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Santo Tomás de Aquino. 28 de Enero. El Papa Juan Pablo II en su encíclica Fides et Ratio recordó que «la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología» (n. 43).
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Santo Tomás de Aquino 28 de Enero
El Papa Juan Pablo II en su encíclica Fides et Ratio recordó que «la Iglesia ha propuesto siempre a santo Tomás como maestro de pensamiento y modelo del modo correcto de hacer teología» (n. 43)
Entre los escritores eclesiásticos mencionados en el Catecismo de la Iglesia católica, después de san Agustín, se cita a santo Tomás más que a ningún otro, hasta sesenta y una veces.
Dice Benedicto XVI que a este santo se le conoce como el "Doctor Angélico" por "la sublimidad de su pensamiento y pureza de vida".
Santo Tomás de Aquino es un teólogo de tal valor que el estudio de su pensamiento fue explícitamente recomendado por el Concilio Vaticano II en dos documentos, el decreto Optatam totius, sobre la formación al sacerdocio, y la declaración Gravissimumeducationis, que trata sobre la educación cristiana.
El motivo principal de este aprecio reside no solo en el contenido de su enseñanza, sino también en el método adoptado por él, sobre todo la nueva síntesis y distinción entre filosofía y teología.
A pesar de ser tan importante por sus escritos teológicos, su preocupación primera era el amor a Dios…. El primado de la inteligencia, la clave de toda la obra teológica y filosófica del Doctor Angélico (como se lo llamó después del siglo XV), no era un intelectualismo abstracto, fin en sí mismo. La inteligencia estaba condicionada por el amor y condicionaba al amor.
Decía nuestro santo que él había aprendido más, arrodillándose delante del crucifijo, que en la lectura de los libros. Su secretario Reginaldo afirmaba que la admirable ciencia de Santo Tomás provenía más de sus oraciones que de su ingenio. Este hombre de Dios rezaba mucho y con gran fervor para que Dios le iluminara y le hiciera conocer las verdades que debía explicar al pueblo.
Tomás nació entre 1224 y 1225 en el castillo que su familia, noble y rica, poseía en Roccasecca, en los alrededores de Aquino. Es el último hijo varón de una numerosa familia de doce hijos. Su padre se llamaba Landulfo de Aquino.
Alto, grueso, bien proporcionado, frente despejada, porte distinguido, una gran amabilidad en el trato, y mucha delicadeza de sentimientos.
Cerca del Castillo donde nació estaba el famoso convento de los monjes Benedictinos de Monte Casino. Allí lo llevaron a hacer sus primeros años de estudio. Los monjes le enseñaron a meditar en silencio. Es el más piadoso, meditabundo y silencioso de todos los alumnos del convento. Lo que lee o estudia lo aprende de memoria con una facilidad portentosa
Algunos años más tarde se trasladó a la capital del reino de Sicilia, Nápoles, donde Federico III había fundado una prestigiosa universidad. En ella se enseñaba, sin las limitaciones vigentes en otras partes, el pensamiento del filósofo griego Aristóteles, en quien el joven Tomás fue introducido y cuyo gran valor intuyó inmediatamente. En Nápoles permanece por cinco años.
En Nápoles nació su vocación dominica. Tomás quedó cautivado por el ideal de la Orden que santo Domingo había fundado pocos años antes. Cuando vistió el hábito dominico, su familia se opuso a esa elección. Tenía 18 años
Huye hacia Alemania, pero por el camino lo sorprenden sus hermanos que viajan acompañados de un escuadrón de militares y lo ponen preso. Lo encierran en una prisión del castillo de Rocaseca.
Tomás aprovecha su encierro de dos años en la prisión para aprenderse de memoria muchísimas frases de la Biblia y para estudiar muy a fondo el mejor tratado de Teología que había en ese tiempo, y que después él explicará muy bien en la Universidad.
Sus hermanos al ver que por más que le ruegan y lo amenazan no logran quitarle la idea de seguir de religioso, le envían a una mujer de mala vida para que lo haga pecar. Tomás toma en sus manos un tizón encendido y se lanza contra la mala mujer, amenazándola con quemarle el rostro si se atreve a acercársele. Ella sale huyendo.
Esa noche contempló en sueños una visión Celestial que venía a felicitarlo y le traía una estola o banda blanca, en señal de la virtud, de la pureza que le concedía Nuestro Señor.
En 1245, ya puesto en libertad, va a París para estudiar Teología bajo la guía de San Alberto Magno, que estima tanto a su alumno que le pide que lo acompañe a Colonia (Alemania) para la fundación de un centro teológico.
Al principio los compañeros no imaginaban la inteligencia que tenía Tomás, y al verlo tan robusto y siempre tan silencioso en las discusiones le pusieron de apodo: "El buey mudo". Pero un día uno de sus compañeros leyó los apuntes de este joven estudiante y se los presentó al sabio profesor. San Alberto al leerlos les dijo a los demás estudiantes: "Ustedes lo llaman el buey mudo. Pero este buey llenará un día con sus mugidos el mundo entero".
