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Como siempre. Otra vez aquí en el viejo sillón orejero descansando unos minutos antes de irme a trabajar. Me arriesgo a llegar tarde, pero se está tan bien... Escucho los ruidos de los vecinos de siempre y, en su jaula, el canario que me acompaña en mi día a día.
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Como siempre... Otra vez aquí en el viejo sillón orejero descansando unos minutos antes de irme a trabajar. Me arriesgo a llegar tarde, pero se está tan bien... Escucho los ruidos de los vecinos de siempre y, en su jaula, el canario que me acompaña en mi día a día. Oigo cada día su piar mezclado con el sonido de sus alas que chocan contra los endebles barrotes de la jaula y el chirrío del palo sobre el que se balancea. Esta sinfonía monótona y gris que a muchos les puede parecer molesta y aburrida, a mi me agrada. Necesito la seguridad de la rutina para seguir adelante cada día y estos sonidos, los de siempre, son mi rutina. Fátima Cortés 4ºA