390 likes | 761 Views
Del arroz con leche al panfleto feminista. “Arroz con leche me quiero casar con una señorita de san Nicolás que sepa tejer, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar. ¡Con ésta sí, con ésta no, con esta señorita me caso yo!”. Panfleto feminista (tríptico).
E N D
Del arroz con leche al panfleto feminista “Arroz con leche me quiero casar con una señorita de san Nicolás que sepa tejer, que sepa bordar, que sepa abrir la puerta para ir a jugar. ¡Con ésta sí, con ésta no, con esta señorita me caso yo!”
Desde pequeñas nos enseñan como es el mundo que nos recibe. En casa, en la escuela y en la tele las vivencias ejemplificadoras nos muestran que es lo que nos espera. Las opciones “adecuadas” para niñas nos limitan, reservándonos a ciertos roles, indicándonos determinadas acciones, marcándonos una “apropiada” imagen femenina que va impregnando nuestro cuerpo mientras construimos nuestra identidad de género.
Las canciones, los cuentos, los juegos nos inician en una lectura sumisa y dependiente de lxs otrxs, destinándonos a vernos encerradas en un molde “natural” del que no podemos escapar, aprendiéndonos el libreto de cómo es el comportamiento “femenino”: la niña es buena, la mujer es recatada.
Bebotes para las mamás futuras, el jueguito del té para eventuales visitas, la plancha y la tabla para la hora de las novelas, pinturitas faciales para aprender de make-up, pulseras y aros para la belleza ineludible, cocinita y ollas para saber de nuestros previstos lugares, la Barbie y el Ken para (hetero)erotizar nuestros deseos y negar la diversidad de nuestros cuerpos. Cada uno de estos juguetitos va conformando nuestras ideas del mundo y los roles que, como mujeres debemos ocupar en él.
A pesar del “avance” del mundo moderno y la “salida” de la mujer al ámbito público como trabajadora, estos modelos nos siguen hablando de una Madre Nutricia, encargada de sus hijxs y de los quehaceres domésticos. Los medios masivos de comunicación –enraizados en holdings todopoderosos y omnipresentes- nos proponen/imponen un estereotipo sexista de la mujer. Estereotipo que nos dice como debemos ser, que podemos pensar y que tenemos que hacer.
La sobreexigencia en los mandatos con los que carga la mujer no sólo tienen que ver con lo que “naturalmente” le corresponde: buena madre, esposa y amante, sino además, la obligatoriedad de ser una buena profesional, ya que “salió al mundo de los hombres a competir”. Sin olvidarnos que también tiene que combinar entre sus tareas domésticas y laborales, algunos ejercicios de aeróbic, steep, pilates o gimnasia reductora para acompañar la dieta de la luna, porque debe verse bonita, delgada y eternamente joven para merecer el amor de los hombres, el respeto de sus pares y su lugar en la sociedad. Como resultado tenemos una mujer híbrido, mezcla de Susanita, Barbie, Teresa de Calcuta y Amalita Fortabat.
Las mujeres podemos y debemos emancipar nuestras miradas, ser creadoras de mensajes, espectadoras activas de percepciones de otrxs, artífices y partícipes de experiencias libres y liberadoras, ocupando espacios, disputando sentidos y ejerciendo derechos.
Las artes visuales no son sólo una invitación al goce de la belleza, a la admiración de los “virtuosismos”, a la experimentación de las técnicas, es también una invitación a la reflexión (de lo exigido y sacralizado), a la crítica (de lo instituido y naturalizado), al disfrute y al juego.
Desde esta visión el arte es herramienta para develar lugares comunes, interpelar nuestras ideas, nuestros lugares y nuestras prácticas que, como mujeres, vamos a desempeñar.
El arte como excusa y medio para el acceso al pensamiento, y a la actuancia.
la maru Mendoza-2009