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FACULTAD DE DERECHO ÁREA DE CIENCIA POLÍTICA Y DE LA ADMINISTRACIÓN. I.- INTRODUCCIÓN A LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL . MATERIALES DE TRABAJO PARA LA ASIGNATURA METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN APLICADAS A LAS CIENCIAS SOCIALES MASTER EN DERECHO CURSO 2008 – 2009.
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FACULTAD DE DERECHO ÁREA DE CIENCIA POLÍTICA Y DE LA ADMINISTRACIÓN I.- INTRODUCCIÓN A LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL MATERIALES DE TRABAJO PARA LA ASIGNATURA METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN APLICADAS A LAS CIENCIAS SOCIALES MASTER EN DERECHO CURSO 2008 – 2009
PROFESORADO DEL ÁREA Juan Carlos González Hernández. Catedrático de Universidad. Antiguo Colegio Máximo de Jesuitas. Calle Libreros 17. 28801 Alcalá de Henares (Madrid) E-Mail: juanc.gonzalez@uah.es Tlf. & Fax: 91 885 3453
METODOLOGÍA Y TÉCNICAS DE INVESTIGACIÓN APLICADAS A LAS CIENCIAS SOCIALES • PROGRAMA DE LOS CONTENIDOS Y MATERIALES DE TRABAJO • I.- INTRODUCCIÓN A LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL • 1.- El concepto y el objeto. Elementos. • 2.- La cuestión del enfoque: perspectivas analíticas de los fenómenos sociales. • 3- La posiciones tradicionales y ortodoxas. • 4.- Las aportaciones del marxismo. • 5.- Las posiciones de la doctrina anglosajona. • 6.- Sobre los métodos generales y las técnicas para el análisis social. • 7.- Las exigencias plurales de la investigación política y la necesaria integración de perspectivas. • II.- METODOLOGÍA DE LA CIENCIA JURÍDICA. • El problema del método en la ciencia jurídica. • Conceptos fundamentales e ideas básicas • El concepto de ciencia jurídica y la teoría de la interpretación. • Las principales corrientes metodológicas. • Los sistemas jurídicos contemporáneos (Introducción general). • Los principales sistemas jurídicos: Caracteres básicos y notas diferenciales. • El modelo de sistema político español: estructura, subsistemas y fragmentos. • III.- Diseño y estructura de un Proyecto de Investigación. • Objeto y justificación • Metodología. • Antecedentes e hipótesis • Esquema de trabajo. • Cronograma • Recursos: Fuentes, bases de datos y bibliografía.
I.- INTRODUCCIÓN A LA METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN SOCIAL • I. CUESTIONES GENERALES DE MÉTODO: FORMAS DE CONOCIMIENTO. CONOCIMIENTO CIENTÍFICO. CIENCIA Y TEORÍA. • II. LA CUESTION DEL ENFOQUE: PERSPECTIVAS ANALÍTICAS DE LOS FENÓMENOS SOCIALES • III. LAS POSICIONES TRADICIONALES Y ORTODOXAS. • IV. LAS APORTACIONES DEL MARXISMO. • V. LAS POSICIONES DE LA DOCTRINA ANGLOSAJONA • 1, TEORÍA NORMATIVA • 2, INSTITUCIONALISMO Y NUEVO INSTITUCIONALISMO • 3, CONDUCTISMO • 4, LA TEORÍA DE LA ELECCIÓN RACIONAL • 5, FEMINISMO • 6, LA TEORÍA DEL DISCURSO POLÍTICO • 7, LA TEORÍA DE AGENCIA • VI. SOBRE LOS METODOS GENERALES Y LAS TECNICAS DE ANALISIS • VII. LAS EXIGENCIAS PLURALES DE LA INVESTIGACIÓN Y LA NECESARIA INTEGRACIÓN DE PERSPECTIVAS
I.- CUESTIONES GENERALES DE MÉTODO: FORMAS DE CONOCIMIENTO. CONOCIMIENTO CIENTÍFICO. CIENCIA Y TEORÍA. • I.1.- CONOCIMIENTO Y CIENCIA. POSICIONES ONTOLÓGICAS. PROCESOS Y CORRIENTES. SENTIDO COMÚN, OBSERVACIÓN Y CIENCIA EMPÍRICA. • I.2..- EL DISCURSO COMÚN U ORDINARIO. • I.3.- CONCEPTOS Y ESQUEMAS CONCEPTUALES. • I.4.- METAFÍSICA, EPISTEMOLOGÍA Y LÓGICA. • I.5.- PARADIGMA, ENFOQUE Y TEORÍA. • I.6.- INDUCCIÓN Y DEDUCCIÓN. • I.7.- LEYES Y TEORÍAS. I.1.- Conocimiento y Ciencia. Posiciones ontológicas. Procesos y corrientes La producción del conocimiento, en términos generales, requiere la interacción de tres elementos básicos: El sujeto cognoscente El objeto de conocimiento El proceso cognoscente El Sujeto busca o se ve compelido a saber o conocer al entrar en contacto con los diversos fenómenos de la realidad, de entre los cuales, escogerá o se orientara a través de sus sentidos hacia un o unos objeto u objetos de conocimiento. Las percepciones que resulten de estas experiencias serán procesadas mentalmente y, al razonarlas, permitirán formar imágenes conceptuales que son abstracciones de la realidad. El proceso concluye al confrontar las propias ideas y experiencias con la realidad objetiva y obtener conclusiones y resultados. El proceso mental es subjetivo, porque no puede verse, sentirse, tocarse, olerse, oírse ni manipularse. tanto el sujeto como el objeto son influidos en el proceso de conocimiento Posición materialista: la materia es infinita y eterna; la existencia y sus manifestaciones, el sujeto y sus ideas son así mismo materia; el conocimiento es objetivo y los objetos de conocimiento existen con independencia de la razón o de las ideas del sujeto, su ser es ajeno a que sean o no conocidos por el sujeto cognoscente. Posición idealista: el objeto de conocimiento es estructurado por las ideas del sujeto y no existe sin ellas; lo primario es la conciencia cognoscente del sujeto, que recrea el objeto a través de sus abstracciones. El objeto de conocimiento existe a partir de que el sujeto le da vida.
Por su carácter, las principales corrientes en la obtención del conocimiento científico serían las empíricas y las científicas: El conocimiento empírico se desprende de la experiencia y opera a través de los sentidos. Es el conocimiento que permite al ser humano interactuar con su ambiente; es generacional, sin un razonamiento elaborado ni una crítica al procedimiento de obtención ni a las fuentes de información. Los conceptos empíricos son imprecisos e inciertos, se producen por ideas preconcebidas, tienden a aceptar explicaciones metafísicas y son dogmáticos. El conocimiento empírico se convierte en conocimiento científico cuando es capaz de extraer de la realidad experiencia y conclusiones ciertas y regulares utilizando métodos y herramientas precisas e integrándose en un sistema de conceptos, teorías y leyes. El conocimiento científico rebasa los hechos empíricos, admite generalizaciones y es susceptible de elaborar pronósticos, resiste la confrontación con la realidad, descarta explicaciones metafísicas, y utiliza fuentes primarias. Por la forma en la que se interpretan las informaciones de la realidad en un contexto científico, cabe apreciar cuatro corrientes generales: Positivismo y neopositivismo, Hermenéutica, Dialéctica, y Racionalismo crítico.
Positivismo y neopositivismo. (Bacon, Locke, Newton, Lavoisier, Saint-Simon, Compte, Russell y Nagel, entre otros. El principio fundamental del positivismo y del neopositivismo afirma que no existe conocimiento que no provenga de la percepción. La importancia se da al rigor en las técnicas para obtener el conocimiento; se insiste en la cuantificación, y se afirma la unidad de la ciencia, es decir, la semejanza de todas las ciencias del hombre. El positivismo concibe al conocimiento como separado de la acción, a la ciencia como "neutra". El científico debe desprenderse de sus conceptos e ideas, de la influencia del ambiente. • Hermenéutica. (Historicismo y fenomenología; Dilthey y Weber). El planteamiento fundamental de la hermenéutica es opuesto al positivismo. Afirma que no existe un lenguaje observacional puro; todo lenguaje y todo conocimiento es interpretación. Lo esencial es la teorización, el interés en datos cualitativos, el rechazo a lo cuantitativo, el manejo crítico del lenguaje y la diferenciación entre las ciencias naturales y las sociales. La hermenéutica y la dialéctica coinciden en su oposición al positivismo clásico. En el positivismo, los científicos hacen ciencia "neutra"; en la hermenéutica, la ciencia se supedita a la práctica social, de acuerdo con las determinantes ambientales, En una, es el conocimiento por el conocimiento; en otra, es el conocimiento para la acción. • Dialéctica. Desarrollada cono parte esencial de la doctrina marxista, pone todo su énfasis en la realidad como una "totalidad", de la que no puede aislarse ningún elemento sin que deje de tener sentido. Rechaza el análisis cuantitativo. En la práctica, las actividades científicas no se disocian de las posiciones de los científicos, las cuales influyen de manera decisiva en el conocimiento. • Supuestos de la dialéctica • La realidad existe independientemente y con anterioridad al ser humano. No ha sido creada por ningún espíritu universal. • La realidad es cognoscible. • Los procesos y los objetos están relacionados y son interdependientes. • Todos los conocimientos son verdades relativas. • La realidad está en continuo cambio, movimiento y transformación. • La realidad se presenta a diversos grados y niveles. • La práctica es el criterio de verdad del conocimiento. • Racionalismo crítico. (Karl L. Popper) Constituye una postura intermedia entre el positivismo y la hermenéutica donde el conocimiento es la interpretación de las experiencias. Pone énfasis en lo cuali-cuantitativo, y subraya la importancia de las técnicas para obtener datos. Describe una relación entre las ciencias naturales y las sociales. La corriente del racionalismo crítico pretende establecer un equilibrio entre el conocimiento y la acción, y critica a la dialéctica por su "alto grado de confusión en cuanto a la teoría para la acción". La ciencia tiene criterios propios diferentes e independientes de las condicionantes ambientales. Acepta el valor del conocimiento empírico en la construcción del conocimiento científico.
Sentido común, observación y ciencia empírica. Gran parte de nuestro conocimiento es saber práctico, y se refiere a cómo hay que hacer las cosas de cada día, cómo se alcanzan objetivos y cómo hay que actuar en las situaciones corrientes. Este conocimiento, que llamamos “de sentido común” es común porque es de esperar que cualquiera lo posea, y constituye por tanto un cuerpo de verdades familiares que apenas se articulan con vistas a la reflexión crítica por lo frecuentes que son, y por lo bien atrincheradas que se encuentran en el comportamiento cotidiano y en el lenguaje práctico. Se refiere, por tanto, a cómo hacemos las cosas de cada día; son “verdades” obvias, que se dan por sentadas y sobre ellas no se reflexiona; se encuentran incorporadas en el lenguaje ordinario de las personas como dichos proverbiales en los remedios populares, etc..... Lo característico del conocimiento de sentido común es que no es ni explícitamente sistemático ni crítico; es decir, ni cualquiera de sus partes atañe a todas las demás, ni existe intento consciente alguno por considerarlo como cuerpo consistente de verdades. Y, sin embargo, es a grandes rasgos completo y se encuentra listo para su utilización inmediata, como corresponde a la propiedad común de una cultura, porque se refiere a lo que todo el mundo debiera saber de las actividades corrientes y básicas de la vida cotidiana y, en consecuencia, proporciona previsiones seguras en materia de actividad humana y previene contra sorpresas que no se esperaban. Así, el conocimiento de sentido común cumple funciones importantes posibilitando el trabajo ordinario y la vida social. Obviamente, el sentido común no es invariable ni universal, pues cambia según los entornos y los periodos históricos; es decir, cambia según la cultura de una sociedad. Uno de los juegos favoritos de la antropología comparada consiste en intentar establecer, o establecer que no existen, rasgos comunes omnipresentes en sociedades muy dispares, y especular acerca de lo que se denomina “universales de la naturaleza humana. De esta forma, los “universalistas” sostienen que se encuentran tales rasgos comunes en sociedades muy diversas. Los “relativistas”, por el contrario, se complacen en desbaratar tales pretensiones de universalidad descubriendo excepciones y casos en contrario. Pero hay actitudes y creencias de sentido común a bajo nivel que sí parecen prevalecer o que, al menos, producen a primera vista la impresión de hacerlo.
