a la noche. Trato sin embargo de mostrarme siempre alegre, a fin de realzar el ánimo de mis enfermos»
Empezó a escribir al extranjero, especialmente a Alemania, y de allá le llegaban buenos donativos. Varios barcos desembarcaban alimentos en las costas, los cuales el misionero repartía de manera equitativa. Y también le enviaban medicinas, y dinero para ayudar a los más pobres. Hasta los protestantes se conmovían con sus cartas y le enviaban donativos para sus leprosos.
Con la ayuda de sus hermanos leprosos, también construyó un hospital, enfermería, escuela, viviendas y una iglesia (Sta. Filomena).