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CRE 44 de 83. EL MAL, 1. El ser humano advierte la existencia de un mal que proviene de la naturaleza : fenómenos que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas. El hombre quiere naturalmente vivir y vivir con bienestar material. Si se deja llevar por la visión
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CRE 44 de 83 EL MAL, 1 El ser humano advierte la existencia de un mal que proviene de la naturaleza: fenómenos que aparecen como ligados a los límites propios de las criaturas. El hombre quiere naturalmente vivir y vivir con bienestar material. Si se deja llevar por la visión terrena, cualquier atentado contra esta situación se valora comomal, sobre todo si implica la muerte, ante la cual los demás males se consideran en menos. Suele distinguirse entre mal físico (se produce en el mundo de la naturaleza, como consecuencia de la imperfección material) y mal moral (se produce por la desviación de la libre decisión de los án- geles y de los hombres en el camino hacia su destino último). El mal moral es el pecado.
CRE 45 de 83 EL MAL, 2 San Basilio: “No vayas a suponer que Dios es la causa de la existencia del mal, ni a imaginarte que el mal tiene una subsis- tencia propia. La perver- sidad no subsiste como si fuera algo vivo, ni podrá ponerse nunca ante los ojos su sustan- cia, como existiendo verdaderamente. Por- que el mal es la priva- ción del bien” (PG 31, 341). “Ninguna naturaleza absolutamente hablando es mala. Este nombre de mal no se da más que a la privación del bien” (San Agustín, Sobre la Ciudad de Dios 11, 22).
CRE 46 de 83 EL MAL, 3 CCE 311: “Los ángeles y los hombres, criaturas inteligentes y libres, (...) pue- den desviarse. De hecho pecaron. Y fue así como el mal moral entró en el mundo, incomparablemente más grave que el mal físico. Dios no es de ninguna manera, ni directa ni indirectamente, la causa del mal moral. Sin embargo, lo permite, res- petando la libertad de su criatura, y, mis- teriosamente, sabe sacar de él el bien”. CCE 390: “La Revelación nos da la certeza de que toda la historia humana está marcada por el pecado original libremente cometido por nuestros primeros padres”.
CRE 47 de 83 EL MAL, 4 CCE 398: “En este pecado (original), el hombre se prefirió a sí mismo en lugar de Dios, y por ello despreció a Dios (...). El hom- bre, creado en un estado de santidad, estaba destinado a ser plena- mente ‘divinizado’ por Dios en la gloria. Por la seducción del dia- blo quiso ‘ser como Dios’, pero sin Dios, antes que Dios y no según Dios”. CCE 400: “La armonía en la que se encontra- ban (...) queda destruida; el dominio de las fa- cultades espirituales del alma sobre el cuerpo se quiebra; la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones (...). La armonía con la creación se rompe; la creación visible se hace para el hombre extraña y hostil (...). La muerte hace su entrada en la historia de la humanidad”.
CRE 48 de 83 EL MAL, 5 El pecado es el mal radical, el origen de todos los males. Es ofensa a Dios, “amor de sí hasta el desprecio de Dios” (San Agustín, De civitate Dei 14, 28). El pecado es el verdadero mal por- que de él provienen los demás ma- les en el mundo, entre los que se encuentra el mal físico. Las conse- cuencias del pecado son devastado- ras: envidia, sufrimiento, dolor, penas, tristeza, corrupción, ceguera, frialdad de corazón, etc..
CRE 49 de 83 EL MAL, 6 Los Evangelios nos muestran con gran frecuen- cia a Jesús en íntimo contacto con el sufrimien- to de los hombres. El Señor deja que se le acer- quen los pobres, los enfermos, los endemonia- dos, los pecadores y todos los que son víctima de desgracias e infortunios humanos. Sin haber cometido pecado alguno, Jesús se abraza decididamente al dolor, por amor al Padre y a los hombres. Sufre personalmente hasta la muerte de Cruz a pesar de ser inocente. “Por Cristo y en Cristo se ilumina el enigma del dolor y de la muerte, que fuera del Evangelio nos envuelve en absoluta oscu- ridad” (Gaudium et spes 22).
CRE 50 de 83 EL MAL, 7 Cristo nos redime y nos salva a través de la Cruz. Desde ese momento el hombre puede descubrir la fuente de bien que esconde el dolor. Para una persona, según la disposición interior que tenga, el sufrimiento puede ser redentor y purificador del alma si, como Cristo, se recibe en ofrenda de agradable entrega a la voluntad y amor divinos. El dolor y el sufrimiento son males no queridos por Dios al crear. Gracias al valor redentor y purificador de la Cruz de Cristo, se han convertido en un gran valor de purificación, expiación y re- dención.