En defensa del sentido común cabe decir que se forma lenta y cuidadosamente, que se ensaya de modo eficaz en áreas de la más amplia experiencia común, que su núcleo ha estado formándose durante largo tiempo y que constituye la condición de sociabilidad y de la vida práctica de la comunidad. Sin embargo, no es científico por no ser objeto de crítica consciente y reflexiva: es más próximo al hábito que al pensamiento consciente y es, además, con frecuencia erróneo (incluso en situaciones prácticas), falso con respecto a cosas que se dan por supuestas, y demasiado vago como para resultar adecuado como guía para la acción en situaciones especiales y nuevas. Se ha caracterizado al sentido común como “acrítico” por su propia naturaleza, y es aquí donde el sentido común se separa del pensamiento científico y del análisis filosófico, que son críticos por naturaleza. El sentido común puede dar una regla o guía para la acción, pero deja sin precisar el método para aplicarla: depende para ello del “buen sentido” o del “juicio acertado”. Se dice que depende de la “experiencia”, de haber llegado a conocer, o a reconocer, tal juicio en la práctica. El método de sentido común que permite asegurar que se procede con buen sentido consiste en señalar un modelo y exigir su imitación, y se dice por eso que gran parte de nuestra educación en lo referente al juicio procede del buen ejemplo. La instrucción es: “Hazlo así”, y la contestación a la pregunta inoportuna en cuanto a “¿Por qué?”, es “Porque así es como se hace”. La diferencia más importante entre ciencia y sentido común reside en que la proposición científica es explícita y refutable y en que la ciencia intenta ser consciente y deliberadamente crítica como cosa natural. La condición para que haya crítica es, como poco, que el objeto de la misma se articule, de modo muy claro, como objeto de reflexión consciente y deje de ser tácito. Por ciencia entendemos el uso de métodos sistemáticos de investigación, pensamiento teórico y examen lógico de argumentos para desarrollar un cuerpo de conocimiento sobre un objeto particular. El trabajo científico depende de una mezcla de pensamiento innovador y creativo, y de la disposición y el control cuidadoso de la evidencia para apoyar o desechar hipótesis y teorías. La información y las ideas acumuladas durante el estudio y el debate científicos son siempre, hasta un cierto punto, tentativas, en el sentido de que están abiertas a la revisión. Pero la investigación científica no consiste simplemente en recopilar hechos, ni la ciencia es un montón de ellos acumulados; en la medida en que ésta última es racional y crítica, es un intento de ordenar los hechos observados, de representarlos de una forma coherente y sistemática dentro de la articulada estructura de cierto lenguaje; por lo tanto, una gran parte de la ciencia comienza allí donde la observación deja de actuar. La observación no proporciona nunca a la mujer o al hombre de ciencia unos datos pasivos, sino que por el contrario le obliga a hacer inferencias, a razonar, y a ese recortar, reajustar y acoplar que caracterizan su empresa como sistemática y racional: esa ciencia racional no trata simplemente de “tener conocimiento de los hechos” sino de razonar a partir de ellos, pero también de razonar en dirección a ellos. Kerlinger: "La investigación científica es sistemática, controlada, empírica y crítica, de proposiciones hipotéticas sobre las relaciones supuestas entre fenómenos naturales[ ... ]: sistemática y controlada para tener confianza crítica en los resultados[ ... ]; empírica, al depositar su confianza en una prueba ajena a él".
I.2.- El discurso común u ordinario, que podemos concebir, en última instancia, como opinión sobre la Política, pesa notablemente sobre nuestro campo teórico. En efecto, si bien este discurso no se aplica al conocimiento científico de la política, por cuanto sólo constituye un conjunto de manifestaciones ideológicas o emotivas, no cabe despreciarlo a priori, ya que encierra unos contenidos simbólicos sumamente interesantes (*). Frente a la compleja realidad de la existencia humana y del mundo circundante, todos los sujetos precisan de ciertos esquemas conceptuales que les permitan aprehender suficientes elementos de la realidad para hacer más comprensible el mundo y la propia existencia. De ahí que, mediante los procesos de socialización y de aprendizaje, se llegue a participar de una cosmovisión, de un enfoque ideológico que, en sentido relativo, tanto hace cognoscible y explica la realidad, como precondiciona su valoración (**). * "El pensar humano es ideológico y todo análisis de interpretación presenta una cierta carga ideológica". Amendola, G. "Método sociológico e ideología". A. Redondo Ed. Barcelona, 1973. ** Debemos destacar, no obstante, que la ideología no ha de confundirse con la concepción del mundo. Mientras que esta última no es un sistema, puede ser tanto individual como colectiva, pero la ideología nunca es individual. A la ideología se adhiere el individuo, y presenta una coherencia estricta en sus elementos. Lo esencial de la ideología es que constituye un sistema de ideas que no son pensadas individualmente. Son comprendidas o expuestas, pero no pensadas. La ideología implica un programa de acción y, a la vez, la justificación de este programa. Por tanto, no tiene sentido más que en su vinculación con actitudes y comportamientos; en último término, con la acción colectiva. Weidle, W. et. alt. "Las ideologías y sus aplicaciones en el siglo XX". Instituto de Estudios Políticos. Madrid, 1962. Lenk, K. "El concepto de ideología". Amorrortu. Buenos Aires, 1974. Needler, M.C. "Identity, interest and ideology". Praeger. Westport, CT, 1996.
En este sentido, insistiremos en el notable peso que ejerce la opinión sobre la política. Y ello porque, de acuerdo con Sartori, tanto en su dimensión lógico-reflexiva, que intenta razonar y convencer a efectos de fijar significados ideológicos, como en la dimensión irreflexiva-emotiva, que sólo implica la motivación inmediata y la inducción de actitudes reactivas, el discurso ordinario ocupa un espacio semántico importante en lo relativo a la construcción conceptual que no por ser de uso común deja de tener menos trascendencia (*). • La Ciencia Política, como sistema de conocimiento de lo político, como epistemología de la política, dotada de pretensiones empíricas, trata de comprender racionalmente la realidad política y sus procesos de cambio, lo que implica llegar a aprehender y poder explicar lo que sucede por el análisis de lo sucedido, considerando siempre que dependemos en este proceso gnoseológico de dos variables: a) de la información a la que se accede, y b) del pluralismo metodológico inherente a toda interpretación racional. • Creemos que Schmeil completa la aportación de Sartori al reflexionar sobre los problemas que plantea el análisis político en función del carácter de las fuentes inmediatas de conocimiento, que vendrían determinadas por: • a) Una información parcial que presenta múltiples lagunas, lo que dificulta la percepción de la realidad al manifestarse de forma fragmentada y sobresaturada. • b) La percepción de un sentimiento general de incoherencia, que se manifiesta en estados de ánimo compartidos por ciertos sectores sociales propensos a encontrar ilógico el mundo inmediato que habitan, reputando además de poco fiable la información que reciben, ya que la perciben bien como un discurso ajeno e incoherente, o bien como un sistema ininteligible de contradicciones, apreciables en los actos de las élites políticas, en los programas de los partidos y en las producciones del Gobierno. • c) La ausencia de valores morales ciertos y fiables en la acción política, lo que se deduce de la percepción de situaciones de privilegio, de la mitología de la corrupción y de la ineficiente o no satisfactoria administración del gasto público. * Para un análisis más extenso de las implicaciones que llega a tener sobre la política el discurso común y su objetivación material como opinión pública véase Adorno, T.W. "La ideología como lenguaje". Taurus. Madrid, 1971. También son fundamentales las aportaciones de Habermas, J. "Conciencia moral y acción comunicativa", Península. Barcelona, 1965, así como las reflexiones que este autor expresa en "Thèorie et practique". Payot. París, 1975, en cuya página 101 (Vol. I) dice: "El tránsito de la teoría a la práctica, iniciado por Hobbes, se materializa en el término "opinión pública", concepto que fuera definido con precisión, por primera vez, en los círculos fisiocráticos. La opinión pública se muestra como la instrucción que se adquiere sobre los fundamentos del orden social por medio de la reflexión común y pública, alimentada por los filósofos-representantes de la nueva ciencia. Resume las leyes naturales en forma de certidumbre práctica de los ciudadanos activos; no reina, pero el Príncipe Ilustrado deberá seguir sus enseñanzas". Véase también Berger, P. L. & Luckmann, T. "The social construction of reality". Doubleday. Londres, 1976, y Dryzek, J.S. "Discursive Democracy. Politics, Policy, and Political Science". Cambridge. University Press, 1990. Sartori, G. "La Política, lógica e metodo in Scienze Sociali". SugarCo Ed. Milán, 1979. Schmeil, Y. "La Science politique". Armand-Colin. París, 1994.
I.3.- Conceptos y esquemas conceptuales. Un elemento crucial de la ciencia son los conceptos que se pueden definir como “construcciones mentales que representan, de una forma esquemática o simplificada, una parte de la realidad”. Por exponerlo sencillamente: el concepto de “silla” es lo que entendemos por silla. Así , la silla que está frente a nosotros no es en sí misma el concepto de silla. La silla que está frente a nosotros es un objeto físico que tiene cuatro patas y se usa para sentarse. El concepto “silla” es lo que entendemos que esta palabra quiere decir, en virtud de lo cual la empleamos para referirnos a objetos físicos, como la silla que está frente a nosotros. Este sentido del significado de una palabra es, por tanto, distinto del objeto real al que la expresión denomina o describe. Pero es en virtud de que comprendemos que una expresión tal (como silla) significa esto o aquello por lo que convendríamos en si algo es una silla o no lo es. El desarrollo y evolución de nuestro pensamiento es, por tanto, un proceso de formación de conceptos y de elaboración de estructuras más o menos sistemáticas dentro de las cuales estos conceptos se relacionan entre sí. Pero una vez que articulamos dichos conceptos podemos estudiar estos significados y sus relaciones por sí mismos; es decir, podemos reflexionar críticamente acerca de nuestra comprensión y estudiar no sólo aquello a lo que nuestros conceptos se refieren, sino los propios conceptos. De este modo podemos empezar a analizar la relación entre nuestra concepción corriente de las cosas, de acuerdo con el sentido común, y el entendimiento científico Nuestros conceptos corrientes parecen ser, a primera vista, bastante concretos y prácticos. Quizá sea difícil aislarse y hacerse críticamente consciente de los conceptos más corrientes, porque los damos por sentados: que yo era más pequeño cuando era más joven, o que la noche sigue al día. Tampoco se queda uno muy perplejo al darse cuenta de que el agua está húmeda, o de que el fuego quema. Sin embargo, todas estas cosas hubieron de aprenderse en algún momento, y nuestro entendimiento acerca de ellas hubo de ser establecido. Nuestros conceptos, aunque pertenezcan a esta o aquella cosa, a esta o aquella situación en particular, se refieren normalmente a clases de cosas, y a tipos de situaciones; es decir, presentan una mayor o menor generalidad y un cierto campo de aplicación. Entre nuestros conceptos más profundamente enraizados se encuentran los de mayor generalidad, los que constituyen el esquema básico de nuestro pensamiento: Por ejemplo: los conceptos de dentro y fuera, de solidez, de lugar.... Y hay todavía un concepto más general que es el de “cosa”. Al concebir una cosa como situada en un lugar, acudimos al concepto general de espacio. Y en nuestra concepción básica de las relaciones de las cosas entre sí tomamos ciertas cosas como causa de otras, acudiendo al concepto general de causa y efecto o “causalidad”. En ocasiones, sus nuevos conceptos sustituyen a los viejos que teníamos nosotros o los modifican radicalmente, de tal modo que el sentido común se ve transformado por la ciencia. Por ejemplo, nuestro concepto de “localización espacial”, de “estar en un lugar” es, a cualesquiera efectos prácticos, claro y adecuado: no podemos concebir, por ejemplo, que haya algo que no esté en algún lugar en un cierto instante, ni podríamos concebir que algo esté más o menos en un lugar o que esté en dos lugares al mismo tiempo. Sin embargo, examinando la cuestión podemos sacar a la luz aspectos problemáticos acerca de lo que queremos decir:
Estos conceptos no son esotéricos ni rebuscados, sino conceptos ordinarios de nuestro pensamiento corriente; representan el modo en que estructuramos en pensamiento el mundo de nuestra experiencia y, tanto si intentamos conscientemente ordenar estos conceptos como si no lo hacemos, se relacionan de un modo más o menos sistemático, y dicho sistema de conceptos constituye el esquema común dentro del cual nos entendemos unos con otros y a nosotros mismos. Tal esquema conceptual es, por consiguiente, el modo en que ordenamos racionalmente nuestro conocimiento; y en tanto en cuanto nuestro pensamiento y nuestro conocimiento se encuentran íntimamente ligados a nuestras creencias y acciones, sirve también para ordenar nuestras acciones y esperanzas. La ciencia ha alcanzado un rigor notable en su construcción de dicho esquema conceptual que va más allá de las necesidades ordinarias del sentido común, del lenguaje común y de la actividad común; ha desarrollado el análisis de sus conceptos de trabajo en un grado muy elevado, adoptando lenguajes especiales adecuados a sus temas de trabajo especiales, alcanzando la precisión adecuada a dichos temas y sometiendo dichos conceptos a constante crítica y contrastación con los hechos de la experiencia. Pero los conceptos del trabajo científico son, con frecuencia, muy especializados y se desarrollan en dominios limitados: el científico ha sido capaz de aislar o abstraer ciertos rasgos del mundo para investigación intensiva, y ha adaptado sus conceptos a su uso especial. Pero cuando el científico hace todo esto es un ser pensante como el resto de nosotros, y el esquema general de conceptos del sentido común que ha adquirido sirve de soporte a su esquema conceptual especial; lo que ocurre es que, a veces lo que es suficientemente bueno para el sentido común no lo es para el trabajo científico. Afirmar, simplemente, que “algo” está “en un lugar” presupone una noción clara acerca de las fronteras o límites de una cosa y una idea clara en cuanto a que un lugar sea “éste” en vez de “aquél”. Nuestras concepciones ordinarias se ajustan bastante bien a la física clásica, que hizo explícitas estas nociones de posición tomadas del sentido común; sin embargo, tanto la física más antigua de los griegos como la física cuántica contemporánea ponen de manifiesto otros posibles conceptos de “estar en un lugar”, y la propia historia de la física clásica revela las dificultades que se encuentran para llegar a un concepto riguroso y sin problemas de la posición o la localización. Por ejemplo, si uno concibe el mundo físico como formado en último extremo por diminutas partículas puntuales que se mueven en un espacio continuo y homogéneo, ¿poseen dichas partículas un “dentro” y un “fuera”? o, si se hallan en movimiento constante ¿cabe hablar de un “lugar” en el que se encuentren en cualquier intervalo dado de tiempo o sólo de un lugar a través del cual se mueven, de modo que nunca se encuentran realmente “ahí”, sino sólo “llegando a” o “marchándose de”? Hay un sentido sistemático y una exigencia de claridad por parte de nuestro pensamiento que llega hasta las raíces de nuestra actividad reflexiva; el entrenamiento y la práctica científica agudizan este sentido y esta exigencia.
