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Siguiendo al oeste, comenzó a caminar. Abrió una puerta y entró. Aquello estaba de lo más sucio: había telarañas por todos lados, estaba húmedo y lleno de polvo. Llevaba sin pisar aquellos suelos desde abril. Entre la suciedad pudo distinguir un baúl, pasó la mano por encima,
E N D
Siguiendo al oeste, comenzó a caminar. Abrió una puerta y entró. Aquello estaba de lo más sucio: había telarañas por todos lados, estaba húmedo y lleno de polvo. Llevaba sin pisar aquellos suelos desde abril. Entre la suciedad pudo distinguir un baúl, pasó la mano por encima, quitándole el polvo. Inmediatamente lo quiso abrir, y con la ayuda de una herramienta logró abrirlo. Algo terrible lo hastió y se desmayó. Allá a lo lejos, en el reflejo de un espejo, se veía un hombre con guantes de tela y un traje negro. Era un hombre de ojos azules llamado Juan. Llevaba un lazo rojo, en el cual, todos sus sueños eran guardados. Cuando lo abría, se ponía nostálgico y empezaba a temblar, como si tuviera miedo de algo. Algo raro debía haber, tal vez un rostro, tal vez disecado. No, nada de eso. Era una chica, su amiga de la infancia, la que lo enamoraba con su fragancia.
VER AQUELLA FOTOS ESCUCHANDO MI CANCIÓN, REÍAMOS, LLORÁBAMOS ASÍ, DIVIRTIÉNDONOS UN MONTÓN NO TE VAYAS AGOSTO OH! ¡QUEDATE PORFAVOR!
Rápido como el leopardo, reluciente como el sol, si te pilla, te mata arrancándote el corazón.
Aquel día decidí coger un atajo. Estaba oscuro, nada claro. Y fue allí, en el asfalto donde vi algo extraño, era un gato. Pero no era igual, era raro: tenía patas de pato. No me acerqué, pa’ no asustarlo. Lo llamé y no me hizo caso, se escapó, no pude agarrarlo.