Sus compañeros de ese tiempo dejaron este comentario: "La ciencia de Tomás es muy grande, pero su piedad es más grande todavía. Pasa horas y horas rezando, y en la Misa, después de la elevación, parece que estuviera en el Paraíso. Y hasta se le llena el rostro de resplandores de vez en cuando mientras celebra la Eucaristía”. Por encima de la ciencia estaba su piedad.
En ese tiempo Tomás entró en contacto con todas las obras de Aristóteles y de sus comentaristas árabes, que San Alberto ilustraba y explicaba.
Se trataba de escritos sobre la naturaleza del conocimien-to, sobre las ciencias naturales, sobre la metafísica, sobre el alma y sobre la ética, ricas en informaciones e intuiciones que parecían válidas y convincentes. Era una visión completa del mundo desarrollada sin Cristo y antes de Cristo, con la pura razón. A los jóvenes les resultaba muy atractivo ver y conocer esta filosofía.
Ciertos ambientes se sentían inclinados a rechazar a Aristóteles por la presentación que de ese filósofo habían hecho los comentaristas árabes Avicena y Averroes.
Tomás de Aquino, siguiendo la escuela de Alberto Magno, llevó a cabo una operación de fundamental importancia para la historia de la filosofía y de la teología. Estudió a fondo a Aristóteles y a sus intérpretes, consiguiendo nuevas traducciones latinas de los textos originales en griego. Así ya no se apoyaba únicamente en los comentaristas árabes, sino que podía leer personalmente los textos originales; y comentó gran parte de las obras aristotélicas, distinguiendo en ellas lo que era válido de lo que era dudoso o de lo que se debía rechazar completamente, mostrando la consonancia con los datos de la Revelación cristiana.
Tomás de Aquino mostró que entre fe cristiana y razón subsiste una armonía natural. Mostraba que lo que parecía razón incompatible con la fe no era razón, y que lo que se presentaba como fe no era fe, pues se oponía a la verdadera racionalidad; así, creó una nueva síntesis, que ha formado la cultura de los siglos sucesivos.
Por sus excelentes dotes intelectuales, Tomás fue llamado a París como profesor de teología en la cátedra dominicana. Allí comenzó también su producción literaria, que prosiguió hasta la muerte: comentarios a la Sagrada Escritura, porque el profesor de teología era sobre todo intérprete de la Escritura; comentarios a los escritos de Aristóteles; tratados y discursos sobre varios temas.
Para la composición de sus escritos, cooperaban con él algunos secretarios, principalmente el hermano Reginaldo de Piperno, quien lo siguió fielmente y al cual lo unía una fraterna y sincera amistad, caracterizada por una gran familiaridad y confianza. Santo Tomás escribiría cosas hermosas sobre la amistad..
A los 27 años, en 1252, ya es profesor de la Universidad de París. Sus clases de teología y filosofía son las más concurridas de la Universidad. El rey San Luis lo estima tanto que lo consulta en todos los asuntos de importancia. Y en la Universidad es tan grande el prestigio que tiene y su ascendiente sobre los demás, que cuando se traba una enorme discusión acerca de la Eucaristía y no logran ponerse de acuerdo, al fin los bandos aceptan que sea Tomás de Aquino el que haga de árbitro y diga la última palabra, y lo que él dice es aceptado por todos sin excepción.
No permaneció mucho tiempo ni establemente en París. En 1259 participó en el capítulo general de los dominicos en Valenciennes, donde fue miembro de una comisión que estableció el programa de estudios en la Orden.
En 1259 el Sumo Pontífice lo llama a Italia y por siete años recorre el país predicando y enseñando, y es encargado de dirigir el colegio Pontificio de Roma para jóvenes que se preparan para puestos de importancia especial.
En Italia la gente se agolpaba para escucharle con gran respeto como a un enviado de Dios, y lloraban de emoción al oírle predicar acerca de la Pasión de Cristo, y se emocionaban de alegría cuando les hablaba de la Resurrección de Jesús y de la Vida Eterna que nos espera.
De 1261 a 1265 Tomás estuvo en Orvieto. El Romano Pontífice Urbano IV, que lo tenía en gran estima, le encargó la composición de los textos litúrgicos para la fiesta del Corpus Christi, instituida a raíz del milagro eucarístico de Bolsena. y compuso entonces el Pange lingua y el Tantum ergo y varios otros bellísimos cantos de la Eucaristía.
Dicen que el Santo Padre encargó a Santo Tomás y a San Buenaventura que cada uno escribiera unos himnos, pero que mientras oía leer los himnos tan bellos que había compuesto Santo Tomás, San Buenaventura fue rompiendo los que él mismo había redactado, porque los otros le parecían mejores.