I.4.- Metafísica, epistemología y lógica. Hay tres disciplinas filosóficas que tienen una particular importancia en relación a la ciencia. Y entre las preguntas fundamentales que plantean están las siguientes: ¿Qué existe y cuál es la naturaleza o estructura de lo que existe? (Metafísica) ¿Cómo podemos conocer las cosas que existen y cómo justificamos nuestras pretensiones de conocimientos? (Epistemología) ¿Cómo se relacionan los conceptos entre sí? ¿Qué es una inferencia válida o razonamiento correcto? ¿Qué es la verdad? (Lógica) Metafísica. La fuerza motriz del pensamiento metafísico en sus formas tanto clásica como moderna ha sido el intento de mirar las cosas como un todo, de presentar un cuadro o esquema unificado dentro del cual la amplia diversidad de cosas de nuestra experiencia pudiera explicarse sobre la base de algunos principios universales o como manifestaciones de alguna sustancia o proceso universal. Así, tenemos las primeras explicaciones a base de algún principio unitario que derivaban en gran parte de relatos míticos y religiosos de creación, y el corolario de esta cosmogonía especulativa es la especulación acerca de la estructura del mundo, que se hace preguntas tales como: ¿De qué están hechas todas las cosas? O ¿Cómo puede explicarse la diversidad de cosas a base de transformaciones de una sustancia inicial y elemental o a base de unos pocos de dichos elementos – y en este sentido los ejemplos típicos del aire, tierra, fuego y agua-, o considerándolas constituidas por combinaciones de fragmentos de una sustancia elemental? La metafísica mas antigua, con Platón y Aristóteles se refiere a los “principios racionales” que son los conceptos más generales, en función de los cuales podría comprenderse cualquier cosa. Y aquí está la suposición implícita de la metafísica, que cualquier cosa del universo posee rasgos que comparte con todas las demás cosas. Hay pues rasgos universales de todo cuanto existe o, dicho de otra forma, principios universales para comprender la existencia, que constituyen el tema fundamental del pensamiento crítico, reflexivo, que podría denominarse, por tanto, filosofía “primera” o “primaria”. Por eso, Aristóteles concibió este tema como ciencia de los primeros principios, y se refirió a el como a la ciencia del “Ser en si”; es decir, no como ciencias particulares de esta o aquella forma, aspecto o división del Ser, tal cual podría ser la biología, o la física, la química, la política, etc...., sino lo que serían los supuestos o principios últimos, en función de los cuales cualquiera de las otras ciencias podría estudiarse y ser comprendida racionalmente. La historia de la metafísica es la historia de la crítica de conceptos de dicha índole universal o general, y de los intentos para formular sistemas de tales conceptos. Podemos resumir esto definiendo la metafísica como “aquella tarea en el campo de la formulación y análisis de conceptos que se compromete a un examen crítico y sistemático de los principios del Ser y del origen y estructura de lo existente”.
En un sentido estricto, “metafísica” que procede del griego, quiere decir “lo que está detrás de la física” o, más exactamente, “las cosas que están detrás de las cosas físicas”. La metafísica tuvo, desde relativamente pronto, dos sentidos: uno “trasnatural” y otro “sobrenatural”. El trasnatural se referiría más bien a la investigación formal, estrechamente relacionada con la lógica, referida a temas como el ser, la sustancia, los modos, la esencia, la existencia, todos los cuales han sido considerados tradicionalmente como los “objetos” de estudio de la metafísica. El sobrenatural llevaría a la metafísica a ser más bien una “filosofía teológica” , dedicada al estudio del primer motor, de Dios en definitiva. Una crítica clásica a la metafísica es que expresa sus preguntas de tal forma que sólo pueden contestarse mediante la más pura especulación, sin prueba o justificación alguna derivada de una investigación científica concreta y empírica. Una versión más generosa de esta crítica es aquella según la cual los problemas de la metafísica se mantienen dentro de un plano meramente especulativo, hasta que pueden replantearse en forma de problemas científicos, que cabe contestar por medio de una investigación palpable, experimental y, por tanto, contrastable por medios científicos. Pero hay otro punto de vista que considera dicho pensamiento sistemático, crítico y especulativo como parte de la ciencia: concretamente, como la parte que desempeña el papel de esquema conceptual más general dentro del cual se formulan las hipótesis y teorías científicas. Desde este punto de vista, la metafísica serviría de fuente de ideas, de guía para la sistematización de las diferentes partes del pensamiento científico. Algunas características omnipresentes en la actitud del científico, como por ejemplo la noción de que la naturaleza es uniforme, de que las leyes científicas no son locales o de que se cumplen igualmente en todas partes del universo, que nada surge de la nada, o que nada ocurre sin una causa, todas estas nociones, aunque no constituyen por si mismas el tipo de cosa cuya verdad pueda comprobarse experimentalmente son, no obstante, ideas subyacentes y reguladoras de la ciencia; es decir, constituyen para el científico la visión básica del mundo, la estructura profunda de su modo de pensar. Como tales, estas ideas metafísicas regulan o guían al científico con respecto a las clases de cosas que el considerará como importantes o plausibles. Naturalmente, el que critique a la metafísica y, por tanto, este punto de vista tan poco prevenido con respecto a la metafísica sostendrá que, en lugar de guiar al científico, esto no son sino vestigios de imaginación mítica y poética y que le extravían y, aún peor, que aprisionan su pensamiento dentro de esquemas rígidos y dogmáticos.
Epistemología. La ciencia es un modo de conocer el mundo y también un cuerpo de conocimiento, pero ¿qué quiere decir que uno sabe o que tiene razones para creer esto o aquello? ¿por qué medios se adquiere dicho conocimiento? ¿qué diferencia hay entre las conjeturas e hipótesis iniciales y aquellas que damos por confirmadas?. En una alternativa entre presuntos conocimientos que sean incompatibles (aquí poner ejemplos) ¿cómo se elige? Y ¿qué sirve para garantizar o justificar las creencias, por una parte y, por otra, para desecharlas o combatirlas? El análisis de estas preguntas recibe el nombre de “epistemología” o “teoría del conocimiento”. Y la importancia de la epistemología se refiere a los instrumentos para la adquisición y convalidación del conocimiento científico, a los medios de que el científico se vale para llegar a conocer. Así, por ejemplo, el papel de la observación y el experimento, de la descripción y la clasificación, el papel de la inferencia o razonamiento en la ciencia, la naturaleza de las hipótesis y el papel de los modelos, leyes y teorías, todo esto se refiere a los medios por los que se adquiere y establece el conocimiento científico y también a los medios por los cuales algunos de los presuntos hallazgos de la ciencia pueden ensayarse, refutarse y descartarse de modo crítico. La búsqueda de la verdad entraña también la eliminación de la falsedad. En este sentido, la ciencia es un quehacer crítico, no dogmático, que somete todos sus supuestos a ensayo y crítica. Por ello, concebidas de modo amplio, las condiciones para originar y poner a prueba los presuntos conocimientos de la ciencia caen dentro del ámbito de la epistemología de la ciencia.
La lógica. Parte de lo que sabemos o creemos saber parece directo, inmediato, en cierto modo intuitivo y evidente por si mismo e incontrovertible. Las sensaciones de dolor o hambre, las convicciones que se refieren a la propia identidad, la creencia de que una cosa no puede estar en dos lugares diferentes al mismo tiempo, todo ello parece constituir materia cierta bien de los sentidos, de la impresión, de la creencia o de la razón. Sin embargo, gran parte de nuestro conocimiento, o quizá la mayor parte de el, es conocimiento indirecto o mediato o conocimiento por inferencia. En tanto en cuanto esta última pasa de una proposición que se toma como premisa a otra que, según decimos, “se sigue” de ella como la conclusión de un argumento, el “paso” que así damos constituye lo que normalmente llamamos “razonamiento” (o lo que antiguamente se llamaba raciocinio). Puede decirse que hacemos nuestros propios razonamientos “internos”, como cuando decimos que pensamos hasta llegar a una conclusión; pero gran parte de nuestro razonamiento adopta forma pública o externa, y nuestros procedimientos de inferencia se manifiestan en cierto lenguaje: damos razones, discutimos, mostramos, probamos y demostramos de tal modo que suponemos que cualquier otra persona razonable ( o “racional”) debiera llegar a las mismas conclusiones a las que nosotros hemos llegado dadas las mismas premisas y las mismas reglas para pasar de las premisas a las conclusiones. Esta deducción articulada y explícita se encarga, así, en un lenguaje, y este lenguaje es público y común en el sentido de que las idiosincrasias y ambigüedades se encuentran delimitadas, de tal modo que una comunidad de personas que hable dicho lenguaje comparte rasgos del lenguaje en común y puede comunicarse mediante él. Podemos hablar entonces de un universo de discurso, del que dicho lenguaje constituye un ejemplo y, dentro de tal universo, de una universalidad de reglas para la formación de expresiones adecuadas, “gramaticales”, y para la inferencia correcta. En realidad, parece una esperanza la idea de llegar a una comunidad racional ideal donde los miembros racionales compartirían reglas comunes y compromisos comunes, en cuanto a la validez de las deducciones hechas de acuerdo con estas reglas. Habría acuerdo universal, probablemente, respecto a las conclusiones que cualquier alcanzase mediante procedimientos de deducción correctos o válidos; y a la aceptación común de la verdad de las premisas de cualquiera de dichos argumentos seguiría la aceptación común de la verdad de las conclusiones. La historia de la lógica está llena de visiones así de amplias de la racionalidad ideal. Leibniz la concibió como una matemática universal que resolvería todos los argumentos de modo inequívoco y por aceptación común de las reglas del juego. Una esperanza más modesta es la de que el análisis de la deducción adecuada o correcta conduzca a una aclaración de nuestros conocimientos, a una articulación clara de las razones y argumentos por medio de los cuales justificamos nuestras creencias. Esto corresponde, por tanto, a una ciencia, o teoría racional de la deducción, ciencia que se califica a veces de ciencia formal porque se ocupa no del contenido de éste o aquel argumento, sino de la forma del argumento o de la forma de la inferencia. Una parte de la lógica es, así, el análisis de las formas de la inferencia correcta; otra se ocupa de la definición, es decir, de precisar los significados y mostrar cómo unos conceptos se relacionan con otros, o cómo un concepto se define en función de otro. Esta última labor es la de establecer, de hecho, ese lenguaje común que la comunidad ideal de discurso comparte, y eliminar o delimitar vaguedad y ambigüedad.
Aparte de esto, el empleo de sistemas formales en las ciencias introduce una importante cuestión filosófica: ¿qué relación hay entre la lógica y la realidad, entre la forma de la inferencia, de la prueba y la demostración, y la verdad de las cosas? Dicho de otro modo, esto plantea el problema de cuál es la relación que hay entre un sistema lingüístico, sistema de conceptos o modelo teórico de las ciencias, y aquellas cosas externas al lenguaje a las que se refiere tal sistema o modelo. Quizá la pregunta filosófica fundamental que pueda hacerse acerca de la lógica si se concibe ésta como ciencia de la inferencia válida y de la definición precisa de los términos empleados en la inferencia, sea la pregunta referente a qué quiere decir que algo sea una inferencia “correcta” o “válida”, o una definición “adecuada”. Porque esto alude a las normas o criterios de la propia lógica. ¿Sus reglas son convenciones adoptadas porque sí, simples postulados que podamos modificar a voluntad? ¿Derivan del carácter y estructura de los propios lenguajes naturales, de las propias condiciones de comunicación? ¿Se justifican las reglas, sencillamente, como instrumentos que nos ayudan a llegar a donde queremos llegar y, por consiguiente, como un “buen medio de transporte” entre las estaciones de paso del pensamiento científico?. Bien, en estos epígrafes preliminares no hacemos sino considerar las líneas divisorias generales entre la lógica, la metafísica y la epistemología, teniendo en cuenta que son disciplinas filosóficas emparentadas que se solapan en muchos puntos. Por ejemplo, algunos de los conceptos fundamentales de la ciencia son conceptos lógico, que se refieren a problemas epistemológicos acerca de la naturaleza y justificación de nuestro conocimiento, y que incluso algunos de estos problemas lógico-epistemológicos se refieren directamente a problemas metafísico. Conceptos tales como los de “necesidad”, “posibilidad”, “probabilidad”, “existencia”, “identidad”, otros como los de “clase”, “individuo”; los conceptos generales de relación, tales como “parte-todo”, “sustancia-atributo”, y relaciones lógico-lingüísticas como “nombrar”, “designar”, “significar”, desempeñan un papel central en la crítica y en la formación de conceptos en las ciencias. Estas tres disciplinas de la filosofía, relacionadas entre si, influyen profundamente en la historia de la ciencia.
