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El gatito Miau y sus dos amigas. Manuel Rodríguez Troncoso. La señora Paula tenía un gatito juguetón y alegre. Le llamaba Miau. El gatito dormía muchas veces en su regazo; mientras estaba sobre sus piernas le gustaba que le acariciara. Él, que era muy cariñoso, le lamía las manos.
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El gatito Miau y sus dos amigas Manuel Rodríguez Troncoso
La señora Paula tenía un gatito juguetón y alegre. Le llamaba Miau. El gatito dormía muchas veces en su regazo; mientras estaba sobre sus piernas le gustaba que le acariciara. Él, que era muy cariñoso, le lamía las manos.
Por la mañana a las ocho en punto, si ella no se levantaba, iba a la puerta de su habitación y maullaba, maullaba, maullaba…, hasta que su dueña le abría. Era la hora en la que Paula se levantaba habitualmente. Algunas veces subía a su cama y se acostaba a su lado, le lamía las orejas y dormía un poco. La señora Paula lo quería mucho.
Un verano la señora Paula decidió ir a pasar dos semanas con sus hijos a la ciudad y dejó encargado a un vecino para que le echara de beber y de comer. Mas, pasados dos días, el gatito empezó a estar triste y a añorar a su dueña.
La tercera noche no pudo dormir y tramó una aventura. Decidió salir temprano y caminar en busca de su dueña. El olfato -pensaba él- le ayudaría a encontrarla. Cruzó unos prados verdes, un riachuelo de aguas muy limpias, bebió en él, jugueteó con una mariposa que se le atravesó en el camino y llegó a una arboleda muy hermosa, con árboles de distintas especies, arbustos y muchas hierbas y flores.
En un escampado se encontró con dos gatitas de su misma edad, que estaban jugando. Eran una gatita blanca y una gatita gris color ceniza. Miau era negro con pintas blancas. Las gatitas muy contentas se acercaron al gatito y la blanca que era muy presumida y atrevida le dijo: -¡Hola, gatito! ¿A dónde vas? El gatito, un poco melancólico, le contestó: -Voy en busca de mi dueña, la Sra. Paula, que fue a pasar unos días con sus hijos y quiero estar con ella.
-Quédate con nosotras hasta que vuelva. También nuestra familia se fue de vacaciones, y aunque nos dejó con unos parientes, decidimos venirnos al campo. Aquí lo pasamos muy bien. Jugamos con las mariposas, subimos a los árboles, bebemos agua pura y cristalina en los manantiales que hay en el bosque, y comemos saltamontes, grillos, y ratones. ¡Ya verás que bien lo pasamos juntos! -Bueno, quedaré -le contestó Miau tímidamente. Miau preguntó a las gatitas cómo se llamaban y una de ellas le contestó: -Yo me llamo Blanquita y mi amiga Nizacita. -Me llaman Ceniza pero no me gusta, por eso quiero que me llamen Nizace o Nizacita. -Yo Miau
Blanquita que siempre llevaba una mochila sobre sus espaldas con perfumes, cremas gatunas, una cinta color rosa que a veces se ponía en el pelo y otras cosas, propuso, para que le fuera grata la estancia a Miau, hacer una excursión e ir a ver la Cascada al otro lado de la arboleda, pues según había oído era impresionante y bonita. Y se pusieron en camino.
En la primera hora disfrutaron mucho de la naturaleza, de las cosas hermosas que iban encontrando, de flores y plantas que nunca habían visto, del color de algunos pájaros como la oropéndola que tenía su nido en la punta de una rama, del canto armonioso del mirlo y también de la charla entre los tres. Mas después de andar durante dos horas, cuando se hallaban un poco cansados, un pajarito amarillo y rojo, muy bueno, que los iba siguiendo sin ellos darse cuenta, desde una rama les chilló con un pío-pío muy fuerte y alarmante diciéndoles que subieran inmediatamente a un árbol.
-¡¡Gatitos, subid a ese árbol, sin perder tiempo, ¡ahora mismo, de prisa! que viene detrás de vosotros el lobo malo!! Los gatitos, nerviosos, al instante se subieron los tres al mismo árbol. Ya arriba, jadeando y latiéndole el corazón muy de prisa, se quedaron quietos y mudos, sin poder siquiera dar las gracias al pajarito.
El pajarito amigo, desde una rama más alta, les dijo después que el lobo merodeaba a menudo cerca de la Cascada. Ya tranquilos, los tres gatitos dieron las gracias al pájaro amarillo y rojo. Y el gatito Miau le añadió: -Eres un pajarito muy bueno y muy hermoso. Si bajas de esa ramita tan alta y tan fina junto a nosotros, te lameríamos todas tus plumas. Te lo haríamos en señal de gratitud, porque nos salvaste la vida. - Gracias -le dijo el pajarito- pero no bajo. No quiero provocaros. Sé que me lo decís con toda la buena intención, mas no bajo (el pajarito -aunque lo estaba pensando- no les dijo para no herirlos, que no bajaba porque sabía que a los gatos les gustaba mucho cazar pájaros y que no debía tentarlos). Pero os seguiré avisando -le siguió hablando el pajarito- si os acechara algún peligro. No vayáis a la Cascada. Dad la vuelta y volved al lugar donde os habéis encontrado. Allí, por ser cerca de la aldea, no tendréis ningún riesgo. Ahora ya podéis bajar del árbol, pues el lobo se ha alejado.
Bajaron del árbol e iniciaron el regreso con cierto miedo. Al cabo de pocos minutos se desorientaron y se perdieron en el bosque. El gatito Miau y la gatita Nizacita se pusieron muy nerviosos. Temían caminar a ciegas y encontrarse nuevamente con el lobo.
Blanquita, la presumida, se echó a reír y les dijo: -No temáis. Yo para saber volver fui soltando gotitas de colonia en todo el recorrido desde que iniciamos el camino; el trayecto quedó perfumado. Nuestro olfato nos ayudará a encontrarlo. Los tres husmearon alrededor del lugar donde estaban perdidos y, después de unos minutos, el gatito Miau percibió en su nariz el perfume del camino bueno. El aroma de la colonia, que Blanquita había derramado, les sacó del apuro. Regresaron así, siguiendo el olor de la colonia, al lugar donde se habían encontrado cerca de la aldea y allí pasaron varios días. Juguetearon, subieron a las ramas más altas, no a las muy delgadas por miedo a que se rompieran. Se columpiaron en las laterales: Cazaron ratones, grillos y saltamontes; ¡y renunciaron definitivamente, con promesa firme, a cazar pajaritos con plumas amarillas y rojas, en agradecimiento al pajarito rojo y amarillo que les salvó del lobo feroz cuando ya estaban a punto de ser devorados!
Pasado el tiempo, decidieron regresar a la aldea para estar de nuevo con sus amos. A punto de salir de la arboleda acudió a despedirse de ellos el pajarito de plumas amarillas y rojas. ¡Se pusieron todos muy contentos!: -Adiós gatitos -le grito el pajarito desde las ramas más altas y finas de un árbol próximo. -Adiós pajarito de plumas rojas y amarillas. ¿Cómo te llamas? -Me llamo “Jilguerito de plumas amarillas y rojas”. -Adiós Jilguerito -le dijo Blanquita -Adiós, pajarito amigo -le gritó Nizacita -Adiós, Jilguero de plumas amarillas y rojas, hermoso y bueno -le dijo Miau. -Adiós, hasta que os vuelva a ver. Adiós, adiós, adiós. -Adiós. 6-Febrero-2007 M.R.T.
Ilustración Elisa Wagner Parra