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Bebe el agua de tu misma cisterna, Y los raudales de tu propio pozo.Se derramarn tus fuentes por las calles, Y tus corrientes de aguas por las plazas?Sean para ti solo,Y no para los extraos contigo.Sea bendito tu manantial,Y algrate con la mujer de tu juventud,Como cierva amada y gra
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3. Es una realidad que el placer del matrimonio cristiano se haya en el poder que nos proporciona el Espíritu Santo para hacer que nuestro matrimonio sea lo que Dios quiere que sea, una relación de amor puro y sin mácula.
El autor a los hebreos en 13:4 declara al respecto: “Honroso sea en todos el matrimonio, y el lecho sin mancilla; pero a los fornicarios y a los adúlteros los juzgará Dios”.
4. Es una realidad que el pecado empaña el placer que debe caracterizar al matrimonio cristiano.
Es por esto que los creyentes sabemos que en un matrimonio de incrédulos no puede haber verdadero y duradero placer, porque en un momento u otro, el pecado aflora entre los cónyuges.
5. Sabiendo que el pecado nos afecta a todos, una gran noticia si tenemos para los que hemos confesado a Cristo como Señor y Salvador y es que en la medida en que nos mantengamos en santidad podremos lograr disfrutar de ese placer que ofrece Dios a los que son fieles.
6. Miremos por un momento a lo que aconseja el apóstol Pablo en 1 Tesalonicenses 4:2-5 al hablarnos de nuestra santidad y del placer matrimonial: “Porque ya sabéis qué instrucciones os dimos por el Señor Jesús; pues la voluntad de Dios es vuestra santificación; que os apartéis de fornicación; que cada uno de vosotros sepa tener su propia esposa en santidad y honor; no en pasión de concupiscencia, como los gentiles que no conocen a Dios”.