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MI CRECIMIENTO ESPIRITUAL • Me desarrollo espiritualmente porque mantengo una conexión viva espiritual con las verdaderas fuerzas espirituales del universo y por mis frutos espirituales continuos: prodigo a mis semejantes lo que he recibido de mis benefactores espirituales. Progreso espiritualmente porque reconozco mi pobreza espiritual y estoy consciente de mi hambre de perfección, mi deseo de conocer a Dios y de ser como él, mi propósito sincero de hacer la voluntad de mi Padre en los cielos. • Crezco espiritualmente porque en primer lugar, despierto a mis necesidades, luego discierno los significados y finalmente descubro los valores. La prueba de mi verdadero desarrollo espiritual consiste en que exhibo una personalidad humana motivada por el amor, activada por el ministerio altruista y dominada por mi adoración sincera de mis ideales de perfección de la divinidad. Y toda esta experiencia constituye la realidad de mi religión, en contraste con mis meras creencias teológicas. • Mi religión progresa a ese nivel de experiencia en el que se vuelve una técnica esclarecida y sabia de mi reacción espiritual al universo. Tal religión glorificada funciona en tres niveles de mi personalidad humana: El intelectual, el morontial y el espiritual; sobre mi mente, en mi alma en evolución y con el Espíritu de Dios que reside en mi interior.
Mi espiritualidad es el indicador de mi propia cercanía a Dios y la medida de mi propia utilidad para con mis semejantes. Mi espiritualidad eleva mi habilidad dedescubrir la belleza en las cosas, de reconocer la verdad en los significados y la bondad en los valores. Mi desarrollo espiritual determina mi capacidad para eso y es directamente proporcional a mi eliminación de las características egoístas de mi amor. • Mi verdadero estado espiritual es la medida en que me aproximo a la Deidad y me sintonizo con el Ajustador Espiritual de mi pensamiento. Alcanzo la finalidad de mi espiritualidad cuando logro el máximo de la realidad, el máximo de mi semejanza con Dios. Vida eterna es mi búsqueda interminable de los valores infinitos. • El objetivo de mi autorrealización humana es espiritual, no material. Las únicas realidades por las que vale la pena que luche son divinas, espirituales y eternas. Como hombre mortal tengo derecho a gozar de los placeres físicos y a satisfacer mis afectos humanos; me beneficio por mi lealtad a mis asociaciones humanas y a las instituciones temporales; pero éstos no constituyen los cimientos eternos sobre los que construyo mi personalidad inmortal que debe trascender el espacio, conquistar el tiempo y alcanzar mi destino eterno de perfección divina y mi servicio como finalista.
Jesús ilustró la profunda seguridad del mortal conocedor de Dios cuando dijo: «Para un creyente del reino quien conoce a Dios, ¿que importa si todas las cosas terrenales se arruinan?» Mis seguridades temporales son vulnerables, pero mis certezas espirituales son impregnables. Cuando las mareas de la adversidad humana, el egoísmo, la crueldad, el odio, la maldad y los celos golpean mi alma mortal, reposo en la seguridad de mi bastión interior, mi ciudadela espiritual, que es absolutamente inatacable; esto es verdad porque he encomendado el mantenimiento de mi alma al espíritu del Dios eterno que mora en mi. • Gradualmente alcanzo este nivel de crecimiento espiritual en la medida en que atravieso por crisis específicas, obtengo una nueva orientación de mi personalidad, así como también el desarrollo de una nueva norma de valores. Nacido del espíritu, recibo tal motivación nueva en mi vida, y soy capaz de presenciar con calma, la vista del arruinamiento de mis ambiciones más caras, del asolamiento de mis esperanzas más profundas; se categóricamente que tales catástrofes no son sino cataclismos redirectores que estropean mis creaciones temporales, previo al inicio de realidades más nobles y perdurables en un nivel nuevo y más sublime de logro universal.
CONCEPTOS DE VALOR SUPREMO • La religión no es una técnica para llegar a una paz mental estática y dichosa; es un impulso hacia la organización de mi alma para el servicio dinámico. Preparo la totalidad de mi Yo para servir lealmente a mi Dios amante y para servir a mis semejantes. La religión paga cualquier precio esencial para el logro del fin supremo, mi premio eterno. Hay una consagración tan completa en mi lealtad religiosa que es soberbiamente sublime. Y mis lealtades son socialmente eficaces y espiritualmente progresivas. • Como religionista, la palabra `Dios', se vuelve un símbolo que significa mi acercamiento a la realidad suprema y mi reconocimiento del valor divino. Lo que place o disgusta a la humanidad no determina el bien o el mal; mis valores morales no surgen de la satisfacción de mis deseos ni de mi frustración emocional. • En mi contemplación de los valores, distingo entre lo que es valor y lo que tiene valor. Reconozco la relación entre mis actividades placenteras y mi integración significativa y realización enaltecida en niveles progresivamente cada vez más altos de experiencia humana.
El significado es algo que mi experiencia agrega al valor; es mi conciencia apreciativa de los valores. Un placer aislado y puramente egoísta, connota una devaluación virtual de los significados, un goce sin sentido que linda con el mal relativo. Los valores son experienciales cuando las realidades son significativas y se asocian mentalmente, cuando tales relaciones son reconocidas y apreciadas por la mente. • Los valores no pueden ser jamás estáticos; la realidad significa cambio, crecimiento. El cambio sin crecimiento, expansión de significado y exaltación de valor, no tiene valor —es potencialmente mal. Cuanto más grande sea la calidad de mi adaptación cósmica, más significado tienen mis experiencias. Los valores no son ilusiones conceptuales; son reales, pero siempre dependen del hecho de mis interrelaciones. Los valores son siempre tanto actuales como potenciales —no lo que fue, sino lo que es y lo que será. • La asociación de los actuales y los potenciales equivale a mi crecimiento, la realización experiencial de los valores. Pero mi crecimiento no es mero progreso. El progreso es siempre significativo, pero es relativamente sin valor en ausencia del crecimiento.El valor supremo de mi vida humana consiste en el crecimiento de los valores, el progreso en los significados y la realización de la interrelación cósmica de estas dos experiencias. Y tal experiencia es equivalente a la conciencia de Dios. Un mortal con esta experiencia, aunque no sea sobrenatural, se está volviendo realmente sobrehumano; un alma inmortal está evolucionando.
Yo, hombre, no puedo desencadenar mi crecimiento, pero sí puedo proveer las condiciones favorables. Mi crecimiento es siempre inconsciente, sea éste físico, intelectual o espiritual. Mi amor así crece; no puedo crearlo, manufacturarlo ni comprarlo; debe crecer. Mi evolución es una técnica cósmica de crecimiento. Mi crecimiento social no puedo asegurarlo mediante la legislación, y mi crecimiento moral no lo obtengo por una administración mejorada. Yo hombre puedo fabricar una máquina, pero mi verdadero valor deriva de mi cultura humana y de mi apreciación personal. Mi única contribución como hombre a mi crecimiento es que movilizo los poderes totales de mi personalidad—mi fe viviente.