490 likes | 745 Views
Domingo 15º del tiempo ordinario. Día 10 de Julio de 2011. Ciclo A. El evangelio de este día nos habla de la parábola de:. El Sembrador.
E N D
Domingo 15º del tiempo ordinario Día 10 de Julio de 2011 Ciclo A
El evangelio de este día nos habla de la parábola de: El Sembrador Es la primera de las grandes parábolas en que, por medio de un pasaje de la vida cuotidiana, Jesús nos va descubriendo los misterios del Reino de Dios.
Jesús nos habla de la palabra de Dios y de la disposición que deben tener las personas para acoger dicha palabra. Jesús mismo es la Palabra de Dios Pero hay otras palabras pronunciadas por Él, en que nos presenta los mensajes de Dios.
Dice hoy al principio del evangelio. en Mt 13: “Acudió a Jesús tanta gente que tuvo que subirse a una barca; se sentó, y la gente se quedó de pie en la orilla. Les habló mucho rato en parábolas”.
Las palabras de Dios, decían los profetas, eran a veces como espada afilada que penetra en el corazón.
El profeta Isaías dice que la palabra de Dios es como una lluvia que cae sobre la tierra. Así lo dice la primera lectura de este día: Is 55, 10-11
Así dice el Señor: “Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá sino después de empapar la tierra, de fecundarla y hacerla germinar, para que dé semilla al sembrador y pan al que come, así será mi palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo.”
Y preguntamos: Si la palabra de Dios es eficaz y cae sobre todos, ¿por qué no fructifica? Ahora es cuando entramos en lo que Jesús nos quiere decir con la parábola del sembrador.
¿Por qué habla Jesús en parábolas? Dice algo Jesús hoy en mitad del evangelio. A veces la gente no entiende y pregunta. Suele ser la gente sencilla, como los apóstoles, para los cuales les explica la parábola, de modo que el ejemplo les sirve para mejor recordar el mensaje.
Así que una razón para hablar en parábolas, es decir, en forma algo enigmática, era para que le preguntasen. Pero allí estaban los orgullosos fariseos que no aceptaban su palabra. Éstos no querían rebajarse a preguntarle.
Jesús, al acabar la exposición, no la explicación, dice: “el que tenga oídos, que oiga”. Era una expresión o fórmula popular para decir: “el que quiera más, que pregunte”. Y los discípulos preguntaron. Nosotros tengamos el deseo de profundizar en sus palabras. Y para ello: Escuchemos la palabra del Señor
Escuchemos la palabra del Señor Automático
Escuchemos la palabra del Señor.
Escuchemos la palabra del Señor. Hacer Click
La parábola nos habla de un sembrador que, al sembrar a voleo según era el estilo antiguo, su semilla cae en terrenos diversos. Jesús nos señala cuatro clases de tierra.
La primera es infructuosa porque se trata de la semilla que cae en el camino o junto al camino. Estos son los que no entienden o no quieren entender la palabra de Dios., porque no quieren aceptar el “Reino”.Son los que tienen el corazón duro para Dios y para los demás. Están petrificados en vida.
Son personas que pasan de todo, escépticas y amargadas, a los que no les entra en el corazón la alegría de la palabra de Dios. Su corazón está cerrado y todo lo de Dios les resbala.
Dice Jesús que los pájaros se llevan la semilla. Los pájaros suelen ser falsos profetas o ideologías modernas engañosas, que con facilidad admiten. Y luego se cierran para las cosas de Dios.
La segunda clase de tierra parece buena, pero debajo está llena de piedras que no deja ahondar la raíz. Son los inconstantes que no tienen fundamento. Hay personas que se entusiasman enseguida, pero por poco tiempo; buscan en la religión sólo lo sensiblero y afectivo. Están sin contenido y sin base, sin adhesión profunda a la fe, que les ayude a resistir a las tentaciones de la vida.
Hay personas que parecen buena tierra, pero sólo es “una capita”. Personas idealistas, que hasta con gozo reciben la Buena Nueva. Prometen mucho, pero no cumplen. No tienen “fundamento”, y, cuando vienen las dificultades, “el tallito de la espiga” se quema.
Los de esta segunda clase de tierra no son personas de principios recios cristianos. Por eso vemos tantos matrimonios que no perduran o vocaciones que ya no se tienen por verdaderas después de cierto tiempo. Son entusiasmos efímeros, faltos de consistencia en sus propósitos.
La tercera clase es tierra buena, con hondura, pero con muchas zarzas y espinas. Son las personas que tienen valores positivos y fe, que podrían dar mucho fruto espiritual, pero tienen demasiadas “preocupaciones de la vida”.
Son los que están atados a las riquezas, o porque las tienen o porque las quieren tener.. Son los que no son capaces de sacrificar nada del bienestar conseguido o deseado. Son también los que tienen demasiadas preocupaciones materiales, sea por negocios o placeres. Se supone que es por querer más riqueza o bienestar material.
Esto le pasó al joven del evangelio. Era buena persona, de modo que Jesús le miró con complacencia al ver que había cumplido los mandamientos. Pero no escuchó la llamada de Jesús, porque estaba atado a sus riquezas.
Parecería que la parábola fuese pesimista; pero la cuarta clase de tierra contrarresta a las otras y llena al corazón de Jesús. Y lo llenará más, si nosotros nos esforzamos para pertenecer a esta clase.
Son aquellos que oyen la palabra, procuran entenderla y la acogen con amor en su corazón. No sólo la acogen con humildad y con deseos de progreso en el bien, sino que perseveran y piden gracia para perseverar.
Entre los de tierra buena hay muchas diferencias: unos producirán el 30, otros el 60 y otros el 100. Pero siempre ha habido, y continúa habiendo, muchos santos que aceptan plenamente la palabra y la ponen en práctica.
Hoy nos pide Jesús que acojamos su palabra. Será nuestra felicidad. Aprovechemos especialmente la misa del domingo.
Y recordemos que no sólo somos tierra, sino que también debemos ser sembradores. Debemos ser como los brazos del Sembrador, para esparcir la semilla de la palabra de Dios en los ambientes donde vivamos.
Dios es bueno y sigue sembrando, aunque sabe que muchos no van a recibir su palabra. La esperanza entre los humanos es que la tierra puede cambiar. Seamos tierra buena para que Cristo pueda crecer.
Salió el sembrador a sembrar; una parte cayó en la tierra. Automático
Salió el sembrador a sembrar; una parte cayó en la tierra,
El que tenga oídos y quiera oír, ¡Que oiga!
Que seas la tierra, la buena tierra,
donde Jesús pueda crecer.
Que la Madre, sembradora de amores, prepare nuestro corazón para el encuentro con Jesús. AMÉN