Después de haber escrito tratados hermosísimos acerca de Jesús en la Eucaristía, sintió Tomás que Jesús le decía en una visión: "Tomás, has hablado bien de Mi. ¿Qué quieres a cambio?". Y el santo le respondió: "Señor: lo único que yo quiero es amarte, amarte mucho, y agradarte cada vez más".
De tal manera se concentraba en los temas que tenía que tratar, que un día estando almorzando con el rey, de pronto dio un puñetazo a la mesa y exclamó: "Ya encontré la respuesta para tal y tal pregunta". Después tuvo que presentar excusas al rey por estar pensando en otros temas distintos a los que estaban tratando los demás en la conversación.
Desde 1265 hasta 1268 Tomás residió en Roma, donde, probablemente, dirigía un Studium, es decir, una casa de estudios de la Orden, y donde comenzó a escribir su Summa Theologica.
En 1269 lo llamaron de nuevo a París para un segundo ciclo de enseñanza. Los estudiantes estaban entusiasmados con sus clases. Uno de sus ex alumnos declaró que era tan grande la multitud de estudiantes que seguía los cursos de Tomás, que a duras penas cabían en las aulas; y añadía, con una anotación personal, que «escucharlo era para él una felicidad profunda».
No todos aceptaban la interpretación de Aristóteles que daba Tomás, pero incluso sus adversarios, en el campo académico, admitían que la doctrina de fray Tomás era superior a otras por utilidad y valor, y servía como correctivo a las de todos los demás doctores. Sus superiores lo enviaron de nuevo a Nápoles, para que estuviera a disposición del rey Carlos I, que quería reorganizar los estudios universitarios.
Tomás no sólo se dedicó al estudio y a la enseñanza, sino también a la predicación al pueblo. Y el pueblo de buen grado iba a escucharle. Decía Benedicto XVI: Es verdaderamente una gran gracia cuando los teólogos saben hablar con sencillez y fervor a los fieles. El ministerio de la predicación, por otra parte, ayuda a los mismos estudiosos de teología a un sano realismo pastoral, y enriquece su investigación con fuertes estímulos.
Los últimos meses de la vida terrena de Tomás están rodeados por un clima especial, casi misterioso. En diciembre de 1273 llamó a su amigo y secretario Reginaldo para comunicarle la decisión de interrumpir todo trabajo, porque durante la celebración de la misa había comprendido, mediante una revelación sobrenatural, que lo que había escrito hasta entonces era sólo «un montón de paja».
Esto anterior nos ayuda a comprender no sólo la humildad personal de santo Tomás, sino también el hecho de que todo lo que logramos pensar y decir sobre la fe, por más elevado y puro que sea, es superado infinitamente por la grandeza y la belleza de Dios, que se nos revelará plenamente en el Paraíso.
Unos meses después,el Papa Gregorio X había convocado el concilio ecuménico en Lyon, y tenía interés de que participara Tomás de Aquino. Hacia allí se dirigió el santo; pero en el camino se sintió muy enfermo y fue recibido en el monasterio de los monjes cistercienses de Fosanova.
Cuando le llevaron por última vez la Sagrada Comunión exclamó: "Ahora te recibo a Ti mi Jesús, que pagaste con tu sangre el precio de la redención de mi alma. Todas las enseñanzas que escribí manifiestan mi fe en Jesucristo y mi amor por la Santa Iglesia Católica, de quien me profeso hijo obediente". Murió el 7 de marzo de 1274 a la edad de 49 años.
Fue declarado santo en 1323 apenas 50 años después de muerto. Cuando Juan XXII lo canonizó, en 1323, y algunos objetaban que Tomás no había realizado grandes prodigios ni en vida ni después de muerto, el Papa contestó con una famosa frase: “Cuantas proposiciones teológicas escribió, tantos milagros realizó”.
Sus restos fueron llevados solemnemente a la Catedral de Tolouse un 28 de enero. Por eso se celebra en este día su fiesta.
En 1567 fue declarado Doctor de la Iglesia. En 1880 el papa León XIII, gran promotor de estudios tomistas, le declaró patrono de las universidades católicas y centros de estudio.
Tan importantes son sus escritos que en el Concilio de Trento (o sea la reunión de los obispos del mundo), los tres libros de consulta que había sobre la mesa principal eran: la Sagrada Biblia, los Decretos de los Papas, y la Suma Teológica de Santo Tomás.
Uno de los principales méritos de Santo Tomás consiste en haber consolidado el aristotelismo como sustrato filosófico del pensamiento cristiano y de la reflexión teológica.
Tomás de Aquino logra la mejor síntesis medieval entre razón y fe o entre filosofía y teología. A diferencia de otros escolásticos, concede a la razón su propia autonomía en todas aquellas cosas que no se deban a la revelación.