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C. uando el río llega al precipicio, el. agua cae formando una catarata. Puede llegar manso y tranquilo pero la caída es tan emocionante como violenta. Todas las moléculas de agua que corrían juntas plácidamente, sufren entonces un fuerte choque, precedido del vértigo que produce
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C uando el río llega al precipicio, el agua cae formando una catarata. Puede llegar manso y tranquilo pero la caída es tan emocionante como violenta. Todas las moléculas de agua que corrían juntas plácidamente, sufren entonces un fuerte choque, precedido del vértigo que produce la caída.
T odas al llegar abajo salen en diferentes direcciones, salpicando nerviosas todo lo que les rodea, pero la experiencia del salto se ha quedado grabada. La fuerte vibración del choque les acaricia y, finalmente, todas se juntan en un remanso bajo la catarata. Allí comparten las impresiones de cada una y nuevamente emprenden juntas su camino hacia el mar.
E s bonito que una caída se llame un salto. Es bonito que un cambio de nivel vibratorio produzca una catarata de emociones. Es bonito aprender que para elevarse a veces hay que bajar.
E n algunos ríos, las moléculas que intuyen el salto pero que se resisten a darlo, forman remolinos donde atrapan a otras hermanas. Se cierran en sí mismas egocéntricas y ciegas, pero no saben que la erosión del suelo, provocada por el paso de las demás partículas de agua, eliminará todo escollo que produzca los remolinos y, al final, tarde o temprano tendrán que saltar pues es su destino.
E speremos que las que ya han saltado. emitan al caer sus cánticos de alegría para que sean escuchados por las indecisas, las ciegas y las dormidas. Contemplar ese salto desde otro plano infundiendo tranquilidad y amor en las que se disponen a saltar, es una experiencia apasionante. Gracias, por tanto, por dejarme participar en ella.
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