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Lección 8 para el 23 de agosto de 2014. Jesús fundó la iglesia. Jesús oró por la unidad de su iglesia. Jesús proveyó para la unidad de su iglesia. Jesús enseñó a mantener la unidad en su iglesia. Cómo evitar la desunión. Cómo restaurar la unión.
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Jesús fundó la iglesia. • Jesús oró por la unidad de su iglesia. • Jesús proveyó para la unidad de su iglesia. • Jesús enseñó a mantener la unidad en su iglesia. • Cómo evitar la desunión. • Cómo restaurar la unión.
“Y yo también te digo, que tú eres Pedro, y sobre esta roca edificaré mi iglesia; y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella” (Mateo 16:18) ¿Enseñó Jesús aquí que Pedro sería el fundamento sobre el cual se edificaría la iglesia? Ver 1ª de Corintios 3:11 y Efesios 2:20. Haciendo un juego de palabras con el nombre de Pedro (Petros, en griego), Jesús habla de la roca (petra, en griego) sobre la que se edificaría la iglesia. Tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, se emplea la palabra “roca” para hablar de Dios y de Cristo. Evidentemente, Jesús usó el símbolo de la roca para referirse a la declaración de Pedro: “Tú eres el Cristo” (Mt. 16:16)
“El es la Roca, cuya obra es perfecta, porque todos sus caminos son rectitud; Dios de verdad, y sin ninguna iniquidad en él; es justo y recto” (Deuteronomio 32:4) “Mas su arco se mantuvo poderoso, y los brazos de sus manos se fortalecieron por las manos del Fuerte de Jacob (por el nombre del Pastor, la Roca de Israel)” (Génesis 49:24) “Porque te olvidaste del Dios de tu salvación, y no te acordaste de la roca de tu refugio; por tanto, sembrarás plantas hermosas, y plantarás sarmiento extraño” (Isaías 17:10) “Jehová, roca mía y castillo mío, y mi libertador; Dios mío, fortaleza mía, en él confiaré; mi escudo, y la fuerza de mi salvación, mi alto refugio” (Salmos 18:2) “¿No eres tú desde el principio, oh Jehová, Dios mío, Santo mío? No moriremos. Oh Jehová, para juicio lo pusiste; y tú, oh Roca, lo fundaste para castigar” (Habacuc 1:12) “Dijo: Jehová es mi roca y mi fortaleza, y mi libertador” (2ª de Samuel 22:2) “Para vosotros, pues, los que creéis, él es precioso; pero para los que no creen, la piedra que los edificadores desecharon, Ha venido a ser la cabeza del ángulo; y: piedra de tropiezo, y roca que hace caer, porque tropiezan en la palabra, siendo desobedientes; a lo cual fueron también destinados” (1ª de Pedro 2:7-8) “y todos bebieron la misma bebida espiritual; porque bebían de la roca espiritual que los seguía, y la roca era Cristo” (1ª de Corintios 10:4)
UNA ORACIÓN POR LA UNIDAD “Yo en ellos, y tú en mí, para que sean perfectos en unidad, para que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado a ellos como también a mí me has amado” (Juan 17:23) Así como el Padre y el Hijo, siendo distintos, son uno en naturaleza y propósito, los creyentes –con distintos temperamentos, contextos y habilidades– debemos constituir una iglesia unida, a través de Jesucristo. Cuanto más cerca de Jesús estemos cada uno de nosotros, más unidos estaremos cada uno con nuestros hermanos. Para que esto ocurra, debemos aceptar el señorío de Jesús en nuestra vida. Él debe moldear nuestro carácter, y nosotros tenemos que rendirle nuestra voluntad a él.
“La armonía y unión existente entre hombres de diversas tendencias es el testimonio más poderoso que pueda darse de que Dios envió a su Hijo al mundo para salvar a los pecadores. A nosotros nos toca dar este testimonio; pero para hacerlo, debemos colocarnos bajo las órdenes de Cristo; nuestro carácter debe armonizar con el suyo, nuestra voluntad debe rendirse a la suya. Entonces trabajaremos juntos sin contrariarnos” E.G.W. (Testimonios para la iglesia, t. 8, pg. 253)
“Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones” (Hechos 2:42) La creyentes de la iglesia apostólica fueron “perfectos en unidad” (Jn. 17:23) gracias a dos elementos otorgados por Jesús: la Verdad y el Amor (la doctrina y la comunión). Debemos recordar que el amor sin la verdad es ciego, y la verdad sin amor es infructuosa. La mente y el corazón deben trabajar juntos.
“No andarás chismeando entre tu pueblo. No atentarás contra la vida de tu prójimo. Yo Jehová” (Levítico 19:16) Además de ser una violación del noveno mandamiento, el chisme contraría la orden de Jesús: “No juzguéis, para que no seáis juzgados” (Mateo 7:1). Nadie ha sido llamado a juzgar a otros, ni a hablar mal de nadie, ni a comparase con los demás, sino solamente con Cristo. Cuando creamos necesario hablar acerca de otra persona, hagámonos antes estas tres preguntas: ¿Es verdad lo que estoy por decir (Éxodo 20:16)? ¿Es edificante lo que estoy por decir (Efesios 4:29)? ¿Es posible decirlo con amor (Proverbios 25:11)?
“Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda” (Mateo 5:23-24) En Mateo 18:15-18, encontramos el método que, según Jesús, debemos seguir cuando ofendemos a una persona, o nos sentimos ofendidos por ella. Habla a solas con tu hermano/a. Esto solucionará la mayor parte de las ofensas. Si no os reconciliáis, habladlo ante dos o tres testigos neutrales. Si aún así no se soluciona el problema, presentadlo ante la iglesia. “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1)
E.G.W. (El discurso maestro de Jesucristo, pg. 53) “Si las dificultades entre hermanos no se manifestaran a otros, sino que se resolvieran francamente entre ellos mismos, con espíritu de amor cristiano, ¡cuánto mal se evitaría! ¡Cuántas raíces de amargura que contaminan a muchos quedarían destruidas, y con cuánta fuerza y ternura se unirían los seguidores de Cristo en su amor!”