I.5.- Paradigma, enfoque y teoría. Paradigma, según Thomas Kuhn, a quien se debe la difusión de su utilización: “una imagen básica de la sociedad que guía no sólo la investigación (esto es, qué temas de investigación son más relevantes que otros), sino también las reflexiones teóricas del investigador”. (“Estructura de las revoluciones científicas”) Kuhn estimaba que lo que se llama “ciencia normal”, esto es, la ciencia que es entendida como tal comúnmente, se desarrolla dentro de un paradigma, en el cual, y sólo dentro del cual, parece que se van acumulando los conocimientos; los hombres de ciencia van resolviendo las perplejidades que se plantean y con ello tiene lugar lo que se estima ser un progreso. Lo que no se halla dentro del correspondiente paradigma es rechazado por ser “metafísico”, por no ser, en otras palabras, científico (ejemplo, experiencias parapsicológicas, vudú, etc....). La aparición de anomalías dentro del paradigma no obliga, en los primeros momentos, a descartar éste: los conceptos y las teorías se reajustan, pero el paradigma se mantiene. Cuando las anomalías, sin embargo, son excesivas, se empieza a poner en duda la propia validez del paradigma adoptado (inconscientemente adoptado). Tiene entonces lugar una revolución científica, que termina por cambiar el paradigma. En el tránsito de un paradigma a otro la ciencia ofrece un aspecto “anormal”, en vez de perplejidades, surgen problemas, que terminan por romper el paradigma hasta entonces establecido y contribuyen al asentamiento de un nuevo paradigma. En cualquier caso, ha habido muchas discusiones entre quienes no aceptan la idea de paradigma y sostienen que la ciencia se halla siempre en una especie de “revolución permanente”, y quienes no la aceptan manteniendo que si hubiera paradigmas en cualquiera de los sentidos de este concepto serían incomparables los conceptos y las teorías científicas de dos distintos paradigmas. El concepto de paradigma de Kuhn no es idéntico pero no está completamente desconectado del concepto de “episteme” propuesto por Michael Foucault, y de los conceptos de “corte epistemológico” y de “umbral epistemológico” propuestos por Gaston Bachelard.
Enfoque. El enfoque se corresponde con el término “approach” que utiliza la literatura anglosajona, que también es perspectiva, o forma de aproximación. Se refereriría a la forma de la mirada, y por eso hablamos de, por ejemplo, “enfoque conflictual”, en el sentido de que el análisis que se realiza “focaliza” por así decir, una parte central de la experiencia humana considerándola esencial por su capacidad explicativa. En realidad, el “enfoque” muchas veces se utiliza de forma indistinta con la expresión “perspectiva”. Teoría. Datos. Hechos Una teoría es un “enunciado que expresa cómo y por qué unos determinados hechos están relacionados”. De hecho, todos teorizamos o hacemos generalizaciones en muchos momentos, sin embargo la diferencia con el razonamiento científico radica en que la ciencia lo hace de forma sistemática y racional. Los datos nos dicen muy poco de la realidad; es necesario incardinarlos y ordenarlos en una teoría; sólo así podemos comprender la realidad. Y la ciencia utiliza las reglas de la lógica y los métodos y técnicas de investigación para construir y probar teorías. Los hechos permiten confirmar teorías. Nos permiten cualificarlas y señalar cuales son los puntos débiles, confirmarlas y validarlas o rechazarlas y refutarlas. Teoría, del griego theoria, significa observación, investigación. La reflexión filosófica le da otra acepción, explicándola como un saber generalizado. Una de las definiciones más difundidas es la de La teoría es finalmente la meta de la ciencia; todo lo demás se deduce de ella. Los tres momentos en el proceso deL conocimiento son: descripción, explicación y predicción. Popper: "las teorías científicas son enunciados universales... [consisten en] apresar aquello que llamamos el mundo, para racionalizarlo, explicarlo y dominarlo..." Kerlinger: "la teoría es un conjunto de proposiciones hipotéticas, conceptos relacionados entre sí, que ofrecen un punto de vista sistemático de los fenómenos, al explicar relaciones existentes entre variables, con el objeto de explicar y predecir los fenómenos".
I.6.- Inducción y deducción. • Si seguimos el método deductivo no necesitamos ver el color del cisne. Deducimos su color a partir del axioma (afirmación tan evidente que es admitida por todos sin necesidad de demostración). Si surge un cisne de otro color será ignorado por el procedimiento y la actividad científica no podrá aprender del error. • Si seguimos el método inductivo consideramos el análisis de casos individuales. La regla o conclusión general surge de observar un denominador común en un número determinado de eventos. Si no hay denominador común los casos negativos serán ignorados por el procedimiento y la actividad científica sólo habrá de generar reglas positivas; es decir, los cisnes sólo podrán ser blancos, no habrá cisnes negros dado que ellos tendrían que ser objeto de otra regla. • Inducción Caso Resultado Regla o Ley • Deducción Regla o Ley Caso Resultado • Abducción Resultado Regla o Ley Caso Corrección de la deducción estricta por el método abductivo: Dado un resultado parcial (hechos) y un regla aceptada (teoría A) nos interrogamos si el caso pertenece a dicha regla. El análisis empírico del caso nos puede llevar a dos situaciones muy distintas: 1) confirmar el dato, ampliar el resultado y confirmar la teoría conocida; o 2) refutar el dato, corregir el resultado y reformular la regla (Teoría A`).La actividad científica habrá aprendido del error y podrá elaborar reglas negativas o relativas (los cisnes pueden ser negros o blancos).
I.7.- Leyes y teorías. Respecto de las leyes, vamos a distinguir entre “leyes de la naturaleza “ y “leyes de la ciencia”. Al hablar de ley de la naturaleza, deberemos considerar que lo es tanto si alguien lo sabe como si nadie lo sabe. Supondremos, por tanto, que la ley de Galileo referente a la aceleración de los cuerpos en caída libe no comenzó a existir como ley de la naturaleza cuando Galileo la formuló, sino que es verdadera en cualquier instante, incluso antes de que hubiera seres conscientes en este planeta. Una ley de la naturaleza se cumple independientemente de si es o no conocida; resulta materialmente objetiva. Las leyes de la ciencia hace cognoscible la materialidad real de las leyes de la naturaleza y permite que lleguen a ser inteligibles tanto en sus dimensiones espaciotemporales como en sus interrelaciones con las demás leyes.
DIMENSIONES EN LA CONSTRUCCIÓN DE TEORÍAS ESTRUCTURA PENSAMIENTO Ambiente social global. [determinaciones y condicionamientos múltiples económicos, sociales y políticos]. Cosmovisiones. Construcción de teorías e p i s t e m o l o g í a o n t o l o g í a Dimensión filogenética Dimensión ontogenética DIVERSIDAD TEÓRICA ACCIÓNES SOCIALES
II. LA CUESTION DEL ENFOQUE: PERSPECTIVAS ANALÍTICAS DE LOS FENÓMENOS SOCIALES. Creemos necesario comenzar este apartado definiendo el contenido de los conceptos que usamos, a fin de realizar una exposición más sistemática. Por ello, parece adecuado distinguir entre enfoque, método y técnica. Por enfoque entenderemos las perspectivas, las formas teóricas específicas que el investigador adopta para abordar, preparar y aproximarse al análisis de un tema o fenómeno determinado . Por método cabe entender un tratamiento concreto al que se somete un tema específico, y también el conjunto de las técnicas con las que se procura llegar a conocer y explicar el significado y las implicaciones de un fenómeno determinado. Las técnicas, por su parte, serían el conjunto de los distintos instrumentos específicos que se aplican para el análisis de un determinado proceso o fenómeno. En relación a todo ello y en sentido amplio, cabe apreciar dos posiciones generales: la clasificación metodológica ortodoxa y de carácter histórico-tradicional, y las clasificaciones más recientes que ponen de manifiesto los trabajos de la doctrina anglosajona. El sentido que damos al término "enfoque" es, aproximadamente, el similar al que la literatura anglosajona otorga al término "approach". Sin entrar en estos momentos en el más amplio debate acerca de su contenido último, si quisiéramos precisar una justificación semántica minimamente razonada. Enfoque, entendido transitivamente, implica la acción de analizar. Pero analizar con objeto de examinar o estudiar un asunto para adquirir una visión clara de él y resolverlo acertadamente (en el sentido de M. Moliner). Tal acción se expresa mediante la determinación del punto de vista, de la orientación desde la cual se actúa, desde una perspectiva concreta que puede integrar un método o un conjunto de métodos coherentes con el enfoque y entre sí.
III. LAS POSICIONES TRADICIONALES Y ORTODOXAS. La primera de estas posiciones mantiene, en términos generales, el siguiente esquema metodológico, ordenado diacrónicamente: Positivismo, conductismo, funcionalismo, estructuro-funcionalismo, teoría de juegos, teoría general de sistemas, marxismo, cibernética y teoría de la elección pública. Si mantenemos este esquema, pero haciendo referencia a su génesis y objetivos, podríamos establecer la siguiente clasificación: - Métodos que tienen su origen en la Sociología: positivismo lógico (A. Comte, 1830); conductismo (J.B. Watson, 1913), funcionalismo (K. Merton, 1949), estructuro-funcionalismo (T. Parsons, 1951). - Métodos que tienen su origen en las Ciencias Naturales: teoría de sistemas (D. Easton, 1953). - Métodos que tienen su origen en la Economía: teoría de juegos (J. von Neumann & O. Morgenstern, 1944), decisión racional/racionalismo (A. Dowse, 1957 y M. Olson, 1965), elección pública (J. Buchanan, 1962). La corriente histórico - tradicional, sistematizará sus posiciones teóricas a partir de la publicación de la obra "La science politique contemporaine. Contribution à la recherche, la mèthode et l'enseignement", UNESCO, París 1950. De aquí partirán también los estudios sobre los llamados sistemas nacionales de ciencia política que, en definitiva, contribuirán mas a la diáspora metodológica que a la convergencia sistemática. Un ejemplo puede verse en Mackenzie, W.J.M. "La ciencia política", en Piaget, J. & Lazarsfeld, P.F. "Tendencias de la investigación en las ciencias sociales", Alianza Univ.-UNESCO, Madrid 1973. La corriente anglosajona, Goodin & Klingemann "Handbook...“. Marsh, D. & Stoker, G. (Eds.) "Theory and methods in political science". MacMillan. Londres, 1995. Farr, J. et. alt. (Eds.) "Political science in history. Research Programs and Political Traditions". Cambridge University Press, 1995. Carver T. & Hyvärinen, M. (Eds.) "Interpreting the political. New methodologies". Routledge. Londres, 1997.
Los primeros, cuyo origen se puede situar en la Sociología, se proponen como objetivo constituirse en sistemas explicativos de carácter globalizador, entendiendo la sociedad política como un todo, y recurren con frecuencia a las técnicas cualitativas. No son métodos independientes, y su cabal comprensión sólo se alcanza por medio de la consideración de sus interconexiones recíprocas. En relación a la teoría de sistemas, hay que señalar su capacidad para construir modelos políticos más sofisticados, así como para utilizar técnicas cuantitativas más precisas, aunque participa de la pretensión totalizadora de los anteriores. Los derivados de la Economía se muestran como métodos explicativos independientes e individualizados, susceptibles de uso alternativo, y que tienden al análisis de fenómenos sociales concretos. Su proyección es predominantemente cuantitativa, apoyándose en técnicas de esta índole para la verificación de hipótesis. De todas formas, advertimos que éste esquema es meramente instrumental y no tiene mayores pretensiones. La disputa sobre el método en Ciencia Política no parece tener una solución fácil, como puede apreciarse, y sólo cabe entenderla dentro de un proceso de concreción que tanto puede orientarse teleológica como epistemológicamente
IV. LAS APORTACIONES DEL MARXISMO. No podemos concluir estas reflexiones sin referirnos a las aportaciones del marxismo al análisis de la sociedad El marxismo no se contempla como un método en los textos recientes sobre esta materia, sino que lo exponen como una de las teorías posibles de la Sociedad y del Estado. En todo caso, considerar actualmente al marxismo como un simple método es, cuando menos, poco preciso ya que, en nuestra opinión, tanto la desaparición material de los modelos de sistemas políticos de carácter socialista, como la convergencia generalizada hacia los democráticos, junto con la preeminencia del sistema económico capitalista, implica que el cuerpo doctrinal del marxismo, aún considerando las muy diversas corrientes en las que se ha desarrollado, se haya convertido en una teoría del conocimiento, en una ontología de innegable influencia y poder analítico que difícilmente cabe entender como método. Se trataría, pensamos, de una cosmovisión globalizadora que se manifiesta provista de su propia metodología: el materialismo histórico y el materialismo dialéctico, y de su propia teorización doctrinal, que es sustancialmente distinta y radicalmente opuesta a cualquier otra. Su finalidad no es explicativa, sino transformadora de la realidad y de las condiciones en las que se produce la realidad. Afecta tanto a la esencia misma del ser humano, exigiéndole una nueva conciencia del ser y del deber ser, como al ámbito material-económico- donde se produce su existencia. En efecto, desde un punto de vista estricto, cabe entender por Marxismo la interacción del pensamiento de K. Marx -tomado como un conjunto que incluye el método, los supuestos e hipótesis y las ideas clave- con las interpretaciones de muy distinta índole que de éste se han hecho, unido a la práctica política a la que han dado lugar tales fundamentos teóricos. Muy sumariamente, podríamos decir que el marxismo constituye un grupo de doctrinas filosóficas, políticas, económicas, jurídicas y sociales, dotadas de una metodología propia y excluyente, que trata de sistematizar una concepción del mundo holística, sustancialmente distinta de cualquier otra y basada en la determinación de una estructura económica y una práctica política inmanentes.
Por la importancia que reviste este tema, nos parece adecuado detenernos en el examen de uno de los puntos esenciales del análisis marxista: el Estado, siguiendo la línea del pensamiento socialista en relación a las estructuras políticas de dominación. Ahora bien, ya que el problema de la naturaleza del Estado y del carácter del poder no se agota mediante simples definiciones dogmáticas, nos parece mas apropiado mantener una clara tendencia hacia la construcción conceptual, con objeto de posibilitar el mejor análisis de la metodología marxista, poniendo de relieve la crítica que realiza respecto de las formas de dominación estatales y de las estructuras sociales que define. La teoría política de este siglo se ha centrado, más o menos explícitamente, en el estudio de las relaciones que existen entre el Estado, el poder y las clases sociales. Pero para el marxismo, las relaciones poder-clases dominantes representan el núcleo de donde parten toda una serie de interrelaciones complejas cuya estructura global se determina en función del carácter de aquéllas. Ante tal cuestión, la lucha teórica por su esclarecimiento, por la definición concreta del problema en uno u otro sentido, nos conduce a la polémica metodológica clásica: marxismo-positivismo. (Nicos Poulantzas, "L'Etat, le pouvoir, le socialisme". PUF. París, 1978) Max Weber representaría, en esta dialéctica del conocimiento, un esfuerzo serio por lograr una síntesis teórica y metodológica; las aportaciones de Weber, sin entrar en más detalles, supusieron la adopción de criterios bastante eclécticos, pero provistos de una razón práctica evidente. Tras él, ya no fue posible evitar el marxismo: toda teoría política se vió obligada, bien a considerar su discurso y a dialogar en sus términos, o bien a incorporarlo a sus construcciones. M. Weber, contenidas en sus "Escritos políticos", Folio eds. S.A. México, 1982 Así, los enfoques teóricos en torno a la naturaleza compleja de las relaciones dinámicas que se producen en la estructura social, y que desarrollan formas concretas de dominación estatal, manifiestan concepciones que se han incorporado plenamente al pensamiento político contemporáneo, destacando como las más significativas, la del marxismo ortodoxo, cargado aún con la rémora de la interpretación simbólica de los textos fundamentales, y la del tecnocratismo de izquierdas, más actual, pero que también se muestra incapaz de explicar satisfactoriamente el problema considerado.
La primera de estas teorías piensa que el Estado reduce sus fines a la dominación política, y que cada clase dominante crea a su medida su propio Estado, manipulándolo en función de sus intereses. En este sentido, el Estado no es sino una dictadura de clase cuyo Aparato Público se confunde con el Poder. No obstante, aún admitiendo que el Estado posea una naturaleza de clase, ésta no determina por completo los modos en que se producen y desarrollan las formas de Estado. Este no es una función pura decantada por la voluntad e intereses de una determinada clase; de ser así, el Estado se confundiría con la clase dominante, siendo imposible establecer la identidad de cada uno de estos elementos. La segunda teoría aludida, producto de la tecnificación pseudoeconómica de un sector 'modernizado' del marxismo, sostiene una doble concepción de la naturaleza del Estado: por una parte identifican al Estado-producción, que se refiere exclusivamente a la estructura de las fuerzas productivas que determinan ciertas relaciones de producción y, por otra, al Estado-de-clases, que se superpone al anterior y que encubre la dominación política, materializada en las relaciones de poder que impone la clase dominante. En este sentido Poutlanzas señala que, "si son unas relaciones de producción determinadas las que delimitan el campo del Estado, éste posee un papel específico en la constitución misma de tales relaciones. La relación del Estado con las relaciones de producción es una primera relación entre el Estado, las clases sociales y la lucha de clases. Por lo que respecta al Estado capitalista, la relativa separación entre éste y las relaciones de producción caracterizan, fundamentan, su estructura organizativa y limitan tanto las relaciones entre el Estado y las clases sociales como entre la forma de Estado y la lucha de clases bajo el capitalismo". Se trata, por consiguiente, de situar al Estado en su relación con respecto a las relaciones de producción específicas de su estructura global, para inferir de ahí cuál es el carácter del poder del Estado y sus implicaciones en el proceso de la lucha de clases.
Así planteada la cuestión, el problema que nos ocupa trata no sólo de la naturaleza del Estado y del carácter del poder del Estado, sino también de las alternativas políticas posibles: socialismo democrático, socialdemocracia o neoliberalismo. Esto nos obliga a considerar cuatro cuestiones, fundamentales para el 'enfoque' marxista. En primer lugar, por lo que se refiere a la materialidad institucional del Estado, lo definen como un aparato especial que no puede reducirse simplemente a su característica más inmediata, la dominación política, sino que, trascendiendo esta primera condición, se manifiesta como un dispositivo mediatizado por la clase dominante, pero capaz de producirse como instrumento por encima de las clases. Con ello tratan de averiguar por qué la burguesía se ha provisto, para realizar su dominación política, del aparato de Estado específicamente capitalista: un Estado representativo moderno, nacional-popular y de clase. En segundo lugar, consideran al Estado como síntesis de una relación de fuerzas determinada por el carácter de las luchas políticas. Se trata de colocar al aparato del Estado en el lugar concreto que ocupa en la estructura social global para analizar su relación con las clases sociales y con su conflicto real. En tercer lugar, examinan el papel específicamente económico del Estado actual. Evidentemente, las condiciones materiales que procura la intervención del Estado en el sistema de relaciones económicas supone una serie de implicaciones sociales importantes y complejas por lo que se refiere a elementos tales como seguridad social, asistencia, previsión, etc. En esta situación, la teoría marxista, más que analizar el carácter de las relaciones entre la estructura económica y la estructura del poder del Estado, se plantea la cuestión de cómo transformar el aparato económico del Estado para incluir cambios políticos esenciales en la estructura global. Por último, en cuarto lugar, prestan especial atención al examen de la crisis de la democracia formal-tradicional y a la creciente importancia de lo que denominan 'estatismo autoritario'. Esta forma de Estado se refiere a la tendencia, generalizada en los países capitalistas dominantes, hacia el incremento de la intervención estatal en las actividades económicas y sociales, que se articula partiendo de las restricciones sutilmente impuestas a las instituciones de la democracia política. Este fenómeno parte de la crisis política internacionalizada que determina la crisis de los Estados nacionales: el estatismo autoritario remite a las transformaciones de las clases sociales, de las luchas políticas, de las relaciones de fuerza que caracterizan el conjunto de esta fase del capitalismo y que operan, simultánea y recíprocamente, a nivel nacional y mundial. Richard Rosecrance, "La expansión del Estado comercial". Alianza ed. Madrid 1987. Charles D. King & Mark van der Vall, "Models of Industrial Democracy". Mouton Pubhs. La Haya 1978.
Así, la crisis del Estado neocapitalista avanzado, estudiada desde todos los ángulos imaginables, se constituye en un tema típico de la literatura marxista. Concretamente los estructuralistas franceses - Althusser, Balibar, Godelier, Poulantzas...- han producido una obra tan vasta como densa que ha creado una corriente de pensamiento, doctrinalmente identificada, cuya influencia en las investigaciones sobre la teoría del Estado es innegable. Si bien la modelación de un cuerpo teórico coherente, a propósito de realizar una teoría marxista de la sociedad y el Estado, no ha tenido demasiado éxito, la metodología subsecuente sí ha producido elementos de análisis suficientes para realizar una crítica profunda de la estructura del Estado capitalista actual. De esta forma, entienden que la crisis del Estado es un hecho tan evidente como universal. La internacionalización de los fenómenos políticos que socavan las bases mismas del Estado -poder, representación, burocracia- y de sus elementos doctrinales -legitimidad y legalidad de los actos del poder- resultan indicadores efectivos de la universalidad del fenómeno y de su importancia real. Por consiguiente, las crisis, tanto políticas como económicas, son elementos de un mismo fenómeno general que no se detiene en los límites estrictos de una nación determinada, sino que alcanza, condiciona e influye a todo el área occidental. Abundando en estas cuestiones, se llega a afirmar que la crisis proviene de la creciente intervención del Estado y de la extensión de sus aparatos, a lo que no acompaña ninguna profundización de la participación política democrática. El problema se agudiza al producirse en medio de una profunda crisis de las relaciones de producción y de las relaciones de trabajo. Así, la crisis de legitimación, al decir de Habermas y Offe, se traduce en crisis de dirección del poder. Por último, si lo anterior se conecta con las relaciones internacionales, cabe apreciar en la crisis de los Estados nacionales los mismos elementos que determinaron la quiebra de las alianzas imperialistas, advirtiéndose, por un lado, las alteraciones sufridas por el concepto de la soberanía del Estado, y por otro, el cambio de estrategias geopolíticas y el fin de la importancia estratégica de los territorios. Conviene precisar, por concluir este apartado, que nos referimos aquí al potencial valor 'tecnológico' que, para la Disciplina, haya podido tener la teoría marxista, así como a la pervivencia de su influencia como conjunto metodológico y analítico, sin que ello implique relación causal alguna con la práctica del modelo político comunista y sobre todo, de su matriz soviética Sergio Vilar, "Introducction", en "La crisis del Estado".N. Poulantzas, ed. Fontanella, Barcelona 1977. Jean Marie Vincent, "El estado en crisis", en N. Poulantzas, ed. op. cit.pags.,109 y ss. Alain Joxe, "Atlantismo y crisis del estado europeo: la crisis militar". En "La crisis del Estado", R. Cotarelo, "Crísis y hundimiento del comunismo", en "Historia de la Teoría Política"; F. Vallespín, Ed. Vol. 61, Alianza Ed. Madrid 1995.
V. LAS POSICIONES DE LA DOCTRINA ANGLOSAJONA. • Los trabajos más recientes del área anglosajona, como pueden ser los incluidos en el libro ya citado de Marsh y Stoker, por lo que se refiere a Inglaterra, y de Goodin y Klingemann, en cuanto a la posición 'canónica' de la IPSA y del ámbito norteamericano, establecen una estructura referencial sobre el método de la disciplina que marca interesantes diferencias respecto de las corrientes doctrinales ya consideradas. • Pero antes de desarrollar estas tendencias, debemos precisar que establecen diferencias netas entre los conceptos de enfoque y métodos de la Ciencia Política en sí mismos considerados. En general, apreciamos que la doctrina anglosajona prefiere el término enfoque, al hablar de posiciones teóricas explicativas, al de método, que utiliza para determinar técnicas de análisis específicas. Precisando esta cuestión Stoker insiste en que los enfoques tienen mayor peso específico para concretar el análisis político, pero que no deben identificarse con posición doctrinal alguna de grupo o escuela. • Desde un punto de vista pragmático, podemos convenir en que los enfoques, tal y como los estamos considerando, poseen las ventajas siguientes: • a) sirven de guía teórica para orientar la investigación entre las diferentes posibilidades analíticas que ofrece un fenómeno político determinado. • b) contestan a las preguntas que el investigador se plantea respecto de los aspectos esenciales del fenómeno analizado, permitiendo separar sus aspectos secundarios. • c) concretan la naturaleza del trabajo teórico que debe realizarse e, • d) integran lógicamente las diversas asunciones previas que cabe hacer respecto de la naturaleza y la dinámica de los fenómenos políticos. • Aceptando estas consideraciones y continuando con la línea de pensamiento que analizamos, cabe apreciar los siguientes enfoques: • - teoría normativa; • - institucionalismo y nuevo institucionalismo; • - conductista; • - la teoría de la elección racional; • - el feminista ; • - la teoría del discurso político y, • - la teoría de Agencia. Stoker, G. "Introduction", en Marsh & Stoker "Theories and methods...", ya cit. El término 'escuela', introducido por el trabajo de Almond y usado por otros autores, como Leftwich, magnifica de forma exagerada la cohesión doctrinal interna que, a nivel de grupos académicos, suele atribuirse a las distintas subdivisiones de la Ciencia Política. En este sentido, Almond, G. "A discipline divided. Schools and Sects in Political Science". Sage Londres 1990. Leftwhich, A. "On the Politics of Politics", en Leftwich, A. (ed) "What is Politics?". Basil Blackwell, Londres 1984.
Desde una orientación sumamente clásica, aún se sostiene que la TEORÍA NORMATIVA Y EL INSTITUCIONALISMO son los pilares gemelos de la Ciencia Política tradicional, y si bien fueron declinando en la década de los cincuenta, cabe apreciar un resurgimiento en los setenta, referido sobre todo al análisis de los problemas políticos que afectan a la estructura social de la comunidad. El enfoque normativo, decía I. Berlin, afecta y concierne al análisis, determinación y aplicación de categorías morales en el ámbito de las relaciones políticas. En un sentido mas concreto, la Teoría Normativa supone una forma de aproximación a las instituciones sociales que ejercen un determinado poder público y a sus relaciones con los sujetos individuales. Así, trata de analizar las justificaciones que se dan tanto a los compromisos políticos existentes, como a sus posibles alternativas. Este enfoque es susceptible de admitir distintos métodos, entre los que cabe destacar: a) los que analizan la consistencia interna de los argumentos morales merced el uso de la lógica formal y la filosofía analítica; b) los que permiten verificar la corrección argumental de las premisas empíricas que expresan problemas morales, que no se explican inmediatamente por el razonamiento abstracto; a tales efectos se suele recurrir a los métodos de la historia social y de la antropología social y, c) las intuiciones morales del propio investigador, que le permiten verificar sus conclusiones argumentales. El objeto principal del análisis de la Teoría Normativa se centra en dos ámbitos específicos: el primero referido a la existencia, propósitos y justificaciones del conjunto de instituciones públicas que llamamos Estado, y el segundo, centrado en aquellas cuestiones sustantivas que afectan a la justicia distributiva, y que tienen efectos sobre las categorías de libertad y de autonomía individual. A partir de los setenta, la Teoría Normativa se ha desarrollado merced experiencias teóricas que permiten identificar tres importantes corrientes del análisis político: el utilitarismo, el liberalismo deontológico y el comunitarismo.
Originalmente, el utilitarismo está ligado a la obra de J. Bentham, y se manifiesta como una filosofía moral y política donde la moral corrige las decisiones políticas en orden a proporcionar y hacer factible el mayor grado posible de felicidad al mayor número posible de sujetos sociales. Para esta doctrina, la categoría de felicidad puede ser cuantificada en función de su utilidad, según Plant, considerándola como la propiedad de un objeto susceptible de producir beneficios, ventajas, placer o felicidad, por lo que el objetivo de los operadores políticos se orienta a maximizar su utilidad para los agregados sociales, en el sentido del incremento del bienestar social, perceptible y sostenible. En el desarrollo de esta teoría, cabe considerar, en primer lugar, las posiciones restrictivas de J.S. Mill, que trata de oponer al simple tecno-utilitarismo el análisis de las interacciones entre acto-utilidad y regla-utilidad. La primera de estas categorías supone que cada acto debe analizarse por separado, a fin de verificar las consecuencias de la maximización del beneficio-felicidad individual; la segunda racionaliza la anterior tratando de preservar la integridad del conjunto del sistema, merced las reglas restrictivas que lo benefician -incremento del grado de felicidad social. En segundo lugar, y en el extremo opuesto, hay que referirse al modelo de maximización de utilidades individuales sancionado por los partidarios del neoliberalismo, cuya versión más acrisolada la encontramos en la Teoría de la Elección Pública que ofrece la nueva derecha.
El Liberalismo Deontológico se desarrolla en oposición al utilitarismo, considerándole incapaz de entender racionalmente la pluralidad de los fines individuales, por una parte y, por otra, advirtiendo que la ética teleológica da una injustificada prioridad a los fines sobre los medios que deben usarse para alcanzarlos. Sobre todo rechazan la tesis que mantiene que la consecución de finalidades sociales colectivas puede verse constreñida por la concepción de inviolabilidad que merecen los derechos individuales. Esta corriente relaciona la deontología política con la teleología de la acción pública, manteniendo vivo el ideal kantiano que rechaza que concepción política alguna pueda sacrificar a los individuos en aras de sus altos fines, ya que cada uno de ellos son fines en si mismos y no medios. Tampoco participa del relativismo, pese a expresar una visión pluralista de las finalidades sociales. En efecto, mantiene que cabe oponer ciertas restricciones al comportamiento humano, si bien deben adoptar la forma de derechos, deberes o compromisos que liguen a los sujetos entre si y que no puedan ser sobrepasados. Los sujetos individuales son seres libres y autónomos, pero no pueden violar o conculcar la libertad o la autonomía de los otros. Así, se insiste en que la acción social colectiva debe respetar los derechos individuales y, sobre todo, lo que concierne a la libertad individual. En este sentido, la finalidad del Estado consiste en la satisfacción simultánea del bienestar general y de los derechos de libertad y de autonomía individuales. Sin embargo, el liberalismo deontológico no ha dado respuestas a cuestiones trascendentes relacionadas con el papel de la organización pública estatal como, por ejemplo, si está política y jurídicamente obligada a satisfacer de oficio las finalidades indicadas, o si debe ser compelido a ello por la acción de los interesados; si debe limitar su acción a mantener la Ley y el Orden o, en aras del bienestar general, debe asumir funciones de redistribución de la riqueza; si tienen igual valor, o son equivalentes, un derecho y un mínimo grado de bienestar y, por último, si existen derechos inviolables que pueden oponerse a las finalidades públicas y cuáles son tales derechos.
Por último, cabe considerar las teorías comunitaristas, que se manifiestan en franca oposición respecto de los conceptos liberales del ser individual Las ideas que el liberalismo ofrece del sujeto son las de un ser libre de trabas, capaz de adoptar posturas de ventaja frente a la comunidad de la que forma parte, y de definir/redefinir sus deseos y compromisos sin una referencia obligada a las tradiciones heredadas y a sus fines inmanentes. Esta teoría, por el contrario, afirma que la individualidad del sujeto, preconizada por el liberalismo, sólo se manifiesta cuando se han erosionado los lazos que le unen a la comunidad, de tal manera que los individuos se encuentran alienados y a la deriva, sin referentes, llegando a pensar que las tradiciones y la vida comunal constituyen impulsos para el disenso. Así, el comunitarismo aparece como un liberalismo centrado en la protección de los derechos colectivos, pero sin ofrecer ninguna alternativa política unitaria. Sin embargo, insiste con firmeza en que todos los sujetos nacen con ciertas obligaciones morales contraídas con su comunidad, que sólo desatienden si se muestran faltos de sensibilidad respecto de las deudas morales heredadas. El comunitarismo trata de mostrar cómo algunas de las obligaciones morales que nos ligan a la comunidad son idénticas a las que atañen a los sujetos de nuestro entorno inmediato -familia-, y que estos condicionamientos abstractos actúan tanto en la vida pública cómo en los ámbitos próximos de carácter privado. En suma, trata de poner de manifiesto, mediante el concepto de solidaridad social, las diferenciaciones y disfuncionalidades de la vida moderna, excesivamente atomizada, que no se subsanan con la mera defensa de los derechos individuales.
La Teoría normativa, en definitiva, se muestra como un enfoque aún valioso para el análisis político, si bien no dispone de una metodología unitaria. Lo que parece evidente si, junto con las argumentaciones antinormativas del positivismo, el relativismo y el determinismo, consideramos aquellos problemas internos de la propia doctrina que, en síntesis, permite apreciar una fuerte controversia entre relativistas, por una parte, y partidarios de la moral objetiva, por otra Held, D. & Leftwich, A."A discipline of Politics?", en Leftwich, (ed) "What is Politics?“. Berlin, I. "Four essays on liberty". Oxford Univ. Press, 1984. Daryl, G. "Normative Theory", en Marsh & Stoker "Theory...“. J. Bentham "An introduction to the principles of moral and legislation", de Basil Blackwell, Oxford, 1967. Plant, R. "Modern political thought". Basil Blackwell, Oxford 1993. La crítica más severa y fundamentada al utilitarismo de Bentham y sus seguidores se encuentra, sin duda en la obra de Mill. Vid. al respecto, Mill, J.S. "Utilitarianism". Collins, Glasgow 1978. Para ampliar estas cuestiones,véanse los trabajos editados por Sen, A. & Williams, B. "Utilitarianism and beyond". Cambridge Univ. Press. 1982. El liberalismo deontológico tambien se conoce como liberalismo kantiano, contandose entre sus representantes más conspicuos con figuras como las de Rawls, Nozick, Dworkin y Gewirth; Sandel, M. "Liberalism and its critics". Basil Blackwell, Oxford 1984, y de Plant, R. "Modern political Thought“. Rawls, J. "A theory of Justice". Clarendon Press. Oxford 1972. Nozick, R. "Anarchy, State and Utopia". Basil Blackwell, Oxford 1974. Harsanyi, J. "Morality and the theory of rational behaviour", en Sen & Williams, "Utilitarianism...“. Sandel, M. "Liberalism and its critics“.MacIntyre, A. "After virtue". Univ. of Notre Dame Press, 1981. Las posiciones teóricas respecto del comunitarismo, que implican el uso alternativo de esta doctrina, son extremadamente variables, abarcando desde el conservadurismo de Oakeshott, M. "Rationalism in politics and other essays", Methuen, Londres 1967, hasta las posturas mas liberales de Arendt, H. "Los orígenes del totalitarismo", Taurus, Madrid 1974. o Sandel, M."Introduction", en Sandel, ed. "Liberalism...“. Rorty, R. "Contingency, irony and solidarity", Cambridge Univ. Press 1989; Pateman, C. "The disorder of women: Democracy, feminism and political theory". Polity Press, Londres 1989; Bauman, Z. "Intimations of postmodernity", Routledge, Londres 1993, y Etzioni, A. "The spirit of community: Rights, responsibilities and communitaria agenda", Crown Pub. 1993.
Nos referiremos en segundo lugar al ENFOQUE INSTITUCIONAL, una de las corrientes dominantes del análisis político tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos. Este enfoque mantiene su potencial analítico por diversas razones, entre las que podemos destacar: a) el estudio de las instituciones políticas, como elemento de la disciplina, es uno de sus objetos de conocimiento esenciales, aún asociándolo a la tradición dogmática más clásica; b) el análisis institucional forma parte del bagaje metodológico y técnico del científico de la política; c) se muestra particularmente útil si se aplica en un contexto comparativo de hipótesis múltiples y, d) el análisis de las instituciones políticas resulta más relevante cuanto más se incremente la pluralidad metodológica que se le aplique. En este sentido, y generalizando su valor analítico, Eckstein indicaba que la Ciencia Política ha emergido como campo de estudio separado, divorciado de la filosofía, la política económica e incluso la sociología, y que ha creado una tendencia a enfatizar el estudio de los compromisos legales-formales, lo que permite integrar en los métodos de la disciplina el análisis formal-legal de la estructura política. Sin embargo, tal concepción no agota ni mucho menos los métodos de este enfoque que, en función del peso específico que se otorgue a uno u otro aspecto del objeto de la investigación, pueden incluir los de carácter descriptivo-inductivo, los formales-legales y los histórico-comparativos. El método descriptivo-inductivo emplea las técnicas propias de los historiadores, y pone el énfasis en la explicación y en la comprensión de los fenómenos, no en la formulación de leyes. A tal fin, analiza sistemáticamente los fenómenos que, acaecidos en el pasado, pueden explicar los actuales. El método de análisis formal-legal implica tanto el estudio de las normas de derecho público, como el de la organización gubernamental, incidiendo además en el significado de la estructura constitucional. El método histórico-comparativo, en relación con el análisis de las instituciones políticas, ha sido utilizado con frecuencia. Así, Finer afirmaba que la esencia del Estado reside en su monopolio del poder coercitivo, declarado y admitido como el único legítimo. Considerando al Estado como una agrupación humana donde imperan unas ciertas relaciones de poder entre los individuos y las organizaciones públicas constituidas, tales relaciones sólo pueden comprenderse y cobran sentido en el ámbito institucional de aquéllas.
El enfoque institucional se ha desarrollado merced a su aplicación a tres campos de análisis: los estudios constitucionales, los político-administrativos y los comparativo-institucionales. El primero, aún constituyendo un ejemplo claro de la metodología formal-legal, no debe ser confundido con las técnicas jurídicas propias del Derecho Constitucional. Por el contrario, y pese a las críticas que lo tratan de excesivamente formalista, representa un procedimiento apreciable para el estudio de las instituciones públicas. Los estudios sobre el espacio público-administrativo han dado lugar a la formación de una de las más importantes subdisciplinas de la Ciencia Política y se orientan, en general, hacia el análisis de las instituciones administrativas, sus agentes y sus funciones, la estructura organizacional, los poderes y atribuciones de los que disponen, los procedimientos que siguen para cumplir objetivos, así como la eficacia y la eficiencia que alcanza su acción. Por último, los comparativo-institucionales, conocidos también cono nuevo institucionalismo, tratan de proyectar el enfoque institucional tradicional hacia nuevos objetos de análisis que le permitan recobrar un cierto grado de autonomía en el estudio de las instituciones políticas. Así, las agencias públicas y las nuevas organizaciones burocráticas, los comités legislativos y los distintos órdenes jurisdiccionales, son áreas en las que contienden las fuerzas sociales mediante formas de actuación específicas, y a través de organizaciones para la defensa de intereses que influyen sobre distintas estructuras. Tendríamos aquí una especial visión de actores sociales particulares, plenamente institucionalizados.
En definitiva, el enfoque institucional, quizás excesivamente ligado a la escuela británica, mantiene un peso evidente en el cuerpo teórico de la disciplina, si bien en estrecha relación con lo que podríamos denominar una Teoría Política del Estado. En efecto, considerando que el sistema estatal -público institucional- existe, la Ciencia Política debe reconocer la existencia de esta matriz organizacional si no quiere arriesgarse a incurrir en análisis tan fútiles como irrelevantes. Por otra parte, es virtud de este enfoque ser capaz de utilizar una pluralidad de métodos, incluidos los cuantitativos, así como de técnicas de análisis estadísticas para validar empíricamente sus hipótesis. Wallas, G. "Human nature in politics". Constable, Londres 1948. Butler, D.E. "The study of political behaviour", Hutchinson, Londres 1958. MacKenzie, W. "Politics and social sciences", Penguin, Londres 1967. Ridley, F.F. "The study of politics: political science and public administration", G. Allen & Unwin, Londres 1975. Eckstein, H. "A perpective on comparative politics: past and present", en Eckstein & Apter, (eds) "Comparative politics", Free Press of Glencoe, Londres 1963. Eckstein, H. "Case study and theory in political Science", en Greenstein & Polsby, eds, "Handbook of Political Science", ya cit., vol 71. Rhodes, R.A.W. "The institutional approach", en Marsh & Stoker, "Theories and methods...“. Kavanagh, D. "Why political science needs history", en Political Studies, vol 39, 1991. Eckstein, "On the science of the State", en Daedalus, vol 108, n14, 1979. Finer, H. "Theory and practice of modern government", Methuen, Londres 1932. Wheare, K. C. "Federal Government", Oxford Univ. Press 1946. Sin olvidar la clásica obra de Wilson, W. "The State: elements of historical and practical politics", Isbister & Co. Londres 1899. Jhonson,N. "The place of institutions in the study of politics", en Political Studies, vol.23 1975. Lhumann, N. "La constitution comme adquìs èvolutionnaire", en Droits, n1 22, 1995. Donaldson, L. "In defence of organisation theory". Cambridge Univ. Press 1985, y de Greenwood et alt. "Patterns of management in Local Government". M. Robertson, Oxford 1980. March, J.G. & Olsen, J.P. "The new institutionalism: organizational factors in political life", en Am. Pol. Sci. Rev. 78 / 1984. E. W. "Political science, public administration and the rise of American administrative state", en Public Administration Review, vol.55, n16, 1995. Guerrero, O. "Política policy pública y administración pública", en Estudios Políticos, n1 1/1993. Drewry, G. "Public Law", en Public Administration, 75/1995. Waldo, D. "Political science: tradition, discipline, science, enterprise",en Greenstein & Polsby, "Handbook...“.Dogan, M.: "L'analyse quantitative en science politique comparative: us et abus"; de Seiler, D.L. "Science politique, comparaison et universaux ...“. Sartori, G. "Bien comparer, mal comparer", todos en Revue Internationale de Politique Conparèe, 1/1 1994. Kohli, A. et. alt. "The role of theory in comparative politics: a symposium", en World Politics, 48/1 1995. Smelser, N.J. "Rifflesioni sulla metodologia degli studi comparati", en Rivista Italiana di Scieza Politica, 26/1 1996.
EL ENFOQUE CONDUCTISTA, al menos en la actualidad, manifiesta unas tendencias que se apartan notablemente de sus orígenes sociológicos 'clásicos'. En efecto, ha abandonado la simplificación que suponía la mera distinción entre hechos y valores, admitiendo que los hechos no se explican por si mismos, y que sólo tienen sentido en el contexto de un análisis global. El moderno conductismo, pese a ser mas modesto en sus pretensiones teóricas, ha desarrollado técnicas sumamente sofisticadas que tienen como objeto tratar de explicar el comportamiento humano, tanto a nivel de las personas como de los agregados sociales. Ahora bien, los conductistas mantienen que las teorías explicativas deben ser susceptibles de admitir el apoyo de técnicas empíricas y, además, para alcanzar un grado de credibilidad aceptable, precisan de una falsación empírica, en el sentido de Popper. O, dicho de otro modo, las hipótesis sobre determinado comportamiento -de sujetos o agregados- deben incluir proposiciones predictivas empíricamente falsables y que puedan ser comprobadas. Este enfoque, enraíza su relevante posición en el positivismo filosófico de A. Comte a finales del S. XIX y sistematiza su contenido merced al positivismo lógico que expande el Cículo de Viena a partir de 1920. Son conocidos los trabajos de Ayer, A. "Languaje, truth and logic", Penguin, Londres 1971, y de Hempel, C. "Aspects of scientific explanation and other essays in the philosophy of the science", The Free Press, Nueva York, 1965 y "Philosophy of natural science", Prentice Hall, NJ. 1966, que extendieron la influencia de este enfoque en Inglaterra y Alemania, respectivamente. Una sistematización más rigurosa, introduciendo técnicas empíricas, se encuentra en la metodologia de Gurr, T.R. expuesta en algunos de sus trabajos, como: "Psychological factors in civil violence", en World Politics, 20/1968; "A causal model of civil strife", en Am. Pol. Sci. Rew. 62/68 y "Why man rebel", Princeton Univ. Press 1970, aplicándolas al estudio de la violencia política. A reserva de otras referencias, por citar algunos de los trabajos recientes más significativos sobre este enfoque, véase, en general, Chalmers,A.F.: "Science and its fabrication", Open Univ. Press 1990 y, para los temas relacionados con el uso actual de técnicas cuantitativas desde el efoque conductista, King,G.; Keohane, R.O & Verba,S."Designing social enquiry: Scientific inference in qualitative research", Princeton Univ. Press 1994. Blalock,H.M. "An introduction to social research". Prentice Hall, NJ. 1970,;y Blalock, H. M. (Ed) "Causal models in the social sciences", Macmillan, Londres 1972.
LA TEORÍA DE LA ELECCIÓN RACIONAL tiene sus orígenes, como es sabido, en los trabajos de Downs, que fue el primero en aplicarlo al análisis del comportamiento electoral y de la competición entre partidos. Como en tantas otras ocasiones, este enfoque no se origina directamente en el ámbito de la disciplina. Debemos remontarnos a los trabajos de Arrow para encontrar una sistematización en términos políticos de la paradoja econométrica de las múltiples alternativas, merced la cual cabe fundar la estabilidad de un sistema democrático en la agregación de las preferencias individuales de los ciudadanos, estableciendo un sistema prelativo, que opere mediante reglas de mayoría, para decidir qué preferencias se satisfacen y en qué orden. Sin embargo, la crítica de Arrow permite sostener que no existe un método de agregación de preferencias satisfactorio en democracia y que tampoco se resuelve por la simple decisión de las mayorías. En efecto, desde esta perspectiva cabe asumir que el comportamiento político puede entenderse como el resultado de las múltiples elecciones realizadas por los sujetos en procura de sus intereses. Desde un punto de vista estricto, esta Teoría asume que los individuos tienen la capacidad racional, el tiempo y la consistencia emocional necesarias para elegir la mejor línea de acción, en función de sus propios intereses, sin considerar lo compleja que pueda ser la elección. Las críticas de este enfoque, según Ward, se agrupan en cuatro posiciones: a) las teorías 'heréticas', que desarrollan una crítica interna y que se cuestionan, básicamente, la capacidad de decisión racional de los individuos b) la crítica sociológica, para la cual la Teoría de la Elección Racional parece minimizar el valor de la estructura social y de los modelos explicativos holísticos. c) la crítica psicológica, que argumenta que los individuos, a menudo, no actúan racionalmente en sentido estricto y que su actuar implica unas motivaciones psicológicas -conscientes e inconscientes- sumamente complejas. d) las críticas de la propia Ciencia Política, que se basan en lo poco fiable de las asunciones primarias de este enfoque y en los fallos que observan en los modelos predictivos.
Downs, A.: "An economic theory of democracy", Harper & Row, Nueva York 1957, así como "Social values and democracy", en Monroe K.R. (ed):"The economic approach politics: A critical reassessment of the Teory of Rational Action", Harper Collins, Nueva York 1991.Arrow, K.: "Social choice and individual values", J. Willey, Nueva York 1951. McLean, I.: "Public choice: An introduction", Basil Blackwell, Oxford 1987. .- Los métodos derivados de este enfoque se aplican no solo al análisis del comportamiento electoral y de la dinámica de partidos; también han dado lugar a interesantes estudios sobre la burocracia y sus sistemas de acción, (vid. p. ej. el trabajo clásico de Downs, A.: "Inside bureaucracy", Little Brown, Boston 1967), y, por otra, parten del desarrollo de métodos más especializados como son la Teoria de Juegos, la Teoria de la Elección Social y la Teoria de la Elección Pública. Sobre estos métodos particulares, véase: Neumann J. von & Morgenstern, O.: Theory of games and economic behaviour", Princeton Univ. Press,1944. Davis, M.D.: "La théorie des jeux", A. Colin, París 1973. Rapoport, A.: "Game theory as a theory of conflict resolution". Reidel, Dordrecht 1974. Mueller, D.C.: "Public choice", Cambridge Univ. Press 1979. Sen, A.K.: "Collective choice and social welfare", Holdel-Day, San Francisco 1970. Peacock, A.: "Public choice analysis in historical perpective", Cambridge Univ. Press 1992. Ward,H.:"Rational Choice Theory",en Marsh & Stoker. Ordeshook, P.C.: "Game theory and political theory", Cambridge Univ. Press 1986; Kollman, K. et alt. "Adaptive parties in spatial elections", en American Political Science Review, 86/1992. Se toma aquí el concepto de modelo holístico ampliando el sentido que le diera el neurofisiólogo K. Goldstein ("The organism: A holistic approach to biology ...", ed inglesa de 1939), y entendiéndolo como un sistema que funciona como un todo. La crítica sociológica a la Teoria de la Elección Racional sostiene que pueden apreciarse relaciones holísticas en el comportamiento de los individuos; en este sentido, desde distintos puntos de vista, véanse las críticas de Hindess,B.: "Choice, rationality and social theory", Unwin Hyman, Londres 1988; Elster,J.: "The cement of society: A study of social order", Cambridge Univ. Press. 1989; Axelrod, R.: "A evolutionary approach to norms", en American Political Science Review, 80/1986, así como su clásico trabajo "La evolución de la cooperación" (ed. española de Alianza Ed. Madrid 1986), y Skocpol, T.: "States and social revolutions", Cambridge Univ. Press 1979, entre otros. Olson, M.:"The logic of collective action", Harvard Univ. Press 1965, y Lewin, L.: "Self-interest and public interest in Western Politics", Oxford Univ. Press 1991. Enelow, J.M: & Hinich, J. (eds): "Advances in the spatial theory of voting", Cambridge Univ. Press 1990. Aportaciones más recientes en este sentido las encontramos en los trabajos publicados el por Ordeshook, P.C.: "Engineering or science: what is the study of politics?; Fiorina, M.P.: "Rational choice, empirical contributions and the scientific enterprise"; Lane, R.E.: "What rational choice explains" y Diermeier, D.: "Rational choice and the role of theory in political Science“, odos en Critical Review vol. 9, n1 1/2 de 1995.
El denominado ENFOQUE FEMINISTA, que no ha sido aplicado como tal por la literatura especializada europea continental, ha extendido notablemente su campo de análisis en el ámbito anglosajón. Ahora bien, en términos generales, como señala Chapman, aún permanece en los márgenes de la disciplina. La consideración que merece el 'enfoque feminista' a las principales corrientes de la Ciencia Política es, cuando menos, bastante confusa y poco precisa. En efecto, podemos apreciar cómo esta cuestión sufre profundas oscilaciones que van desde el reconocimiento implícito de la importancia de los estudios sobre el género, (asumidos por los enfoques ortodoxos clásicos ya sea desde la perspectiva de la Teoría Normativa o bien en los trabajos empíricos de institucionalistas y conductistas), hasta las posiciones más radicales y heterodoxas que sostienen sin gran fundamento los partidarios mas conspicuos de este 'enfoque' teórico. En términos generales, podemos asumir que el 'enfoque' feminista, ligado en sus orígenes a los movimientos de liberación femeninos de los años 60 y 70, ha desarrollado una considerable influencia en la orientación de conceptos políticos que afectan a las ideas de género, a los valores, a la cultura y actitudes políticas, llegando a convertirse él mismo en uno de los supuestos de estudio de la disciplina, en un área particular de análisis político. Ahora bien, la influencia del feminismo es sumamente desigual debido, fundamentalmente, a los sucesivos cambios que ha sufrido en su carácter, a la fragmentación del propio movimiento y de sus principales temas; a su incorporación como elemento diferencial en el ámbito de nuevos fenómenos, lo que se advierte por su presencia en la mayoría de los debates sociales; a la convergencia de intereses con otros enfoques, como es el caso de la Teoría del Discurso Político y, en suma, a la falta de atención por parte del análisis empírico que padecen algunos de los supuestos políticos más importantes del feminismo. Así, cabe concluir que este peculiar enfoque se sitúa al margen de un tratamiento metodológico diferenciado. Chapman, J.: "The feminist perspective", en Marsh & Stoker, op cit. Aqui no se mantiene que el feminismo sea un enfoque particular de la Ciencia Política, idea que compartimos. Por el contrario se concibe como un fenómeno social ambiguo, desarrollado merced la evolución e internacionalización de un movimiento social sumamente activo. En cuanto a la segunda de estas posturas, es obligado citar el ensayo clásico de S. de Beauvoir "Le deuxieme sexe", Gallimard, París 1949. En la misma linea el libro de K. Millet "La politique du mâle", Stock, Paris 1971. Sobre la influencia del feminismo en el análisis político, vid. Hirsch, M & Keller, E.F.(eds.): "Conflicts in feminism", Routledge, Londres 1990; Plumwood, 1993 y Hekman,S.J.: "Gender and Knowledge: elements of postmodernism", Polity Press, 1990.
LA TEORÍA DEL DISCURSO POLÍTICO que, en términos generales, ha tenido menor impacto social que el feminismo, posee por el contrario mayor trascendencia metodológica como enfoque, y tiene una relación muy estrecha con las teorías postmodernas. Este enfoque entiende que la estructuración de los discursos sociales es una de las tareas básicas de todo acto político, por tanto examina cuidadosamente los sistemas de significados mediante los cuales los sujetos entienden su propia posición y su propia actividad política. De esta manera, todo lo concerniente a la producción de los discursos, su estructura, cambios,..., son sus objetos de estudio esenciales, ya que de su análisis cabe obtener valiosas claves que permiten comprender la dinámica de los actos políticos y su carácter en sociedades complejas. Por otra parte, aunque resulta obvio admitir la importancia del lenguaje, de los símbolos y de los contenidos de los debates políticos como elementos significativos de análisis, no está tan clara la eficacia explicativa de este enfoque, por cuanto opera a través de métodos de un alto nivel de generalidad y abstracción. Concretando, debemos considerar que, para este enfoque, la noción de discurso no equivale en absoluto a la de ideología, entendiéndola como el conjunto de ideas mediante las cuales los actores sociales explican y justifican su acción social organizada. Por el contrario, el concepto de discurso incluye tanto expresiones sociales y políticas privadas, como las de las instituciones y organizaciones públicas, obteniendo de este conjunto su marco de referencia. En un sentido técnico, la Teoría del Discurso Político se articula sobre un conjunto de instrumentos metodológicos que permiten el análisis del sentido político de los mensajes orales, escritos, producto de entrevistas y conversaciones,..., con una orientación textual o lingüística. Por tanto, su capacidad para el análisis político-institucional se reduce a la tentativa de hacer inteligibles las instituciones, entendidas éstas como producto sedimentado de un determinado discurso.
Este enfoque entiende que existen discursos que, como resultado de prácticas políticas y sociales, llegan a ser relativamente duraderos y estables; en este sentido, no establece diferencias cualitativas entre los discursos, sino que los diferencia en función de su grado de estabilidad y permanencia. Lo que viene a significar que entiende como objetos propios de análisis aquellas entidades-discurso de carácter fijo, como pueden ser los estados, las burocracias y los partidos políticos. No obstante, y por concluir, apreciamos que la Teoría del Discurso se orienta preferentemente hacia el análisis de la lógica y de la estructura del discurso social-político y de las maneras en las que se produce la formación de identidades sociales. El proceso político se asume como un referente esencial para comprender el carácter de las relaciones sociales y de sus procesos de cambio, entendidos como un ámbito de conflicto entre fuerzas antagónicas, a través de cuyas expresiones cabe analizar la estructura de sus significados, contribuyendo a revitalizar la importancia de los estudios sobre cultura política y consecuentemente incidir en los procesos y los contenidos de las formas de socialización política. Zuckert, C.: "The postmodern problem", en Pespectives on Political Science, vol 24, n1. 2 1995. Laclau,E. (ed), "The making of political identities", Verso, Londres 1994; Torfing,J. et alt.(eds): "State economy and society", Unwin-Hyman, Londres 1991; Mouffe,C.: "The return of the political", Verso, Londres 1993. La obra de Laclau y Mouffe resulta esencial para introducir el concepto de discurso en el análisis de los procesos políticos, así: Laclau & Mouffe: "Hegemony and socialists strategy", Verso, Londres 1985 y "Post-Marxism whithout apologies", en New Left Review, 166/1987. No obstante, junto a las anteriores, deben destacarse las aportaciones de los autores denominados post-modernos, como Focault, Derrida, Lacan, Baudrillard, Connolly, Lyotard y Rorty, entre otros, en orden a la crítica de los fundamentos y de las asunciones esenciales de sus escuelas respectivas. Howarth, D.: "Discourse theory", en Marsh & Stoker. Dorna, A.: "Les effets langagiers du discour politique", en Hermés, 16/1995. Las relaciones de este enfoque con los estudios sobre cultura y socialización políticas son considerables, vid. al respecto, Reinsinger, W.M.: "The renaissance of a rubric: political culture as concept and theory", en International Journal of Public Opinion Research, 4/1995. Niemi, R.G. & Hepburn, M.A.: "The rebirth of political socialization", en Perspectives on Political Science, 1/1995. Una aplicación práctica de este enfoque, combinado con el análisis de la movilización política, en Máiz, R.: “¿Etnia o política?. Hacia un modelo constructivista para el análisis de los nacionalismos". En Revista Internacional de Filosofía Política, 3/1994.
LA TEORÍA DE AGENCIA analiza la forma de los contratos formales e informales mediante los que una o más personas denominadas como "el principal" encargan a otra persona denominada "el agente", la defensa de sus intereses delegando en ella cierto poder de decisión. Esta situación es muy frecuente en la sociedad humana. Se da, por ejemplo, cuando el ciudadano-votante-elector encarga a su representante político la elaboración y aplicación de normas legales para el beneficio común. También se da cuando los accionistas de una empresa encargan su gestión a un administrador. La relación de agencia implica siempre la existencia del problema del riesgo moral: la posibilidad de que el agente (gestor político, gestor empresarial) busque objetivos personales en detrimento de los intereses del principal (el ciudadano o el accionista). Puede comprobarse que el problema así enfocado permite analizar los problemas de las decisiones económicas de estado y mercado desde una visión unificada. Habrá una pérdida de eficiencia siempre que los costes y perjuicios ocasionados por una decisión no recaigan sobre el individuo que decide. Los administradores de una empresa o de un organismo del estado pueden utilizar su capacidad de decisión para obtener maliciosamente beneficios personales a expensas del ciudadano o del accionista. Esos beneficios pueden tomar la forma de gratificaciones extras, oficinas grandes y lujosas, uso privado de vehículos; pueden promover subordinados por razones de simpatía o parentesco; pueden tomar decisiones demasiado arriesgadas o que sean beneficiosas para la empresa o el organismo a corto plazo pero perjudiciales en el largo plazo; pueden además tomar decisiones que aumenten su poder personal y permitan esquivar el control de los propietarios y los ciudadanos. El problema se encuentra en mayor o menor medida en cualquier forma de contrato laboral. Cualquier trabajador contratado para cualquier tarea tiene siempre cierta capacidad de decisión y posibilidad de escaquearse, eludir el control y reducir su esfuerzo. El control y la supervisión de los trabajadores tiene un coste por lo que puede ser eficaz contratar capataces. Esto implica la aparición de un escalón intermedio de agentes, ya que habrá que controlar a los capataces, pero se habrá ganado en eficacia siempre que los capataces tengan menor tendencia a escaquearse que los trabajadores. Existen sistemas que fomentan que los agentes se controlen los unos a los otros pero existe un límite a los sistemas de control, sobrepasado el cual se generan ambientes de desconfianza que limitan las posibilidades de cooperación interna y reducen la eficiencia.
VI. SOBRE LOS METODOS GENERALES Y LAS TECNICAS PARA EL ANALISIS POLITICO. Hasta el momento nos hemos referido a los problemas analíticos de la Disciplina en sentido amplio, comenzando por exponer las diferentes líneas teóricas que permiten aproximarse, enfocar, la realidad desde las distintas perspectivas que han demostrado su utilidad para el análisis de los fenómenos políticos, entendidos como estructuras humanas de interacción, complejas, pluri-determinadas y pluri-determinantes. Mantenemos el concepto de método antes indicado, entendiéndolo como un tratamiento concreto al que se somete un tema específico, y también como el conjunto de las técnicas con las que se procura llegar a conocer y explicar el significado y las implicaciones de un fenómeno determinado. Estas últimas, por su parte, serían el conjunto de los distintos instrumentos específicos que se aplican para el análisis de un determinado proceso o fenómeno. En esta línea, es preciso insistir en la imposibilidad material de establecer correlaciones unívocas entre enfoque y método: En todo caso, podrían apreciarse tendencias metodológicas, en el sentido de preferencias. El pluralismo metodológico propio de la investigación científica implica una diversificación de los modos de aproximación al conocimiento de la realidad, y esta diversidad la encontramos también en la Ciencia Política. Cabe pues al investigador la capacidad, y la responsabilidad, de seleccionar unos u otros métodos de aproximación a la realidad que estudia, subordinando su elección a las características concretas del fenómeno que sea objeto de su interés investigador.
Así, resulta inútil una categorización de métodos que, "a priori", nos indique cuál es mejor o más apropiado, puesto que, por una parte, es el objeto de estudio el que determina la idoneidad de uno u otro y, por otra, la elección del método queda subordinada a la utilidad que muestre para explicar los fenómenos que nos proponemos estudiar y a su capacidad para producir resultados válidos y sólidos. Lo que puede haber de verdadero o falso en nuestros resultados,-decía Newcomb, depende tanto de las preguntas que nosotros hemos decidido hacernos y de la elección de nuestros métodos, como del rigor de los razonamientos a los que habremos sometido las respuestas provocadas por aquellas preguntas,..., de tal manera que los resultados de una investigación valen lo que vale el método que ha permitido su hallazgo, y ello sin olvidar la necesaria humildad de las pretensiones teóricas. Humildad en el sentido que Rodee, Anderson y Christol indican cuando afirman que la mayor virtud de la ciencia política debe ser su humildad, ya que difícilmente podrá responder a las preguntas que se plantee con un solo método, debiendo reconocer de manera explícita su continua necesidad de recurrir a distintos enfoques y métodos en función de los valores que pretenda analizar, los fenómenos que trate de describir y los objetivos, provisionales siempre, que intente de cubrir. A mayor abundamiento, es preciso destacar que los diferentes métodos no son necesariamente excluyentes unos de otros; las características concretas de una investigación pueden hacer aconsejable la utilización conjunta de varios métodos, en aquellos supuestos en los que el investigador entiende que pueden operar de forma complementaria, enriqueciendo el resultado final de la investigación. Dentro de la pluralidad metodológica a la que nos referimos existen diversas formas de clasificación, y es posible encontrar unas u otras en los múltiples textos que abordan la cuestión del método. También es posible encontrar diferencias en la propia denominación de los métodos, de manera que algunos autores se refieren a "enfoques" cualitativo o cuantitativo, mientras otros hablan de "métodos" o "aproximaciones". Como consecuencia de todo ello, no es posible encontrar una clasificación general unánimemente aceptada por la doctrina, que incluso presenta divergencias respecto a la relación y clasificación de métodos y técnicas. Newcomb,T.M. "Introduction", en Festinger, L. & Kentz, D.(eds.): "Les méthodes de recherche das les sciences sociales", Paris 1963. Rodee, Anderson, & Christol. “Introduction to Political Science”. McGraw Hill, 1957
En este sentido, y antes de referirnos a las principales metodologías, conviene considerar dos aspectos que, en función de la posición teórica adoptada por el investigador, afectan inmediatamente a la orientación de la investigación y, mediatamente, a los resultados que esta produce. El primero de ellos se refiere a la posición inmanente al enfoque general que adopta el investigador, y cabe entonces diferenciar entre dos perspectivas: la ontológica y la epistemológica. La ontológica enfoca la naturaleza de la existencia social de los seres humanos. La epistemológica se preocupa básicamente de la forma en la que se obtiene el conocimiento y de los procedimientos más adecuados para explicar los fenómenos políticos. El segundo, que afecta a la naturaleza del método, considera la forma en la que el investigador construye sus teorías e hipótesis, lo que nos permite distinguir entre métodos de naturaleza inductiva y métodos de naturaleza deductiva. Los métodos de naturaleza inductiva orientan el razonamiento de modo que, de la observación o conocimiento empírico de los casos particulares se pueda llegar a formular una idea, concepto o ley de carácter general. Los de naturaleza deductiva permiten que el razonamiento llegue a obtener una idea particular por la aplicación de otra u otras generales, de tal forma que la primera tenga una relación causal con las segundas, que son sus antecedentes. Este proceso nos permite utilizar las teorías para tratar explicar la realidad. Ahora bien, si consideramos que la formulación lógica de teorías implica la integración de conjuntos de conceptos relacionados entre si por proposiciones que se derivan de conjuntos de supuestos, podemos admitir que la construcción de una proposición teórica concreta implica un proceso de interacción constante entre conjetura y evidencia, exigiendo simultáneamente habilidad creadora y empirismo realista. No parece razonable, por tanto, entender las relaciones entre enfoque y método como una correlación causal. A nuestro juicio, éstas tienen un carácter de necesidad, pero no se satisfacen suficientemente si interactúan de forma lineal. La naturaleza del objeto de análisis, y el fin que persigue la investigación, determinan los diferentes enfoques entre los que cabe optar y guía los distintos métodos aplicables a los diversos supuestos que pueden asumirse como presunciones o hipótesis. Un comportamiento investigador racional exige perseguir fines coherentes entre si y utilizar medios adecuados para alcanzarlos, por lo que quizás no sea descabellado afirmar que la lógica de toda investigación sobre fenómenos de naturaleza y contenidos políticos obliga a un cuidadoso diseño del trabajo, aplicando tentativamente distintos enfoques y probando después la eficacia de aquellos métodos y técnicas que se piensan apropiados para verificar la validez de la hipótesis que sostienen nuestras construcciones teóricas. Pese a todo, la polémica del método no parece tener una solución práctica y, de hecho, quizás no la precise. Si consideramos que hasta Descartes se entendió por método aquel razonamiento ordenado que pretendía exponer o descubrir una verdad y que, a partir de entonces, se sustituyó esta concepción lógica de método por la más operativa que lo identificaba como el conjunto de técnicas y supuestos, con el tratamiento al que se someten los distintos aspectos de la realidad analizada, podemos deducir que nos estamos refiriendo más a una pretensión de carácter empírico que de índole gnoseológica o lógico-deductiva. En este sentido, podemos observar que las tendencias teóricas actuales de la literatura en torno a los métodos de la disciplina, sin aclarar en modo alguno los términos de la controversia, resuelve la cuestión con referencias explícitas a una estructura formal que, generalizando de forma deliberada, sintetizaría en los siguientes métodos generales, que cabe diferenciar en función de la naturaleza de sus técnicas operativas. Así, formalmente, distinguiremos el grupo de los métodos no-empíricos, del de los empíricos o cuasi-empíricos.